Partida Rol por web

A mi sangre, el cielo se atronó de las voces negras de aquellos elfos oscuros... Exaltados de mi rojo... exaltados de aquel combate extraño... Casi podía sentir sus ansias sobre mi piel... sus ojos sobre mi cuerpo... cuerpo que ahora se erguía orgulloso frente a él... frente al Viento del Desierto... Y en él me hundía... y a él me enfrentaba... rodeada de aquellos gritos negros que apenas si velaron su voz... un aliento que pareció iluminarlo todo...

Al-Azahar....

Sentí el erizar de la piel... sentí como la expresión se me desconcertaba a sus ojos... sentí el extrañar de las pupilas... el acelerar del pecho...Que era aquello? Calima del desierto que nubla sentidos, que emborrona... que arrasa... que inunda... La respiración se me aceleraba obligada por el palpitar del muslo... por el del pecho a su voz.... Al- Azahar.... Al- Azahar.... No significaba nada... significaba tanto....

Le miraba... apoyada sobre la pierna izquierda mientras la derecha tan solo aparentaba por orgullo una firmeza que no poseía... y en mi acero mi sangre se entremezclaba con la suya... igual que lo hacían las miradas... que se desbordaban...

No quieres...? No puedes....? apretaba los dientes... las manos sobre las dagas mientras me obligaba a apoyar el peso sobre la pierna herida... Y sentí el manar abundante de la sangre por el esfuerzo... por un movimiento que abría un poco más el profundo corte... y sentí el calor de mi rojo serpenteando la piel buscando la arena... y sentí su mirada comprender... y la mía arder... No es este tu lugar entonces. Sigue tu camino, Viento del Desierto... y sal de esta arena... pues me ofendes.... me humillas con tu condescendencia disfrazada de respeto... Que diferencia un golpe a un corte...? sangrar por dentro... sangrar por fuera... No peleas contra mi y me pones en peligro, a mi y al camino que he de recorrer... Y te pones en peligro a ti... Por Luna que no lo permitiré... el cuerpo se me inclinaba y se tensaba al acecho... Dolía... tanto... Sabía que aquella pierna me negaría el movimiento... sabía que no podría más que defenderme... sabía que allí uno de los dos debía morir... Mejor yo que él...

Dos entran... uno sale... esa es la ley del Coliseo, por ahora... entornaba la mirada llena de desprecio a las gradas... solo un segundo... para devolverla casi decepcionada a Kiurbu un segundo después... Yo les daré la muerte que desean ver si crees que no merezco el respeto de morir peleando...de medirme con tu brazo... las dagas trazaron surcos de plata... Pero deseo algo más que morir por mi mano para revivir con el recuerdo de tu sombra alejándose... con el de tu voz.... llamándome... la voz fue un susurro... un suspiro... quizá ni eso... Levanté la barbilla y las dagas... y la mirada... y la casta de mi raza... Aquí te espero Kiurbu... Tu sangre o la mía... bajo tu acero o bajo el mio... Pero mis dagas no volverá a besarte si tu lanza no intenta besarme a mí.... No somos los hakhim corderos que acudan mansos al sacrificio... no te trataré como tal.... Pelea o marchate... Elije ahora tu destino... Tú decides a quien herir, tú decides cómo vivir...? Yo también....

Le miré con la determinación de la diosa en el brillo de los ojos... con la respiración ardiente.... con el miel de la mirada más que eso...

Las palabras de Al-Azahar... de la blanca y plata... de la nueva, palpitan con fuerza en mi sien... acuciando con cada latido su dolorosa presencia... ¿Cómo podría...?... ¿Cómo explicarle...?...

Ormuz déjame a mi... yo pelearé con la sierva... lo está pidiendo... lo está decidiendo... ¿le negarás la petición a una sierva del Único?...

Mi insaciable e interesada alma se une al coro de voces que se arremolina en mi cabeza. Llevé mi mano libre de la rendida lanza a la cabeza, conduciendo mis indomables cabellos, del mismo color que la noche que la vió nacer, hacia atrás... alzando el oscuro pozo de mis ojos hacia la sedienta audiencia que no cesan de esgrimir, como afiladas cuchillas, su bulliciosas gargantas contra mi azotada mente. Todas y cada una de ellas, con sus ensordecedores argumentos, me empujan... me tientan a hacer aquello que juré no hacer jamás... ¿Quién decide?... ¿Yo decido?...

La sierva tiene razón Ormuz, sólo uno sale... las puertas del coso no se abren hasta entonces. Ha decidido morir bajo su mismo acero si tú no derramas su sangre... si tu decides abandonar el combate...

Insistió mi incansable alma torturándome con sus sibilinas palabras...

Mis ojos retornaron al brillo de su ámbar... respiración ardiente... brillo más que eso...

Cita:

Remolinos de sus palabras desordenadas entremezcladas con las de mi sedienta alma... con las de la clamorosa audiencia.

-. ¿Sabéis lo que me estáis pidiendo?... mancillar mi honor y el de los mios por capricho de estos despreciables seres hedonistas. Yo no pedí acudir a esta arena... yo no pensé hallar a una Sierva del Único en un lugar como éste... yo no creí encontrarte...- Mi voz muere con cada exasperada palabra. -. ¿Qué diferencia hay entre un golpe y un corte?...- Acariciando la cálida sangre que emana de la herida de mi cuerpo. -. El resultado de la contienda... de esta pantomima... de esta intencionada burla a nuestras tradiciones. Golpearte ya es suficiente agravio... más aun derramar tu sangre... mucho más aun poner fin a tu bendita existencia. - Inhalo abundante aire bajo el acuciante sol para exhalarlo dándole forma de palabras -. No estoy siendo condescendiente contigo... no pretendo humillarte... ni ofenderte... ni burlarme de ti... mereces todo mi respeto, el de mi acero... el de mi brazo... el de mi pueblo. Ya lo tienes... siempre lo has tenido.- Avanzo un paso hacia ella, sintiendo el calor que irradia su cuerpo. -. Ellos son los que nos humillan... ellos son los que se burlan de nuestro pueblo. Cuando decidí entrar en el Coliseo lo hice por un sólo propósito... uno poderoso que me obliga a soportar estas constantes vejaciones... todas salvo ésta. El honor, el orgullo de mis ancestros, de mi tribu nómada... es lo más valioso que me queda... ni uno de ellos hubiese siquiera golpeado tu cuerpo, prefiriendo la muerte... ¿Por qué habría de hacerlo su único hijo vivo?... ¿Por qué habría de hacer yo aquello que ellos nunca hubiesen hecho?... ¿Por qué...?- Mis ojos azabache se pierden en la inmensidad del cielo. -. Dadme una única razón, si es que la hay... que no sea acatar los deseos de los herejes... ni sus arbitrarias leyes, que no sea preservar mi vida pues ya os digo que ésta no está por encima del ultraje...- Mis ojos regresan a ella, llenos de convicción. -. Si no la halláis, os pido justicia... os pido que pongáis fin a este día con mi propia vida, preservando el intacto el honor de mi sangre...- Mi lanza rendida, con su punta señalando la arena.

Me vas a condenar a mi!!!!!.... maldito!!! A los dos mi compañera, a los dos.

Morkhalee bostezaba en su palco, mientras el público abucheaba. Los Hakhim ni peleaban ni daban espectáculo. En su mente repasaba las formas de reventar alguno con su magia. -¿Qué opinais, mi público, deberíamos enseñarle al Hakhim que hay destinos peores que la muerte? Desde las gradas, multiples sugerencias llegaban de los enfermos miembros de la audiencia. Algunas de ellas eran pintorescas. Otras crueles.

Algunas, verdaderamente aterradoras.

Su lanza... vencida por su propia decisión, besa la arena... y sus ojos observan, miden... calibran... vuelven a mi... Queman....

Cita:

Afilé la mirada. Sí... yo sabía que le estaba pidiendo.. aunque él no parecía comprender... Kiurbu hablaba.. y a sus palabras las mías morían en el pecho... igual que lo hacía el orgullo de la mirada... que se desmoronaba mientras sentía el pecho oprimir...

Cita:

Suspiré... sintiendo el dolor morderme el muslo... la rodilla... Sintiendo el fuego interior arder con fuerza... Lo más valioso...el único.... vivo.... Sí... sabía lo que le estaba pidiendo... y ahora... comprendía lo que me pedía él a mí...

La voz de la bruja resonó clara en aquella arena... por encima de los abucheos... por encima de los gritos... Y tras ella, imágenes de infierno eran sugeridas por aquellas gargantas oscuras... por aquellas almas negras... y a cada voz, mi piel se erizaba... mis manos se ceñían a las dagas... mi alma se retorcía... tanto...

Me giré a encararla... erguida.. orgullosa... con la furia visceral de mi raza en la mirada... con el porte espigado de la fe ciega que nada teme... ni al dolor... ni al tormento... ni a la muerte... y con la sonrisa desafiante en los labios me incliné ante ella... Saludo suave de mi gente... musical... casi un baile.... el gesto inclinado... pero nunca los ojos... que permanecieron altivos en los suyos...

Nada hay que enseñar a los Hakhim... dama Morkhalee... Dama Negra.... sabemos lo que es peor que la muerte.... y no es nada de lo que puedas ofrecernos....

La plata de mis armas volvió a girar junto a las caderas, junto al cuerpo que, lento... pausado por el dolor, volvió a él... a sus ojos negros... a su aliento de desierto... cerca... tanto...

Peor que la muerte... es traicionar nuestro honor... es vender nuestra sangre, la de nuestra estirpe... Peor que la muerte, es traicionar nuestro fuego interior... mi miel, salado ahora... se hundía en sus ojos negros... Te concedo la justicia que pides...Kiurbu... Viento libre del Desierto... el último de los tuyos... el último paso me llevo a su cuerpo.... y el dorso de la mano rozó su cuello suave un segundo para seguir su camino y besarle con el filo de la daga un segundo después... Sutil... sosegado... dulce... Tu honor permanecerá intacto... Vi sus ojos apagarse... y sentí el opacar de los míos.... Tu fuego permanecerá a salvo... Vi su fuerza mantenerle en pie... y sentí el flaquear de la mía... y al respirar su último aliento... justo antes del flaquear de sus rodillas... giré para encarar de nuevo a la bruja... a los gritos horrendos de sangre de aquellos elfos... Y con el odio en la mirada me alejé de él... me aleje de allí... ardiendo... consumida por la rabia...

Su fuego se había salvado.... el mío acababa de condenarse....

Que la Diosa me otorgue la venganza justa.... que la diosa me otorgue una oportunidad....

Vi con mis propios ojos la aceptación... la vi suspirar, pues no existía razón... ni una sola. Y asentí levemente, con el oscuro pozo de mis ojos enredados con su miel... miel enfurecida por la impotencia... miel hermosa... orgullo de nuestro pueblo.

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La voz de la dama negra, hastiada quizás de las vivencias de nuestro pueblo, eclipsó los incesantes y ensordecedores abucheos procedentes de sus subditos... miles de ellos... miles de pérfidas gargantas que pedían sangre con la que alimentar su lujuria. Abucheos que se tornaron, a continuación, en cientos de sugerencias, cada cual más perversa... cada cual más obscena... autoinfiernos cincelados por aquella mentes contaminadas por la corrupción... por egoismo... por placer.

Mis ojos, ignorantes de aquellas voces... de su Reina, permanecían enredados en la sierva de la luna, en la blanca y plata... en la nueva... en Al- Azahar; aislando mi alma... apaciguando mi fuego... preparándome para recibir el cálido abrazo de los mios, que perdonarán mi falta.

Vi a su alma retorcerse por dentro, azotada por aquellas perversiones... cada cual peor que la anterior. Al-Azahar temía por mi... por mi alma, más que por la suya. Colmada de tantas blasfemias e injurias, giró orgullosa... firme... desafiante... encarando a la Dama Negra, enfrentándose a la Reina y, con ella, a todas aquellas gargantas,... enmascarando su ofensa tras una sonrisa... tras un saludo propio de nuestra gente, enorgulleciéndose de ser lo que somos... enorgulleciéndose de nuestro pueblo.

Aquello llenó de orgullo mi pecho, haciéndome partícipe de cada uno de sus gestos... y de cada una de sus palabras.

Cita:

Giró de nuevo hacia mi... retornó a mi... ofreciéndose con cada uno de sus cadenciosos pasos... con cada una de sus palabras pronunciadas... con cada gota de su salada miel; ofreciéndome con una sincera sonrisa... con el oscuro pozo de mis ojos agradecido... en paz. La brisa, de espaldas, acompañó su último paso... enredando la blanca entre sus veladas piernas... meciendo sus cabellos hacia mi... regalándome su perfumada esencia... la calidez de su cuerpo... el dorso de su mano... el inquebrantable filo de su plata. Al-Azahar... flor de azahar.

Tomé abundante aire, inundando mi pecho... mi corazón... mi alma con su esencia... con su aliento.

Cita:

Sentí su filo terminar lo que hubo empezado... como así debía ser... como así quería que fuese. Un beso dulce... un beso mortal... un beso al fin y al cabo.

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Mis labios se entreabrieron para recibir por última vez su cálido aliento. El pozo de mis ojos enredados en la miel de los suyos, reacios, hasta la última gota de vida, a abandonarlos, a pesar de la inminente llamada de la Parca.

El plomizo peso de mi voluntariosa lanza la liberó de mi tacto... desplomándose, unos instantes antes que yo, en la arena.

Cita:

Poco a poco mi mundo se difuminó entre las sombras... y la noche lo invadió... una noche negra de luna nueva...

Al-Azahar

Después de que los monjes hubieran retirado el cuepor de Ormuz de la arena, no di tiempo a Anat y de descansar, entré directamente para luchar contra ella, asi que los monjes tubieron que curar sus heridas directamente en la arena.

- Buenas bella hakhim, hace bastante que no nos encontramos en la arena, ya es hora de ver los progresos que hemos hecho cada uno

El publico después del espectaculo con Ormuz pareció volver poco a poco a la vida, un luchador que no lucha no es interesante, simplemente aburrido, ellos estaban aquí para ver las chispas de las armas, la sangre de los contrincantes, su sudor, su olor, la tensión de sus músculos, y ahora conmigo en la arena iban a poder disfrutar de ello

Apenas llegaba a la puerta que había de alejarme de allí cuando las formas me cerraron el paso... Y me detuve para mirarles extrañada... con las dagas aún cálidas de su sangre... goteando de su rojo... con el dolor recorriéndome y extenuándome...

Qué queréis...? Los gritos del público aclamaron entusiasmados... y los monjes no hablaron... nunca lo hacían... solo levantaron el brazo despacio... y señalaron la arena... Svaltafer... Comprendo....

Volví a la arena con esfuerzo... seguida de aquellos monjes que una vez me detuve me rodearon iniciando sus cánticos... desgarrando mi túnica sin miramientos... exponiendo las heridas... los golpes... las magulladuras.... dejando mi piel expuesta a las miradas de aquellos elfos negros mientras el milagro se obraba... mientras la herida cerraba... mientras sujetaba el dolor jadeante entre los dientes... y el porte se me erguía lleno de orgullo ante el elfo de los ganchos infernales...

Svaltafer..... sostenía las dagas firme... más firme aún mi miel en sus ojos apáticos... desencantados y fríos como todos los de su raza... Ya es hora... si.... El destello estallaba en mis pupilas cuando los monjes se retiraron... cuando cadenciosa me acerqué hasta él... cuando las dagas iniciaron el baile junto a las caderas... junto al fuego de los ojos...

La mirada se me entornó a la Dama negra un segundo... mientras la sonrisa se teñía de malicia... los ojos más que eso.... La Diosa era grande... la diosa me había escuchado... Uno de los suyos... por uno de los míos...

El elfo arremetió con sus garfios... y al sentir el estallar de mi pecho... de la rabia que sentía por él y por su raza... espigué el cuerpo para girar esquivando su embestida... La túnica desgarrada y roja de mi sangre y de la de Kiurbu se enredaba en mi cuerpo a cada movimiento... y el arco de mi pelo le envolvió un segundo cuando suave me coloqué tras él... cuando levanté las dagas al cielo... cuando blanca y roja giré de nuevo alejándome de la estela de sus armas... dibujando filigranas de plata con la estela de las mías...

Me detuve a observarle... con las dagas aún ensangrentadas del rojo de mi casta... con el gesto malicioso... Que la diosa sostuviera mi brazo... que la Luna guiara mi valor y mi valía... Que la Diosa me concediera la justicia... aquel elfo pagaría por todos los demás... aquel elfo acallaría mi furia...

Ven...

La furia de Anat destelleaba como el fuego en sus ojos, estaba furiosa, no había podído desahogarse después de tener que matar a Ormuz y podría ser que la pagara conmigo ... un desquite.

A mi no me importaba demasiado siempre que nos enfrentaramos en combate, los sonidos de los aceros chocar era una música pseudo divida.

La gracilidad de Anat quedaba de manifiesto en sus movimientos, su agilidad había aumentado y parecía como si Aymee le hubiera enseñado pasos de su danza, su cuerpo moviéndose sinuosamente evitaban mis ganchos sin dificultad.

Pero ya conocía mas o menos las tecnicas de cada una de ellas y no estaba sorprendido por que evitara mis ganchos ... solo tenía que poner un poco más de enfasis en mis ataques.

Y así fue, cargando mis brazos hacia arriba y tensando cada musculos de ellos pensaba descargarlos sobre Anta en una vuelta girada para clavarselos en el pecho y dejarla en el suelo derrengada.

- ¡¡¡Allá voy Anat, preparate para probar el fria y helado acero de mis ganchos!!!!

Se lanzó contra mi pecho... y me sentí casi jadear ansiosa cuando afiancé las piernas en el suelo... cuando el movimiento suave de las manos las ciñó un poco más sobre la empuñadura de las dagas... cuando los hombros se tornaron fieros... cuando la mirada estalló indómita... y más que eso....

Venganza.....

Todo se detuvo... los gritos... la brisa... Solo presente el latido de mi propio corazón, solo el sentir de la Diosa en la sangre... en las pupilas... en la piel.... Y el plata de mi acero se levantó despacio, orgulloso... entrecruzándose con el brillo oro de mis ojos... con el fuego ardiente de mi aliento.. con el de mi pecho... Fuego que le esperaba, que le aguardaba ansioso y deseoso de su sangre... Fuego que clamaba justicia, fuego que la tendría. La diosa me había escuchado... y la sentía en mi pecho... la sentía en mi frente... Luna estaba allí... Luna guiaba mi brazo... Luna me concedía la justicia...

Le vi avanzar... cargando furioso contra mí... y a cada uno de los latidos de mi corazón, sus movimientos se volvían lentos...pausados a mis pupilas... e inclinaba la cabeza para observarle anticipando lo que habría de llegar... inclinada y al acecho como la leona observa y anticipa la presa... Y llegó a mi.... y me vio sonreir, fiera entre hombres, anclado mi oro en su mirada fría... Y aquel elfo vio y supo.... supo que la furia de Luna... le abrasaría...

El gesto leve del cuerpo me apartó de sus ganchos de infierno... mientras mi piel rozaba la suya al girar... mientras la esencia y el fuego del desierto le rodeaba... mientras mi aliento le abrasó la piel y la conciencia... Crees que puedes resistir a la Luna del Desierto?.... Nada puede.... No hoy.... No tu.... raza.... Vio las dagas buscar su piel... vio mis ojos miel reflejados en ellas cuando dulces le besaron el cuello... cuando mi pecho se apoyó en su espalda obligándole a someterse a la caricia profunda de mi acero... a su muerte.. a mi justicia... Hoy... el honor Hakhim... su fuego... prevalecerá...

Cayó de rodillas... y así se mantuvo un segundo mientras yo... tras él... levantaba la mirada y la sonrisa orgullosas a la Dama Negra... mientras con el movimiento grácil de las manos daba descanso a los aceros en la cintura.. mientras sujetaba su cabeza con dulzura... y su cuerpo... inerte y desgajado de ella.. caía en aquella arena... Y con la cabeza de Svaltafer entre las manos... aún permanecí un segundo erguida y desafiante... entornando la mirada a aquellas gradas ahora enmudecidas... Y el bufido no pudo reprimirse en el pecho cuando caminando tranquila, suave.. brisa del desierto me acerqué al palco de la bruja... cuando dejé la cabeza de uno de los suyos a mis pies... cuando de nuevo, la saludé al estilo de mi casta... de mi estirpe...

El desafío ámbar aún la buscó por encima del hombro cuando por fín me retiré a los barracones...

Uno de los suyos... por uno de los míos.... Gracias mi Diosa.... gracias....

La arena se veia vacia, faltaba algo. Mientras Ricardo esperaba lo notó. A pesar del griterio del público. se encontraba sólo. Aislado. El sol directamente en la arena, viento y... una figura se acercaba. Era Anat Ben Ishtar, una hija del desierto.

Saludos Anat. Ha pasado tiempo desde la última vez que hicimos ejercicio juntos. No creas que me he olvidado de tí. Tenemos pendiente una cena.