Sábado, trece de enero de 105 PA.
POR LA MAÑANA.
El barco se mece en un mar extraño. No, no es un barco, soy yo. Yo me balanceo, en un oleaje de palabras, de hechos sin cuestión. Pero tampoco soy yo del todo, voy en volandas, algo me sostiene. Pues claro, nunca podría avanzar así, yo sola. Contra viento y marea, ah, la marea... mi sostén es de metal y carne, un cerebro bondadoso tras su carcasa. Y a su alrededor otros, otras, más bondad, y más ira. La injusticia, eso, eso es lo que ha embravecido el mar, el abuso, la prepotencia. Está sucio, corrupto, está degenerado, hasta la raíz. Sólo los que navegamos a contracorriente vemos la mierda flotar a nuestro alrededor, por suerte esos brazos... Escucho las voces amigas. En vano. Tanto esfuerzo, desperdiciado, tanta vida, malgastada, es falso, todo es falso, como un teatro macabro y estéril. Ellos, ellas, no. Son de verdad, son la verdad. Voces que acarician mi alma, que me izan el espíritu como se iza una bandera, mientras los apoltronados en sus cargos arrían la suya. La Abuela lo sabe, yo lo sé, yo no soy nada, ya no, nadie, pero ellos y ellas sí, y yo he de ser parte de eso, porque navego con ellos, en ese barco que se mece en un mar extraño...
Buscó con su mirada y encontró algo inesperado. Vio el movimiento brusco de Alexa, y supo lo que vendría después. Realmente esperaba escuchar o ver otra cosa, algo totalmente diferente, pero no la confirmación de lo que ya le habían dicho de aquella forma tan brutal. La vio hablar, moverse, caer y perder el conocimiento, pero no reaccionó. Estaba paralizada por el enorme peso que acababa de caerle encima justo cuando más despreocupada estaba por su futuro, cuando había encontrado un momento de estabilidad y se creía un poco feliz. En su mente se repetía una letanía, una y otra vez, como un mantra nunca aprendido pero que fluye por sus propios medios desde la nada hasta la conciencia más física y dolorosa posible.
No es justo, no es justo, no es justo….
Un leve roce en sus hombros primero que se convirtió en un abrazo de apoyo y ánimo, la sacó de su ensimismamiento. Volvió su rostro en busca del dueño de aquellas manos y rompió a llorar cuando vio a Vicky a su lado. Vicky, una de las pocas personas que se había preocupado por ella. Se volvió completamente y se abrazó a su cintura, descansando su rostro en su pecho, ajena a las posibles miradas, a las posibles opiniones del resto. Abrazada a ella fue consciente de que Vicky se encontraba en su misma situación. Ella también estaba incluida en la sentencia del Consejo. Ella también debería irse.
¿Por qué, Vicky? ¿Por qué nos hacen esto? No estuvimos allí… no… no… Pero su voz se rompió, incapaz de seguir. ¿Se sentía Rifts Warrior aun? Creía tenerlo claro y su respuesta era no. ¿Se sentía responsable por la última acción del grupo? ¡Si ella no había participado! ¡Ella estaba fuera desde hacía meses! ¿A dónde iría? ¿Qué haría? No tenía fuerzas para empezar de nuevo, para luchar por su futuro, por ella… no podía, no quería. Y no quería darle al Consejo el placer de verla así, tendría que sacar fuerzas de flaqueza, crecerse y enfrentarse con sus miedos lejos de aquella habitación. Se apartó de Vicky, dejándola respirar al aflojar su abrazo, y se limpió las lágrimas con el dorso de la mano. Sentía la necesidad de decirle que no se separase de ella, quería ir con ella a donde fuese que ella quisiera ir después de ese día, pero la idea de que sería cargarla con un peso extra irrumpió en su mente y no supo que hacer, quedándose unos instantes mirándola a los ojos, indecisa.
Y cuando Vicky caminó hacia el exterior ella la siguió con los ojos hasta que su silueta se recortó contra la luz que entraba a raudales por la puerta de la sala. Echó a correr tras ella. Quizás era lo único que le quedaba ahora y no podría soportar la inmensidad de la soledad sin compañía.
Sábado, trece de enero de 105 PA
Por la mañana:
Escuché unos pequeños pasos seguirme, sabía que sería la pequeña Noa quién estaría detrás de mi espalda pero de igual forma me giré para verla. No podía dejarla sola, la verdad que no quería, en estos pocos minutos que han pasado, decidí que lo mejor sería apoyarla tal y como lo hicieron una vez por mi. Sus pasos se detuvieron y la acurruqué con un abrazo, pasé el dorso de mi mano por sus mejillas borrando cualquier rastro de lágrimas.
-"Ya no llores, estaremos un tiempo juntas, ¿vale? Imagínate todas las posibilidades, la verdad es que me estaba aburriendo de este lugar."
Quería que mis palabras tuvieran un toque de ánimo, para consolarla y hacer lo mismo conmigo. Le susurré que camináramos juntas, lo que quedara del día no tendría que ser amargo como había empezado.
Sábado, trece de enero de 105 PA.
Por la mañana.
Quizá los Rifts Warriors no sepan que los miembros del Consejo nunca reciben a aventureros o mercenarios, y mucho menos el Consejo en su conjunto. Siempre es el Gremio de Mercenarios el que se ocupa de estos menesteres. Es obvio que muchos, como Lord Akiron, ya se arrepienten de la generosa recompensa ofrecida por los servicios prestados en el pasado.
Para la Coalición de Estados, los Rifts Warriors son unos criminales y asesinos, no mejores que los Remington's Raiders u otros despiadados grupos de mercenarios descontrolados. Sin duda no entenderían que el Consejo de DarkGate les haya dejado marchar en libertad y además les haya premiado con un millón de créditos. No es algo que los aventureros en estos momentos estén en situación de valorar y apreciar, sin embargo.
Todos se van levantando y marchando, unos con más educación y otros con desaires y palabras airadas que a punto están de costarles a todo el grupo la prometida recompensa.
Finalmente todos los Rifts Warriors están fuera, se han citado a mediodía en el Saloon de DarkGate.
// Salen de escena: Alexa, Briaeros, Daeron, Emil, Halberd, Jack, Shidi, Muxu, Noa, Quick, Thomas, Vicky. - Siguen en: Saloon de DarkGate.