Partida Rol por web

DUELO PARA KIURBU. ARENA LIBRE PARA NUEVOS COMBATES

El susurrante viento que mece mis oscuros cabellos me habló de él... me hablo de los misterios que entrañan las complejos oscilaciones. Por eso, cuando se puso nuevamente en movimiento, sabía exáctamente al lugar que se dirigía. Mi hambrienta lanza, enarbolada únicamente a una mano, le tomó por sorpresa... atravesando si pudor su torso, su negro corazón... uniendo ambos cuerpos... ambas sangres. El desconcierto asomó en sus ojos poco antes de abandonar durante un tiempo este mundo... un tiempo en el que éste, el mundo que conocemos, según me habían aseverado sería más seguro.

-. Ten cuidado en lo que deseas...- Mi aliento le envolvió en la creciente penumbra. -... o éste se volverá contra ti.- Extraje la lanza de su pecho... un movimiento seco que arrancó los últimos chorros de sangre... su último aliento. El cuerpo inerte del elfo se desplomó ante mí acallando por unos instantes los bramidos de sus congéneres... para dar paso, poco después, a la exaltación de mi nombre.

Deagradecidos...

Abandoné la arena pretendiendo dejar atrás aquel coso... sin poder conseguirlo, aun no.

Parnassus abordó a Kiurbu en la arena de entrenamiento, mientras clavaba su lanza en un círculo intermitente de sacos giratorios, pintados unos en rojo y otros en azul. El guerrero se colocó dentro de la arena y observó las últimas evoluciones del hahkhim, hasta que su posición en medio de la zona de ensayo lo obligaron a detenerse:

-Saludos, Kiurbu. Tiempo ha que no habíamos cruzado armas el uno con el otro. El hecho se notó ayer en la arena de parejas; el espectáculo fue breve y algo burdo. Creo que tendremos que volver a reajustar nuestros estilos. He visto que posees diversas nuevas técnicas, y lo mismo puede decirse de mí. Adecuémoslas como te mostré otrora; no volveremos a perder juntos.- dijo el guerrero colocando su guardia -Por cierto, ¿qué hace un hombre del desiertocodeándose con los lugareños en una taberna de rebeldes?- aprovechó el gladiador para hacer algo de conversación.

Sentí su presencia antes de que me abordasen sus palabras... el hombre de la máscara dorada, Parnassus.

Su visita era más que previsible, esclavo de su carácter perfeccionista, tras nuestra última derrota en la arena sentiría la necesidad de pulir los defectos para futuros desafios. No me había decepcionado, su premura por corregir los errores... su tenacidad en la perfección... es, en gran medida, lo que lo convierten en el campeón de la arena.

Clavé la obediente lanza en la arena dando por finalizado aquel entrenamiento. Últimamente se me veía más de lo habitual en aquella zona... y era consciente de los crecientes rumores en torno a mi figura.

-. Bien hallado Parnassus...- Me giré hacia él para recibirle con una sonrisa en los labios. El sudor es evidente en mi cabellos... en mi rostro... en mi tostado torso desnudo que muestra ambos tatuajes, cobra y escorpión enfrentados. Avancé con parsimonia, mientras me hablaba, hacia la ánfora de fresca agua... agua que derramé generosa sobre mi cabeza, mis cabellos, mi boca... refrescando mi cuerpo, mis entrañas... mi mente. -. Como gustes...- Respondía a su ofrecimiento, quizás dando la impresión de indiferencia... pero aquello era parte del juego.

Goteando agua entremezclada con sudor, me encaminé de nuevo hacia la abandonada lanza... para recuperarla. Parnassus, sin perder el tiempo, ya se había puesto en guardia... cubriéndose con los endemoniados escudos de obsiciana, cuyas aristas tantas veces habían probado la carne de otros, incluiada la mía. La protectora lanza trazó amplios círculos a mi alrededor componiendo una hermosa danza para relajar los contraídos músculos de mis brazos.

-. Buscaba a alguién... al igual que tú.- Mi perenne sonrisa se había acentuado ante su pregunta, las sombras no me habían arropado lo suficiente. -... al igual que aquel cazador de piel oscura, pocos traspasan el umbral con su filo... pocos tienen ese privilegio.- Terminé por decir antes de afianzar mis pies en la arena, aquel entrenamiento iba a ser muy provechoso.

Parnassus sonrió ante el comentario de Kiurbu, con la expresión de alguien a quien le llueve sobre mojado:

-No negaré que Kalofher tiene sus recursos; bien he podido comprobarlos las veces en que hemos trabajado juntos, y ambos le debemos la vida al otro alguna que otra vez. Aun así, en mi caso, como podría ser en el de Garruk, siempre me ha parecido algo irónico que me obliguen a dejar los escudos en el exterior; no necesito mithril para matar a un hombre...- comentó distendidamente, mientras se avalanzaba hacia Ormuz.

En efecto, como si subrayara sus palabras, los nudillos del gladiador golpearon de refilón la tráquea del hakhim, robando un poco de aire de ella. Aunque un molinete de la lanza apartó lo peor del duro ataque, las manos de Parnassus buscaban su nuez como aves de presa. En cuerpo a cuerpo el favorito resultaba, efectivamente, muy peligroso; Ahriman podía entender perfectamente su ironía, por propia experiencia.

El día había amanecido gris... de negro estaba salpicada mi alma... de sangre la arena... de entusiasmo el viento...

La obediente lanza se arremolina, danzando sinuoso a mi alrededor... desentumeciendo mis adormilados músculos... éste sería un día duro de entrenamiento.

Había sido el primero en llegar al coso de entrenamiento, pronto me pondría a ensayar con alguna de esas horribles máquinas destroza huesos. Sin embargo, su esencia irrumpió mis sentidos... atrayendo mi atención hacia la entrada al recinto.

El hombre cuyo nombre es recordado, el mismo que me había pedido consejo, se dibuja bajo el quicio de la puerta. Hacía tiempo que el viento no me susurraba noticias de él... bien recibidas eran.

-. Bien hallado Bautista...- Le recibí con una amplia sonrisa a la vez que detuve el baile de mi lanza. -... me disponía a enfrentarme a una de esas máquinas, si aceptas prefiriría batirme contigo aquí mismo... sin espectadores... tú y yo.- Enfrentarme a él era todo un desafío... desafío que se reflejó en mi oscura mirada.

No sacaría yo el tema de su inquietud, cada hombre es dueño de sus propias preocupaciones... compartirlas o no, sólo corresponde a éste.

Nubes... todas ellas entrelazadas, tejian su manto sobre el cielo para evitar que las caricas del sol llegasen a los mortales que se paseaban por los caminos de Angkortak. Sin embargo, el vagaba por las instalaciones del coliseo de la sangre buscando un lugar donde reflexionar... Sabia que todo iba a llegar a su fin en algun momento... consumir o ser consumido... ese era el desenlace y el sentia que cada vez estaba mas cerca, solo que no sabia cual...

Sus pensamientos se interrumpieron cuando paso por la zona de entrnamiento y el viento lo llamo por su nombre. Era Kiurbu, el viento del desierto... el unico que podria entender su situacion mas que nadie... el unico que podria darle consejo en estos tiempos de locura...

Tal vez pueda apelar a sus conocimientos y experiencias, cargando consigo a su propia y tangible oscuridad... o quizas esa oscuridad ya lo este poseyendo y solo podria luchar... o en el peor de los casos, no...Solo de pensarlo un escalofrio recorrio todo su cuerpo...

Por el momento se digno a responder al llamado del viento...

-Un placer volver a encontrarte Kiurbu... y sera un honor para mi probar mis habilidades contra las tuyas en un lugar tan tranquilo como este. Es mas.. quizas... si el tiempo nos deja...podamos conversar.

Dicho esto el espadachin se acerco hacia la arena de entrenamiento y tomo su posicion de combate. Apenas tuvo tiempo de respirar profundamente, cuando la velocidad del guerrero de la lanza lo sorprendio completamente zanjando su pecho con brutalidad. La herida corto por el medio sus ropas y dejo una gran hendidura en todo el pecho del espadachin.

Al agacharse y clavar su espada en el suelo, los cabellos le calleron por sobre su frente y por un instante su mirada se perdio entre la oscuridad de su interior. Rapidamente el guerrero se erguio dejando entrever sus ojos marrones que aun brillaban con la vitalidad que los caracteriza.

-Buen comienzo Kiurbu... veamos que puedo hacer yo...

Mi primer movimiento había resultado certero... la punta de mi protectora asta había penetrado en su defensa rasgando en profundidad la carne que cubre su torso. La brutalidad del impacto fue tal que le obligó a hincar la rodilla... a buscar el apoyo de su espada contra la arena... un apoyo efímero pues casi al instante se erigió de nuevo ante mí, con brío renovado en su mirada.

Ambos nos movimos en semicírculos... intentando escuchar los susurros del viento sobre el otro... prever sus movimientos para poder anticiparse a ellas. Su estudiada acometida me pilló por sorpresa, amago con su finta... desviando la atención de mi protectora lanza... obligándola a descuidar la parte alta de mi cuerpo. Su astuto filo no perdió la oportunidad ganada, sesgando mi rostro... desequilibrando con la maniobra mi cuerpo.

El fuego de mi insaciable alma acudió entonces al pozo de mis ojos... unos instantes tan sólo... para mitigarse poco después.

-. Buena réplica Bautista.- Mi sonrisa se acentuó a pesar de la sangre que discurría por la herida. -. Un avisa para que esté más atento a tus amagos...-

Las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer... uniéndose al de nuestra cálida sangre.

Aferré la protectora lanza con fuerza y afiancé los pies en la arena... el pozo de mis ojos estudiaron los suyos. ¿Qué me dices viento?...

La lluvia baño sus rostros, pero no pudo limpiar el interior de sus almas. Ambos estaban manchados por dentro y lo sabian... solo quedaba descubrir como iba a terminar cada uno, si cubiertos por su oscuridad interior... o logrando encontrar la luz nuevamente en su camino.

Las miradas se entrelazaban... las almas se enfrentaban... los aceros se cruzaban...

Era una lucha de entrenamiento, pero para ellos era mas que eso. Un instante de indecision, un atisbo de duda, un momento de debilidad y todo podia terminar. La herida en el pecho de Juan Bautista, tan profunda que casi logra liberar la impureza de su alma. El corte en el rostro de Kiurbu estuvo a punto de desencadenar la locura... por el momento ambos se mantenian controlados, apaciguando a su sed interior de oscuridad y caos, protegiendo su mente ante los ataques de sus propias sombras.

Un semicirculo se habia formado en la arena siguiendo la estela de sus movimientos, los gladiadores se median.. se sondeaban... buscando una abertura, una posibilidad..

Y de repente el espadachin la vio. Un paso adelantado mientras el Viento del desierto media con su lanza la distancia entre ambos, Juan Bautista vio la apertura cuando el Hakim errante cambio de postura y bajo su defensa. Fue en ese momento cuando las sombras se apoderaron de el en busca de sangre.

La mirada se enturbio, los cabellos se arremolinaron marrones como la tierra de la que alguna vez formaron parte. Una mueca en el rostro del hombre se dibujo como una sonrisa sadica en la tez amable y comprensiva del que instantes atras era Juan Bautista del Corral.

Un segundo fue todo lo que basto. Cuando volvio en si la garganta de Kiurbu estaba zajada de lado a lado, y su sangre brotaba a borbotones de la herida producida por la espada que ahora tenia en sus manos. Instintivamente Juan Bautista solto su arma y salto hacia su compañero para cubrir la hemorragia, pero la herida era demasiado profunda... Los abismos lo habian atrapado y habian conseguido que silenciase a quizas la unica persona que podia ayudarlo. La mirada del heraldo de los vientos era cada vez mas transparente y denotaba como la vida iba abandonando su cuerpo.

-NOOOOOO!!!!!!!! Kiurbu... LO siento... no se que fue lo que...Yo solo..... lo siento... Debes decirmelo... tiene que haber alguna manera de detenerlo, KIURBU!!!!!!

El antiguo soldado humano yacia en el suelo tratando de mitigar la perdida de fluido vital de su compañero... pero sus esfuerzos eran en vano. La vida se le escapaba entre sus dedos, y no habia nada que Juan pudiese hacer para evitarlo... Tendria que apelar a los monjes, rapido.. pero no queria dejar al pobre hakim agonizante, asi que se quedo con el.

Vislumbré, asombrado, su fuego en la mirada... fuego reflejo del mío... un instante mortal en el que nada pudimos hacer, mi condenada alma y yo mismo, contra su filo que cercenó de lado a lado mi garganta...

He aquí que me hallo sobre la sedienta arena... alimentando con mi propia sangre su gula... la vida me abandona rápidamente... nada siento... el oscuro pozo de mis ojos sólo atiende a mostrarme un mundo borroso que se apaga... únicamente su arrepentida voz... compañía me indica que sigo vido, Bautista.

Le debía una respuesta y ahora que estabamos solos... antes de la llegada de la sombría amante... era el momento.

-. Nada puede detenerla...- Le dije entre estertores, heraldos de mi fin. -. No combatas contra ella... forma parte de ti... no puedes vencerla, extirparla, salvo que te entregues a la muerte.- Me ahogaba... me ahogaba... -. Usa sus miedos para intentar aplacarla... dominarla... busca la forma de hacerlo... pues debes ser tú, racional, él que le ceda el paso... y habrá circunstancias en las que tengas que hacerlo... ella puede llegar sitios que tú jamás lograrías.- Podía sentir su fría presencia... la parca me reclama a viva voz. -. Aprende a escucharla... aunque seas tú quién decidas... te advierto que no será sencillo... deberás ser firme... no bajes la guardia... no cedas a todos sus deseos... o acabarás siendo tú el sometido de tu sombría compañera...-

El frío abrazo de la parca fue rotundo... repentino...

Me combativa alma de vetas negra se retorcía contra la inevitable anfitriona... bramando el nombre de aquel hombre que la había vuelto a vencer... reclamando su sangre... prometiéndose venganza...

Bautista!!!!!... reza para que no vuelva... tu sangre será mía... aghhhhhhhhhhhhhh!!!!!