Partida Rol por web

Ya no sabía qué pensar. Aun seguía sin encontrar a nadie y, aunque las estatuas no la seguían con la mirada, sentía en sus carnes como estaba siendo observada de alguna manera. Todo esto resultaba tan extraño que ya casi que no podía controlar el temblor de su cuerpo. Aun así siguió avanzando para poder ayudar a ese pobre hombre, a pesar de que cada vez dudaba más de poder encontrarle.

Finalmente llegó hasta aquella péqueña habitación cargada de incienso y sintió el impulso de santiguarse por lo sagrado de la misma. Aquel aroma estaba empezando a marearla, aunque un empujoncito más en su fuerza de voluntad la animó a echar un último vistazo a la Sacristía…

¡Ojalá no hubiera encontrado nada! Tras realizar un pequeño barrido con la mirada, sus ojos se posaron en un pequeño paquetito que llamó su atención desde el primer momento. Su mente curiosa no pudo evitar alcanzarlo para saber de qué se trataba, y entonces las náuseas acudieron a ella de inmediato al darse cuenta de lo que era, mientras daba un respingo y un paso hacia atrás bastante aterrada.

Pero ¿Qué estaba ocurriendo ahí? ¿Quién había hecho aquello y a quien pertenecía ese dedo? Las preguntas se agolparon en sus sienes al tiempo que miraba a todos lados para cerciorarse de que estaba sola, antes de tratar de salir de allí lo más rápidamente que pudiera.

No estaba del todo segura si había sido el fuerte aroma a incidencia o su terror ante la situación que la hizo tropezar con sus propias piernas. Quiso tomar aire para calmar su corazón que latía a una intensidad que le retumbaba sus oídos. Sin embargo no sería su suerte salir en ese momento, al menos así lo presentía cuando la ventana que hasta ahora había permanecido abierta se cerró de golpe junto a la puerta.

“Ayudame…” decía una voz detrás de ella, proveniente del lugar donde había quedado el dedo donde comenzaba a formarse una sombra espesa con cierta forma humana. “Tienes que ayudarme, me duelo el pecho.” Comento con tono adolorido aunque la pequeña no podía ver ningún daño en esa sombra o algún rasgo que le permitiera ver donde empezaba y terminaba su pecho.

“¿Vienes a ayudarme cierto?” le pregunto el espíritu pareciendo su voz mas débil.

No podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo. El miedo la paralizó tanto que no fue consciente de que había tropezado hasta que se encontró de bruces en el suelo. Intentó incorporarse lo más rápidamente que pudo, cuando de repente la ventana de la sala donde se encontraba se cerró de golpe delante de sus ojos. Trató de dirigirse con rapidez hacia la puerta, pero ésta siguió los mismos pasos que la ventana y le impidió el acceso inclementemente antes de que pudiera traspasar el umbral.

¡Estaba encerrada! Su corazón latía tan rápido que pensó que se saldría de su pecho. Entonces, una profunda e inhumana voz proveniente de un rincón de la sala, se refirió indudablemente a ella mientras le pedía ayuda. Pero... ¿Qué brujería era esta? Se preguntó totalmente aterrada mientras se giraba lentamente hacia la sombra que poco a poco iba adquiriendo forma humana ¿Realmente estaba viendo un fantasma?

Con toda la fuerza de voluntad de la que fue capaz, unas temblorosas palabras salieron de sus labios mientras su cordura amenazaba con desmoronarse por completo - ¿Qui...qui...quién eres? ¿Co...Cómo puedo ayudarte?– Dijo al fin, sin saber muy bien por qué razón había formulado aquellas preguntas, y por qué no estaba gritando de puro pánico ante aquella fantasmagórica visión.

Aquella figura con forma de silueta humana se mantenía en su lugar aunque parecía pararse con mayor rectitud pero continuando sin tomar una forma más humano en todo su aspecto. “¿Por qué preguntas que quien soy?” pregunto su fantasmagórica voz que esta vez parecía molesta. “¿Acaso eres ciega?” continuo preguntando volviendo su voz más gruesa aunque su forma seguía siendo la de una sombra negra uniforme.

“Me duele…” dijo pareciendo abrazándose y cambiando su actitud a una más sumisa. “Me arde toda mi cara y estomago…” dijo afligido retrocediendo hacia un rincón de la habitación. “Quiero que se detenga el dolor, debes ayudarme tengo…que hablar con alguien de aquí…con el obispo.” Comento deteniéndose como si le costara recordar lo que deseaba de la joven.

La atmosfera del lugar era extraña de eso no habia duda, aunque el incienso parecía adormecer a la joven sin llegar a dormir por la presencia del fantasma que parecia variar en el humor que poseía de momento a momento. Algo que esperaba la joven que habia escuchado suficiente historias de ellos para saber que de ellos podía haber de muchos tipos aunque los que más abundaban eran los asesinos que se dedicaban a castigar personas en plan de venganza o alguna otra razón.  

Leonor permaneció de pie totalmente petrificada mientras la silueta se iba materializando ante ella. La joven había escuchado toda clase de historias sobre espíritus y fantasmas atormentados, y como estos habían quedado tan desligados de su vida humana que ya no distinguían el bien del mal. ¿Sería capaz de hacerle daño este ser si no accedía a sus demandas? Teniendo en cuenta que había sido capaz de cerrar de par en par la puerta y la ventana cortando cualquier vía de escape que pudiera tener, aquella opción era la más factible.

Por todo ello, trató de recomponerse todo lo que pudo para escuchar atentamente qué era lo que deseaba de ella ¿Cómo había conseguido saber tan fácilmente que era una jovencita en lugar de un muchacho? Aquel pensamiento pasó fugazmente por su cabeza antes de que se centrara en lo que realmente era importante en esta situación, puesto que, analizando un poco las pistas a su alrededor, lo más seguro era que aquel pobre alma atormentada hubiera muerto en esa sala víctima de terribles quemaduras, y que el dedo que había encontrado allí tirado, fuera el ancla que le ataba a este mundo… Eso, claro está, si hacía caso a las leyendas populares.

Por todo ello, y haciendo esfuerzos sobrehumanos para no quedarse dormida a causa del extraño aroma que no había dejado de respirar, la joven y asustada pelirroja preguntó tímidamente en dirección a la negrura – Qu…qué mensaje he…he de transmitirle al obispo de vuestra pa…parte? Esperaba que la oscura silueta no deseara acabar con su existencia si hacía lo que le decía.

El espectro se quedó en silencio un buen rato tras la pregunta de la joven, incluso parecía mirarla aunque de ello no podía estar segura por la falta de ojos en esa figura. “Dile que ella tiene…ojos rojos como las llamas del… infierno. Dile que nos maldice a todos.” Contesto luego que pasara un tiempo que le fue más largo a la pequeña por gracias al aroma de la sala.

De nuevo el espectro pareció agitarse esta vez pasando rápidamente a través de las sombras de los muebles hasta llegar al centro de la sala. “Esto no es mi habitación….” Comento pareciendo recién darse cuenta de ello. “¿Quieres tú? ¿Por qué estas aquí?” pregunto volviendo su tono de voz algo más humano dándote cierta idea de que el muerto era uno joven al menos por la voz.

Mientras esperaba tus respuestas se movía hacia la ventana hasta parecer quedándose viendo algo. “Ella sabe nuestros pecados y acabara con nosotros por ellos.” Dijo pareciendo volver al tema anterior sobre lo que debias transmitirle al obispo.

La huérfana intentó comprender sin éxito las palabras que le regalaba. ¿Ojos rojos como las llamas del infierno? Pero… ¿Qué era lo que quería decir? ¿Acaso estaba delirando a causa de aquel aroma?

Mientras trataba de encontrar la fuente del perfume para apagar el quemador de la sustancia que estaba haciendo que sus músculos le pesaran increíblemente, Leonor se sobresaltó ante la pregunta directa que le hacía sobre la razón por la que estaba en aquella sacristía. – Es… estamos en la sacristía. Yo… escuché que algo malo había ocurrido en la Basílica y vine a tratar de ayudar. Tan… tan solo quería descubrir la verdad para impedir que fanáticos religiosos culparan a inocentes por los pecados de otros. – Dijo con sinceridad sin saber si había sido la extraña sustancia que respiraba la que la había hecho hablar de aquella manera.

La joven se acercó lentamente hacia la puerta aprovechando que el fantasma se había quedado contemplando un puto fijo en la ventana, pensando que ante la más mínima señal de peligro era mejor escapar de allí cuanto antes. Desconocía si la puerta se abriría, pero no perdía nada por intentarlo llegado el caso - ¿Qui…quién es ella? – Preguntó sin poder evitar que su curiosidad hablara por sí sola.

La fuente del aroma se encontraba por muchas partes en la habitación, claramente puestos asi para abarcarla toda aunque no con la ventana cerrada. Cerca de ella encontró dos que iban ya por la mitad que logro apagar con facilidad, habían dos mas en el mueble donde encontró el dedo, dos mas en la mesa central de la habitación y otras más que en un mueble cerca de la ventana.

“En la sacristía…” repitió pareciendo confundido con tu respuesta, aunque esa confusión incrementaría aún mas con la respuesta que le ofreciste a su otra pregunta. “No entiendo lo que dices ¿Que fanáticos?...¿Qué mal ocurrió en la Basilica?” pregunto dándote algo mas de su atención notándose muy interesado en las palabras de la pequeña.

Aunque su mente parecía andar más lenta que cuando era humano, parecio darse cuenta que no le diste en ningún momento tu identidad. “No me dijiste quien sos.” Le recordó con un tono que aunque humano como las demás palabras que habia escuchado parecían portar una autoridad mayor.

Por su lado el experimento que realizo la joven con la puerta dio un éxito inesperado, no habia fuerza alguna manteniendo cerrada la puerta que se abrió con la misma facilidad que antes cuando la huérfana ingreso a la Sacristia. Aquello no solo le dio una esperanza de escapar sino un soplo de aire fresco que ayudaría en caso que ella se quedara en que se afloje el aire viciado de incienso. “Ella…no lo sé. Una mujer resentida...peligrosa…ella debio ser la causante de este....ardor que tengo. Me…contagio algo.” Respondio contándole decirlo mientras volvia a divagar por la habitación sin un objetivo en especial y sin darle mucha atención a la pequeña.

Mientras iba localizando y neutralizando las fuentes de aquel fuerte aroma en la habitación, la huérfana se recriminó a sí misma por no haberlo hecho antes.

Ante la pregunta del espíritu, la joven volvió a sobresaltarse y, no sabiendo por qué le respondía tan solo con la verdad, se encontró a sí misma explicándole por segunda vez la situación en la que se encontraba – No...no lo sé exactamente. Al…al parecer algo muy raro paso ayer aquí que puso muy nerviosa a la iglesia. A raíz de ello, los fanáticos religiosos quemaron tres casas de musulmanes que viven en esta ciudad y un monje franciscano fue asesinado durante la noche… Yo… tan solo quiero evitar que la gente inocente pague por las acciones de los responsables… y… y por eso fui a echar un vistazo.

Ante la insistente pregunta directa sobre su identidad, la joven pelirroja no pudo evitar sonrojarse, visiblemente avergonzada, ante lo que para ella era a todas luces alguien con una autoridad indiscutible. Parecía como si aquel pozo de oscuridad insondable no admitiera una evasiva por respuesta, por lo que, entre temblores, no tuvo más remedio que contestar – Leo… Leo… nor… me llamo Leonor… tan solo soy una huérfana sin importancia. Yo… siento haber venido y lamento muchísimo molestarle… ¿Podéis decidme quién sois vos y cuando visteis a esa mujer por última vez para que se lo comunique a su ilustrísimo Monseñor? Si…si pudierais darme una descripción de ella… – Preguntó tímidamente sin tener demasiada idea de cómo podría alguien como ella acercarse siquiera hasta el Obispo.

Cuando la puerta se abrió sin ningún problema y pudo respirar aquella ráfaga de aire puro, se sintió aliviada por unos instantes. Cada vez más, la idea de salir corriendo de allí sin mirar hacia atrás se volvía cada vez más y más atractiva. ¿Quién era aquella mujer a la que hacía mención esa pobre alma atormentada? Quizá se hubiera equivocado antes y la razón del ardor que sentía era más bien cosa de veneno. Al fin y al cabo esas eran las armas más comunes de las mujeres de la nobleza.

Se empezaba a volver de nuevo una figura irregular mientras le respondías, como si algo le alterara mientras escuchaba. “Estas mintiendo!” Le acuso con mayor fuerza con una voz que volvia a deformarse de la de una persona normal. “Ayer no paso nada y ningún fanático quemo casas ayer, ni escuche lo del franciscano.” Le increpo con seguridad con el conocimiento que tenía él mismo, mientras parecia cruzarse de brazos y acercarse a ella.

“No conozco a ninguna Leonor…podrías trabajar para ella.” Divago ante tu respuesta pareciendo adoptar una actitud más nerviosa y temerosa por cómo se encorva en su figura. “¿Ella no te conto quien soy?” pregunto con timidez acercándose mas a la chiquita mientras estiraba uno de sus supuestos brazos en su dirección, pareciendo ignorar tus demás palabras. “¿Acaso me confundi y vienes a matarme inventando mentiras para confundirme?” pregunto no a la joven si no por lo que parecia a si mismo, aunque le habia salido en voz alta.

El espíritu se encontraba a pocos pasos de ella y empezaba a de nuevo sentir un escalofrio causado por si mera presencia. La jovencita podría intentar escapar dejando al espíritu detrás, pero si podría lograr escaparse de esté sería algo que debería averiguar.

Leonor fue consciente de que el espíritu desconocía que estaba muerto, y su sentido común le decía que rebelarle aquel detalle seguramente no sería muy buena idea. La joven ignoraba quién podría ser la mortífera mujer que le había asesinado, pero estaba casi convencida de que los extraños acontecimientos de la basílica no eran otra cosa que la muerte de ese pobre desdichado que, a juzgar por la petición que le había hecho sobre hablar con un miembro de la iglesia, de seguro él mismo había pertenecido a la orden.

Cuando el fantasma se acercó a ella causándole un escalofrío tan irreal como peligroso, la joven pelirroja dio un paso atrás involuntariamente mientras contestaba – Yo… no no conozco a la mujer de la que habláis…. Y no sé quién sois vos… ¿po… por qué querría alguien mataros?

La situación estaba siendo demasiado oscura como para que continuara allí, por lo que, totalmente aterrada y tras sopesarlo durante menos de un par de segundos, volvió a hablar justo antes de echar a correr en dirección a la salida – He de irme. Marcho presta a darle vuestro mensaje al obispo… Os prometo que lo recibirá. – ¡Que Dios me ayude! Pensó para sí misma mientras la joven huérfana se alejaba sin mirar atrás lo más rápida que le llevaban sus piernas.

Esperaba que aquella alma atormentada no la siguiera y no tratara de hacerle daño de alguna manera. La noche anterior había estado huyendo de una criatura de la noche, y ahora corría despavorida ante un espíritu en la mismísima Basílica. No sabía si estaba empezando a volverse loca, o si el señor todopoderoso la había abandonado a su suerte tiempo atrás. Lo que estaba claro en todo esto, es que definitivamente no tenía suerte en absoluto.

El espectro de nuevo se mostró confundido ante la respuesta continuando acercándose a ella y generándole escalofrío como antes por su cercanía. “Yo soy un sacerdote de aquí…Vico…así me llamo pequeña.” Dijo con una inexplicable dulzura cambiando su ánimo como infortunadamente habia hecho en esta conversacion que tenian. “Yo sé que existe, no como otros…y ahora vos también.” Respondió con una simpleza de alguien que estaba claro que desconocía su destino final, porque sino tal vez habría sido más delicado con su respuesta.

“No termine de hablar…” reclamo el espíritu levantando la voz para que pudiera escucharlo aunque sin grítale a la huérfana mientras ella escapaba.

El escape hecho por ella pareció mucho más sencillo de lo que ella había esperado en su mente, dejando la sensación de escalofrió unos cuantos metros atrás y luego unas cuantas puertas, cuando llego a la sala principal de la Basilica. Tal vez su suerte era mejor de lo que ella creia porque sumado a eso había dejado de escuchar la voz del espíritu mientras corría, incluso cuando se detuvo por la necesidad que tenia de tomar algo de aire fresco siguió sin escucharle nada.

Sin embargo no fue asi por mucho tiempo sintiéndose aterrada cuando escucho ese gran grito de dolor y sufrimiento generado por aquel espíritu que parecia retumbar por todos lados a la vez. Luego de nuevo todo volvió a silenciarse completamente y la atmosfera en esa gran sala se volvió casi normal con ella detenida junto a las escaleras que iban para arriba.

Un sacerdote… estaba en lo cierto. ¡Pobre alma! Se dijo para sus adentros al corroborar sus sospechas. La dulzura con la que la trató fue suficiente para que su determinación flaquera, y mientras corría se preguntó a sí misma si era piadoso dejarle de aquella manera sin comunicarle la verdad.

Afortunadamente para ella, nadie se encontraba ya en la Basílica, por lo que pudo flanquear el camino sin contratiempos, desandando la distancia que habían recorrido sus pies la primera vez hasta alcanzar la sala principal de la Basílica.

Pero ese grito de dolor y sufrimiento la detuvo. ¡Ella no era así! Simplemente no podía dejarle a su suerte, por muy muerto que estuviera… Y más tratándose de un hombre santo que había dedicado su vida al servicio de Dios. Tomando aire, la pequeña Leonor realizó la proeza más grande que había hecho en su vida, y se giró sobre sus propios pasos para decirle al sacerdote Vico en qué se había convertido.

Sin embargo volviendo al lugar no se encontró con nada o nadie en este caso. El aroma a incienso seguía viciando el aire de la habitación, pero la sombra con forma humana parecía haber disparado completamente. Lo único que quedaba del sujeto era su dedo en el suelo, en el lugar donde la pequeña lo había dejado luego de verlo bien la primera vez.

Lo que había pasado antes de su grito era algo que la pequeña no podía descubrir viendo como la habitación permaneció de la misma forma que cuando ella se había marchado corriendo. Por otro lado la voz del hombre seguía sin poder escucharse por ningún lado, aun cuando la pequeña había vuelto a ingresar en la habitación. Ni siquiera sentía escalofrió alguno, dejándole claro que no había nadie más en la sacristía.

Casi se sintió aliviada al no encontrar al espíritu en la habitación, pese a que en su interior se arrepentía de no haberle dicho su situación actual. Aquel dedo aun se encontraba tirado en el suelo y la joven pelirroja simplemente no podía dejarlo allí. ¿Quién se lo habría cortado para que permaneciera oculto tras un mueble en la mismísima sacristía? Desde luego ese no era lugar para que unos huesos descansaran, por lo que se aseguraría de encontrar el suelo santo de reposo del sacerdote para poder reunir todas las partes de su carne mortal y ayudarle a su transición en este mundo. Quizá de esta forma encontrara por fin la paz y su espíritu alcanzara el cielo que seguramente se había ganado con creces.

Con ese pensamiento, Leonor sacó un pañuelo de su gastado pantalón y envolvió primorosamente la extremidad cortada. Supuso que tendría que guardarlo en algún lugar al aire libre donde no pudiera llamar la atención de nadie, puesto que estaba segura de que no tardaría en oler mal. El sacerdote Vico seguramente tendría una tumba en el cementerio situado detrás de su iglesia o monasterio, por lo que tan solo tendría que hacer algunas preguntas para encontrar su ubicación… Era lo menos que podía hacer por él.

Por lo pronto, su prioridad era salir de allí lo más sigilosamente posible para evitar ser descubierta. Ya era suficientemente malo que la pillaran dentro de la Basílica a altas horas de la noche con un medallón de oro de una familia noble en su poder. Pero que descubrieran el dedo de un cadáver entre sus pertenencias, sería suficiente para que la mataran por hereje, no importara lo que dijera para justificarse.

Con el dedo guardado y con el espíritu aun desaparecido parecia como su aventura en la Basilica habia terminado. Después de todo tenia cierta idea de lo que habia pasado y porque era que los fanáticos en la ciudad andaban muy tensos. Pero su salida no completaría con la facilidad que esperaba.

Apenas habia entrado en la sala principal cuando escucho y vio una de las puertas enfrente de ella (del otro lado del salon) abrirse. Con agilidad se ocultó detrás de una columna antes de que la vieran, pero también negándose a ella misma una buena visión de los que venían. Sabía que eran más de uno por el par de voces que escuchaba aunque aún lejos de ella no podía estar seguro de que hablaban, sin embargo parecía que si era paciente podría escucharlos ya que sus pasos y voces se escuchaban cada vez mas cerca.

En ese momento tenia varias opciones, correr rápidamente subiendo y luego escapando por la ventana esperando que no la alcancen. Echar un vistazo para saber la situación y aprovechar si estaban distraídos para buscar otro escondite o esperar a ahí calla esperando que no la noten si pasaban por al lado de la columna.

Leonor había tratado de ser rápida y veloz para salir de aquel lugar santo sin llamar la atención, pero la suerte volvía a recordarle que nunca había estado de su lado.

Las puertas se abrieron de par en par ante ella, y tan solo le dio el tiempo justo de ponerse a cubierto y ocultarse de los ojos que pudieran llegar a verla. Al momento supo que si se movía de ahí para tratar de huir rápidamente, la descubrirían e intentarían darle caza. Sabía que aquello sería la peor opción, puesto que la guardia solía estar provista de armas capaces de alcanzarla en la distancia, por lo que no dudaba que las usaran contra ella sin pestañear.

Por otro lado, asomarse a mirar el número de personas que se acercaban, era igual de arriesgado, por lo que sus mejores opciones eran quedarse justamente donde estaba sin moverse lo más mínimo y tratando de aprovechar las sombras para no ser detectada, o deslizarse desde su posición hasta situarse debajo de uno de los bancos de madera situados para que los parroquianos escucharan misa que se encontrara más cerca de la columna en la que estaba escondida.

De momento, prefirió fundirse con la piedra de la columna, hasta encontrar el mejor escondite dadas las circunstancias. Esperaba no estar equivocada en sus suposiciones y poder salir de allí de una pieza.

Habia una idea trazada en la mente de la joven, una idea que debería ser fácil de realizar si esperaba el momento justo para cambiar de lugar a uno de los bancos cercanos a ella.  Por lo que espero a que ellos estuvieran lo suficiente cerca basándose en sus pasos, ya que no deseaba arriesgarse a que lo notaran si los espiaba aunque fuera un poco. Llegado el momento de oro la huérfana se movio con tal rapidez y sigilo de un lugar a otro que parecio no haber dado mucho de los pasos necesarios para llegar al banco en el aire, incluso ni ella misma se escucho darlos.

Mientras los ínviduos siguieron su camino sin pausa alguna dejandole en claro que no la habia ni visto o sentido en ese lugar.

“¿Que sombrío se ve este lugar de noche? Las estatuas parecen juzgarnos.” Comento uno de ellos.

“No digas eso. En especial porque yo solo devuelvo un favor, no hago nada malo al ayudarte a conseguir lo tuyo.” Le dijo en una voz mas baja, pero sintiéndose la molestia por el comentario del otro sujeto.

Ahora que habia escuchado sus voces estaba completamente segura que ambos eran hombres, aunque tal vez mas que eso no sacaría en ese momento. En pocos segundos llegaría a la puerta desde donde ella vino y ella podría adelantarse a la salida dejando todo esto detrás de ella.

Leonor se deslizó todo lo sigilosamente que pudo hasta alcanzar aquellos bancos que parecían bastante más seguros que la columna en la que se encontraba, tras haber esperado el momento más propicio para ello.

Desconocía quienes eran aquellos dos hombres que habían irrumpido en la basílica y que parecían acudir a este lugar santo para realizar alguna acción determinada y sin compañía de ningún guardia o nada parecido. Todo esto le resultaba muy extraño, especialmente porque no parecían caminar a hurtadillas a pesar de que estaban a punto de cometer algún tipo de transgresión, a juzgar por los comentarios que ambos se regalaban.

Cuando ambos sujetos le dieron la espalda, la jovencita disfrazada de chicho se esforzó por espiar todo lo que pudiera sobre ellos, para quedarse con el más ínfimo detalle de sus ropajes, su constitución física, su timbre de voz o su apariencia en general. Asimismo permaneció unos segundos más allí para tratar de captar algo más de la conversación que mantenían y vara ver si era posible seguirles sin que la descubrieran… aunque esto último le parecía algo demasiado complicado como para arriesgarse tanto por una información que podía no tener ningún tipo de valor.

Al elevarse la cabecita de la joven por encima del banco tuvo una vista bastante favorable de los hombres. Tenía suerte que sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad de la Basílica o estos habrían sido muy complicados de distinguir sin una antorcha que los alumbrara.

Sin tardar mucho tiempo se dio cuenta rápido que por las ropas que llevaba uno de ellos era un sacerdote y por las canas en su cabeza adivinaba que se trataba de alguien con una edad avanzada. En cambio el otro parecía joven con un pelo totalmente oscuro, vestía unas ropas que en un primer momento te parecieron bastante ordinarias hasta que empezaste a notar ciertos acabados muy bien hechos en ellas. Un claro símbolo que poseía dinero.

Por lo demás noto el perfil del más joven cuando miro al viejo mientras abría la puerta del pasillo por donde había venido ella.  En un instante se metieron dentro dejándola sola de nuevo a la huérfana. Ahora quedaba en ella arriesgarse a seguirlo, pero su mente o instinto le recordaba que ya sería la tercera vez que se arriesgaba en ese pasillo y su suerte debía estar agotada ahora mismo por tantos riesgos.