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Basilica de San Marcos

La Basílica de San Marcos es el templo religioso más importante de Venecia. La basílica se encuentra situada en Plaza de San Marcos, que ha sido desde siempre el centro de la vida pública y religiosa de la ciudad.

La construcción de la basílica, que en principio iba a ser una prolongación del Palacio Ducal, comenzó en el año 828 para albergar el cuerpo de San Marcos traído desde Alejandría. Aunque la obra actual pertenece básicamente al siglo XI, ha sufrido diferentes alteraciones y modificaciones con el paso del tiempo. Cuenta con más de 4.000 metros cuadrados de mosaicos, algunos del siglo XIII, y 500 columnas del siglo III.

En el interior de la Basílica el color dominante es el dorado. Los mosaicos de la cúpula de la Ascensión (la cúpula principal) datan de principios del siglo XIII y representan escenas del Nuevo Testamento. Los mosaicos del atrio fueron realizados en teselas de cristal y pan de oro y detallan escenas del Antiguo Testamento. Debajo del altar, sustentado por cuatro columnas de alabastro y mármol, reposa el cuerpo de San Marcos.

Aquel lugar era uno muy importante para Leonor no porque fuera una chica especialmente religiosa, sino por circustancias personales que aun no tenia resueltas. Para empezar estaba su hermano que aun no habia hecho acto de presencia en ese lugar como ella habia sugerido en el lugar secreto de ambos, luego estaba el tema del sacerdote Vico que era el que la habia traido a ese lugar y la habia obligado a tomar una decision que no le gustaba mucho pero veia necesaria.

La plaza como siempre se encontraba llena de personas de distinto tipo, algunos comprando en los negocios de la plaza y otro pareciendo observando la gran basilica que se imponia en todos los rincones de Venecia. El chico de los panes estaba, pero tambien su padre por lo que por el momento no era buena idea ir. En la puerta de la Basilica estaban los guardias intimidantes de antes pero no parecia haber peligro alguno.

A Leonor le había costado muchísimo tomar aquella decisión. Su preciosa melena rojiza era de las pocas cosas que aún conservaba y que siempre habían hecho sonreír a su hermano. No obstante, la joven sabía que aquellos rizos tan solo le habían traído problemas, y con Selene y Luca en la ciudad, no le quedaban más opciones que pasar aun más desapercibida. Además, se habías prometido a sí misma que ayudaría al padre Vico y no dejaría de cumplir su promesa por una trivialidad como aquella…

Por ese motivo la joven huerfanita por fin se armó de valor para cortar sus largos cabellos con unas tijeras, e incluso para teñírselos de negro azabache. De esta manera nadie la reconocería y podría cumplir su misión sin miedo a ser descubierta por aquellos que la perseguían. “Al fin y al cabo el pelo siempre termina creciendo” Fue lo que se dijo a sí misma para poder llevar a cabo su resolutivo plan, a pesar de que no pudo evitar que unas lágrimas recorrieran sus mejillas mientras su bonito pelo fue cayendo mechón a mechó en el suelo de la estancia.

Una vez cumplida aquella dura tarea, sus pies la condujeron hasta la basílica que tanto significaba para ella. Aun seguía portando su gorro aunque sus ropas eran limpias y aseadas al igual que ella misma, tal y como había ordenado el obispo.

La huérfana decidió no pararse a hablar con nadie, a pesar de que no le faltaban ganas de saber un poco sobre su amigo el panadero. No obstante, Leonor avanzó con paso firme hasta la entrada de la puerta, saludando levemente a los guardias que la custodiaban, y avanzando al interior del santuario con la esperanza de encontrar al obispo o a cualquier sacerdote o monaguillo que pudiera indicarle donde presentarse para comenzar sus labores de monaguillo.

De nuevo los guardias no la detuvieron dejando que ella y cualquiera avancen al interior de la Basilica. Dentro observo a varios sacerdotes trabajando de forma apresurada pero eso no fue lo que más te llamo la atención sino esa sensación de frialdad que sentiste al entrar en ella.

No era una sensación nueva aunque eso no quitaba lo inquietante de ella ya que solo cuando veía un espíritu era que recordaba tal sensación. Sin embargo revisando por todos lados no podía encontrar el origen de esa temible sensación.

Por otro lado no veía al Obispo por ninguna parte y ningún sacerdote salía a recibirla o al menos asi fue por un tiempo hasta que no que un sacerdote guapo se le acerco a ella pareciendo cansado como si no hubiera dormido mucho.

La joven no dejaba de maravillarse con la arquitectura de aquel lugar, que rebosaba opulencia en cada rincón, tanto, que parecía estar rodeada por oro puro.

Igualmente, aquel no fue el único sentimiento que la embargó, puesto que le resultaba imposible deshacerse de la inconfundible sensación de que algo o alguien que no debía estar allí, permanecía en aquel templo dorado a pesar de que su tiempo entre los vivos había concluido.

Por más que lo intentaba le resultaba imposible averiguar la procedencia del ser que seguramente necesitaría su ayuda, aunque se dijo a sí misma que trataría de encontrar el origen de esa terrible sensación, en cuanto pudiera.

Finalmente, y tras esperar durante un buen rato, un apuesto sacerdote se acercó hacia donde estaba, haciendo que se apresurara en hacerle una educada reverencia a modo de saludo, al tiempo que le decía – Buenos días, Padre. El Obispo Vittorio me dijo que una vez me aseara, acudiera de nuevo a la basílica para convertirme en monaguillo ¿Os ha enviado él? Si es así, estoy a vuestro servicio.

Era una buena pregunta saber si la joven pelirroja seguiría admirando opulencia de ese lugar si supiera que muchas de las estatuas y pinturas habían sido robadas de otras regiones de mundo. En mayor parte de Constantinopla una ciudad que Venecia en el pasado fue puesta a proteger pero como resultaron las cosas terminaron saqueando hasta tomar control de ella.

Sin embargo eso no se lo había contado su hermano, ni figuraría en ningún libro hasta muchos años en el futuro cuando los estados italianos se encontraran disciplinados por un extranjero muy particular.

El sacerdote la miro curioso mientras se pasaba una mano el ojo para hacer pasar la pereza que tenía, que le hizo tardar un poco en responder. “Si, el obispo me conto que alguien nuevo llegaría. Supongo que se trata de ti…¿Cómo te llamas?” pregunto mientras se ponía a un costado de ella y con la mano en la espalda de Leonor la empezaba a conducir por el salón hasta una parte más privada. “¿Eres hijo de alguien importante?” pregunto curioso y de repente su curiosidad siendo genuina. “Por favor no digas de dios, que ya sabes a lo que me refiero.” Agrego rápidamente mientras media sonrisa aparecia en su rostro.

El camino que recorrieron fue sencillo y sin nadie bloqueando su camino hasta que llegaron a un pasillo privado bastante bien iluminado pero que poseía una sensación nada tranquilizadora para la joven.

La jovencita esperó pacientemente a que el sacerdote se desperezase, totalmente ajena a la verdad sobre aquellas paredes santas. Cuando finalmente le habló, preguntándole por su nombre, la damita disfrazada de muchacho se apresuró a contestar lo más educada y rápidamente posible.

-Mi nombre es Leo – Respondió, notando cómo era conducida por unos pasillos hacia un lugar más privado de la basílica, que por alguna razón la ponían más nerviosa de lo que desearía. – Soy huérfano, Padre. Y me he criado en la calle como tantos otros, aunque he tratado de ganarme la vida de forma honrada y soy muy trabajador. – finalizó sintiéndose avergonzada de su procedencia humilde sin saber demasiado bien el por qué, y esperando que aquel hombre no la mirara peor por ser pobre y por no tener a nadie en el mundo.

“Bien Leo. Si eres un buen trabajador entonces no tendrás problemas.” Comento con cierta seriedad antes de dejar ver una pequeña sonrisa. “Muchos huérfanos han terminado aquí es algo habitual de la iglesia invitarlos, pero si no lo sabes en esta Basílica hay un gran número de bastardos de familias importantes. Por eso de mi pregunta.” Le explico a la joven que en verdad no conocía ese dato aunque había pasado una gran parte de sus días cerca en las escaleras de este.

Tras esa explicación siguieron caminando por los pasillos que continuaban generando una extraña sensación en el interior de ella. Pero por el momento había mucho por hacer ni había un camino que diera a ese lugar o al menos no uno que conociera ella. “Sabes como es la ceremonia para volverte monaguillo?”

Leonor asintió a cada cosa que le decía el sacerdote, mostrando gran interés y cuidado ante sus palabras. Realmente no sabía aquel dato sobre los hijos bastardos de las familias nobles, aunque ahora que lo mencionaba, la verdad es que tenía bastante sentido.

No dejaron de caminar mientras aquella sensación que extrañamente parecía provenir de los subterráneos de la basílica, le ponía la carne de gallina. No obstante y a pesar de su miedo, la jovencita se las apañó para memorizar como siempre todo el recorrido por si alguna vez se sentía en peligro en aquel lugar. –No, pero aprendo rápido y seguiré todas las indicaciones que me digáis.

“Bien, tampoco es algo muy complicado pero seria bueno que recuerdes un par de cosas que te diga.” Comento el joven sin darle mucha importancia a su falta de conocimiento. “Primero que nada y siendo uno de los requisitos mas básico es que sepas hacer la genuflexión que una forma de  arrodillar ante la cruz y demás lugares sagrados especial que te puedo mostrar si no lo conoces. Luego tengo que ver que sepas hacer bien el gesto de la cruz.” Dijo y procedio a mostrarle cada uno de los gestos herméticos que ella ya había visto en algún momento de su vida por lo que no hubo problema ahi. “Luego esta el tema de si te hicieron la comunión, pero ese si aun no te la han hecho te la podemos hacer sin problema alguno incluso es probable que te la hagamos aun cuando ya la tengas.”

“Luego están tus obligaciones con la iglesia…” empezó a decir y contar mientras seguían caminando. Sus obligaciones no eran para nada complicadas si bien algunas sonaban monótonas no salían para nada de las capacidades de la joven o cualquier otro joven con algo de voluntad y paciencia. “Nada complicado cierto?” pregunto el joven que a pesar de todo tenia un gesto bastante relajado aun mas de lo que te esperabas de la imagen hermética que la iglesia mostraba afuera.

Entonces se detuvo de pronto y lo miro de frente a la joven. “Tienes novia o amante? Pregunto porque sabes que no podras verla de ahora en mas y tendras que concéntrate solo en la iglesia.” Comento mirándola y examinando sus reacciones en especial. “Como te parece eso?” pregunto directo a ella.

Leonor asintió a todo cuanto le explicaba el Sacerdote, guardándolo en su memoria como si fuera lo más importante del mundo y repitiendo cada gesto para que él viera que los hacía correctamente.

-Si recibí el sacramento de la comunión, aunque estaré encantado de recibirlo de nuevo si lo consideráis oportuno – respondió con educación, mientras caminaban por los pasillos. Tras ello permaneció en silencio escuchando las obligaciones con la iglesia y estando de acuerdo con el sacerdote en el momento en que afirmó que sus tareas no serían demasiado complicadas.

Cuando finalmente recibió aquella pregunta tan personal sobre su vida privada, primeramente la jovencita alzó la mirada con sorpresa para, acto seguido, negar con la cabeza – No tengo novia ni amante, padre, y no tengo inconveniente en acatar todo cuanto la santa iglesia requiera de mí. – Respondió finalmente con seriedad, sin poder evitar pensar en el pobre padre Vico y en su amor prohibido con Celia.

La pequeña clase con el sacerdote parecía ir por buen camino, con el joven aprobando lo que hacia ella. De paso asintiendo y dejándole claro que algún día de estos le harían de nuevo la comunión para que no haya dudas.
Pero fue cuando la conversación se volvió algo más personal que el sacerdote sonrió divertido en especial a su gesto. “Bien. Supongo que igual eres muy chico para esas cosas.” Comento el joven que tan rápido como había prestado atención a Leonor dejo de hacerlo.

De nuevo siguieron caminando por el lugar hasta que de nuevo el sacerdote se detuvo. “Mira el obispo no llegara hasta mas tarde y me dijo que me ocupara de ti por lo que me ayudaras en un trabajo que necesito. Tomalo como una prueba.” Le explico el hombre que seguía avanzando. “Recuerdas eso de servir al obispo, al sacerdote y al diácono?” pregunto aunque bien sabia su respuesta.

“En esta iglesia se alojan personas muy importante para nuestra fe y necesito que te quede unos momento con ellos y que les sirvas. Esos hombres son guerreros de dios asi que no intentes ser mas que serio con ellos" le aclaro

La jovencita no puso inconveniente en que deseara hacerle una segunda comunión llegado el caso, suspirando aliviada cuando dejó de prestarle atención con respecto a la pregunta privada que le había realizado antes para continuar caminando por aquellos austeros pasillos de la basílica que pocos feligreses habían visto en su vida.

Entonces, el sacerdote le comunicó que el obispo no llegaría hasta más tarde y le pidió que, como prueba, se encargara de servir a unos guerreros de Dios que habían llegado hace poco y que se alojaban en el templo. Por supuesto, Leonor asintió ante las explicaciones y permaneció sumisa durante todo el tiempo, mientras contestaba – Así lo haré, padre. Seguiré a rajatabla todo cuanto me pidáis.

Tras ello, la huerfanita esperó a que le asignara la tarea y le dijera donde debía ir y que ropas debía vestir para la ocasión.

El hombre sonrio con cierta diversion antes de obligarse a ponerse mas serio. “Me parece lo correcto.” dijo terminando la conversacion por ese momento. No fue hasta que llegaron a una habitacion con vestimenta que el hombre volvio a hablar y le pidio que cambiara rapidamente las ropas a una mas eclesiásticas.

La ropa que le entregaba no era una comun no solo por su buena calidad sino por el diseño sobrio que seguramente era muy comun en ese lugar. Por suerte o tal vez porque ella tenia algunas veces a algun dios a su lado el hombre no se vio muy interesado en verla cambiar alejandose del cuarto el suficiente tiempo para que ella se cambiara con cierta tranquilidad.

Al regresar el sacerdote este dio un corto vistazo a ella y de nuevo sonrio antes de pasar su mano por el pelo de ella como si lo tratara de peinar. “Bien asi eres mas presentable. Sigueme.”

Si mas palabras siguieron adentrandose en el lugar hasta que finalmente llegaron a un gran salon. Este no estaba deshabitado ya que se encontraba lleno de gente armada con cruces bien visibles en su vestimenta, algunos incluso se parecian a los guardias que protegian las puertas de la basilica. Eso si ninguno parecia muy amigable ni con ella ni con el sacerdote Gino.

“Bien pregunta alrededor si necesitan algo, yo estare afuera un poco al costado para que me cuentes que necesitan.” comento para rapidamente marcharse dejando a la jovencita sola con lo que parecia como el brazo armado de la iglesia.  

Leonor continuó siguiendo al sacerdote hasta la habitación donde éste le tendió las ropas, y trató de cambiarse lo más rápidamente posible para no generar sospechas. Afortunadamente, y como todos los trajes de monaguillo, las prendas eran anchas y amplias para poder seguir escondiendo como siempre su pequeña daga en su bota sin problema alguno y para que nadie pudiera sospechar de su condición de mujer. La damita se sintió muy agradecida de que aquel hombre de fe no le prestara la más mínima atención mientras se cambiaba, aunque procuró demorarse lo menos posible y se acercó sumisa ante él cuando hubo terminado, aceptando su caricia en la cabeza mientras le sonreía.

Aquel hombre le gustaba puesto que, por su mirada, no parecía un hombre de fe estricto ni convencional, sino más bien todo lo contrario. No estaba muy segura pero algo le decía que no sería demasiado duro con ella si cometía algún error. Aun así, esperaba no tener que comprobarlo, por lo que asintió y siguió al padre Gino hasta el salón donde los hombres armados de la iglesia estaban congregados.

Servir a esos hombres podía ser una tarea dura o tediosa, pero desde luego era una excelente oportunidad de conseguir información interesante que pudiera darle una idea de qué era lo que pensaba el brazo armado de la iglesia y cuáles serían sus movimientos. Tan solo esperaba hacerlo lo mejor posible, mientras se acercó a los guerreros con actitud servicial, con la intención de ofrecer ayuda en cuanto la necesitaran e informar cuanto antes al sacerdote.

La situación en la que se encontró Leonor a los pocos segundos de entrar fue una muy tensa. Sabia que eran humanos o al menos no eran vampiros porque era de día pero las miradas y los sentimientos que mostraban a ella no parecían otra cosa que los que mostraba una jauría de lobos a su presa. En esa sala sentía que no estaba ni un pedazo de la famosa solidaridad cristiana y eso ponía nervioso a su instinto, haciéndola incluso pensar que esos hombres sospechaban algo en ella.

“Ven aquí joven…” llamo uno de ellos un hombre que parecía joven y mostraba una barba recortada junto a una armadura con la cruz orgullosamente mostrándose. “Quien eres y que haces aquí?” pregunto ofendido por alguna razón que no sabia ella.

Por mucho que se imaginara la situación como algo malo, no había esperado que aquellos supuestos hombres de fe fueran tan inhumanos y resultaran tan violentos en su forma de actuar como lo estaban siendo. No obstante, la jovencita se armó de valor y trató de atenderles lo mejor que supo, acercándose al guerrero con pinta de pocos amigos que la había llamado para mostrarse lo más sumisa ante él.

-Mi nombre es Leo, mi señor. Soy un monaguillo de la basílica y me han dado instrucciones de serviros en todo lo que preciséis ¿Hay algo que necesitéis de mí? – Preguntó, agachando la cabeza con humildad, suponiendo que aquel joven sería cruel con ella simplemente por placer.

Tal vez fue porque tenías la cabeza agachada o porque el tipo era genuinamente muy rápido pero pronto sentiste su mano en tus cortos cabellos y su fuerza cuando levanto tu cara. “Eres un pusilánime.” Le dijo a la joven sin parecer tener razón alguna de sus palabras. Dicho eso la soltó empujándola hacia atrás, pudiéndola hacer caer si no tuviera tanto equilibrio.

“Ven lo que les digo!” grito fuerte señalando a Leonor. “Tienen jóvenes afeminados, bastardos de las familias consentidas de esta ciudad. Por eso mismo luego llega un mediocre a ser obispo de este santuario de dios.” Proclamo a sus compañeros de armas que golpeaban la mesa y lo incentivaban a seguir, lo cual tras indicar que hicieran silencio hizo. “Venecia estuvo corrompida hace 4 años y lo está ahora. Pero el papa lamentablemente detiene nuestra mano.” Decía con enojo hasta parecer desilusionado al final.

Se fue acercando a Leo, que sintió como su instinto le decía que se alejara de ese lugar y de ese hombre en particular. Por suerte este detuvo su marcha en mitad de camino. “Si fuera por mi te azotaría hasta volverte un verdadero hombre pequeño.” Le juraba y pasaba su mano por lo que se veía como el pequeño azote usado para apurar al caballo. “Pero ya que eres tan servicial a nosotros te pediré vino, lo mas rápido posible. Espero entiendas que te pasara si tardas.” Comentaba tocando el borde en un amague a sacarlo. “Ve a ahora.”

Quizá fuera porque aquellas personas supuestamente pertenecían a la iglesia, o porque ella había sido destinada a servirles y no había razón para ningún tipo de acto cruel, que Leonor no se esperó lo que vino a continuación, lo cual hizo que casi se cayera cuando fue empujada hacia atrás con una violencia innecesaria.

Tras ello, permaneció ahí parada con expresión sorprendida mientras ese guerrero la increpaba con desprecio, mostrándose irreverente no solo hacia la casa que les daba sustento sino hacia el mismísimo obispo que les acogía.

No parecía que ninguno de los presentes deseara contener su lengua a pesar de las insolencias que escupían. La jovencita no entendía qué quería decir ese hombre con que Venecia había estado corrompida hace cuatro años, pero no tuvo demasiado tiempo para pensar en ello al ver como se acercaba amenazadora hacia ella con la clara intención de hacerle mucho daño.

Afortunadamente la huérfana pudo reprimir sus impulsos de salir corriendo, lo suficiente para escuchar sus ordenes y asentir rápidamente ante sus demandas, justo antes de salir corriendo para cumplir su cometido.

No sabía cuánto tardaría cualquiera de aquellos mastodontes en hacerle daño, pero no estaba dispuesta a darles ningún motivo para que empezaran.

Esas personas servían a la iglesia como tantas otras personas, aunque ellos estaban lejos de ser como la mayoría de las personas que ella había conocido como servidores de dios. Sin duda podrían parecerse más a los fanáticos que ella ayudo a arrestar o mejor dicho a ese obispo parisino que se encontró en la iglesia de los franciscanos.

De cualquier modo mientras pensaba en ello ya había salido de la habitación y se encontraba con Gino. “Lo siento mucho, pero viste como son.” Se disculpó el joven que la guio por el camino hacia el vino que ayudaría a llevar hacia esos cruzados. Cuando entraran los dos juntos no se ganarían una mejor mirada e incluso se concentrarían mas en Gino esta vez acusándolo de acostarse con putas sucias. Gino como había hecho ella se quedo sumiso y sin responder de ninguna manera ante la agresión de esos sujetos.

Fue un tiempo complicado que parecio durar horas en vez de los minutos que fueran antes que los liberaran. No sin antes escuchar cosas interesantes, como mas irrespeto con el obispo de esta Basilica y como conocían a alguien mejor para el trabajo. Gino no dijo nada y la motivo a que se fueran rápido.

“Que se vayan al infierno estos hijo de putas…” dijo en un susurro bien bajito cuando estuvieron en una gran distancia de ellos.

A Leonor le costó bastante hacerse a la idea del tipo de personas que se encontraban en aquella sala. Más que como devotos de la iglesia, se comportaban como animales, y no le costaba demasiado imaginarles realizando los actos más atroces en nombre de Dios, lo cual le produjo unas terribles náuseas.

Por todo ello prefirió dejar la mente en blanco y no pensar durante todo el tiempo que duró la servidumbre impuesta, mientras ambos eran insultados en el cumplimiento de aquella odiosa tarea. Cuando todo terminó, la jovencita no culpó al padre Gino por las palabras que salieron de su boca, sino más bien le aplaudió en su fuero interno, pensando que si no hubieran sido pronunciadas por el sacerdote, seguramente ella también las habría expresado en voz alta.

-No penséis mucho en ello, padre. Esos hombre no os conocen, por lo que tan solo estaban descargando su frustración – Le respondió para animarle, tratando de hacerle olvidar lo que habían dicho sobre él.