Partida Rol por web

El hombre se encontraba examinándola sin dar mucho con sus expresiones neutras en su cara a pesar de las palabras sentidas de Leonor. Al parecer no deseaba por el momento mostrar si lo que respondía ella era apropiado o no para que ella no tuviera mas opción que responder basado en sus instintos.

“Quieres convertirte en un embajador de nuestra orden en cierta forma?” pregunto curioso. “Eso es lo que te ha hecho ver maximiliano…o mejor dicho esto es todo lo que te ha hecho ver maximiliano?” siguió preguntando cerrando por un momento sus ojos como si estuviera pensando.

“La verdad debo decir que eres muy sabio para tu corta edad y si posees ese deseo en tu corazon entonces no veo razon para no ayudarte como me es posible en tu mision.” Comento tras un rato en silencio con su tono de voz relajándose un poco pero no sacando su seriedad habitual. “Espero que entiendas que me haz dado algo mas de esperanza en la humanidad. Sigue pensando asi y procura trabajar duro.” Continuo levantandose y tocando su hombre apretandolo no para causarle dolor sino para mostrar su apoyo.

Mirando a los costados antes de volver con Leonor finalizo. “Ire a mi habitación a hacer la recomendación. Si eres tan gentil podrias esperarme en la sala de entrada de nuestro templo.” Le pidio con delicadeza esperando su respuesta.

La muchachita quedó a la espera de la respuesta del superior de la orden, mientras le miraba con sus grandes y expresivos ojos azules. Era muy difícil poder leer los pensamientos de aquel hombre, por lo que no le quedó otra que esperar para ver cuál sería su decisión final.

-Así es. Me gustaría honrar a esta abadía y a Dios con mis acciones, dando lo mejor de mí para ayudar al prójimo y poder también pagar al padre Massimiliano por su bondad. – Afirmó convencida de corazón ante la última pregunta que le realizó.

Afortunadamente para ella, a Corradino le gustó lo que encontró en su interior, por lo que una sonrisa se ensanchó en las facciones de Leonor al escuchar su veredicto – ¡Gracias, gracias padre! Haré todo lo que esté en mi mano para no defraudaros. – Respondió entusiasmada mientras le besaba la mano con cariño dispuesta a cumplir sus instrucciones y esperarle en la sala de entrada del santuario.

Solo tuvo que esperar unos minutos en la sala de entrada, viendo como los hermanos de la orden se encargaban de limpiar el piso y cambiar velas que la noche anterior habia terminado. Tambien vio demas gente que veía rezar a aquel lugar, entre ellos la mujer con la que habia hablado hace tantos dias esta apenas la recordo pero la saludo de lejos mientras se ponia a rezar.

El ambiente era uno tranquilo extrañamente aislado de todo el caos que habia afuera y por extraño que parecia se sentia como un lugar seguro para estar. Era una lastima que ella tuviera otros deberes y fuera una mujer ya que este lugar bien podria haber sido un buen lugar para vivir.

Saliendo de sus pensamientos sintió como Corradino la llamaba e iba a su encuentro. En una de sus manos tenia una carta pero en la otra tenia un atuendo que se veia muy limpio y con el tamaño que tal vez encajaría en ella. Tambien tenia una bolsa donde esperaba que llevara esa ropa.

“Aca esta la recomendación y algo de ropa limpia. Se que entre los de la calle no son de separarse de su ropa, pero es mejor cambiarla cuando se puede en especial si esta sucia. Ayuda a que no te enfermes tanto.” Le comento ofreciéndole ambas cosas. “Si deseas cambiarte aquí, te guiare a un cuarto.”

Eligiera lo que eligiera era solo el comienzo de lo que tendria que hacer. Deberia ir a la Basílica. En el camino no pudo evitar sentir curiosidad por lo que decia la carta, por lo que hecho un vistazo sorprendiéndose un poco ya que era su primera carta de recomendación en su vida y le sorprendia como el lider de la orden la habia escrito. La letra era muy formal y la recomendaba agregando tal vez un poco mas de lo que ella habia expresado pero suponias que era una costumbre, al final de todo estaba su firma y sello confirmación que habia sido él quien la mando. Otro detalle que descubrio fue el nombre del Obispo de Venecia, Vittorio.

El camino hasta la basílica ocurrió sin problemas a pesar de lo ocupada que estaban las pocas calles de esa ciudad lo que le hizo tardar mas de lo que imaginaba. Al llegar frente a la Basílica se encontró a cuatro soldados con armadura ornamentada, una que reconocias como la que llevaban los guardias del Cardenal. Estos la miraron con desconfianza, aunque tambien lo hicieron con otra gente que pasaba y se apresuraba a entrar para escaparse de esa mirada.

Leonor agradeció las ropas limpias, adaptando el ofrecimiento del superior para que se pusiera en un cuarto de la abadía, y aprovechando la intimidad no solamente para cambiarse, sino también para leer la carta de recomendación que Corradino había escrito, encontrando para su sorpresa demasiadas cosas buenas a las que no tendría más remedio que hacer honor para no decepcionar al hombre santo que tan bien se había comportado con ella y que la había hecho desear quedarse junto a él para siempre, en aquellos muros cargados de paz.

Una vez que se despidió de aquella gente de bien, la jovencita encaminó sus pasos hacia la basílica sin saber muy bien lo que le esperaba allí. No obstante, no parecía que fuera a ser tan bien recibida, a juzgar por las miradas de los cuatro guardias de la puerta, los cuales parecieron querer echarla con los ojos ante su osadía de cruzar el umbral.

No obstante, Leonor les hizo una respetuosa inclinación de cabeza a modo de saludo al tiempo que imitaba al resto y se apresuraba a atravesar la entrada en busca del hombre al que debería entregarle la nota.

Los guardias la dejaron pasar sin hacer movimiento alguno para evitarle el paso, cambiando su vista hacia la próxima persona que quisiera entrar.

Dentro la joven se encontró un lugar con mucha más gente que la abadía de la orden franciscana. Gente de un status medio y cercano al alto se encontraban ahí rezando, hablando entre ellos y con los religiosos que se encontraban presentes. Habian unos monaguillos que se encontraban limpiando el piso y acomodando todo lo necesario para que los creyentes lo utilizara en sus rezos.

De nuevo se veían guardias del Cardenal, junto con guardias personales de la familia del Dogo y finalmente algunos guardias de la ciudad que quedaban algo opacados comparados con los anteriores.  La seguridad si bien no habia llamado su atención antes ahora mismo podria verse algo particular.

De cualquier forma su misión era otra y por mucho que buscaba en el lugar aun no podia encontrar a nadie vestido como un obispo. Solo fue hasta que uno de los religiosos le dejo claro que el obispo estaria pronto por ahí y este podria ver su carta. Tras unos minutos esperando por fin vio al hombre vestido como Obispo seguido a los costados por dos guardias del Dogo.

Tras atravesar las puertas y dejar atrás a los malencarados guardias, Leonor comenzó a admirar la arquitectura de aquel magnifico lugar con sus cinco portadas decoradas con mármoles y esculturas y pinceladas de majestuosos mosaicos. Resultaba verdaderamente impresionante bajo la luz del sol, ya que la única vez que había estado allí, había sido de noche, y los detalles ante las escasas luces de las velas habían sido imposibles de contemplar.

Pero ahora, las maravillas de aquel templo dedicado a la oración eran algo tan hermoso de admirar, que la joven tuvo que hacer un esfuerzo para que no se le saltaran las lágrimas ante toda la grandeza que se mostraba ante ella.

Por todo ello, no le importó demasiado tardar un poco en encontrar a alguien que pudiera indicarle donde poder hablar con el Obispo Vittorio. Cuando por fin alguien le dio las indicaciones, la huerfanita decidió permanecer sentada, e incluso se permitió una oración justo antes de reunirse con el hombre al que buscaba.

Entonces, por fin pudo ver al fondo a un religioso vestido con las ropas distintivas de su rango, aunque se encontraba lo suficientemente lejos como para que no pudiera apreciar sus rasgos. Ahora que lo pensaba, no sabía cómo era el hombre al que debía ver, ni la edad que tenía, y esperaba que no se tratara de alguien tan agrio o desagradable como el obispo Claude.

En cualquier caso, se puso de pie y esperó pacientemente hasta que se acercara, para realizarle una profunda inclinación de respeto una vez pasara por su lado, justo antes de pedirle permiso para hablar.

El obispo caminaba por la sala, aunque lo hacia con cierta rapidez que no era necesariamente extraño pero no parecia algo esperado tampoco. Su ropa se encontraba más que limpia pareciendo brillaba con cada uno de los colores que marcaba su rango en la sociedad eclesiástica.

El hombre era uno de mediana edad estando cerca de ser un anciano o al menos asi se veia en las canas de su cabello y barba. Poseía un corte circular recortado con una precisión impecable, junto con una barba que también se encontraba bien arreglada. Su rostro era sonriente con todos lo que se acercaban.

Fue cuando paso frente a Leonor con sus guardias que asintió sin demasiado atención a sus palabras y siguió de largo pareciendo sin intención de detenerse aun o tal vez de tener tiempo para un pequeño en su iglesia. Eso si, era claro que la había visto y a su letra.

La jovencita contempló como el hombre santo se acercaba seguido de los dos guardas que acompañaban, caminando a más velocidad de la esperada. Cuando llegó hasta su altura, Leonor se puso inmediatamente de pié, con la carta visiblemente entre sus manos. No obstante, cuando Obispo Vittorio pasó de largo, la damita no perdió el tiempo, y comenzó a andar hacia él de forma respetuosa al mismo tiempo que decía.

-Siento molestaros su excelencia reverendísima. Mi nombre es Leo y tengo una misiva del abad Franciscano Corradino... si tenéis a bien aceptarla. – Afirmó, haciendo una profunda inclinación de cabeza mientras se la tendía.

Si bien parecia que el obispo la ignoraba podias notar que los guardias que tenia ensima no lo hacian. Algo que se volvio mas preocupante cuando uno de ellos con rapidez tomo la muñeca de ella donde tenia la carta. Aunque lo que mas llamo la atension fue su intento de sacar su espada de la vaina contra la pequeña, que debia preocuparse si un guardia no tenia problema en manchar con sangre un lugar sagrado.

Aunque presintiendo un escandalo y abriendo con gran sorpresa sus ojos ante las acciones de los guardias, el Obispo intervino. “Basta! Dejen al joven y quedense tranquilos.” Les demando mientras los guardias lo miraron y miraron a Leonor antes de acerlo pero sin alejarse en ningun momento. “Me disculpo hijo mio, hay veces que dios nos pone a sus sirviente mas brutos a nuestro servicio como una prueba.” Dijo el hombre con una sonrisa amistosa queriendo sacar algo de tension a esa reunion.

“Pretendes darme algo? Tiene que ser rapido, que me encuentro muy ocupado.” Dijo el hombre que tomo la carta de ella y la abrió enseguida para leerla mas rapido de lo esperado. Suponias que no lo habia hecho completamente. “Bien. Quieres ser monaguillo aqui? Acaso los franciscanos no te parecieron adecuados? Tienes alguna experiencia trabajando en como monaguillo? Te sabes las oraciones? Sabes leer?” empezó a lanzar una tormenta de preguntas el obispo mientras seguia con su paso rapido saludando a unos cuando, tocando en la frente a otros y riendo calmadamente con las ocurrencias de los mas jóvenes.

Leonor se sintió totalmente sorprendida cuando uno de los guardias la atrapó de la muñeca, dispuesto a clavarle su acero entre las costillas. Estuvo a punto de darle un puntapié en sus partes nobles para zafarse de él, cuando afortunadamente el obispo intervino, para decirle al guardia que la soltara y para tomar su carta mientras continuaba hablado.

A la joven disfrazada de muchacho no le dio tiempo a agradecerle su gesto, cuando se vio invadida por la gran serie de preguntas que le realizó tras leer su carta con una rapidez asombrosa.

-Los Franciscanos son encomiables y dignos de admiración, aunque mi fe me ha impulsado a acudir a la basílica para poder ayudar a un mayor número de feligreses, al ser un lugar más concurrido. No tengo experiencia trabajando como monaguillo pero aprendo muy rápido, se leer y me conozco todas las oraciones de memoria. Si su excelencia reverendísima me concede la oportunidad de servir a Dios y a los hombres santos de este templo, daré todo lo mejor de mí para que os sintáis orgulloso.

Respindió sin demora, sabiendo que el Obispo Vittorio era un hombre muy ocupado y no tenía tiempo para perderlo en alguien tan insignificante con ella.

No sabias si el guardia vio el movimiento del pie, pero hizo mayor caso al Obispo aunque se te quedo mirando como lo habían hecho los guardias en la entrada. Pero eso no importaba ahora con el obispo teniendo tu atención.

“No tanto como piensas, son unos tercos y personas que juzgan demasiado duro a los demás personas. Se creen muy superior a las personas en especial a las que tienen dinero ya que piensan que todos seriamos mejores como vagabundos.” Dijo el obispo interrumpiendo tus halagos a la orden. Tal vez es por ello que la empezo a mirar con algo de desconfianza mientras escuchaba el resto de tus palabras.

“Me parece a mi que exhibes mucho orgullo en tu persona. Mucha confianza. Sabes que eso es un pecado?” pregunto el obispo que la miraba pero parecia muy pensativo, pero deteniendo su paso. “Que experiencia de trabajo tienes entonces o te has dedicado a mendigar toda tu vida joven?...” pregunto mirandolo fijo al rostro. “¿Te he visto en alguna parte?” fue su pregunta final a otra lluvia de preguntas.

Leonor se extrañó enormemente al escuchar la respuesta del Obispo cuando ella habló de los franciscanos. Sabía que había diferencias entre ellos, pero no esperaba que fueran tan pronunciadas, y mucho menos que se dijeran en voz alta delante de extraños.

No obstante, cuando continuaron las preguntas y Vittorio la acusó de orgullosa, la jovencita se puso colorada y agachó la cabeza con toda la humildad que pudo – No… yo… lo siento no era mi intención… tan solo quería daros buena impresión y mostraros que soy voluntarioso… yo... Rezaré todo lo que sea necesario como penitencia por mis pecados... - Dijo bastante avergonzada.

-He… he ayudado a mi mentor hasta que falleció y… y luego empecé a trabajar como mensajero para ganarme el pan… no no recuerdo que nos hayamos visto antes… aunque estuve en la plaza para recibir al cardenal como corresponde... quizá me hayáis visto aquel día. – le respondió, manteniendo la historia que presentó ante la guardia y esperando que fuera suficiente.

“Eso es bueno, al menos comprendes tu error y por ello no me veré la necesidad de mandarte a rezar. Pero luego espero verte en el confesionario.” Comento el hombre fingiendo una seriedad y frialdad que se comparara con su estatus pero habia algo extraño a él que no terminaba de entregarle esa seriedad que buscaba.

Lo siguiente que escucho recibio, una media sonrisa y aceptación con su cabeza. Aunque al llegar al tema de haberla visto donde parecio dudar un poco. “Yo espere al cardenal dentro de la Basílica, por lo que no creo que nos hayamos visto.” Ya que a pesar de que ahora era mareado el status de la gente dentro de la basílica sospechabas que cuando llego por primera vez el cardenal solo entraron los nobles y comerciante con cierto dinero.

“Pero eso no importa, ya lo recordare mas tarde. Por lo demas no veo problema en que seas un monaguillo aquí, aunque deberás lavarte mas seguido y quitarte ese sombrero para que te corten el cabello. Es una cuestion de higiene.” Le comento el hombre que parecia tirar unos terminos que Leonor debia aceptar antes de meterse dentro de la basílica.

La jovencita suspiró aliviada cuando el Obispo pareció relajarse, y asintió enérgicamente ante la orden de que fuera al confesionario más adelante.

-Así lo haré, su excelencia reverendísima. – Afirmó sin dudarlo a pesar de que en su interior no podía dejar de pensar que era el Obispo quien debería ir a rezar por haber hablado mal de los frailes Franciscanos.

Algo le decía que el hecho de que el obispo afirmara haberla visto antes, le traería problemas por alguna causa que aun no sabía explicar, pero no fue hasta que Vittorio no la aceptó finalmente, que Leonor no fue consciente de lo que implicaba su deseo de ayudar al padre Vico a encontrar la paz.

-¡Os lo agradezco enormemente! Iré ahora mismo a lavarme y volveré para cumplir todos vuestros preceptos – Respondió mientras le hacía un millar de reverencias antes de alejarse de allí con rapidez para no molestarle más.

Jamás pensó que tendría que perder sus preciosos rizos de fuego que la habían acompañado durante toda su corta vida. Aunque ahora que lo pensaba con detenimiento, su hermoso cabello tan solo le había traído desgracias desde que caminaba sola por las calles de Venecia. Quizá tendría que habérselo cortado antes… Quizá si hubiera sido así, nadie se habría fijado en ella y ahora su destino sería diferente. Pero Theo… Theo siempre la animó a conservarlo, diciéndole cuan bella y brillante resultaba esa salvaje melena que se asemejaba a una puesta de sol embravecida… Por ello y por muchas otras cosas, estaba segura de que cuando las tijeras hicieran su trabajo, una parte de ella se perdería en el suelo junto con sus bonitos mechones granate.

El obispo finalmente se vio mas complacido ante las palabras de ella, como si su anterior molestia no se habría presentado antes. Apoyando su mano en la cabeza del supuesto joven rezo unas palabras para darle fuerza y honestidad en la nueva tarea que debería realizar.

Tras ello lo dejo retirarse para volver a sus rondas con la demas gente en la basílica, los guardias como se esperaba lo seguían de cerca sin sonreírle a nadie y pareciendo muy a la defensiva.

Pero eso ultimo no tomo prioridad en los pensamiento de la joven que estaba mas concentrado en sus mechones pelirrojos que podrían desaparecer si seguía este camino. Aunque nadie la obligaba a hacerlo ya que ella podria retirarse ahora mismo y no creia que eso afectaria demasiado al Obispo, de paso conservaría un buen recuerdo de su hermano y no seguiria cambiando tanto como lo estaba haciendo estos dias. Porque en verdad el corte de pelo de ella no solo seria algo estético pero un símbolo de cierto abandono de lo que era antes y lo que terminaria siendo después, a pesar que eso se le escapara a la pobre joven.

Leonor sabía que no tenía por qué acceder a cortarse el pelo. Había otras formas de conseguir información, aunque todas ellas mucho más peligrosas y difíciles. Pero esas oraciones del obispo dándole fuerza para su tarea la ayudaron a decidirse, puesto que si al final se echaba atrás, nadie podría intentar mejorar las relaciones de la iglesia, ni enterarse de cualquier asunto importante que pudiera salvar la ciudad…. Además, una vez que se deshiciera de sus rizos, Selene probablemente nunca la encontraría al ser incapaz de reconocerla.

Sabía que no podía demorarse en su tarea, pero también sabía que le quedaba algo de tiempo, por lo que decidió emplear el poco que le quedaba en tratar de cumplir una de sus promesas antes de ser incapaz de hacerlo.

Por todo ello, la jovencita acudió a la que ahora era su habitación en la posada de los norteños, y aprovechó para darse ese demandado baño. Acto seguido, se cepilló cuidadosamente los cabellos, se colocó el vestido más bonito que tenía esperando que fuera suficiente a pesar de su sencillez, y encaminó sus pasos hacia la mansión Giovanni, dispuesta a tener esa charla con la hermosa Celia, que ya había demorado durante demasiado tiempo.

De nuevo la jovencita se desviaba de su objetivo por un tiempo para cumplir otra tarea que tal vez se relacionaba aunque era mas probable que no. Sin embargo como aprendería en el futuro el tiempo no es algo que espera a nadie ni siquiera a los poderosos vampiros.

El andar de Leonor fue tranquilo, sacando las prisas que tenia ella para llegar a un lugar y a otro. Su cuarto en los norteños era uno apartado del de Lord Konrad, aunque ella sabia bien que era un cuarto que solo servia para las apariencias estando su verdadero lugar de descanso en el cuarto de Konrad.

Tras el dulce baño y de terminar de vestirse observó el famoso amuleto que tenia con ella. Que le contaba una diferente historia de la que pensaba de ella misma y por ahí la ponia en una posición parecida a los nobles que estaba aun por visitar. Aunque aun ella no se acostumbraba a ello y es por eso que aun no se lo contaba a nadie.

Tras colocarselo lo mas escondido que pudo fue a hacia la casa de los Giovannis. En la puerta principal esperaban unos guardias, uno de los cuales ella reconocia y él tambien a ella algo que indico con un gesto antes de meterse adentro a avisar de tu visita.

Cuando volvio Celia se encontraba junto a él invitando a Leonor para entrara a la mansión de ellos. Una mansión muy grande que no terminaba de compararse con la de Gianna pero no queba muy detrás. La sala principal se encontraba decorada con distintos objetos de Europa, de medio oriente y África mostrando lo viajero que era esa familia. Eso sin ignorar un cuadro de gran tamaño colgada en el centro a la vista de cualquiera que entrara, era un retrato de la familia que tenia a todos los giovannis que ella conocia sumado otros muchos mas que no le sonaban. Sin duda eran una familia grande y ademas parecian tenerle importancia a ello.

Tras aquel baño reparador, y después de volver a ocultar su preciado medallón y de vestirse como una muchachita, la joven huérfana se apresuró a salir de la posada de los norteños para no cruzarse con Josef ni con ninguno de ellos por el camino.

El camino hacia la mansión Giovanni no duró demasiado, puesto que ella se conocía bien los atajos y los lugares de mejor acceso, que consiguieron ahorrarle un tiempo valioso hasta que finalmente alcanzó la opulenta morada de la familia.

Afortunadamente el guardia la conocía y no tuvo inconveniente en llamar a Lady Giovanni mientras la hacía esperar durante unos minutos hasta que apareciera. Nada más verla, Leonor no pudo evitar abrazarla con cariño justo antes de acompañarla al interior y quedar maravillada ante los objetos que decoraban los pasillos de la familia, que parecía ser extremadamente numerosa.

Finalmente, y cuando llegaron a la habitación de Celia, Leonor la miró con sus ojos claros y con una sonrisa encantadora antes de decir - ¡Mírate! Estás preciosa. Me alegra enormemente poder tener algo de tiempo para verte y saber que te encuentras bien. En todos nuestros encuentros anteriores siempre ha pasado algo y estaba preocupada por cómo te sentías – Afirmó, esperando que la jovencita estuviera menos afectada que las dos últimas veces que se habían visto.

La joven Celia se sorprendió bastante ante el abrazo, pero ni bien se dio cuenta de sus intensiones le devolvió el abrazo con igual cariño aunque con mayor timidez. La joven era asi en su personalidad y ahora encima su prima no parecia estar a la vista.

Sin embargo aun asi la trajo hacia dentro como buena dama, hasta que termino poniendola en un ambiente mas privado que era su habitación que se veia espaciosa con una par de cosas decorándola pero nada que comunicara mucho el tipo de persona que era Celia.

 Tras ello se la quedo mirando con una pequeña sonrisa, antes de ponerse muy colorada ante los halagos de ella. “Ah lo lamento, no quería preocuparte. Me encuentro bien, Anna tambien aunque no se encuentra en la casa ahora mismo.” Le comento ofreciéndole una silla para que se sentaran frente a una pequeña mesa para dos. “¿Deseas tomar o comer algo?” pregunto como buena anfitriona.

De pronto la miro entera a su vestido que no era el que ella le habian prestado. “Me alegra que hayas venido a verme, en verdad hoy no tenia mucho que hacer y me aburria.” Se sincero con un poco de vergüenza dejando algo de silencio para que Leonor continuara.