Los soldados se encontraban controlados, incluso el de la nariz rota parecia haberse terminado de calmar al mismo tiempo que su nariz habia dejado de sangrar. Por su lado Jaçques los tenia bien vigilados y tambien a los alrededores con su mano lista en el pomo de su espada.
“Eso. Secta creo que esa era la palabra que buscaba.” Confirmo la pequeña niña alegrándose de algo tan insignificante como agrandar su vocabulario. Cuando hiciste las demás preguntas ella parecio quedarse pensando y por alguna razón creías que te respoderia ella sin la asistencia del viejo pero finalmente miro al anciano para traducirle lo que dijiste.
Luego con la respuesta del anciano que incluia la palabra Lucifer, la joven te respondio. “Es una secta originaria de Africa, según el viejo es algo asi como los que adoran a lucifer entre ustedes aunque es un demonio de Africa.” Te explico respondiendo la primera pregunta. “Se le acercaron y al parecer lo encararon diciendo que no era bueno lo que hacía. Lo acusaron de mentiroso o algo asi y le acusaron de que no hacia eso por bondad sino por querer algo con las jóvenes de aqui.” Siguió contestando.
“Asi que de ahí viene ese rumor.” Comento poco después en un pensamiento en voz alta.
¿Adoradores de Lucifer? Malditos diabolistas... Aquellos no era personas en sus cabales, sufrían una demencia severa. Una demencia severa inducida por el Maligno en persona. Eran peores, incluso, que las brujas que alternaban con demonios en sus aquelarres. Claude había podido conocer unos cuantos de esos durante la Cruzada Albigense, y ver hasta dónde llegaba su locura.
El obispo sabía que tenía que ocuparse de ello rápidamente. Pero también sabía que no era tan sencillo como localizarlos, apresarlos y ajusticiarlos. Tendría que prepararse e informar de aquello al Dogo. Y aunque ya sabía Claude que Vico tenía cierta... "debilidad" por las jovencitas, de lo que se estaba convenciendo era de la implicación de aquellos sectarios heréticos en la muerte del sacerdote.
-Muy interesante, hija mía. Y muy preocupante. No vamos a ir a buscarlos -no en aquel momento al menos-, pero sí necesitaría saber dónde se suelen reunir, o por dónde se les puede ver... ¿Sabéis tú o el anciano algo?
Por primera vez la niña asintió de acuerdo con el obispo cuando habla de lo peligroso del grupo y de que no iban a buscarlos. Aunque volvió a ponerse seria cuando lo escucho insistir con el tema que para ella debió haber terminado hace rato.
“Saber eso solo nos daría problemas.” Le dijo rápido con un tono de reto, como si lo considerara idiota por preguntar ello. Igualmente le pregunto al viejo luego de suspirar y este solo negó diciendo unas pocas palabras. “Tampoco sabe y prefiere no saberlo.”
“Yo lo que se y seguro el anciano también, es que si ellos te quieren muerto. Te entran en tu casa y ahí te quitan todo lo que tienes dentro…” comentaba mientras se señalaba su estómago y pecho. “Para luego cerrar por donde te abrieron y dejar que te mueras solo.” Concluyo en un tono bajo de nuevo mirando a los lados.
Claude arrugó sus labios en una clara mueca de fastidio de hombre viejo. Aquello planteaba un contratiempo. Necesitaba encontrar alguien que supiera dónde localizar a esos herejes sectarios.
-Pero si yo lo averiguara, se acabarían vuestros problemas -respondió el obispo a la niña respecto a su primera afirmación-. Es mi labor en nombre de Dios, la Fe y la Santa Madre Iglesia -añadió mirando al anciano y persignándose.
Aunque pensando en lo último que había oído, varias ideas se formaron en su mente. Aquellos diabolistas parecían propensos a despojar a las personas de sus... "interiores". Órganos y demás casquería debía ser aquello que decía la niña que quitaban. ¿Y qué mejor lugar para tratar esos elementos que un matadero?
-¿Hay algún mattatoio en este barrio, hija mía? -preguntó espontáneamente, ajeno a si hablaban algo aquellos dos.
La niña como otras veces inclino su mirada a un costado y tradujo lo que vos dijiste como si ignorara tus palabras para pasárselas al anciano. El anciano se encontraba rascándose la barba pero afirmo ante lo dicho, desocupándose su mano para unirlas e inclinarse respetuosamente ante el obispo por la persignación.
La joven se te quedo mirando totalmente sorprendida ante tus palabras. “¿Un que?” pregunto nerviosa, posiblemente no entendiendo a que te referías con un matadero debido a su ignorancia pero entonces antes que pudieras explicarle sentiste una mano en tu hombro.
Esa mano provenia de tu cruzado que solo con un movimiento de cabeza señalaba a un grupo hombres de color y algunos bronceados que se acercaban a tu grupo. Si bien en otra circunstancia podrias no darle importancia, pero reconocías a un par de ellos como los sujetos en la plaza y además cada uno portaba un arma en la mano, nada parecido en calidad a lo que poseía tu cruzado pero igual era un peligro. Los supuestos enemigos siete hombres, la misma cantidad que ellos solo que parecian todos guerreros y ningun obispo de su lado.
Uno de ellos gruño algo a todo el grupo. “Vayanse.” Tradujo la joven que se rápidamente se habia puesto al lado del anciano, pareciendo que no acompañaba al obispo, y este en un gesto de protección permitía su acto.
“Calma.” Ordeno a los guardias Jaçques que parecia preparado a pesar de que no habia sacado el arma, que aun no era necesaria por el espacio entre ambos grupos. Los guardias se encontraban muy tensos y algunos habian sacado sus espadas antes que Jaçques los tratara de calmar. “¿Cuáles son sus ordenes Señor?” le susurro al obispo.
¡Argh! ¡Maldiciones! Mucho habían tardado aquellos paganos en reaccionar. Ahora un grupo se acercaba hacia ellos. Quizá, con la ayuda de Dios y el espíritu ensalzado por Su Gracia, vencerían a aquella sucia escoria que nunca habían sentido la benevolencia del Señor Todopoderoso en sus almas, hundiéndose solo en el oscurantismo y la perfidia de sus diabólicas religiones africanas. Pero aunque vencieran, habrían perdido el barrio. Posiblemente otros muchos se unieron después a las tropas heréticas, y tan solo afianzaría la posición de los diabolistas.
-Calma, calma -dijo el obispo para los suyos-. Adoptad una posición defensiva y esperad.
Luego se volvió hacia el agresivo grupo que se les aproximaba y les habló. Siempre tras la línea protectora que significaban aquellos hombres, claro estaba, les miró con la altivez de quien se sabía del lado correcto y justo. Tomó la cruz que llevaba al cuello con una mano y la levantó, alzando así mismo la voz para que le escucharan los que se acercaban, pero también cuantas personas pudiese haber alrededor.
-Vosotros que prodigáis la violencia y la muerte en este barrio, yo he venido a traer la luz de Dios Todopoderoso. No busco ningún mal para vosotros, tan solo que abandonéis ese camino errático. Podéis expulsarme a mí y a mis hombres de aquí, pero DIOS -pronunció la palabra poderosamente, señalando la gran cruz de bronce en el centro de la plaza- prevalecerá y terminará acabando con vuestras injustas pretensiones... Vosotros decidís...
Realmente estaba dispuesto a marcharse si aquellos hombres no claudicaban. Pero mejor que supieran que si lo hacía, sería para volver con aún más fuerza y terminar por limpiar el barrio, erradicando aquellos agentes malignos sin contemplaciones...
Estos obedecieron tus órdenes aunque más de uno apenas lo hacía pareciendo listos para atacar a los matones del Gheto. Sin embargo Jaçques los tenia bien controlados y también lo hacia su entrenamiento de guardias.
Ante la proclama del obispo algunos se miraron entre ellos, te parecía que en alguno de los hombres el mensaje no llego al no comprender del todo el idioma pero en otros veías un claro desafío a tus palabras, a las de Dios. Uno de estos últimos llamo a uno de los guerreros diciéndole algunas palabras en voz alta y señalando la cruz con una sonrisa desagradable para el obispo.
Escuchaste un “oh dios” que parecía venir del anciano, aunque como la chica no tradujo lo que se dijo parecio que te perdiste algo importante. “Me importa…una mierda tu dios.” Dijo con algo de dificultad el hombre que había hablado antes. “Me importan los asesinos que van con usted….aun cuando estén...disfrazados los descubrí.” Dijo manteniendo la misma sonrisa desagradable de antes.
Los guardias se pusieron más nerviosos, al menos en los gestos de sus rostros que parecían aún más preparados para atacar a los matones a pesar que se quedaban en su puesto. “Vayanse.” Repitió e hizo unos gestos con los suyos para dejarles el camino abierto. Sin embargo Claude conocía la expresión de este y sabia que no los dejaría irse asi no mas tal vez por las palabras que dijo el obispo o porque en un principio pensaban atacarlos.
Todo bien con esta escena, pero deberias revisar un mensaje que te deje el 28/07/2015, 19:57 en el off. Es respecto a la creacion de una nueva escena. Por favor respondeme en el off :3
En la mente de Claude comenzó a formarse una idea. Los violentos que tenía enfrente solo querían ver desaparecer a los hombres del Dogo que, por ropajes comunes que llevaran, eran bien reconocibles para aquellos paganos. Lo que sí noe staba dispuesto a permitir eran las faltas a Dios. Entendía que lo que habían dicho era fruto del nerviosismo -lo que no quería decir que fuese a dejárselo pasar-, así que intentó mantener la compostura con esfuerzo. <<Señor, perdónales, que no saben lo que hacen...>>, habló mentalmente con el Todopoderoso reproduciendo las palabras de Jesucristo en la cruz.
Colocando su mano en el hombro de Jaçques le indicó que le dejara pasar. Estaba convencido de que el Altísimo le protegería, pues su causa era justa. Avanzó unos pasos hasta colocarse delante del muro que formaban los hombres del Dogo, entre éstos y los alborotadores.
-Mi Dios es tu Dios, hombre de poca Fe, el Dios de todas las personas de buena voluntad, el Creador del Cielo y de la Tierra y el Azote de los Malvados. Harías bien en cuidar tu lengua cuando te refieras a él -dijo con solemnidad y ciega creencia antes de hace runa pausa-. Puedo hacer que ellos se retiren, pero mi misión aquí es demasiado importante como para que yo también me vaya. Un mal que os afecta a todos y que solo el poder de Dios puede erradicar.
Confiaba en que aquellos hombres compartieran el temor que tanto la niña como el anciano tenían. El temor hacia aquellos que entraban en sus casas y cazaban sus vidas. Ellos eran la enfermedad, y Claude sabía que él era la cura...
Perdona, bro'. Entré hace 3 días a responder y al final cerré tal como lo abrí :-/
Lo del off no lo vi :-o De hecho, al mirar, me he dado cuenta que se escribe muchísimo allí y a mí no me llega ni un solo aviso :-s
Tú abre todas las escenas que creas necesarias para Claude, ¡claro que sí! No me pidas permiso :P Tú solo ábrelas y me lo dices :P
Jaçques claramente no se vio muy contento por los movimientos arriesgados de Obispo, también pasando el muro de los guardias, para colocarse junto al Obispo dispuesto a empujarlo hacia atrás por si alguno de los violentos corría a atacarles.
Mientras el supuesto líder de aquellos marginado escuchaba las palabras del Obispo, con mas atención de lo que algunos imaginaban. Finalmente permaneciendo pensativo tras las palabras de Claude. “Bien.” Dijo pareciendo aceptar la propuesta del obispo. “Déjanos a los guardias…y podras volver con el anciano.” Le termino diciendo sin ocultar que eso es lo que pasaría si dejaba partir a los guardias.
Si habia algo de miedo en l interior del hombre parecio solo afectarle para dejar al Obispo y su guardia personal lejos de los lios. Pero con los guardias parecia haber un odio que iba mas lejos.
Claude miró con altivez a aquella desdeñosa colección de chusma. No eran más que eso: paganos tan alejados de la pulcra luz de Dios que de seguro darían con sus sucias almas en lo más profundo del Infierno. Aún así, el obispo entendía que tenía que tratar con la escoria para ayudar a los pocos inocentes que allí hubiese. Como había dicho Dios a Abraham, si había más de un inocente hasta Sodoma era salvable...
Finalmente asintió. No le quedaba más remedio que acceder. Aunque no se libraría de toda su protección:
-Vosotros -comenzó a decir girándose y refiriéndose a los guardias del Dogo-, volved al muelle y permaneced atentos. Yo me quedaré aquí con Jaçques y os llamaré si se presentan problemas...
Era lo mejor que podía hacer. No estarían allí para "provocar" la ira de los gentiles, pero podría acudir a ellos en un momento de pura necesidad. No iba a aceptar un "no" por respuesta, ni de Jaçques, ni de los guardias, ni de...:
-Bien, se retirarán a esperar mi vuelta -dijo volviéndose de nuevo a los alborotadores-. Y vosotros respetaréis la figura del Altísimo, Su Palabra y Su Voluntad. Y colaboraréis conmigo para erradicar el mal de este lugar...
Los guardias no pudieron verse mas sorprendidos ante la decisión del Obispo, incluso quien tenía la nariz rota no escondió que veía locura en sus palabras. Sin embargo mas alla de ellos los hombres no se quejaron y empezaron a irse cuidando sus espaldas por el grupo violento. Este último parecía detenido en el tiempo hasta que empezó a seguirlos luego de dejarles algo de distancia.
El único que quedo fue el que podía entenderle y responder con algo de dificultad. “Gracias no te estorbaremos, pero no colaboraremos contigo.” Termino diciendo con una sonrisa maliciosa no tardando en seguir a sus compañeros.
Entonces el Obispo se quedó solo con su guardia personal demasiado serio e intranquilo, el viejo que parecía más cansado al terminar aquel encuentro y la niña que miraba a los tres algo confundida. “Eh…seguimos con otra gente?” pregunto luego de un rato en silencio.
Una vez se quedó únicamente con Jaçques, y los alborotadores parecieron claudicar, Claude entrelazó sus manos ante sí dejando solo sus índices y pulgares extendidos formando triángulos. Era una postura muy típica de él... de él y de cientos de obispos y cardenales cuando se ponían a pensar o a mediar en situaciones difíciles. Un gesto muy reflexivo. Agachó los párpados, adquiriendo una mirada más inquisitiva y desconfiada, y se fue acercando más al viejo y a la niña. Hubo silencio en ese lapso, como si quisiera dejar atrás el problema con esos "herejes irrespetuosos".
-Estaría bien, hija mía -comenzó a responder manteniendo la corrección y la compostura-. Quería saber antes de que nos interrumpieran si había algún "mattatoio", un matadero -se quedó pensando un instante, igual aquella niña era demasiado simple o iletrada y debía explicarse mejor-. El lugar donde sacrifican a los animales para que la gente pueda alimentarse de ellos...
Sería el sitio adecuado donde buscar siguiendo las pistas que tenía. Aunque preferentemente hablaba con la niña, que parecía ser la que mejor le entendía, miró también al anciano con el mismo gesto adusto que aún mantenía...
El gesto que la llames su hija no parecio entusiasmar mucho a la niña, sin duda tomándoselo del sentido literal de la frase. Aunque tras la explicación que le dio sobre los mataderos, parecio comprenderlo. “Que horrible nombre, aunque también se lo merece.” Comento la chica que al parecer había aprendido algo nuevo con Claude.
“Si hay varios, nuestro barrio ha trato de hacerse…valer por si mismo.” Comento dejando ver por el rostro que eso no había dado tanto resultado. “Conozco algunos pero no todos, aunque el olor debería decirte donde esta uno.” Comento tal vez no dándose cuenta como Claude del grave olor que abundaba en aquel barrio en comparación con el resto de los barrios o islas de la Ciudad de Venecia. "Odio ese feo olor." dijo con una mueca clara.
El anciano por su lado los miraba a ambos con curiosidad de vez en cuando echando una mirada donde se habían ido los soldados y el grupo agresivo.
El obispo esperaba pacientemente que la joven procesara la información y la respondiera. Era de lo mejor que iba a poder encontrar allí: una joven del barrio alimentada por la avaricia y una infinita curiosidad.
Lo que le dijo la niña era lógico. Aquellos complejos estaban normalmente en los barrios más marginales, donde pocos vecinos notables se quejaran del olor, dejando que solo la chusma y los extranjeros lo sufrieran. Lo cierto es que desde que había entrado en aquel lugar, Claude no había dejado de percibir aquel hedor nauseabundo que entremezclaba la sangre y la muerte con el orín y los tintes de las tenerías. De hecho, en aquel instante en que ya había podido dejar la pugna dialéctica con los alborotadores, el obispo no tardó en sacar uno de los pañuelos de seda que poseía bañado en agua de azahar y se lo colocó frente a la nariz.
-Si hay alguno cerca -dedujo del comentario de la joven-, sería prudente comenzar por ahí.
Aunque lo inteligente sería ir con toda la escolta, podría echar un vistazo rápido solo con Jaçques y, quién sabía, quizá también la niña y el viejo, para determinar si eran lugares en los que esos "desmembradores" podría actuar...
La niña parecio observar divertida el gesto de Claude cuando saco un pañuelo para ponérselo contra la nariz. Aunque se contuvo de reírse de él a pesar que su mirada dejaba ver su risa.
Ante la sugerencia del hombre se le quedo mirando y luego fue con el viejo. El viejo por su lado dijo algo rápido a la joven poniendo su mano en el corazón. Eso llamo bastante la atension de la joven que le respondio en africano para luego recibir una respuesta segura de parte del hombre.
Suspirando la chica volvió al Obispo. “Te guiare al mas cercano, aunque el viejo a pedido acompañarnos diciendo algo de su obligación…con dios o algo asi. Quiere prestar su ayuda, defendiendonos a usted y a mi de cualquier mal intensionado.” Le explico la joven no pareciendo muy ilusionada con la nueva compañía del viejo creyente.
El hombre no parecía muy peligro, incluso dudabas un poco que pudiera defender a alguien por demasiado tiempo. Pero en sus ojos se veía una seguridad y deber que parecían puestos de forma firme en la mente de este. Sin duda no era el mejor acompañante, pero sentias que seria menos dificultoso que la niña excepto en el idioma.
Se agranda la party :P
Claude esperó a ver qué se decidía a hacer la niña. Miraba a uno y otro lado mientras respiraba el aroma a azahar. Jaçques, a su lado, mantenía la tensión que ahora creía debía mantener ante la falta de la guardia del dogo. Los dos personajes de color que tenía ante sí el obispo hablaron en su pagana lengua hasta que finalmente la joven africana se acercó con gesto resignado.
-Por mí no hay problema, niña -respondió Claude ante el deseo del viejo de acompañarles-. Ante ésto, es de agradecer el trabajo que el hermano Vico realizó con algunos de los habitantes de este barrio...
Como gesto de "agradecimiento", el obispo de París le dedicó al anciano una inclinación de cabeza a la par que soltaba algunas palabras latinas del santoral en signo de bendición.
Con ésto, se colocó de nuevo el pañuelo frente a la nariz y esperó a que la niña echara a andar. Claude iría detrás y Jaçques tras él...
El anciano también inclino la cabeza aún más bajo que el obispo, viéndose orgulloso de las palabras que le transmitía. Cuando el pequeño grupo empezó a avanzar, el viejo se colocó al final del grupo pareciendo haberse dado el cuidado de la retaguardia. La niña mientras había comenzado a avanzar no ofreciendo queja alguna ante el nuevo individuo que se había agregado.
Tras un corto recorrido el olor que se esperaría de un matadero comenzó a hacerse más presente, haciendo que algunos se taparan la nariz imitándolo al obispo. También se escuchó un sonido de un animal dando su último grito en vida.
El lugar no era ningún que alguno de los habitantes quisiera visitar, no solo por el olor sino por lo que se veía ahí recordaba a un campo de batalla luego que ambos ejércitos habrían chocado pero a la vez era mas siniestro con la sangre y algunas de las tripas regadas por el suelo. Sin embargo era un lugar importante ya que era el que producia carne en ese lugar. Muchos hombres musculosos se encontraban ahí, su tonalidad era la misma que se esperaba de ese lugar aunque la sangre de los animales los hacia ver algo mas intimidantes.
La niña no estaba muy a gusto en ese lugar y por eso fue que el anciano le dijo algunas palabras tratando de calmarla. “Que hacemos? Que buscamos?” pregunto la joven temblando un poco.
-Tenemos que buscar indicios de que en este lugar se hayan estado cortando carnes que no fuesen solo... de animales.
Quizá, en primera instancia, parecería algo horrible. Pero cosas peores había visto el obispo. Quizá, pensaba Claude, la niña lo tuviera más fácil para sumergirse en el laberinto de pasillos, estancias, patios y demás que hubiese en el matadero sin ser vista o siendo mínimamente detectada, mientras los demás hacían una inspección más "descarada".
El hombre de Fe se quedó observando a los trabajadores. Desde luego no creía que, de cometerse tamaños actos impuros allí, éstos estuviesen ideados por ellos. Debía haber una perturbada mente pensante detrás. Quizá, la mejor forma sería ir a los almacenes de carne... Al menos era lo mejor que se le ocurría al obispo en la limitada experiencia que tenía en cuanto al oficio de matarife.
-Bien hija mía, aquí puedes ganarte algo más que unas monedas -dijo apelando a la siempre eficaz avaricia de la muchacha-. Nosotros iremos a buscar los almacenes, allí donde dejen reposar la carne antes y después de trocearla. De haber algo, allí debería poder verse. Necesito que le transmitas al anciano exactamente lo que buscamos. Tú, mientras, tendrás un cometido más importante y seguro: simplemente paséate por el lugar e infórmame de cualquier cosa sospechosa que veas. Con la ayuda de Dios Todopoderoso podremos acabar con las desapariciones que tan afligidos tiene a tus vecinos...
La niña le presto más atención al obispo al escuchar de las monedas extras, mordiendo sin dudar el anzuelo que había dejado. Asintiendo luego que terminaras de hablar y comentándole rápidamente a viejo lo que el obispo había pedido terminado eso se despidió de ellos pareciendo colarse entre los demás.
El viejo se acercó más al obispo empezando a que avanzara para hacerlo también. El obispo parecía avanzar sin dificultad alguna por el matadero a pesar que los que trabajaban lo miraban con curiosidad, pero sin decir nada o mostrar respeto alguno a tu persona. Sin embargo al cruzado es a quien miraban con mayor preocupación a pesar que algunos de ellos tenían cuchillo de distintos tamaños en sus manos.
Cuando finalmente alguien los intercepto fue un hombre alto de color que les hizo un gesto de alto con su mano que le faltaba un par de dedos. “¿Qué hace aquí sacerdote?” pregunto el hombre con un acento que no podías terminar de identificar pero seguro no era ninguno europeo, pero eso ya lo preveías por el color de su piel.