Cada uno de los 4 había llegado a la cima por un acceso en esquinas opuestas. Dos humanos, dos elfos oscuros. Cada uno por sus propios motivos. Pero todos habían matado para estar allí. Amigos, adversarios, compañeros... su sangre estaba en sus manos. Algunos lo lamentaban. Otros no.
La cima del templo desafiaba toda explicación. Cada una de las esquinas estaba comunicada con el centro por una rampa, empedrada en obsidiana. Tan oscura como el origen de aquél lugar demoniaco. En su cima, dos antiguos amantes enfrentaban sus artes mágicas en un duelo a muerte. De sus dedos surgían relámpagos, fuego, energías innombrables, mientras el otro eliminaba los esfuerzos del primero, y contraatacaba con salvajismo. Las energías dispersadas iluminaban aquel lugar, disparados en todas direcciones.
Y tras ellos, observándolos, un enorme demonio sonreía, ante el portal de su dimensión.
¡Dámelo! ¡Dámelo, maldita seas! Lo necesito para recuperar a mi hermana. Sabes que no puedes resistir mi poder. Y sabes que te mataré para recuperarla. ¡Lo haré!
Lorethien continua su asalto, imperturbable. Mientras que el parece esforzarse, su adversaria parece agotada, a punto de sucumbir. Pero ni pide cuartel ni lo recibe.
Una sonrisa triste cruza el rostro de Morkhalee. Lo sé. Pero todo lo que he hecho, los planes, los pactos... la perdida de cada trozo de mi maldita alma, h sido para este momento. Para detenerte antes de que destruyas al mundo por tu manta locura. Y no voy a caer... no voy a... CAER. Con un titánico esfuerzo, Morkhalee contraataca, reuniendo sus fuerzas en una lanza de luz, que parece brillar como el mismo sol.
Lorethien la desvía con un movimiento de la mano.
No deseo matarte. Pero lo haré. Sólo deseo recuperar a mi hermana. Y si para ello debo cambiar las reglas de la Muerte... ¡Sea!
Lorethien avanza golpeando las defensas de Morkhalee una y otra vez.
No durará mucho.
Reconoces al hombre que se enfrenta a Morkhalee. Es el hombre que irrumpió en la casa del Constructor asesinado.
Los cuatro gladiadores se lanzaron hacia la plataforma a la carrera. Era la hora de terminar con todo aquello.
De una manera o de otra.