Partida Rol por web

Dejando la tentación de aquel cajón cerrado a un lado, Leonor comenzó a pasar los dedos primorosamente por los lomos de aquellos tomos, imaginando lo maravilloso que sería poder leerlos todos. Lo primero en lo que se fijó fue si estaban llenos de polvo, puesto que eso le indicaría con qué frecuencia leía la rubia mujer aquellas maravillas que tenía en su poder, o lo difícil que sería descubrir si alguien se había llevado un libro de la copiosa estantería.

Después, fue repasando uno a uno los títulos y comprobando que todos ellos se encontraban escritos en italiano. Seguramente Camila le habría prestado gustosa alguno de ellos, pero por alguna razón que no alcanzaba a comprender, la joven pelirroja no quería darle a conocer a la tabernera que era capaz de leer y de escribir.

Por todo ello, y tras repasar el contenido de aquellos increíbles tesoros, la pequeña centró su atención en aquel que mostraba relatos cortos oscuros y que poseía leyendas aterradoras sobre Venecia y los alrededores… Por alguna razón, algo le decía que quizá le resultara útil, por lo que, tras meditarlo un poco, lo separó con mimo del resto y lo abrió casi con adoración, sintiéndose protegida al saber que escucharía perfectamente a cualquiera que intentara abrir la puerta cerrada y entrar en el cuarto, dándole el tiempo de sobra como para poder dejarlo de nuevo en su sitio.

Los libros parecían ser cuidados con una gran dedicación no encontrando una gran cantidad de polvo en ellos, solo la mínima que terminaba viniendo del mueble. Por lo que si Leonor se disponía a sacar sin permiso alguno podría ser descubierto dependiendo de lo ordenada que era Camila o quien limpiaba este lugar si no era Camila.

Cuando finalmente realizo la elección del corto libro de leyendas oscuras sobre Venecia y alrededores reviso una vez más la puerta y trato de oír si venia alguien pero afuera continuaba reinando el silencio. Al sentirse segura volvió su vista al libro, encontrando un índice de los relatos que se encontraban escritos.

Poveglia: la isla de los muertos o la isla sin retorno era el primer título en aparecer, era una leyenda conocida por todos sobre una isla cercana donde muchos de los pescadores que pasaban cerca desaparecían para siempre. Pero eso no evitaba que humanos la habitaran incluso siendo la propiedad de dos familias nobles por el momento. Sin embargo por cuestiones como la leyenda y las desapariciones misteriosas en la isla, la familia anterior pereció en la miseria y la nueva parecia cerca de ir al mismo destino. El libro ampliaba más el tema e incluso agregaba la información de que en las orillas de esa isla era fácil encontrar huesos humanos incrustados en la tierra.

El siguiente relato sobre la leyenda de las estatuas de Campo dei Mori, era una leyenda interesante de una familia árabe que habia sido castigados por dios hasta convertirlos en estatuas junto a uno de sus sirvientes mas leales. La historia hablaba del mayor de los hermanos de la familia Mastelli, un comerciante conocido por completar todos sus negocios con las mismas palabras “Que el Señor me convierta en una piedra si lo que digo es una falsedad”. Un día ese hermano estaba haciendo negocios y una reciente viuda se acercó a él con la intensión de comprar telas para poder reflotar un negocio que tenia con su esposo. Pero al parecer no era buena con los negocios y el mastelli lo descubrió, aprovechándose de su dolor e inexperiencia para estafarla. Entonces cuando repitió sus famosas palabras ocurrio algo inesperado para él, cuando su brazo comenzó a endurecerse junto al resto de su cuerpo. Lo mismo le ocurrio a sus dos hermanos y al sirviente fiel de la familia. Siendo un castigo de dios por la blasfemia que cometía al pronunciar sas palabras.

En esos momentos unas palabras comenzaron a aparecer en su mente....

"Te espero en la esquina de las cuatro estatuas. Aquellas que creo Dios."

"Debemos detenerlos."

“¿Acaso me había equivocado de lugar?” Se pregunto en su cabeza al recordar como fue a investigar a los tetrarcas de Venecia.

Leonor se alegró en su fuero interno al ver que aquellos tomos no estaban cubiertos de polvo. Por un lado, quizá Camila la pillase si decidía tomar prestado alguno de ellos, pero por otro lado, estaba segura de que el polvo no la delataría si los movía de sitio, por lo que depositarlos de nuevo en el lugar en el que se encontraban como si nunca hubiera estado allí era una tarea más fácil.

El libro de leyendas locales calló en su mano y de repente su mundo se vio reducido a las maravillosas páginas que encerraban tan increíbles secretos. La historia de la isla de Poveglia consiguió producir un escalofrío en ella, al imaginarse aquellas muertes y el miedo de las gentes del lugar. No sabía si todo habría sido producto de la superstición de los hombres o en realidad aquellos terrenos estaban malditos. No obstante la mera idea de hayar los huesos en la horilla erizó los pelos de su brazo, al tiempo que la emoción la embargaba.

Por eso mismo le encantaba leer. No importaba donde estuviera ni su condición. Cuando leía podía ser quien quisiera y vivir las mil aventuras de los protagonistas de aquellas páginas imperecederas.

Posteriormente, comenzó a devorar el relato sobre la leyenda del Campo Dei Mori y como la tragedia había devenido a toda la familia a causa de la vanidad de sus miembros y del uso del nombre de Dios para fines tan mezquinos. Entonces, cuando la historia estaba llegando a su fin, una luz se iluminó en su cabecita al tiempo que levantaba la cabeza de aquel tomo, y alzaba los ojos hacia el techo – Pero… ¿Cómo he podido ser tan estúpida? – Se dijo con preocupación. Había estado tan convencida de que las cuatro estatuas no eran otras que los tetrarcas de la plaza de San Marcos, que había dejado de buscar respuestas a la nota ensangrentada que encontró en el callejón. No obstante y aunque le hubiera gustado salir corriendo ahora mismo hacia el lugar de la misiva, decidió continuar disfrutando de la tan añorada lectura hasta que Camila se personase. Sabía que si se iba ahora posiblemente preocuparía enormemente a la rubia mujer, por lo que decidió que sería mucho mejor cuando todos en la casa estuvieran dormidos.

La joven huérfana continuó leyendo el libro con cuidado, sin depositarlo aun en la estantería, por si había alguna historia que pudiera ayudarle a resolver los mil misterios que se cernían en la ciudad. Pese a lo poco que le gustaba a la rubia mujer, nada más hablar con ella tenía que descubrir qué estaba ocurriendo, por lo que, esta noche, cuando todo estuviera tranquilo en la taberna, volvería a ataviarse con sus ropas de chico en cuanto le fuera posible para echar un pequeño vistazo en la pequeña plaza del campo de los moros, lugar de los mercaderes árabes Rioba, Sandi y Afani que construyeron el Palacio Mastelli.

El libro contaba con unos cuantos relatos mas, entre ellos uno donde se hablaba de un puente construido por el diablo en un solo dia. Se suponía que a la noche el diablo se pasaba por ahí en forma de gato negro y tomaba a las personas que se atrevían a cruza. Por suerte para ella aquel puente era semi privado y además se encontraba en la isla de Torcello. Por lo que la joven probablemente nunca se cruzaría con el diablo o al menos no de esa forma.

El siguiente relato tomo su atención directamente desde el titulo. La enfermedad de los Vampiros. Aquel titulo no podía ser mas atrayente a la pequeña que hace poco en su vida se habia juntado con algunos de ellos. El relato habla de una dama veneciana que se la creía como una vampira que volvería a la vida tras su muerte y como método de seguridad le colocaron un ladrillo en la boca. Aquella mujer había conseguido despertar un gran temor de un obispo de San Marcos antes de morir, no solo porque le hizo creer que podría liberarse de su ataúd con sus fuertes colmillos sino porque se creía que ella podía trasmitir enfermedades mortales solo con su mordisco. Incluso quienes la enterrador, lo hicieron con mucha precaución, junto con otros que también llevaban la sospecha de vampiro en ellos. Por lo que se comenzó a poner un ladrillo en sus bocas.

Leonor leyó detenidamente los relatos con cierta admiración, aun cuando tenía un oído pendiente de que la puerta de la habitación para que esta no se abriera de golpe y la descubrieran. No sabía cuan cierta era la historia del demonio, aunque algo en su subconsciente le decía que los gatos de color negro no eran demonios potenciales, sino que aquella leyenda debía haber sido tergiversada en algún punto para desfavorecer a los felinos y ocultar la realidad de lo que realmente pasaba en aquel puente privado.

En cualquier caso, tras leer la historia de la mujer enterrada con un ladrillo en las fauces, la cual se decía que volvería desde su tumba para traer la enfermedad a los habitantes de Venecia, la joven huérfana no pudo evitar pensar si no habría sido una mujer vampiro con esas características la que habría infectado al padre Vico hasta su muerte.

Nada podía saber al respecto de aquellas leyendas, pero el conocimiento que le proporcionaron alentó su corazón y la hizo desear poder disfrutar de esos preciados tomos y de muchos otros, durante todo el tiempo que permaneciera ociosa. ¿Y si regresaba a aquella biblioteca en más ocasiones? Sería maravilloso poder empaparse de todo el conocimiento que allí había. Quizá fuera una locura, pero era maravilloso poder soñar despierta tras depositar el tomo de nuevo con cuidado en la estantería y mientras esperaba la llegada de Camila en su habitación.

Mientras la joven meditaba las historias y los posibles conocimientos que podría ganar en la biblioteca, su mente comenzó a imaginar lo que seria para ella estar rodeada de libros pero no seria algo sencillo ya que por un lado habia escondido a Camila su capacidad para leer y en la Biblioteca parecían hacerse reuniones clandestinas de seres oscuros. Por lo que se recordaba a si misma a tener cuidado.

Sin embargo cualquier pensamiento se esfumo cuando escucho los tres golpes en la puerta, unos segundos luego la vio abrirse para que el hombre que encontró leyendo en la habitación del frente ingresara. Fue raro no escuchar paso alguno del pasillo, ni siquiera un ruido cuando tuvo que abrir la puerta de la habitación de enfrente.

“Camila, me preguntaba…” empezó a decir cuando noto que no era la blonda quien se encontraba en la habitación en ese momento, por lo que se calló a sí mismo y continuo avanzando hacia la estantería. Con cuidado devolvió el libro que leía sin dejar de mirar a la pelirroja. “Buenas noches Leonor.” saludo con etiqueta sin acercarse a ella pero dándole una leve inclinación de cabeza, al tiempo que hacia eso parecia examinarla.

La joven huérfana trató de asimilar las historias que había podido leer en el tiempo que había estado en la habitación de Camila, mientras su mente divagaba con la hermosa idea de poder pasar las horas muertas perdiéndose entre montañas de libros de todos los tiempos.

No obstante, alguien que no había escuchado acercarse en ningún momento, llamó a la puerta sobresaltándola ligeramente para, acto seguido adentrarse en la estancia sin esperar una confirmación por parte de la dueña de la habitación.

Y de nuevo, al ver aquel hermoso rostro y perderse momentáneamente en los profundos ojos aceituna del desconocido de sus pesadillas, el corazón de Leonor comenzó a latir sin control mientras su respiración se aceleraba ¿Qué era lo que le ocurría? Una extraña sensación la embargaba sin que pudiera hacer nada por evitarlo, como si el veneciano que tenía delante se hubiera convertido en un segundo en alguien extremadamente importante para ella, sin que le fuera posible cambiar lo que sentía.

-Bu…buenas noches – Respondió algo abrumada sin saber aun como dirigirse hacia él y con un deseo irrefrenable de agradarle que no lograba comprender – La… lamento la confusión. Estaba esperando a Camila.

El hombre permaneció mirándola unos segundos en silencio antes de volver a la puerta dejándola medio cerrada. Cuando termino con ello volvió sus ojos azules que parecían buscar algo en ella. “No te lamentes, es algo sin importancia.” Comento sacándole hierro al asunto.

Aquello aliviaba de sobremanera la joven que continuaba sintiendo aquella sensación que ahora la aliviaba bastante por el gesto del hombre. Aunque también la llenaba de un anhelo de que se acercara pero para su lamentable suerte el hombre prefirió seguir conservando las distancias.

“¿La estabas esperando con la puerta cerrada?” le pregunto sin mostrar un sentimiento especial en sus palabras. “Me parecía recordar que había dejado la puerta entre abierta, para poder escuchar cuando ella viniera.” Continúo aun con un tono que dejaba la neutralidad para volverse algo más autoritario observado con sus ojos verdes a ella mientras se paraba con una firmeza que le hacía recordar a ella a un militar.

“Leonor ¿Has tocado algo?” pregunto de repente aunque pareciendo tener una idea en su cabeza.

Cada vez que el desconocido hablaba era como si mil mariposas se arremolinaran en su estómago al tiempo que la vida le parecía maravillosa. Desconocía por qué sentía algo tan intenso a su lado, pero cuando él le dijo que todo estaba bien, una repentina sensación de alivio la embargó, como si agradarle fuera lo mejor que le podía haber pasado.

Por unos segundos se encontró imaginando cómo sería que el amigo especial de Camila se acercara lentamente y la abrazara con ternura. Pero… ¿Qué era lo que le pasaba? ¿Acaso estaba flirteando con el novio de la mujer que se lo había dado todo? No… tenía que relajarse y ordenar sus ideas antes de que fuera demasiado tarde.

Pero, de repente, toda la magia de sus pensamientos se vio interrumpida por la pregunta incisiva de él, la cual fue formulada de una forma tan imperativa que fue como un cubo de agua fría para la joven.

-Yo… yo ¡No! Tan solo cerré porque no quería molestaros mientras estabais en la otra habitación. Subí porque me avisaron de que Camila me había llamado, así que la estaba esperando – Dijo algo alterada, pensando con horror que aquel hombre maravilloso quizá había confundido su actuación con un intento de robo en el cuarto de la blonda. Aun así no quiso rebelarle el hecho de que había estado disfrutando de los increíbles tomos dispuestos en la estantería, puesto que su hermano siempre le había dicho que no dar a conocer tus secretos siempre te da ventaja cuando menos te lo esperas.

El hermoso hombre quedo un rato en silencio, que agobio y preocupo a la joven por todo lo que duro. “Muy considerada de tu parte.” Comento soltando una pequeña sonrisa mientras continuaba dejando una distancia entre ello.

Dio un corto vistazo hacia la puerta esperando que la blonda fuera convocada luego que la joven digiera su nombre. Pero esta continuaba sin aparecer dejándolos a ambos en solitario en ese cuarto que se habia vuelto más chico a la joven que se movía algo inquieta acercándose a él.

“Supongo que deseaba presentarnos el uno al otro.” Comento acercándose él también a ella. “Ella me ha contado unas cuantas cosas de ti, aunque también te he visto personalmente y tome cuando te desmayaste aunque no estoy seguro si lo recuerdas. Me ha dicho que eres una chica muy especial y buena.” Continúo pareciendo en parte buscar cierta confirmación a sus palabras.

Tomando la silla del escritorio de Camila, lo acomodo para que viera de frente a Leonor. “Quieres que empecemos a charlar aun cuando Camila no esta?” le pregunto haciendo una señal para que sentara en la cama de la mujer.

El silencio del hombre tras sus palabras estaba empezando a minar sus nervios mientras la miraba. No obstante, la sonrisa que le dedicó finalmente consiguió que Leonor volviera a respirar aliviada mientras él miraba hacia la puerta esperando ver aparecer a Camila en la estancia, que cada vez se le antojaba más diminuta y opresiva.

Cuando el veneciano se acercó hacia ella, su corazón volvió a latir con fuerza. No obstante, esta vez se dijo a sí misma que esta actuación no era propia de ella y que debía mantener la compostura ante el desconocido por muy apuesto que le pareciera, y por mucho que hubiera aparecido en sus pesadillas.

- Si… Lamento las molestias que os causé la otra noche. Recuerdo que alguien entró en mi habitación antes de que me desmayara y luego Camila me confirmó que fuisteis vos, aunque aún no se vuestro nombre, por lo que supongo que tenéis ventaja. – Respondió con una tímida sonrisa, adquiriendo algo de valor a medida que sus palabras comenzaban a forjarse en sus labios – Ummm, yo creo que en lo único en lo que soy especial es en causarle problemas a Camila... aunque eso ya lo debeis haber intuido ¿De qué queréis charlar? – Preguntó mientras aceptaba el gesto y se sentaba en la cama frente a él.

La situación se le volvia opresiva a la joven aunque lamentablemente para ella por un razón diferente mientras su mente le trataba de retener de algunos impulso que ella no entendía como se generaban. Incluso con la nueva cercanía de ambos un aroma muy familiar voló a la naricita de la joven, era un perfume que le era muy dulce, que por alguna razón hacia que su corazón latiera apurado y su respiración se agitara con el aroma.

“No fue molestia, aunque espero que haya sido tan necesario como me hizo entender Camila.” Comento de nuevo dejándola tranquila a la joven que eso no habia sido un problema. “No es mi costumbre tomar jóvenes inconscientes y moviéndolas de lugar.” Aclaro pareciendo incómodo y fastidiado por aquella acción que tuvo que realizar.

Entonces pareció sorprenderse un poco cuando le comentaste que no sabías su nombre. “Pensé que Camila ya te había contado. Mi nombre es Piero.” Dijo presentándose sin retraso alguno. Negando lentamente. “No había intuido eso, aunque sí que tienes problemas Leonor. Problemas que a otros habrían vuelto en ladrones o asesinos pero vos pudiste seguir siendo una persona respetable e útil para esta sociedad.”

Cuando ambos estuvieron sentados y la joven dio aquella pregunta. El hombre coloco su cabeza en hueco de la mano entre su pulgar y el resto de los dedos, para luego apoyar su codo en la pierna. El gesto lo hizo ver como aquellas estatuas de adonis pensantes. “Mmmm De cualquier cosa, algo que me quieras decir o tal vez algo que quieras preguntarme.” Dijo dejando la decisión a la pequeña.

¿Por qué se sentía de aquella manera? Este hombre le parecía increíblemente encantador, pero a la vez había algo en el que no sabía explicar, como si una fuerza interna la atrajera y la previniera del peligro a partes iguales. Además, ese perfume, le resultaba extremadamente familiar y seductor, y no pudo evitar sonrojarse al pensar que quizá lo había olido cuando él y Camila yacían mientras les espiaba sin querer, y por eso se le aceleraba el corazón al recordarlo.

-Bueno yo… no sé que me pasó. No suelo comportarme así, pero acababa de despertar de una pesadilla que parecía tan real que… . Últimamente me asolan muchas pesadillas pero... bueno. No importa demasiado. Espero que no vuelva a ocurrir, y de nuevo lamento que hayáis tenido que cargar conmigo. – Afirmó sonrojada, sincerándose con él más de lo que solía hacer con los extraño, por una razón que no comprendía demasiado bien.

-Piero… - Repitió mientras su cabecita le decía que había escuchado ese nombre en alguna otra parte, aunque no pudo recordar donde ni cuando exactamente – Es un placer conoceros. Camila suele ser reservada con su... vida privada. – Respondió sin saber muy bien como catalogarle dentro de la vida de la hermosa mujer de cabellos de oro.

Ante su afirmación de que tenía problemas que habrían convertido en una mala persona a cualquier otro, Leonor mantuvo silencio. Si su hermano Theo no hubiera estado con ella, posiblemente ese apuesto y encantador joven tuviera razón, pero ella era diferente y sus convicciones y su moral también lo eran.

Verle en aquella pose tan parecida a las estatuas griegas que mencionaban las historias, hizo acelerar su respiración, mientras su mente se esforzaba por darle una respuesta a su pregunta.

-Yo… emmm… me gustaría saber cómo se conocieron Camila y vos, y si… bueno… lo cierto es que me encantaría ver a una mini Camila o un mini Piero correteando por aquí. ¿Habrá boda? – Preguntó con inocencia y espontaneidad, desconociendo la naturaleza del hombre que tenía frente a ella.

Sus ojos esmeraldas se sentían fijos en el rostro de la joven, más precisamente en sus mejillas que atraían su atención por la coloración que empezaba a asemejar su pelo carmesí. Pero no había palabras de su parte dejando a ambos con sus pensamientos respecto a lo que pasaba por la mente de cada uno.

“Pesadillas…” repitió quedándose con aquella palabra por un rato. “¿De qué se trataba aquella pesadilla?” pregunto pareciendo querer invertir mayor tiempo en ese tema de lo que desea la pequeña, aunque en ningún momento pareciendo imponerse con su tono.

El nombre sonaba en la cabeza de Leonor atra vez de un susurro intimo hecho por él en su memoria, incluso imágenes extrañas acompañaban a esa memoria. Le recordaba aquel sueño que había tenido antes, con el enmascarado y Piero mezclándose entre ellos, ante de darle una mordida. “Es así porque se lo pido, aunque al final termina convenciéndome de cambiar mi modo.” Comento con una pequeña sonrisa.

La pregunta final logro conseguir algo bastante distintito a lo que seguramente esperaba la joven, con un silencio prolongado y una seriedad volviendo a su rostro. “No puedo tener hijos.” Respondió finalmente mirándola fija, realizando de nuevo aquel gesto con la mano para sacarle importancia aquel incomoda pregunta. “Nos conocimos hace años. Yo era uno soldado dedicado a mi trabajo antes de que la conociera, ella era una joven bonita que a pesar de mi frialdad al principio decidió quedase conmigo. Termine retirándome de la milicia sintiendo poco motivado a pelear y deseando no morir para pasar más tiempo con ella.” Continuo rápidamente relajando su rostro sonriendo al final mientras su mirada parecía perdida en el recuerdo. "No creo que nos casemos a ninguno de los dos nos interesa."

No deseaba contestarle a aquella pregunta, pero algo la empujaba a confiar en él y a no ocultarle nada. Aquello no le había ocurrido nunca con un extraño y ese hecho la inquietó, junto con su azorado corazón que no dejaba de latir sin mesura en su acalorado pecho.

-¿Mi pesadilla? Bueno, yo… no deseo aburriros con mis problemas pero… si queréis saberlo… Yo iba a un evento en la ciudad con mi hermano y corría tras él al lugar al que me conducía. Pero mi pié fue tragado por un tablón que se partió y… cuando Theo se giró para ayudarme, algo… un monstruo… salió de las sombras para atacarle. Entonces desperté, justo antes de poder avisarle. Supongo que es la forma que tiene mi subconsciente de canalizar la preocupación por la desaparición de mi hermano, pero no os preocupéis que seguro que se me pasa pronto. – Respondió algo compungida por el recuerdo, no pudiendo evitar tener la extraña sensación de haber perdido algo muy valioso, un recuerdo, en lo más profundo de su mente.

Pero a pesar de sus esfuerzos por traer a flote ese pedacito perdido de su pasado, su atención se vio desviada a causa de la respuesta que Piero le dio con respecto a su imposibilidad de no poder tener hijos. En ese instante sus mejillas se tornaron rojas cual carmín y sus ojos se abrieron de par en par, mientras se deshacía en disculpas ante su torpeza y su falta de tacto.

-Yo… no lo sabía. ¡Lo siento, lo siento, lo siento! No era mi intención ofenderos ni importunaros con mis estúpidas preguntas. Olvidad lo que he dicho. Estoy muy feliz de que podáis estar aquí con ella. Es la mujer más increíble que conozco y se lo mucho que os quiere… Pero como puedo ser tan bocazas? – dijo en voz alta para, acto seguido, darse cuenta de este hecho y taparse ambas manos con la boca.

“No me aburres cuéntame.” Le dijo apurándola un poco para darle valor o para que detuviera su timidez, aunque como se sentía ella término creyendo más que se trataba de lo primero.

Luego se quedo callado escuchando con paciencia el sueño de la joven, no dejando escapar sentimiento alguno excepto cuando ella hablo sobre el monstruo que genero interés en el sujeto. “No es solo una preocupación sino un miedo Leonor. Recuerdas la apariencia de aquel monstruo ¿acaso es una apariencia familia?” pregunto de nuevo insistiendo y no dejando pasar la oportunidad de hablar de los sueños de la joven. Entonces una pequeña sonrisa apareció en el hombre. “Tal vez un miedo a alguien con quien pueda ayudarte si me permites.” Agrego como una sugerencia y poniéndose voluntariamente a la defensa de ella.

Fue ante las disculpas que termino dando ella que el hombre pareció frustrándose un poco por no escuchar sus anteriores gestos. “No te preocupes pequeña, no sabías de esto por lo que entiendo que no quisiste ofenderme.” Le explico volviendo a sonreír dejando claro que era asi. Entonces la ultima pregunta de ella lo hizo levantarse de su lugar sentadose junto a ella y levanto una de sus manos para acariciarle suavemente la cabeza.

“Eres una chica sincera, algo que me agrada en las personas que conozco.” Le respondio sonriendo contento mientras dejaba de tocarle la cabeza y la mirada fija pareciendo hipnotizarla con sus ojos verdes. “Camila te quiere mucho a vos también, se ha sentido muy cariñosa contigo y por lo que me dijo te ha dejado hacer varios caprichos tuyos.” Comento divertido dejándote con la duda de que cosas le habia contado ella de ti y tus acciones, aunque el olor a perfume del hombre  junto con otras sensaciones que no entendías no te permitia pensarlo con suficiente esmero. "¿Vos tambien la quieres?"

-Si… es un miedo, pero no creo que pueda hacer nada. Ni siquiera sé si fue un monstruo. Tan solo observé una sombra que se cernía sobre Theo y tuve la apremiante sensación de que estaba en peligro. Muchas gracias por ofreceros a ayudarme, pero mucho me temo que no tengo demasiado con lo que empezar a buscar – Respondió algo frustrada, deseando poder tener más datos que Piero pudiera utilizar de alguna manera.

La jovencita no notó en ningún momento la frustración del vampiro. En lugar de ello, las palabras que empleó para disculpar sus palabras fueron como música para sus oídos. Aun seguía sin entender por qué se sentía tan bien a su lado y por qué deseaba agradarle por encima de todo, pero el perfume que desprendía le gustaba tanto que le impedía pensar con claridad.

Por todo ello, cuando se sentó a su lado y acarició su cabeza, Leonor se encontró deseando que la besara para, acto seguido, reprenderse a sí misma por ni tan siquiera pensar en hacer algo como aquello con el amigo especial de Camila. Tras sacudir su cabeza para apartar esos pensamientos de su mente.

-Camila es muy buena conmigo, es muy difícil no quererla. Pienso que no he podido ser más afortunada por haberla conocido, y siento causarle tantos quebraderos de cabeza con mis problemas – Le confesó mirándole fijamente a los ojos, para quedarse perdida en su mirada sin remisión.

“Lamento escuchar que no haya algo que puedas hacer o que pueda hacer yo.” Comento con cierta tristeza bajando su mirada por la habitación. “Aunque tal vez sea algo inevitable son miedos con los que uno debe vivir toda la vida, preocupándose por gente que uno ama. Lo que no se puede permitir es que nos vuelva…muy nerviosos.” Agrego con una media sonrisa pareciendo querer aleccionar a la joven con delicadeza.

Asintió lentamente de acuerdo con las palabras de ella. “Es algo muy afortunado que ella te ha podido encontrar y traído aquí para que estés más segura.” Comento acompañando la confesión de ella mientras su rostro se volvía más ligero mostrándose mas relajado que ella mientras unían sus miradas. “Me gustaría pensar que no lo haces intencionalmente Leonor. Bien podrías descansar algunas noches y calmar por un rato tus salidas.” aconsejo dejando que una de sus manos se moviera para correr unos cabellos del rostro de ella para dejar expuesto su rostro. Un gesto que le permitía a ella volver a sentir sus delicadas manos cálidas moviéndose por su piel.

“¿No es algo que veas difícil?” pregunto sonriendo amistosamente mientras su mano caía en su hombro y él comenzaba a acercarse de una forma que habia deseado hasta hace poco. Pero ahora eera tan verdadero que no podia tratarse de un sueño o tal vez si por como los deseos intimos de ella parecian cumplirse.

Cuando Piero mostró aquella expresión tan triste, la joven huérfana sintió el impulso irrefrenable de intentar recordar hasta el más mínimo detalle de su sueño para poder proporcionárselo al hombre. Lamentablemente no se podía sacar nada más de su pesadilla, por lo que se limitó a agachar la cabecita ante la reprimenda encubierta que le regaló, prometiéndose intentar ser menos impulsiva la próxima vez.

-Sigo sin entender por qué es tan buena conmigo cuando hay muchas otras chicas en la calle que podrían necesitarlo más que yo, pero le agradezco a Dios todos los días el haberla conocido. – Respondió con una sonrisa, justo antes de escuchar la petición que le hacía – ¡Ey! ¡No es cierto!... no salgo todas las noches – Se defendió como pudo tímidamente para, acto seguido, quedarse totalmente petrificada ante las caricias que recibió por parte del hombre que tanto le aceleraba el corazón sin que pudiera hacer nada para evitarlo.

-Pe... pero no saldré tan a menudo como ahora, si… eso os hace feliz. – respondió casi sin pensar, sintiéndose cada vez más nerviosa y diciéndose a sí misma que tenía que apartarse del influjo de aquel hombre antes de que tuviera que arrepentirse, después de todo lo que Camila había hecho por ella.