Partida Rol por web

Leonor sintió que no era sensato quedarse en ese lugar luego de comer, aun si el hombre no le diera una mala sensación con sus palabras y forma de ser no había necesidad para que ella se quedara en ese lugar. Ella poseía un lugar mejor con comida caliente y camas cómodas en la taberna de Facciolo. Aquel lugar que la hacia sentir tan feliz como ningún otro lugar.

Su única lamentación que no podía compartirlo con su hermano, que seguía perdido en esta gran ciudad o en el peor de los casos se encontraba hace tiempo fallecido pero la pequeña se rehusaba a pensar esa posibilidad siempre que aprecia en su mente. Sin saberlo entre las sombras había sacado el medallón que habia robado a Sabino, no sabia porque lo conservaba aun cuando hubo unas cuantas ocasiones de volvérselo pero ahora como una de las pocas pertenencia que tenia ella.

Siguió avanzando por entre los callejones por donde habia llegado al supuesto hogar del egipcio, un lugar lejos de donde se encontraba la casa de Mamadou y los demás hombres de color que parecían habitar ese barrio pobre. Al salir se encontró con una cantidad media de personas aun yendo por la calle a pesar de que el sol habia bajado, ella lo veía normal por sus años en esta ciudad pero en otras ciudades menores aquello era impensado por los peligros que reinaban a la noche.

Pero esa no era del todo su preocupación ahora si no que deseaba llegar a la Basilica que tanto interés habia generado estos días y sin perder el camino llego mucho antes de lo esperado encontrando una plaza con algunos guardias y cantantes, gente bailando aunque nada parecido al abrumador festejo de ayer. A unos pasos se encontraba la Basilica cerrada y con guardia papal en la puerta, junto a ella estaba la mansión del Dogo mas iluminada que esta.

La joven pelirroja salió de allí prometiendo al grupo que regresaría al día siguiente. Realmente no le apetecía demasiado puesto que había algo en ese hombre repleto de tatuajes que le daba muy mala espina. No obstante siguió fingiendo que todo estaba bien, y procuró no pensar demasiado en la tarea que tenía por delante, ni en el hecho de que Theo seguramente no aprobaría que se expusiera a semejante riesgo.

Mientras caminaba por los callejones, comenzó a observar a su alrededor, echando una fugaz mirada al medallón que había pertenecido a Sabino hace muy poco. ¿Por qué no se lo había devuelto? No estaba muy segura, pero había algo en aquel objeto que le resultaba demasiado familiar, como si tuviera en la punta de la lengua su procedencia y su significado, pero fuera incapaz de recordarlo. Tan solo esperaba que el ladronzuelo jamás descubriera que había sido ella quien se lo había quitado, aunque, con un poco de suerte, podría achacarlo a que alguien se lo arrebatara mientras dormía en aquel nuevo refugio que les había ofrecido el predicador.

Se dijo a sí misma que la forma más fácil de evitar problemas era ocultándolo en el único lugar que sabía que nadie miraría, puesto que tan solo ella y su hermano conocían aquel muro con un ladrillo suelto donde introducir pequeños objetos en su interior. No obstante, quedaba bastante retirado del camino a la basílica, por lo que, lamentablemente, tendría que portarlo un poco más, aunque la idea no le gustara demasiado, especialmente cuando estaba a punto de entrar a un lugar prohibido atestado de guardias que podrían atraparla, por lo que decidió ocultarlo en su bota para mayor seguridad.

Por fin llegó al lugar deseado, donde pudo mezclarse con el gentío sin dificultad. Resultaba agradable ver personas aun en la plaza, especialmente de tan buen humor. Aunque la entrada a la Basílica pareciera una tarea imposible de realizar.

Leonor aprovechó el hecho de que había la suficiente gente como para pasar desapercibida, y se dedicó a investigar posibles rutas alternativas que evitaran la entrada principal. No obstante, si le era imposible adentrarse sin ser vista, pensaba probar suerte en la mansión del Dogo, para tratar de averiguar si los pirómanos tenían razón y aquel hombre colaboraba con las criaturas de la noche.

La entrada a la Basilica se veía imposible por el frente con aquellos guardias con unas armaduras majestuosas, de esperarse para la guardia que se encargaba de proteger al Cardenal. Aunque algo que te llamaba la atención era como los guardias de la ciudad no parecían acercarse a ellos y los miraban con recelo. La razón de ello no era tan clara en tu cabeza. Pero tal vez podría ser una forma para distraer a los guardianes.

Por otro lado la gente que festejaba parecía no tener mucho interés por la Basilica concentrándose en bailar y hablar entre ellos alegremente. Una y dos veces uno de ellos casi se choca con Leonor, aunque gracias a sus reflejos pudo maniobrar para evitar los choques. No era que no la vieran, solo que algunos parecían ya haber empezado a tomar vino como si fuera agua. Algo que como consecuencia obligaba a algunos de los jóvenes a dirigirse a lo oscuro a descargarse un poco, si bien donde iban no era tan cercano de la Basilica los guardias de la Iglesia no parecian perderles de vista. Aunque seguia siendo un lugar donde aprovechando las sombras la huérfana podría colarse a algunos de los puntos oscuros entre las columnas de la Basilica y luego de ahí buscar una ventana donde meterse si todo salia bien.

Mientras la mansión del Dogo se veía como un objetivo más difícil teniendo mejor iluminación y guardias de la ciudad. Pero conocías que como otros lugares había entradas para las góndolas venecianas, la cuestión seria que deberías mojarte de nuevo y nadar en lo oscuro.

Leonor sopesó las posibilidades que tenía a su alcance tras investigar un poco las factibles entradas tanto de la basílica como de la mansión del Dogo. Realmente no le apetecía absolutamente nada mojarse, y menos cuando el sol ya no estaba en el cielo para poder calentar su cuerpo. Estaba segura de que terminaría helada y enferma si hacía una estupidez como aquella, dos veces en un mismo día.

Por otro lado, su nuevo medallón podía causarle más problemas de los que ya tendría si alguien la pillaba, puesto que sería prácticamente incapaz de justificar qué hacía con él y de donde había salido. Por muy mal que le cayera Sabino, jamás se le ocurriría delatarle. Por todo ello, la basílica le parecía una mejor opción por estar menos iluminada y concurrida y, aunque desconociera qué información podría llegar a sacar una vez dentro, esperaba que mereciera lo suficiente la pena como para jugarse el cuello por ella.

Una vez llegada a esa conclusión, tan solo le quedaba la forma de entrar. Vio a los guardias del Cardenal y cómo la guardia de la ciudad parecía evitarles. Quizá si generaba una distracción podía utilizar ese dato contra ellos. Lo primero era buscar la mejor entrada posible, con menos iluminación, y descubrir la forma de pasar sin ser vista. Una idea que rondaba por su mente era quitarle algo a alguno de los borrachos o bailarines de la plaza mientras se lo colocaba a otro sin ser vista, y luego avisarle del robo para que empezaran una pelea. Quizá aquello sería suficiente para que la guardia situada en determinado punto estratégico se alejara de su puesto, pero lejos de los guardias del Cardenal y pudiera aprovechar la confusión para entrar en la basílica. ¡Sí! Aquello podría funcionar… el problema sería poder salir de allí después.

Robarle a alguno de los bailarines no era del todo fácil con los movimientos que hacia y como en algunos eran el centro de atención de las personas que se encontraban ahí. En cambio quitarle algo a uno de los borrachos era bastante sencillo casi como si estuvieran dormido, al menos los que estaban mas borrachos. Por lo que ya la pequeña habia podido encontrar un objetivo fácil en la primera parte de su plan. Lo intercambiar el objeto robado por otro también era bastante sencillo si el otro era un borracho por lo que solo tocaba avisar al que fue robado y esperar lo mejor.

Respecto a buscar lugar podría ser sencillo si creaba suficiente distracción que se colara por entre las columnas y luego encontrar un lugar por donde entrar que no fuera la puerta delantera.

Tras rodear la basílica en busca de la mejor entrada, la intrépida pelirroja localizó un callejón oscuro por donde trepar hasta alcanzar uno de los ventanales. quizá tuviera que forzarlo un poco con su daga si este no estaba abierto, pero esperaba no tener que romper el cristal y poder dejarlo entreabierto para escapar por el mismo sitio tras finalizar su inspección.

Ahora tan solo tenía que realizar el asunto de la distracción para evitar que los Guardias del Cardenal que permanecían atento a cualquier movimiento sospechoso, la vieran colarse por aquel estrecho y escondido lugar apartado.

Por todo ello, y tras encontrar un objetivo válido para su plan, se mezcló entre el gentío para acercarse a uno de los borrachos que allí había, y le alcanzó para robarle la bolsa mientras simulaba bailar y beber como el resto de los presentes. Una vez hecho esto, y procurando no perder de vista tanto por la guardia de la ciudad como por la de la iglesia, colocó con cuidado la bolsa en el cinto de otro de los borrachos, de tal forma que el primero pudiera ver que era suya.

Una vez que hubo colocado la trampa, tan solo tuvo que comentarle al oído a la víctima, procurando en todo momento que no le viera la cara para que no la identificara en el futuro - Pss, He visto como ese tipo te ha quitado tu bolsa.

En el momento en que la pelea empezara, ella se escabulliría aprovechando su tamaño y tratando de parecer invisible, para dirigirse a su objetivo.

La idea que había tenido la joven aunque simple no podía dejar de tener cierta efectividad. Algo que se demostró cuando el primer borracho no le dio un segundo vistazo antes de fijar su atención en el supuesto ladrón. Entonces comenzó todo con un empujón, unos pocos golpes y bastantes insultos entre  los hombres. Aunque también terminaron juntándose algunos que parecían compañeros de las dos víctimas del engaño de la joven huérfana.

El escándalo que comenzó a surgir en lo que antes era una reunión alegre alerto a los guardias de la ciudad que comenzaron a amenazar con la cárcel a muchos de los presentes y a tratar de separarlos. Por otro lado los guardias de Romo observaban con desagrado lo que pasaba aunque no salían de su puesto para ayudar a sus supuestos compañeros que apenas podían mantener el orden en la pelea.

Igualmente aquel era el momento propicio para intentar escabullirse en la Basilica, agazapada y caminando agachada se adentró a las sombras que le otorgaban las columnas pareciéndole adecuado moverse en ese momento. Un nuevo movimiento rápido la acerco a la pared que comenzó a escalar rápidamente para alejarse de las miradas de  los guardias. Con una sorpresiva velocidad como si tuviera una gran practica escalando las paredes de la Basilica avanzo para arriba dejando unos cuantos metros atrás al suelo.

La ventanal en la que se había fijado en principio no fue una opción adecuada no pudiendo abrirla o moverla, dejándole como único recurso romperla para pasar pero no se encontraba lo suficiente desesperada para hacerlo sin revisar por otra entrada primero. La cual encontró unos metros a su derecha y algo mas bajo. Fue en el descenso donde casi se termina cayendo por un débil agarre de su parte, que por poco le pudo haberle costado la vida sin embargo aun con algunos golpes contra los relieves de la grandiosa estructura sus manos volvieron agarrarse a la pared desde donde pudo llegar a la ventana entre abierta que usaría para entrar.  

Había llegado a una habitación chica utilizada para guardar cosas como papeles, velas y demás útiles para la vida de los eclesiásticos. Sin embargo no hubo mucho tiempo de relajación mientras se sostenía donde se había golpeado antes de escuchar una voz fuera de esa habitación.

Una voz que pedía ayuda en un volumen bajo que no terminaba de aclararle el lugar de donde provenía pero la pequeña lo sentía muy cerca. “Ayuda, por favor.” Decía un hombre con una voz débil.

Leonor no estaba segura de si su plan funcionaría o de si la atraparían justo en el peor momento con las manos en la masa. Afortunadamente, la fiesta de la plaza estaba ya muy avanzada, por lo que las personas que allí quedaban se encontraban en un estado de embriaguez digno de mención.

Nada más poner en práctica su plan, pudo observar con alivio cómo funcionaba a la perfección, tanto la proeza de que nadie la viera como en el hecho de que los guardias se acercaron sin sospechar nada y se dispusieron a apartar a una pequeña multitud ansiosa por desfogar adrenalina de una manera u otra.

Fue entonces cuando, aprovechando la confusión, la joven huérfana se aproximó al lugar avistado con anterioridad para poder entrar en la Basílica sin ser vista. Escalar no fue tarea fácil, pero finalmente se encontró a una altura considerable donde cualquier caída podría haberle costado cara. El primer susto al descubrir el ventanal totalmente cerrado pasó rápido, aunque su corazón casi se le sale por la boca al resbalar y estar a punto de caer al vacío mientras descendía, causándose un desafortunado golpe, que de seguro se convertiría en un feo moratón en unas pocas horas.

Finalmente consiguió traspasar la ventana entreabierta, y se encontró en una pequeña habitación repleta de papeles. Empezaba a preguntarse qué era lo que tendría que buscar primeramente allí, cuando escuchó una débil voz masculina pidiendo auxilio. ¡Maldita sea! La joven pelirroja se mordió el labio inferior mientras se planteaba qué podía hacer. Si acudía en su ayuda, de seguro la encontrarían y la atraparían, pero si no lo hacía, no podría vivir con la culpa el resto de su vida… ¿Por qué el cielo le jugaba aquella mala pasada? Dando un profundo suspiro cerró los ojos con fuerza para, posteriormente, abrirlos con un brillo de determinación en su hermoso rostro.

Simplemente no podía ignorar una petición de ayuda, por muy en peligro que aquello la pusiera. Tenía que socorrer a aquel hombre puesto que estaba en su naturaleza, por lo que, tratando de hacer el mínimo ruido posible, intentó localizar el origen de la voz, para acercarse lo más silenciosamente que pudiera.

Abriendo la puerta con extremo cuidado logro que esta no hiciera el ruido tipico que hacia estas puertas viejas. Sacando la mitad de la cabeza hacia el pasillo tratando de localizar el origen de ese pedido de ayuda, no encontró cuartos cercanos a donde se encontraba ella dejándola media desconcertada porque ella estuvo segura que venía de muy cerca la voz del hombre.

Cuando termino de salir de ese pequeño almacén se encontró en un pasillo bastante oscuro que tenía unas pocas puertas muy separadas las unas de las otras. Que en una corta inspección parecían ser otras habitaciones de almacén más grandes y que de dentro de ninguna salía la voz del hombre.

Siguiendo explorando en puro silencio hasta la puerta al final que dio más al interior de la Basílica, a un pasillo mucho más amplio y mejor iluminado, separándose a través de unas cuantas puertas de los balcones del salón central de la Basílica. Eran tes puertas que tenia frente de donde habia salido cada una lo suficiente arreglada para dejarle en claro que accedian a un lugar de gente de mayor importancia.

Por otro lado la voz seguía siendo complicada de encontrar su origen en un lugar tan grande como este y a pasar que de que la joven tenía una gran determinación en buscar al pobre hombre empezaba a sentirse algo agobiada ante la posibilidad de tener que buscarlo por todo este enorme edificio. En especial cuando se dio cuenta que no se encontraba sola con aquel hombre en ese lugar. Rápidamente se ocultó cuando escucho los pasos de los que parecían guardias por sus pasos firmes y compartiendo un ritmo único.

Estos tres guardias habían salido de las escaleras que bajaban también al salón central y parecían encontrarse patrullando el lugar como si esperaran que algo pasara. Aunque su presencia no fue lo que mas le llamo la atención si no su frialdad al no parecerse inmutar ante la voz de ayuda que la joven volvió a escuchar con una nueva fuerza que parecía llevarla hasta el salón principal. Pero debia esperar unos segundos antes de moverse del lugar en donde se habia escondido para que los guardias salieran del balcon donde se encontraban los cuatro, por lo que ahora tenia un tiempo para pensar su proxima accion.

No se lo podía creer. Tras salir de aquel pequeño cuarto y mirar al exterior con cautela, le resultó más difícil de lo que hubiera creído en un principio localizar la fuente de aquella petición de auxilio. Mientras recorría aquel largo pasillo y miraba en el interior de los almacenes de mayor tamaño de la Basílica, Leonor comenzó a desesperarse del miedo que le producía escuchar el propio sonido de su corazón y el minúsculo roce de sus pasos en la piedra fría.

Aun seguía sin encontrar la llamada de socorro, y empezaba a preguntarse qué era lo que había venido a hacer en aquel lugar sagrado, cuando por fin notó como se acercaba al lugar donde las personas más adineradas solían acomodarse para observar desde los balcones el salón central de aquella impresionante obra de arquitectura.

No tardó en descubrir la razón por la que le era tan complicado dar con su objetivo. Aquellas pareces estaban construidas de tal forma, que la basílica era una caja de resonancia en sí misma para que la voz del predicador se escuchara y se amplificara en todos los lugares por igual, por lo que la procedencia de cualquier ruido era muy difícil de calcular, especialmente en un silencio tan sepulcral como el que existía en aquellos momentos.

No obstante, el paso de la Guardia del Cardenal, la sacó de sus cavilaciones, y todo que esconderse muy bien para evitar ser detectada por ninguno de ellos y, posiblemente condenada a sufrir la misma suerte que el alma en pena que sufría en alguna parte de aquel lugar Santo.

Tras contener la respiración y apartar a un lado la desesperación que sentía por su situación actual, Leonor finalmente pudo deducir que el hombre al que quería salvar se encontraba en el salón principal. No sabía cómo de difícil sería la tarea que tenía por delante pero, tras armarse de valor, esperó pacientemente a que los soldados salieran de la zona en la que se encontraba y continuaran patrullando en dirección contraria al camino que debía recorrer. Su intención era tratar de abrir una de las puertas que daban los balcones, para tener una mejor visión periférica desde arriba sobre qué era lo que estaba sucediendo en el salón principal y cuantos guardias custodiaban la zona en la que esa pobre alma le pedía ayuda. Si le era imposible acceder a los balcones, se movería entre las sombras en dirección al salón principal, para tratar de alcanzar a su objetivo sin ser descubierta.

Luego de esperar en silencio por un buen rato en el lugar que había utilizado para no ser vista por la guardia, pudo volver a movilizarse al ver que los guardias abandonaban el pasillo. Cuando estuvo sola intento una de las puertas de los balcones, encontrándola abierta como también encontraría las demás al parecer no era un lugar que tuvieran costumbre de tener cerrado.

Luego de esperar en silencio por un buen rato en el lugar que había utilizado para no ser vista por la guardia, pudo volver a movilizarse al ver que los guardias abandonaban el pasillo. Cuando estuvo sola intento una de las puertas de los balcones, encontrándola abierta como también encontraría las demás al parecer no era un lugar que tuvieran costumbre de tener cerrado.

Pasando al balcón tuvo una gran vista de todo lo que ocurría en el Salon principal, encontrando por una parte un guardia Papal entraba al confesionario donde lo esperaba uno de los sacerdotes para cumplir la función de ese lugar. Cerca del presbiterio se encontraba otro sacerdote hablando con una monja joven que parecía algo cansada aprovechando para bostezar cuando el sacerdote le daba la espalda.

Mientras la voz seguía escuchándose aunque no veía ningún hombre desde su punto de vista e incluso su oído en este momento hacia sentir el llamado de auxilio debajo del balcón donde se encontraba ella.

Permaneció oculta con el corazón en un puño esperando a que la guardia se retirara. Casi sentía que su propia respiración hacia demasiado ruido en aquel lugar repleto de resonancia, por lo que se concentró para relajarse y moderar su estado de ánimo por su propio bien.

Afortunadamente las puertas que conducían a los balcones estaban abiertas, por lo que pudo entrar sin problemas para tener una mayor perspectiva de lo que estaba pasado. Cuál fue su sorpresa al encontrar a más gente de la que esperaba deambulando en el salón principal. A parte de la guardia parecía que al menos dos sacerdotes y una monja aun no se habían retirado a sus aposentos a dormir, por lo que agradeció no haber bajado atraída por la voz de auxilio que la llamaba.

Lo más extraño de todo esto era que ninguno de los presentes parecía prestarle la menor atención a esa pobre persona que sufría en algún lugar de la Basílica. Lo hubiera esperado de la guardia del Cardenal, pero aquellos sacerdotes, y en especial la soñolienta monja, ni siquiera habían mostrado la más mínima reacción ante sus súplicas y llamadas de auxilio…Todo esto sí que era raro.

Con el suspiro necesario para retomar fuerzas ante lo que estaba a punto de hacer, Leonor volvió a ponerse en marcha para tratar de encontrar un ángulo desde el que poder mirar al desdichado. Esperaba no estar volviéndose loca y no ser la única que escuchaba aquel susurro desamparado. Lo peor es que no tenía ni la más remota idea de cómo podría ayudarle una vez localizado, con tanta gente como había a su alrededor.

Aunque también estaba la posibilidad que ese grupo de personas estuvieran acostumbradas a ese tipo de llamados de auxilio y tuvieran una gran indiferencia. Después de todo era su primera vez en este lugar y de noche podría ser un lugar aún más diferente de lo que lo imaginaba ella. También podía ser que ella sola lo escuchara pero su raciocinio interno no podría aceptarlo de ese modo.

Mientras pensaba en las posibilidades, observo como finalmente el sacerdote con la monja se dio cuenta del sueño que tenía este y pronto le pareció darle una orden para que se marchara. Él por su lado reviso el piso cerca del presbiterio, algo que la pequeña sin importar cuanto se esforzaba no podía notar de ese lugar. Luego se retiró también.

De pronto se dio cuenta que todo estaba en total silencio, no había mas pedido de ayuda de ese hombre ni se escuchaba ruido alguno. Dejándola en un silencio que ella no estaba para nada acostumbrada ya que nunca se había encontrado en una iglesia vacía y a pesar  de que luego escucho unos pasos pertenecientes al uno de los guardias y el sacerdote, el lugar volvió a silenciarse ni bien se fueron. El gigante y majestuoso salón estaba vacío excepto por ella. Lo que le daba una sensación extraña que no podía terminar de poner como algo bueno o malo, pero sabia que era algo abrumador estar en este lugar sagrado ella sola.

¿Por qué no podía escuchar más al moribundo? ¿Le habría matado acaso el sacerdote que estaba en su ángulo muerto revisando el piso del presbiterio? Esperaba que no, puesto que no se lo perdonaría si así fuera, pero de todos modos nada podía hacer dado el número de personas que pululaban por la basílica, los cuales eran todos más fuertes que ella y contaban con muchos más recursos.

Cuando finalmente la monja y el sacerdote se retiraron, e incluso la guardia dejó de campar por los alrededores, Leonor sintió la terrible opresión que el silencio sepulcral de este lugar sagrado transmitía. Ella jamás había pisado un sitio como aquel a tan altas horas de la noche y sin que nadie lo poblara, por lo que notó en sus carnes el sobrecogedor efecto de aquellas hieráticas paredes cerniéndose sobre su insignificante cuerpecito.

No obstante, no podía perder más tiempo en aquel lugar. Tenía que encontrar el origen dela petición de auxilio, o alguna pista de lo ocurrido el día anterior, para intentar evitar una posible catástrofe, por lo que, tratando de caminar más sigilosamente que nunca en su vida, se encaminó al único lugar que no veía desde el balcón, esperando encontrar al pobre hombre que necesitaba su ayuda.

La forma más sencilla de hacerla seria bajar por lo que fue lo que hizo la pequeña luego de asegurarse desde el balcón que efectivamente no había nadie más. Bajando las escaleras con mucho cuidado para no hacer ruido alguno, empezó a asentir un escalofrió que le hacía temblar involuntariamente pero no le impedía continuar su avance.

Una vez abajo en el gran salón observo ante las puertas de entradas cerradas de manera bastante evidente dejándole una sensación de calma al no tener que preocuparse de que alguien entraría en cualquier momento por ahí. Caminando con algo de temor se fue colocando en el centro de aquella enorme sala vacía, poniéndose algo nervioso sintiendo una mirada en ella pero cada vez que se volteaba a fijarse solo se encontraban las estatuas y pinturas que se empezaba a imaginar que la seguían con la vista.

Antes de que tuviera la culpa necesaria para abandonar ese lugar, llego donde debía y observo que debajo de su balcón solo habían puertas como en el otro lado de la Basilica. Solo que no recordaba que ninguno de los que estaban antes se dirigieran por ese lado. Pero habia algo mas raro donde se habia quedado mirando el sacerdote te parecía notar una sombra rara que no habias visto desde arriba.

Tras comenzar a bajar uno a uno los escalones de aquel lugar, Leonor sintió como el ambiente se volvía aun más opresivo si cabe. Aquella sensación de estar adentrándose sola en una trampa, era cada vez más patente, y el escalofrío que recorría su columna vertebral no hacía sino empeorar aquella horrible corazonada.

Dos veces tuvo que detener su avance para respirar hondo y mitigar el temblor de sus articulaciones. Sin embargo, en algún lugar de esta Basílica había un hombre en peligro, y ella tenía que encontrarlo y ayudarle costara lo que costara.

Pudo permitirse un respiro al cerciorarse de que sería imposible que aquellos portones se abrieran de golpe sin que ella lo notara, aunque su alegría duró poco, puesto que el lugar donde esperaba encontrar al moribundo seguía sin darle una pista clara de su paradero, encontrando tan solo un puñado de puertas cerradas, figuras y siniestras pinturas que parecían censurar con la mirada todo lo que hacía.

Pero fue entonces, cuando estuvo a punto de salir corriendo por donde había venido, que se percató de la existencia de una sombra en el punto donde el sacerdote había realizado algún tipo de acción minutos antes, y que ella había sido incapaz de ver desde arriba. “¡Vamos Leo!” Se dijo a sí misma “Un último vistazo y podrás marcharte de aquí sin mirar atrás”.

Dicho y hecho. Armándose de nuevo de valor, comenzó a avanzar muy despacio hacia la negrura que tenía en frente, rezando a Dios Todopoderoso para no estar metiéndose en un terrible aprieto del que no pudiera salir.

La negrura fue arrastrándose como si fuera un líquido fuera de la vista de la pequeña, si bien parecía que tenía un movimiento lento lograba mantenerse apenas visible para Leonor, que desesperada avanzo unos pasos para al menos ver algo. Pero en contra de todo pensamiento no pudo encontrar nada, ni ver de qué se trataba aquella siempre que pareció desaparecer tan rápido como apareció, a pesar que se encontraba frente a la mirada de la joven. Aun revisando bajo los asientos no dio con nada.

Al borde de los nervios fue cuando escucho de nuevo la voz del hombre pidiendo ayuda. “Ayuda por favor….” Volvió a repetir de una dirección mucho más sencilla de identificar para la pequeña. “Ayuda.” Decía detrás de una puerta entre abierta justo debajo del balcón desde donde había espiado esta sala en un principio.

No había duda que todo esto se escapaba a la joven huérfana, había algo en esta Basílica que la llamaba a ella, tal vez a ella sola, pero porque razón lo hacía era algo que también desconocía. Acaso pedía su ayuda o en realidad jugaba con ella tratando de volverla loca. Mirando de nuevo a las estatuas y pinturas todas seguían mirándola pero en ese momento parecían formar un gesto de lastima por ella mientras la voz del hombre seguía en su llama de ayuda.  

La mujercita no entendía qué estaba pasando. ¿Acaso alucinaba? Parecía que aquella oscuridad se desplazaba intentando apartarse de su campo de visión, por lo que le era imposible apreciar de qué se trataba en realidad.

Cuando empezó a estar tan asustada que su subconsciente ya había decidido abandonar su búsqueda, volvió a escuchar aquella lastimera voz que necesitaba su ayuda, por lo que, mordiéndose el labio inferior y frunciendo el ceño en un gesto de resignación, decidió avanzar hasta la puerta entreabierta situada bajo el balcón en el cual se había escondido con anterioridad, con todo el sigilo y el cuidado del que fue capaz.

No era probable que hubiera ningún guardia en aquella habitación, pero tenía que estar preparada para salir corriendo a toda velocidad y escabullirse por la ventaba abierta que aun la esperaba tras atravesar el largo y desértico corredor.

Las piernas le temblaban mientras miraba los cuadros y las estatuas que parecían observar sus movimientos, pero ¿estaba asustada por la posibilidad de ser atrapada o por encontrarse algo mucho menos mundano en esta insondable y desértica Basílica?

Cruzando la puerta seguía sin encontrarse alma alguna en este lugar, aunque al menos las  miradas juzgadoras de las estatuas no llegaban a ella. Caminando por un pasillo cortito siguió la voz mientras comenzaba a detectar un olor algo pesado, parecía ser incienso de iglesia pero en un exceso que empezaba a fastidiar un poco la naricita de la pequeña.

Sin embargo se dio cuenta rápido que la voz que la llevaba directamente a aquel oloroso cuarto. Un cuarto que se encontraba no solo abierto en su puerta sino en una ventana que daba a un patio interno. En una corta inspección se dio cuenta que se trataba de una Sacristia, un lugar que solo conocía por palabras de su hermano y otros jóvenes, aunque ninguna historia le hacía pensar que era el lugar utilizado para torturar gente.

Lo que efectivamente parecía porque no había hombre alguno en ese cuarto y la voz de nuevo se había apagado para dejarla con aquel olor a incendio que empezaba a entumirla un poco.

De nuevo la joven se encontraba sin esperanza de entender lo que pasaba, revisando todo buscando algo que le hiciera entender. Sin embargo lo único veía era un cuarto totalmente limpio y que parecía haber sido limpiado recientemente con una gran habilidad. Sin embargo antes de que se rindiera noto algo debajo de uno de los escritorios, un paquetito muy chico en primera vista pero no le terminaba de reconocer por lo que con ayuda de un fierro cercano lo acerco a ella.

Una vez el objeto estuvo cerca supo inmediatamente lo que era y lo dejo en suelo luego de saltar para atrás asustada. Eran un dedo pulgar de una mano y parecia que tenía un tiempo ahi tirado por el color que tenia.