Partida Rol por web

Hoy era un día muy importante para la ciudad de los canales, incluso el más despistado de los habitantes estaba enterado ya sea gracias a un amigo o a un desconocido que este glorioso dia se acercaba. Hoy venia una persona importante para Venecia, un Cardinal bajo la directiva del papa del cual su llegada se relacionaba con el creciente conflicto entre el Emperador Federico II y el Papa. Junto a él llegaría una comitiva de roma con demás miembros religiosos y algunos viajeros que se sumaron a ellos por la seguridad que poseían.

Si bien el conflicto no era algo que te afectara, hasta que ocurriera la guerra que algunos pronosticaban. Sabías que tu talento tendría un mayor público en la plaza ya sea cuando llegara el Cardenal o después cuando empezara el habitual festejo luego de un habitante de esa categoría.

Aun cuando llegaste temprano la plaza contaba con una cantidad de gente importante en su tamaño, muchos por las palabras que escuchabas te dejaba sin duda que eran creyentes que esperaban la bendición de aquel hombre, incluso algunos esperaban que fuera el causante para salida de los muchos extranjeros que “invadian” la ciudad de Venecia.

-"...Y cuentan las historias y gritan los cantares, 
que en las tierras del fuego, su nombre clamarán;
y los vientos del Norte, su sino guiarán,
paso a paso cruzando el mundo y sus lugares.

Su rostro, siempre alzado, mira a la inmensidad,
al cielo, al horizonte, aquel que nunca alcanza;
su palo, compañero de fatigas y bonanzas,
paso a paso en el sendero, su rumbo guiará.

Y él, fuego en el pecho, llama en el corazón,
jamás negará ayuda a quien justicia clame;
vagando por los campos, los desiertos y los mares,
hasta que su promesa vea al fin su redención". 

Terminó el juglar de entonar en italiano su canción, antigua epopeya bien aprendida, modulando la voz hábilmente para darle al final épico el matiz que le correspondía. Había elegido aquella pieza al escuchar hablar a las gentes de la plazuela con aquel fervor religioso que tanto los caracterizaba en momentos como aquel, era perfecta para la ocasión: un hombre piadoso que asesina alguien y después inicia un viaje de perdón, redención y búsqueda de Luz. La gente aplaudió, vitoreó y pidió más. Ashriel sonrió con los ojos, lo único que se veía tras su máscara, mientras hacía pronunciadas reverencias ante las personas que lo aplaudían y, por supuesto, ante las que echaban a su sombrero colocado a su lado en el suelo piezas de tintineante metal refulgente. No muy lejos de allí, su amigo Andêl, un titiritero checo, hizo aplaudir en su dirección a sus marionetas con tal habilidad que su propio público aplaudió también.

Ashriel hizo un gesto hacia el titiritero, abarcándolo con el brazo, no sólo para agradecérselo sino también para que la gente pasara ahora a disfrutar del espectáculo de su amigo, mientras él recogía las monedas del sombrero, se las guardaba a buen recaudo y se ponía éste, para después pasar a guardar con sumo cuidado su laúd en un estuche forrado de terciopelo. Aquello era una de sus posesiones más preciadas. Antigua y preciada donde las hubiere. 

"Perdón, redención y búsqueda de Luz" pensaba, mientras se dirigía hacia la pared de la plaza donde Andêl daba vida a tres muñecos con cada mano, con un muy marcado acento checo, y se detenía a presenciar su espectáculo "...luz es lo que yo perdí... he de volverla a encontrar". 

Tenía intención de disfrutar de la comedia de su amigo durante los minutos que quedasen, sin embargo algo llamó su atención en aquellos momentos; en un lado de la plaza, por la calle que daba a la entrada principal de ésta, se había armado una gran algarabía. Los carabinieri* apartaban a la gente a los lados y todo el mundo gritaba y vitoreaba. Debía de estar llegando ya el susodicho Cardenal.

La gente se encontraba contenta ese día no solo por Ashriel y Andel, ya que ellos eran solo un par de los muchos artistas que habían acampado en esta gloriosa ocasión en la plaza a la espera de aquella importante figura de Roma. Sin embargo a pesar de ser muchos artistas los Grossos* no eran escasos comparados a otras recolecciones del juglar, porque como bien veía este la gente andaba que derrochaba alegría y otras cosas.

Músicos, Pintores, Juglares, titiriteros y demás adornaban la inmensa plaza pero el artista también podía notar una mirada de un hombre fija en su sombrero, casi podía intuir que eran sus monedas las que en verdad llamaban la atención del desconocido.

Los ladrones también venían a estos actos pareciendo no sentirse muy afectados por la presencia religiosa del acto, pero el Juglar conocía que muchas veces aquel acto era solo para sobrevivir un día más en esta ciudad tan obsesionada con el dinero. Pero aquel hombre era una simple distracción a sus pensamientos, que lo acosaban desde que volvió a esta ciudad.

A lo lejos se los veía a los guardias comenzando a empujar a la gente pero por el puente que llegaría aún no se veía a nadie presente, mas suponías que no tardaría en llegar quien aclamaba la gente. Al volver tu atención a tu amigo, notaste como el ladrón había desaparecido reemplazado con una guardia que miraba divertido las escenas que realizaban los muñecos. Todo parecía relativamente tranquilo en ese lugar pero tus pensamientos de nuevo te invadían y la risa de ella tapaba la del guardia en tu mente.

Al menos asi fue hasta que finalmente escuchaste las trompetas que anunciaban las llegada de cierto carruaje…

Las numerosas trompetas la atención de todos los reunidos en la plaza, olvidando cualquier espectáculo que les proporcionaron para dedicarse a quien con su presencia los había convocado. Era la señal de llegada del cardenal que cruzaría el puente frontal hacia la Basílica de San Marcos, patrón de la Ciudad Estado de Venecia.

La gente tampoco se quedaba atrás alterándose al ver el carruaje, pero solo comenzaron a empujar a los guardias de la ciudad cuando vieron al cardinal y la cruz dorada frente a ellos. Los sentimientos de la gente eran muy variados, unos estaban contentos incluso llorando de felicidad por la presencia del cardenal, otros se encontraban agradecidos por su llegada y se lo decían con gritos buscando tener al menos un corto contacto con este aunque los guardias no permitían nunca aquello. Varios parecían sentirse inspirados como los músicos callejeros que tocaban en un tono bajo y tranquilo en un principio para aumentar en su ímpetu ante la cercanía del Cardenal  y los pintores que andaban por ahí pintaban rápidamente con sus pinceles las escenas que cada uno veía en su mente. Habían mas emociones, pero ninguna dejaba de ser positiva con el Cardenal por lo que todo el espectáculo de energía y alegría se termina contagiando al Juglar aunque se fuera encerrar en sus recuerdos.

El Cardenal viajaba en un carruaje bastante ostentoso, que mostraba sin vergüenza alguna la grandiosidad que tan común era mostrada por la iglesia. A su alrededor viajaban jinetes con unas armaduras ornamentadas que seguramente envidian los guardias con mayor estatus de la Ciudad de Venecia, que este momento quedaban opacados en el diseño de sus armaduras. Detrás del Carruaje venían distinto tipo de personas, entre los cuales identificabas como Obispos, caballeros e incluso cruzados. Al final de la comitiva se encontraba un carro especial trasportando una cruz dorada de considerable tamaño y monjes venecianos que entregaban comida mientras pasaban a la gente de la primera fila, consiguiendo si era aún posible más devoción de la gente que se había reunido en la plaza mayor.

Te tardaste un tiempo en notar la presencia del Dogo de la ciudad, pero viendo su actitud no te parecio demasiado raro. Giacomo Tiepolo se encontraba sentado en el asiento del carro, bastante calmado y casi aburrido en comparación con el Cardinal. Su santidad en cambio mostraba una enérgica sonrisa y además con sus manos levantadas al cielo bendecía a la gente que rodeaba su camino a la Basílica.

Y allí estaban. Evidentemente la gente estaba emocionada; y no era para menos. Personalmente, la política no le interesaba demasiado a Ashriel y en Dios dejó de creer hacia tiempo. Había querido volver a recuperar la fe, pero aún no había tenido razón para hacerlo. Aunque entendía que los venecianos fervorosos estuviesen entusiasmados.
De pronto, un ligero picor en la nuca me hizo fijarme a mi alrededor un momento; había sentido como si algo me acechase, quizá el ladrón de antes volvía a rondar por aquí. Agarré fuerte la bolsa que tenía colgada al cinto donde había guardado antes las monedas y más fuerte todavía el estuche del laúd. Pero no vio nada. Continuó observando a los recién llegados sin mucho interés un rato más.

El ladrón no hizo su aparición en ese momento, ni cuando el Cardenal iba por medio de la plaza llegando cerca de la Basilica. Pero tu compañero Andêl si lo hizo, algo incómodo con la cantidad de gente que se había amontonadado con la llegada del Cardenal y algo molesto porque en parte lo había dejado de lado rápidamente.

“Ashriel, podríamos ir apartándonos un poco de tanta gente. Me siento algo incómodo.” Te confeso en susurro en el oído invitándote a que salieran de ese amontonamiento y fueran a una zona mucho más tranquila.

Entendiendo la ansiedad de tu amigo lo seguiste hasta un rincón mas tranquilo de la plaza, donde solo veian unos pocos pajaros que tomaron vuelo al verlos venir. “Sabes que estarán en la Basilica hasta que se caiga el sol. ¿Piensas que deberíamos quedarnos?” pregunto no pareciendo muy complacido si esa fuera la idea que tendría el juglar.

Aunque recordabas por tus años en esta ciudad que cuando terminara el ritual religioso la gente se iria y volveria para la fiesta que se haría en la plaza toda la noche. Claro que en la plaza era para la gente humilde y comerciantes, mientras que la fiesta de la gente noble se haría en el palacio del Dogo.

-Aún quedan unas horas para la puesta del sol -respondió, entendiendo perfectamente a su buen amigo-; vayamos a la lonja, Axel debería de haber logrado algún buen trato ya, seguro que nos puede invitar a cenar -bromeó, abriendo camino. 

Mientras guiaba a Andêl por las calles de la ciudad que tan bien conocía, dio un rodeo para salir de la plaza por el único hueco que vio factible: la salida que daba al embarcadero de góndolas, rodeando el palacio del Dux, pues era la salida más ancha de la plaza que ya de por sí estaba abarrotada. Una vez llegaron al embarcadero, notablemente más vacío, Ashriel se detuvo un momento y miró al horizonte. 

-Aquí... -murmuró; pero la voz se le quebró; cogió aire y volvió a intentarlo- ...aquí fue donde pasó.

Inspiró, con los ojos cerrados y luego soltó el aire despacio, muy despacio. Abrió los ojos y sonrió.

-Ahora, al fin, puedo recordar con cariño los buenos momentos sin sufrir tanto por los malos -comentó.

No se lo había dicho a Andêl, ni a sí mismo, ni a nadie en particular. Simplemente era un pensamiento que le rondaba por la cabeza y tenía que expresar. 

-Venga, vamos -dijo de pronto, poniéndose en marcha de nuevo-; recojamos a Axel y cenemos; luego, cuando el Cardenal se vaya y vuelva la fiesta, volverán a hacernos caso y podremos ganar algo más. Estos días son maravillosos para conseguir público. ¡Tengo una idea! -advirtió de pronto dando un ligero saltito y colocándose delante de su amigo, caminando hacia atrás entusiasmado- voy a enseñaros la Trattoria de Alessio, es un viejo amigo mío. Es un lugar pequeño y está algo escondido, pero hacen las mejores comidas que nunca probé en Venecia... ¡espero que siga abierto!

Y con ese pensamiento en la cabeza, se dio la vuelta y volvió a caminar hacia la lonja, con la perspectiva de la cena en la cabeza.

Parecia encontrarse de mejor humor mientras avanzaban lejos del grupo de personas. Pero su aspecto empeoro volviéndose un poco mas palido cuando escucho tus palabras.

“Oh, no sabia. Lo siento mucho amigo.” Dijo pensando que habia notado algo de dolor en tus primeras declaración por lo que coloco amistosamente su mano en tu hombro mientras tenias los ojos cerrados.

“Eso es bueno amigo, es lo que habría querido ella.” Comento sintiéndose claramente incomodo hablando de un tema de tal peso para Ashriel, aunque no por eso no intento copiar la sonrisa que dabas.

Sin decir mas siguio tus pasos asintiendo a las ideas que dabas pareciendo entusiasmándose aun mas mientras hablas y dejabas el tema de tu amada perdida para concentrarse en el dinero que ganarían mas tarde. Ademas estaba la cuestión de la comida que era bienvenida sin duda. “Suena perfecto. Ya empezaba a tener algo de hambre.” Comento sonriendo con naturalidad ante las ocurrencias del Juglar.

“Hasta hora de lo que has visto, la notas muy cambiada a la ciudad?” pregunto por pura curiosidad y asi tampoco se quedaban callados mientras recorrían las calles.

El camino hasta la lonja donde se encontraba el Aleman no fue largo o complicado, ambos hombres notaban cierto vacio en las calles como si todos los habitantes se encontraran ahora reunidos en la plaza. Aunque gracias a su conocimiento de Venecia, Ashriel podía estar seguro que no era asi porque sino la plaza no tendría lugar libre y algunos estarían nadando.

Al llegar se encontraron de nuevo con poca gente y por eso fue fácil encontrar al Aleman que parecia estar molesto por algo, que lo ponía bastante inquieto.

Ashriel sonrió ante el comentario y los ánimos de su amigo. Se lo agradecía de corazón. Nunca le había contado a nadie su historia, hasta que lo encontró a él en Praga. En aquella tiendecita de la esquina en aquel callejón oscuro, por primera vez, se había desahogado y se había liberado de su dolor. Ahora, sólo Andêl y Axel sabían lo que había sucedido allí hacía diez años, pero Ashriel se encontraba mucho mejor, gracias a aquella noche entre historias pasadas y títeres a medio tallar. 

-Hace diez años, amigo mío -respondió a su pregunta-, claro que ha cambiado. La ciudad ha cambiado, las gentes han cambiado, incluso los comercios y algunas trattorias han cambiado... pero la esencia de Venecia sigue siendo la misma. El mismo zoco, la misma plaza, las mismas góndolas, los mismos canales, los mismos puentes... Incluso la Catedral, eterna e inmutable, ha visto los estragos del paso del tiempo a mi modo de ver, pero aquí continúa, imponente e inamovible, en esencia la misma de siempre...

Era Ashriel, su amigo ya lo conocía, divagar siempre le había gustado. 

-Porque... ¿qué es el tiempo sino una sucesión continua de eventos, horas, segundos? Eterna e inmutable también... Imparable... Pues ¿qué ha de suceder entonces cuando se encuentran el tiempo imparable con la Catedral inamovible? Que cambia, por supuesto, pero al mismo tiempo, en esencia, siempre será la misma...

Y así, divagando, encontraron a Axel en la lonja, con una expresión en el rostro que denotaba, al menos, cierta molestia. 

-Axel, amigo, ¿qué sucede? -se acercó Ashriel hasta él- ¿un mal trato? ¿una venta que no te ha convencido?

El tintero te dio media sonrisa, en parte esperaba aquella respuesta de su amigo y como habia planeado cambiaban un tema menos sombrío. “Por lo que escuchamos en el camino, Venecias y otras ciudades estados andas en pleno crecimiento así que espero más crecimiento si nos ausentamos otros diez años.” Comento agregando algo de su parte a la conversación mientras admiraba las casas y edificios decorados vistosamente que se encontraban en el camino.

Rio por lo bajo ante los divagues de su amigo “No tengo idea, pero como dijiste antes la gente cambio. Tal vez eso mismo paso dentro de la Basilica, cambiando en alguna forma pero quedando de la misma manera.” Comento encogiendo sus hombros. “Sabes me gustaría visitarla en otro momento con menos gente, acabas de despertar mi curiosidad con ella.” Le indico mostrando cierto interés que sabía su amigo no compartía, pero Andêl creía en cierta medida como el resto. “Quien sabe tal vez me inspire para otra obra de las mias.” Dijo antes de encerrarse en sí mismo.

El comerciante dirigió rápidamente su mirada a sus amigos y sonrió contento yendo al encuentro de ambos.

“Que va…” dijo revolviendo sus propios cabellos. “Hubo algunas diferencias, donde uno de los vendedores me acuso de hereje por ser aleman y otro me no quiso aceptar un trato conmigo porque no fui a ver como llegaba el Cardenal a la basílica…” suspiro negando con una clara molestia, pateando el suelo un par de veces. “Con el segundo no fue muy bueno señalarle que tampoco participaba de la ceremonia. En fin no muy bien cuando se dieron cuenta de donde venía y empezaron a cobrarme mucho mas que a otros.” Comento gesticulando al hombre mercantil que los miraba fijamente.

Se acercó más a sus compañeros “Incluso me han sugerido hacer negocios con los Sarracenos. Se que fue en forma de provocación, pero no creen que sea tan mal negocio al menos por el momento si los Venecianos están asi. Cierto?” pregunto a ambos, en general el se encargaba de los negocios solo con unas pocas consultas a ellos pero con este tema parecio creer necesaria su opinion.

-Pues la mejor vista de la Catedral es la que ofrece desde el tejado -respondió Ashriel soñador, cuando su amigo le comentó lo de su curiosidad por la Catedral-; es un lugar mágico, te la puedo enseñar, pero por la noche -rió por lo bajo- el lugar por el que se sube no es... digamos... muy ortodoxo, mejor que no nos vean -terminó esbozando una sesgada sonrisa y guiñando un ojo a modo de complicidad. 

Cuando llegaron a la lonja y su amigo les contó lo que había sucedido, Ashriel lo miró con gravedad.

-¿Te han acusado de hacer negocios con ellos o te han sugerido que los hagas? No he entendido bien -preguntó suspicaz, observando al mercader veneciano que los observaba- ten cuidado con estos temas. Ahora mismo la cosa está aquí que echa chispas y cualquier comentario malinterpretado o sospecha infundada que puedan tener sobre ti puede llevarte a una celda o algo peor -comentó en voz baja, suspicaz-. Ten en cuenta que los comerciantes que llevan aquí toda la vida afincados tienen mucha influencia sobre los líderes tanto políticos como religiosos de la ciudad y sobre la guardia también. Haz lo que creas, ya sabes que confío en tu criterio, pero ándate con ojo, es mejor no calentar los ánimos a los acérrimos de por aquí. 

“Me imagino que no será lo más ortodoxo y podría ponernos en la lista negra de la iglesia.” Respondió mientras negaba con la cabeza. “Bueno confió que podrás evitar que eso nos pase, así que aceptare tu invitación amigo.” Dijo sonriendo volviendo su mirada a la basílica que tenía varias de sus torres a la vistas.

Luego se quedó callado mientras Alex comentaba su problema y miraba a ambos amigos, solo dandole una mirada especial a Ashriel que sabia bien significaba por los años juntos. Que fuera mas directo en sus respuestas.

Suspiro y se tranquilizó para que pudieras entender mejor sus palabras. “Me sugirieron que haga eso, basándose en la idea que piensan que todos los alemanes hacemos esa clase de negocios.” Le respondió apretando su puño. “Ya sabes porque somos tomos herejes por las cosas que hace nuestro emperador.” Agrego con sarcasmo.

“Lo sé, no creas que no entiendo las políticas que manifiestan en esta ciudad. Por lo que me molesta la hipocresía de estos mercaderes mientras comercian con los sarracenos sin ir enseguida a confesarse a la Basilica.” Le susuro a sus amigos, aunque podias sentir en su voz y ver en su gesto que deseaba gritárselo a quien los mercaderes.

“Igual me pondré a pensarlo. Solo me gustaría saber si tienes algun problema que haga negocios con los musulmanes mientras busco a Venecianos menos hipócritas.” Le resumio y miro expectante por lo que respondia.

Ashriel bajó la voz hasta volverla un murmullo, modulándola como sólo un juglar podría hacer.

-Hace tiempo que la religión dejó de importarme... o al menos que dejé de seguir los cánones de la Iglesia como tales -murmuró-. Ahora tengo mis propias creencias y sigo mi propio camino. Personalmente no juzgo a nadie hasta que lo conozco y para mí todas las personas del mundo se dividen en buenas y malas personas, sean de la religión que sean. Hazte amigo de las primeras y vigila a las segundas... -entonces se percató de la mirada de Andêl, sabía perfectamente lo que quería decir- quiero decir que si haces negocios con ellos y son más razonables que los cristianos, me parece bien. No tengo prejuicios en su contra. Pero esta gente sí los tiene: si lo haces, que no se note. Confío en tu decisión y, si ésta fuera necesaria, también en tu discreción en cuanto a este tema. Y ahora, ¿por qué no os venís y os enseño la Trattoria de Alessio, la mejor trattoria de la ciudad? -terminó, cambiando de tema y hablando a un volumen normal.

Parece que tus palabras dejaron muy pensativo a Axel que de poco dandole su tiempo se calmaría mas y terminaría siendo mas racional como era él. Por su parte Andêl asintió a tus palabras y luego asintió con mayor entusiasmo ante la idea de ir a una taberna.

En si no habia sido un dia duro para los hombre, tal vez para uno fue mas complicado de lo que esperaba pero tampoco era como si estuvieran en sus ultimas opciones por lo que el viaje a aquel lugar de relajamiento seria una buena recompensa.

Mientras caminaban se encontraban con gente en las calles, algunos parecían al menos solo por el aspecto que faltaron a la reunión en la plaza solo por diferencias religiosas, aunque habían demás que parecían dejarse llevar por el trabajo o tal vez eran obligados a cumplir esos deberes para sus patrones. Sin embargo a pesar de la falta de personas se notaba bien que la ciudad de Venecia seguía siendo una muy ocupada e incluso de crecimiento.

Pronto guiándose en su memoria los guio hasta la Trattoria de Alessio, el cual seguía abierto para la buena fortuna del bardo incluso se notaba que al menos en el frente habia sido retocado hace poco para dejarlo mas presentable que la última vez que habia estado. Ahora solo qedaba entrar para ver si el cambio solo quedaba afuera.

Caminaron por entre los canales y sobre los puentes. Ashriel recordaba el camino perfectamente, conocía aquella zona, tras la Catedral y el zoco, como la palma de su mano. Al llegar al límite del Distrito de San Marcos, casi entrando ya en el Distrito del Castillo, se detuvo en seco al bajar de un puente que cruzaba un estrecho canal. 

-¡Et voilá! -dijo el juglar, dando paso a sus amigos a un callejón estrecho. 

En él, a un lado, había una puertecita de madera por la que salía un olorcillo bastante apetecible. Al otro lado, bajo un tejadillo sujeto por columnatas de piedra, el dueño había extendido unas mesas con mantelillos azules y decoradas cada una con una vela y una rosa blanca. 

-Una mesa para tres, por favor -pidió Ashriel a la mujer que salió sonriente a recibirlos, con una sonrisa a su vez- y ¿está Alessio? He vuelto de un largo viaje y me gustaría saludarlo. 

La mujer dio un rápido vistazo a los tres, sin perder en ningún momento su dulce sonrisa. Revisando las mesas libres no tardo en llevarlos a una colocada contra la pared.

“Se encuentra atrás en el local, ire a buscarlo para ver si no se encuentra ocupado para venir.” Comento mirando con curiosidad a Ashriel como si empezara a reconocer de quien se trataba. “Díganme que van a pedir y en unos minutos estará en la mesa.” Dijo volviendo a su trabajo y esperando hasta luego del pedido antes de marcharse.

Al rato un hombre apareció con una sonrisa en su rostro mirando a juglar antes de acercarse. “Ashriel, ¿cuánto tiempo paso?” pregunto alegre mirando a los compañeros de este. “¿Nuevos amigos? Bueno a vos nunca te costó tenerlos. ¿Por dónde estuviste? Sabes que muchos de nosotros te extrañamos.”

-¡Alessio! -se alegró el juglar al escuchar la conocida voz de su orondo amigo- te veo tan sano como siempre, y sigues al pie del cañón aquí, me alegra saberlo. 

Cuando el hombre le preguntó, Ashriel hizo las presentaciones pertinentes. Después, sin perder la alegría de los labios pero con un fugaz brillo de nostalgia -que sólo los más cercanos habrían notado- cruzando sus profundos ojos azabache, respondió:

-Sabes que necesitaba irme. Necesitaba caminar, viajar, perderme. Vi mundo, vagué errabundo de aquí para allá, aprendiendo historias con las que engrosar mi repertorio y desintoxicándome de los últimos sucesos... lo necesitaba. ¡Así es como conocí a este par! -sonrió, poniendo una mano en el hombro de cada uno de ellos- pero basta de hablar de mí, ¿cómo va todo por aquí? ¿Tienes alguna buena nueva? ¿Y qué tal va la cosa en Venecia? Los ánimos andan ligeramente encendidos por lo que hemos podido notar... -sonrió.

Le toco amistosamente el hombro a su amigo, aunque luego paso abrazarlo con fuerza antes de soltarlo. Lo notabas algo más fuerte en los brazos, aunque su panza había crecido a la par o tal vez un poco más.

“Lo se hombre, pero ti escuche cuentos de hombres que se van y nunca más vuelven…” dijo con tristeza, aunque rápidamente volvió a sonreír alegremente. “Pero igual parece haberte servido y eso es lo que importa. La verdad te tengo algo de celos que puedas viajar por tantas tierras.” Comento rápidamente cambiando a un tono más alegre la conversación.

Observo a tus compañeros e hizo gesto a la joven que llegaba con los pedidos para ir sirviéndolos. “Va muy bien amigo, en general todos los negocios han crecido mucho estos años. Todo parece indicar que seguiremos creciendo si seguimos como ahora.” Dijo dedicándole una mirada a su taberna que si bien conservaba parte de su decoración antigua, ahora habia adornos mas vistosos en cada pared y a eso se sumaba que parecían haber mas meseras. “Venecia crece amigo y se rumorea que ponto dejara detrás a Florencia como poder comercial, incluso tal vez gane mas influencia que Roma.” Dijo bastante contento y con un orgullo común en los habitantes de cada ciudad estado.

Se puso un poco serio ante tu comentario de los ánimos. “Ashriel, estoy seguro que no sos tan tonto para no notar que una guerra se acerca. La gente se encuentra muy nerviosa por ello, a pesar que algunos son mejores escondiéndolo que otros.” Sin mas observo a Alex. “Supongo que hubo gente que no te vio bien.” Trato de adivinar con una media sonrisa.