Partida Rol por web

Su lanzamiento había sido un auténtico fracaso, no obstante, y tras la vergüenza inicial, casi que prefirió haber fallado puesto que finalmente el sacerdote no había resultado herido. De esta manera, no tendría a un corpulento mastodonte totalmente iracundo corriendo detrás de ella para darle una lección.

- Con il tuo culo grasso non mi può prendere! – Respondió la pequeña entre provocaciones para lograr que aquel hombre se centrara solo en ella mientras el monje huía. No parecía probable que consiguiera atraparla, pero esperaba de todo corazón no tener tan mala suerte como para caer en sus garras en un golpe de infortunio... Si no, Dios sabe qué le haría aquel hombre armado al que había conseguido enfurecer.

El insulto de la joven lo puso más rojo dejando ver lo fácil que era provocarlo. Sin embargo esto no era algo para reírse, ya que el se encontraba armado con una espada mientras la joven ahora mismo no tenia nada para defender. A pesar que en el caso que lo tuviera, no seria muy lista si lo enfrentaba en su campo de experiencia.

En cambio uso el campo que ella habia preferido toda su vida. Correr hasta que no pueda mas el otro. Algo que volvió a darle resultado no tan pronto como esperaba ella, ya que el hombre no parecía tan dispuesto a rendirse como otros pero finalmente entre la gente y escondiéndose detrás de un puesto logro librarse de tal amenaza.

La joven en ese momento podía sentirse victoriosa, pero habia un pequeño detalle que habia fallado y que no podía dejar sin corregir. Su daga que ahora se encontraba tirada en aquel callejón y que sin ella habia quedado desarmada. Aunque eso no era lo mas importante, porque desconocía si el monje se encontraba bien o si habia podido escapar por lo que su siguiente carrera fue de vuelta a aquel lugar del crimen.

De vuelta en el callejón encontró al Monje y a su daga, esta última en la mano del monje que continuaba escondiendo su cara con su capucha. Parecio alarmarse cuando noto tu presencia como si esperara a cualquier otra persona, pero cuando que se dio cuenta que se traba de vos se calmo.

“Chico, ¿porque hiciste eso?” pregunto con genuina curiosidad mientras se dejaba de apoyar en la pared y le daba el frente a ella. “Si fue para ayudarme te lo agradezco….” Dijo alargando su brazo y ofreciéndole su cuchillo de vuelta a la joven. “Pero te equivocas aquel era un especie de compañero mio o al menos asi lo pienso yo.” Continuo bajando el volumen de su voz.

Tras la prolongada carrera huyendo del enfadado hombretón al que había provocado a propósito para proteger al supuesto monje, Leonor consiguió perderle de vista. No dejaba de preguntarse qué asuntos traerían a aquellos dos sujetos a un lugar tan poco hogareño como el escenario de un crimen tan atroz, y tampoco podía quitarse de la cabeza el por qué de la discusión entre ambos. No obstante, y a pesar de las ganas que tenía de leer aquel papel que había encontrado en el suelo, no le quedó más remedio que volver primeramente al lugar donde su daga había caído junto a la sangre del pobre franciscano, para evitar perder su único instrumento de defensa.

Cuál fue su sorpresa al encontrarla en las manos del encapuchado que, desoyendo el consejo que le había dado para que escapara de allí antes de recibir una estocada del calvo, continuaba en el callejón mirándolo todo con curiosidad.

-¿Y por qué no os habéis marchado como dicta la razón cuando alguien intenta golpearos con una espada? Claro que intentaba ayudaros ¿Qué otra cosa si no? No podía dejar que una persona indefensa fuera herida en mi presencia, seáis monje o no lo seáis. – le replicó algo enfadada mientras aceptaba su propia daga de sus manos.

Cuando él le explicó que el hombre calvo no era su enemigo sino su compañero, sus ojos pestañearon mientras una expresión confusa se dibujó en su rostro. –E…entonces ¿por qué os atacaba?

El hombre encapuchado se sorprendió bastante ante la réplica de la huérfana. “Eh…es que fue a perseguirte a vos… y pensé que volverías por tu daga en algún momento.” Le explico como si fuera algo obvio, bajando aún más la cabeza mientras te respondía aunque parecía más una señal de perdón que tratando de esconder su identidad. “Gracias, joven. Me alegra ver que honradez no ha desaparecido en esta ciudad.” Dijo genuinamente contento.

De nuevo se puso nervioso por su pregunta y suspiro luego de quedarse un rato pensando. “Es complicado. Pero mi compañero ha pasado por muchas cosas y no se encuentra del todo bien…hay veces que pierde su serenidad más rápido que otro. En si fue mi culpa.” Le comenzó a explicar mientras acomodaba su capucha, aun guardando su identidad. “Él es alguien algo intenso en su misión y a veces no puedo seguirlo en todo lo que propone.”

Empezo a mirar a los costados como esperando que apareciera alguien, posiblemente el hombre del cual hablaban. “Tal vez no vuelva…” lamento cruzando los brazos como meditando que hacer ahora.

-Pero ¿y si al cansarse de perseguirme regresaba para ajustar cuentas con vos? – Preguntó aun algo extrañada de que siquiera allí. – Bueno no pasa nada. Me alegro de que estéis bien. ¿Qué clase de persona sería si no os hubiera ayudado? Seré pobre, pero no por eso he descuidado mis principios. – finalizó con una sonrisa clara antes de escuchar atentamente las explicaciones del desconocido.

-Es normal que pierda los nervios. Lo que ha pasado aquí ha sido horrible y me imagino que está bastante afectado por el asesinato. – Le justificó señalando con una mano al suelo y las paredes con un gesto de pena en el rostro – pero… bueno, me imagino que si os tapáis el rostro, será porque no queréis mostrar vuestra identidad y tampoco desearéis contarme nada sobre esa misión de la que habláis, así que no os preguntaré más cosas si no queréis. Me llamo Leo y vine aquí para tratar de descubrir al asesino del franciscano, por si os lo estabais preguntando. No desearía que algo así se repitiera, y supongo que la guardia está muy ocupada durante estos días con la llegada del cardenal…. Un placer conoceros. Espero que vuestro compañero me perdone por los insultos.

“Mmm No lo habia pensado.” Confeso con algo de inocencia, pero una sinceridad preocupante. Ante las siguientes palabras de la chica no respondió porque no veía necesidad, aunque la pequeña presentía que le sonrió de vuelta.

Miro atentamente lo que señalabas y negó lentamente con la cabeza “Como dije es complicado y no es algo reciente lamentablemente, pero tienes razón este incidente le afecto bastante. Como a cualquiera.” Comento con tristeza, en especial al final de sus palabras.

“Es…exactamente por ello.” Respondió algo sorprendido por las conclusiones de la joven y su actitud respetuosa de su secretismo. Dios sabia que cualquier otro empezaría preguntando aquello, aunque sea por simple curiosidad pero la joven parecia no ser curiosa o talvez sabia esconderlo mejor que otros. “Yo tratare de que se calme, aunque será mejor que lo trates con respeto si te lo encuentras otra vez.” Le aconsejo el encapuchado volviéndose a mover por la escena del crimen mientras la examinaba.

“Yo tampoco quiero que esto pase de nuevo, por eso tambien estoy aquí. No se que hará la guardia pero es mi preferencia saber que ha pasado aquí aunque sea por mi cuenta.” Le explico con cierta decisión aunque notaste en sus palabras que parecia hablar solo desde su persona y no toda la orden. “Es un placer Leo, me disculpo pero no puedo darte mi nombre.” Es en esa ultimas palabras donde detectaste algo raro en su tono, mas como fue un momento tan corto no supiste de que se trataba.

La joven huérfana frunció un poco el ceño ante las explicaciones del desconocido encapuchado. No podía negar que estaba empezando a sentir una gran curiosidad por conocer la historia que les había conducido hasta aquel lugar, y la razón por la que el compañero del sujeto que tenía delante, había perdido los nervios de aquella manera.

-La única razón por la que le falté al respeto fue para alejarlo de vos, pero está claro que no tenía que haberme metido en medio de una discusión de pareja – Bromeó claramente guiñando un ojo antes de colocarse a su lado para tratar de saber qué era lo que intentaba averiguar.

-No os preocupéis por vuestro nombre, aunque si no os importa os llamaré Fazio. Siempre me gustó como sonaba, y es mejor eso que “Uomo incappucciato” ¿Puedo saber qué buscáis exactamente? A lo mejor puedo ayudaros. Además, si sois monje quizá podáis indicarme dónde encontrar algo que ando buscando. Realmente os lo agradecería mucho. – Le comentó mientras intentaba descubrir qué era lo que había notado en su voz que le había resultado tan extraño.

El encapuchado se encontraba mirando la mancha de sangre pensativa cuando escucho la broma de la mujer y levanto la mirada lo que podía ante ella sin descubrir su identidad. “No tenemos esa relación. Te equivocas al pensar que soy de esos que… duermen con otros hombres.” Respondió a la defensiva y claramente no dándose cuenta de que se trataba de una broma. “Nosotros no lo practicamos, solo eso.” Agrego para dar punto final a ello y dejando que un silencio incomodo apareciera entre ambos.

“Emm…bien. Si quieres me puedes llamar asi.” Acepto aunque parecía haberse puesto algo incómodo ante ello. “Lo que busco son pistas o indicios, cualquier cosa que me ayude a descubrir algo de lo que paso aquí.” Contesto volviendo su mirada al suelo aunque su mano sin sutileza se dirigio a su sotana buscando algo .

“Pregunta lo que desees y yo hare lo mejor dentro de mi poder para indicarte lo que buscas.” Respondio con una neutralidad que lo hacia parecer como si repitiera algo ya ensayado.

Leonor se permitió el lujo de dedicarle una risita cantarina antes de sacarle de dudas – Tan solo estaba bromeando. Si llego a saber que ibais a tomaros en serio mis comentarios, no los hubiera dicho. Jajaja, creo que deberíais relajaros un poco más cuando alguien trata de quitar tensión al ambiente, y por vuestra reacción, está claro que no os gusta el nombre, así que me abstendré de llamaros de ninguna manera hasta que no me deis vuestro nombre real por propia voluntad – concluyó sonriente mientras se fijaba en la dirección de la mano, preguntándose qué significaba.

La joven pelirroja intuía que el extraño encapuchado quizá buscaba el papel que ella había encontrado momentos antes. No obstante, no estaba dispuesta a decir una palabra sobre el asunto, al menos hasta no tener un momento a solas para saber de qué se trataba y poder leerlo – veamos. Según lo que he averiguado, el monje estaba solo y alguien muy sigiloso le golpeó y le mató en este callejón sin que la víctima lo viera venir. No eran un grupo de personas porque apenas hicieron ruido, por lo que tuvo que ser alguien muy fuerte y brutal para haberlo dejado en ese estado. – afirmó tratando de ayudar.

Finalmente, y tras asentir ante el permiso que le dio el hombre enmascarado, la joven pelirroja expuso su pregunta de la mejor manera que pudo, intentando no sonar demasiado críptica ni sospechosa.- ¿Sabéis dónde se encuentra el cementerio que acoge a los sacerdotes de la Basílica?

“Ah, yo…perdón no me di cuenta. No vengo de un lugar donde se hagan esas bromas.” Dijo dejando claro algo que suponías. “No es que me moleste solo me parecio algo raro, pero si es algo que hacen aca no tengo problema. Como dijiste antes me parece mas fácil que Uomo incappucciato. Ademas no veo dándote mi nombre real en un tiempo cercano.” Comento con cuidado en especial en sus ultimas palabras que si bien parecían duras su tono parecia uno delicada que pedia disculpas por aquel inconveniente.

El hombre se quedo escuchando mientras la joven le informaba sus descubrimientos. “Es una buena información, aunque no termina de decirme quien pudo hacer algo asi de horrible.” Entonces notaste como se fijaba en las huellas de garras en el suelo.

Pero se quedó quieto un momento pensando cuando escucho tu pregunta. “El cementerio se encuentra junto a la Basilica, en un terreno que tomo la iglesia para los entierros de sus miembros.” Respondio sorprendiendo un poco a Leonor por su tono seguro que ocultaba bien sorpresa ante su pregunta. “Puedo preguntar porque te importa aquello?” pregunto mientras su mano salía terminado de buscar lo que se veía como una cruz. De pronto sentias como algo en el ambiente cambio volviéndose extrañamente pesado por unos instantes antes de aliviarse de nuevo como si un gran movimiento de gente habria pasado junto a ella y ahora volviera a encontrarse sola con el encapuchado.

-Yo tampoco sé quien pudo hacer algo así, aunque la gente está empezando a hablar de algún tipo de criatura sobrenatural – Afirmó la huérfana quitándole importancia a dichas habladurías, pero con el objetivo claro de tantear la reacción del desconocido – Si… yo también he visto esas marcas de ahí y no sé qué ha podido hacer algo así. – concluyó señalando las muescas de garras.

Ante la información tan precisa que le daba el encapuchado, Leonor no pudo sino confirmar el hecho de que seguramente sí que se tratase de un monje real – Bueno, quiero presentar mis respetos a un difunto. Un sacerdote de la Basílica que fue amable conmigo. Su nombre era Vico y escuché que ha muerto recientemente – Respondió con tristeza, no del todo convencida de revelar aquella información por si la metía en problemas, pero bastante segura de que si no movía ficha, lo más probable sería que jamás pudiera proporcionarle el descanso que aquella pobre alma necesitaba.

De repente, no pudo evitar ponerse en tensión y mirar para ambos lados con nerviosismo, tratando de descubrir qué era lo que había sentido durante tan solo unos instantes. ¿Y si se trataba de espíritus como el de Vico que por alguna razón era incapaz de ver? Todo aquello le parecía cada vez más y más extraño.

“Que gente dice eso?” pregunto evidente preocupado por lo que le contabas. “Espero no sea algo con lo que estés bromeando. Las criaturas como esas pueden encontrarse aun en una ciudad como esta.” Le advierte al pequeño tal vez generando una reacción adecuada para la pequeña. “Se sienten terrible.” Dijo mientras notabas que la sentía con su mano donde llevaba la cruz.

Aunque no vio su rostro la pequeña pudo notar una tremenda quietud en el hombre cuando le conto la razón de su pregunta. “¿Quien eres tu?” pregunto levantándose inmediatamente y elevando su mano con la cruz frente a ella. “¿Acaso vienes a provocarme por parte de tu jefe? Desiste tus intentos de mi no lograras provocar lo que hiciste a mi compañero y tampoco podrás herirme.” Dijo con una actitud que daba la impresión que parecia dispuesto a defenderse de ella. “Ya me parecia demasiado conveniente tu presencia y tu supuesta bondad.” Decía aunque no parecia estar del todo seguro en estas ultimas palabras.

Trato de sentir algo, mas no sintió nada. Absolutamente nada y eso le preocupo de gran manera porque de alguna forma el callejón le parecia aun más vacio de lo que en verdad estaba.

Al escuchar las preguntas inquisitivas del sacerdote y la reprimenda que le ofrecía, “Leo” pestañeó confundida antes de responder, dejando esta vez las formalidades a un lado. - ¿Acaso pensaste que la gente sencilla no mencionaría al demonio ante una acción tan atroz? No sé en qué mundo vives pero era cuestión de tiempo que se asociara este acto cruel con una criatura sobrenatural, y más aún tras ver estas marcas recientes en la pared. Muy poco debes de preocuparte por los habitantes de esta zona, si mis palabras te sorprenden tanto... Espera… ¿Acaso eres capaz de sentir a esos seres? – Preguntó visiblemente sorprendida antes de que el nuevo embate del desconocido golpeara dolorosamente su realidad.

-¿Qué quién soy? – Preguntó bastante afectada por las acusaciones contra ella – Por lo visto soy un estúpido que ha tratado de protegerte y que ha respetado tu anonimato sin exigirte nada, y que tan solo recibe injurias a cambio. – Continuó con los ojos vidriosos y tratando de contener las emociones y el miedo que había pasado hasta ahora y que parecían agolparse ante el rechazo de lo que ella consideraba un hombre santo.

– Realmente no sé por qué me meto en tantos problemas por algo que no me incumbe. Yo tan solo quería ayudar a una pobre alma a encontrar la paz, puesto que parecía sufrir mucho, acatar su última voluntad y volver a mi miserable vida. Por lo que dices de un supuesto jefe, está claro que sabes mucho más que yo sobre lo que sucede y sobre lo que le pasó a Vico. Si fueras su compañero como afirmas, querrías que descansara en paz, y más si eres capaz de sentir cosas sobrenaturales, en lugar de acusarme injustamente. Pues ¿sabes qué? Me marcho. Estoy cansado de intentar salvar a personas que no lo merecen mientras un escalofrío recorre mi nuca cuando cosas que no comprendo se me aparecen. – Finalizó dándole la espalda para que no pudiera ver las cristalinas lágrimas que salieron de sus mejillas sin control y dispuesta a irse de allí a no ser que algo la convenciera para quedarse.

Se oyó un suspiro luego de la reacción del supuesto joven. “Igual aunque sea un acto atroz no hay necesidad de relacionarlo con los demonios, sino hay una prueba concreta de su involucramiento.” Fue lo que le devolvió a la joven mientras seguía sintiendo las huellas. “Cualquier persona puede sentir las fuerzas oscuras, si dedica tiempo en abstraer su mente de los deseos materiales que abundan en esta ciudad y si puede moldear una voluntad tan fuerte para soportar las penurias de la vida.” Le explico con seriedad aunque seguía estando dudando de la identidad de ella.

El hombre pareció quedarse en silencio mientras la joven dejaba afuera sus emociones frente a él. Viéndose más frio en comparación a lo que habia visto antes la joven cuando hizo su chiste, en parte eso se debía a capucha que hacia complicado ver que cual era su emoción. Lo único que podias darte cuenta era que su desconfianza habia bajado, ya que guardo de nuevo su cruz entre sus ropas.

“Espera, por favor.” Le pidió el monje acercando a la huérfana y tomando su hombro. “No siento maldad en tu interior, pero no comprendo a lo que te refieres con tus palabras. Hablas con extrañeza y conoces más de lo que deberías para ser un simple habitante de esta ciudad, pero si de verdad haces todo esto para que la alma de mi compañero encuentre la paz entonces deseo disculparme.” Dijo pareciendo muy arrepentido de sus anteriores palabras.

Sin mas palabras bajo su capucha para dejar ha descubierto su joven rostro. “Lo siento. Ha muerto un hermano mio y temo que no será el ultimo.” Concluyo con pesadez.

-La gente sencilla no entiende de pruebas concretas… Aunque eso ya deberías saberlo. – Le respondió sin saber muy bien por qué ella misma no se incluía dentro del grupo de personas sencillas y preguntándose si la razón por la que aquel espíritu se le había aparecido en la Basílica tenía algo que ver con las explicaciones del sacerdote sobre abstraer su mente de los deseos materiales. Pero ¿Por qué ella era diferente a los demás? ¿Por qué su hermano se había tomado tantas molestias en enseñarla a pensar por sí misma, a leer y escribir, e incluso a hablar Latín? No lo sabía, pero lo que en un principio le pareció algo natural, estaba empezando a distar mucho de lo que, seguramente, sería su realidad. Pese a todo, la joven huérfana no consideraba que ella fuera lo bastante fuerte como para moldear una voluntad tan férrea que la hiciera soportar las penurias de la vida, a pesar de todo lo que le había pasado, por lo que dudaba mucho que pudiera detectar a las criaturas oscuras nada más verlas.

Ante la petición de que no se marchara, algo en ella la hizo detenerse para volver a girarse hacia donde se encontraba su interlocutor – La… lamento su pérdida, de verdad. Entre otras cosas porque seguramente sea el desencadenante de otras muertes inocentes en nuestra adorada Venecia. Verás yo… realmente no se qué está pasando y no solo no me creerías si te dijera por qué conozco tantas cosas, sino que posiblemente me acusarías de mentiroso o algo peor… como has hecho hace un momento. Tan solo te diré que ayer le prometí a Vico que transmitiría un mensaje en su nombre, y mis principios me impiden hacerlo sin investigar antes quién le mató y por qué.

El joven acepto tus condolencias asintiendo pesado a tus palabras. Luego prosiguio a guardar silencio mientras eludias darle una explicacion ante los conocimientos que poseias, aunque excepto cuando nombraste tu conversacion de ayer con Vico no transmitio ninguna emocion.

"Tienes razon en asumir que podria juzgarte de mala manera si me contaras tu secreto, ya que he actuado incorrectamente antes dejandome llevar por la paranoia de mi compañero." dijo con lamentacion y sincera pena. "Por eso ahora..." dijo volviendo meter su mano en su tunica para sacar su cruz de plata. "Te juro por la cruz en la mano y con dios como mi testigo que no te jusgare, ni cuestionare como una mentira el relato que me cuentes ahora. Si es que me otorgas otra oportunidad para que me redima ante tus ojos." juro mirandola con intensidad con sus ojos azules. Sin embargo no eran solo sus ojos los que parecian llamar tu atension sino que todo su ser parecia tener un aura calida que parecia darte mas confianza en él.

Leonor permaneció totalmente paralizada ante aquel juramento, sintiendo una extraña calidez en las palabras de aquel hombre y en el aura de santidad que le envolvía. Ella hacía mucho tiempo que no se confesaba, puesto que tras la desaparición de su hermano se había sentido tan desolada, que una parte de ella estaba enfadada con el mismo Dios por la suerte que le perseguía donde quiera que fuera. Luego, los acontecimientos recientes la habían mantenido tan ocupada, que no había tenido tiempo ni para pensar en ello, y el miedo a que la acusaran de bruja o de estar poseída por el demonio, había sido uno de los factores.

No obstante, en ese momento y lugar, una parte de ella sintió que podía sincerarse con el hombre que ni siquiera había tenido a bien darle su nombre, por lo que, sin saber si esto le traería más problemas de los que ya tenía, sus labios comenzaron a moverse sin su permiso:

-Has… has prometido no juzgarme y te doy otra oportunidad, aunque también querría que mis palabras se acogieran al sacramento de confesión y que no contaras mi historia. Yo… nunca conocí al padre Vico en vida. A… anoche sentí un escalofrío y… entonces…. se me apareció. Es… estaba totalmente desorientado y yo… no tuve el valor de decirle que no era real, pero pude sentir que había sido una buena persona y acepté transmitir su mensaje para el obispo ¿Qué otra cosa podía hacer? Se me partió el corazón al escucharle. Decía que le dolía, que le ardía la cara y el estómago y yo… nunca había visto o sentido nada así antes, pero era tan real… yo… no estoy loco. ¿Verdad? Salí corriendo en cuanto pude. Me asusté demasiado. Me mortifico pensando que tendría que haberle hecho compañía más tiempo o haberle dicho la verdad sobre su estado pero… no pude. – afirmó con voz triste.

- Luego, quise saber que le había pasado y si lo sucedido aquí estaba relacionado con su muerte… pensé que quizá… el pobre franciscano se me aparecería también… No sé en qué estaba pensando. Lo… lo siento, no… no debería estar aquí. – Finalizó dando un paso hacia atrás dispuesta a salir corriendo por si el encapuchado decidía intentar atraparla para llevarla ante la justicia de la iglesia por sus herejías.

El monje asintió ante la propuesta que fuera tratada como una confesión, era algo que prometería ni bien la joven terminara de hablar para no interrumpirla.

Si le creía o no parecia perderse en el gesto neutro que dominaba su rostro. Pero ciertas palabras lo sacaban de aquel encantamiento por ejemplo al escuchar sobre un mensaje al obispo su mirada parecio volverse mas alerta y luego cuando la pequeña comento los dolores del espíritu se formo un desagrado en su rostro e instintivamente movio una de sus manos a su boca como si pareciera evitar vomitar ante cierto recuerdo.

“Por dios…” dijo retrocediendo mientras pasaba un par de veces su mano por su frente como si limpiara sudor de esta. “Primero que nada te confirmo que tus palabras serán guardadas en el mayor de los secretos, como si de una confesión se tratara.” Dijo luego de un tiempo callado y cuando parecio sentirse lo suficiente seguro de poder continuar esta charla.

“Ahora comprendo tu miedo y como dije no te juzgare, si no que aceptare tus palabras como una verdad. Confiando plenamente en ti.” Le aseguro pareciendo sincero. “Yo estuve presente cuando la vida del sacerdote Vico llego a su fin y también lo estuve cuando su cuerpo fue…dañado por algun especie de maldición, que hizo pudrir su cuerpo de forma enfermiza. Los presentes concluimos entre todos que lo mejor seria quemar todo su cuerpo por miedo a que quien realizara aquel asesinato pensara dispersar una plaga a través del sacerdote.” Le explico aunque se notaba que dejaba algunos datos fuera, posiblemente algunos referidos al estado del muerto luego que se le pudriera el cuerpo.

“Por otro lado se me ocurre que tu don, no necesariamente puede venir de algún demonio sino que de dios y bien esta reunión entre nosotros podría ser también un deseo de dios. Aunque no estoy seguro cual sea su objetivo.” comento pensativo mientras movía la cruz entre sus dedos. “¿Cual era el mensaje para el obispo?”

La reacción del monje ante sus palabras fue algo que no esperaba en absoluto. Suponían que una historia como aquella ocasionaría las risas de quien la escuchara… o las acusaciones de herejía pertinente. Sin embargo, aquel hombre no solo la creyó, sino que encima dijo que había visto las quemaduras en el cuerpo del pobre sacerdote en los terribles momentos de su muerte.

Ante la mención de que el cuerpo fue incinerado y las razones de aquel acto, Leonor no pudo evitar dar un paso hacia atrás llevándose una mano a los labios con horror. La mención de la maldición la pilló tan desprevenida que la mera idea de una posible plaga, hizo que se tambaleara ¿Y si ella se había contagiado al haber recogido aquel dedo? ¿Y si con ello había puesto en peligro a Camila y a todas las personas con las que se había relacionado desde ese momento?... Esto no podía estar pasando.

-¡Dios Santo! Pero… Eso no es posible. Si su cuerpo está quemado no podrá descansar en suelo sagrado y yo… no podré cumplir mi promesa – Dijo con miedo a revelar que poseía el dedo del sacerdote por las repercusiones que eso conllevaba. – ¿Se ha organizado un funeral? ¿Se ha dispuesto una tumba simbólica para que sus seres queridos le recen? – Preguntó, deseando que la teoría de la plaga fuera tan solo producto de miedos infundados y con la esperanza de poder enterrar sus restos aun en tierra santa.

Ante la afirmación de que su capacidad para ver espíritus provenía de Dios, la joven pelirroja le miró extrañada, dudando mucho que el Altísimo supiera siquiera de su existencia. No obstante se abstuvo de decir nada y se centró en contestar la última pregunta que le realizó.

-Lo lamento mucho, pero ni siquiera se tu identidad ni las razones que te mueven. La última voluntad del padre Vico fue que le transmitiera su mensaje al obispo, y no puedo confiárselo a un extraño del que ni siquiera conozco su verdadero nombre… espero que lo entiendas. ¿Es... es que acaso el obispo no es una buena persona? – Preguntó con cautela, recordando la mirada alerta que le había dedicado cuando le mencionó.