Partida Rol por web

El poblado estaba desierto. O lo que parecía un poblado. No sabía bien si lo era. Las chozas de barro parecían situadas sin concierto, ni orden. ¿Quien podría vivr en un lugar así?

En medio del lugar, o casi, parecía haber una placita, en la que hubo una fogata en su día. Aquel poblado, donde había dejado su barca, parecía un pueblo fantasma.

En aquella isla, eso podía ser más literal de lo que creía.

Me detuve ante firme ante aquel fantasmagórico poblado tras la pequeña colina.

Mi imponente figura se dibuja a trasluz... con la obediente lanza, sostenida a una mano, pendiendo a un lado de mi cuerpo... los cabellos mecido por la brisa de aquel lugar El profundo pozo de mis ojos escrutan el tenebroso horizonte ante mí... mientras una sensación de peligro inminente se apodera de mi cuerpo... peligro escondido en cada sombra... en cada rincón de aquellas precarias chozas de barro.

Siento cómo la cálida sangre es bombeada con fuerza a cada músculo... despejando mi mente... agudizando mis sentidos. Viento susurrante... que eriza mi tostada piel.

Ormuz, nos están observando... Sí compañera, yo también lo percibo... siento que nos esperan.

Algo habita este lugar aparentemente abandonado... algo oscuro.

Inevitablemente debía atravesar el fantasmal escollo si quería alcanzar el templo que majestuoso observa desde la cima.

Aquella había sido dispuesta como mi senda... que más cosas de mi vida habían sido dispuesto de la misma manera... y como entonces hice, poco a poco... bien alerta... sin vacilar, me fui adentrando en ella.

La extraña plaza, en medio de aquel caótico lugar, se fue agrandando ante mí... de la misma forma que se estrecha, a mis espaldas, el camino que me conduce a ella.

En medio de la plaza, un puchero reposa sobre las brasas ya apagadas. El único sonido es el viento, la única luz la de la luna. Cada choza parece vacía, aunque las puertas solo están entreabiertas.

Las sombras, que tanto habían acunado al asesino, ahora parecían burlarse de él.

En medio del fantasmal pueblo una plaza... en medio de la plaza un puchero... bajo éste unas apagadas brasas...

Extraño hallazgo para un lugar abandonado... si es que lo fuese.

Aproximé la palma de mi mano, medio acuclillado, a las brasas para averiguar, merced al calor que puedan desprender, si hubo un uso reciente... nada hice por el ver el contenido del puchero... pues el instinto me decía lo que en él hallaría... carne humana.

Mis oscuros pozos acuchillan la penumbra pretendiendo, sin malgastar el tiempo, perpetrar una sigilosa vía de escape.

Las brasas parece frías, pero la parte baja del caldero aun conserva una pizca de calor. Al acercarse, el brebaje huele a especias, verduras y carne. Tosco y primitivo.

Mientras Ormuz examina la escena, se percata de un sonido que conoce bien. El de una espada al caer a su espalda.

El metal del caldero aun preserva una pizca de calor... indicándome tan sólo unas horas desde su uso. Aquel lugar, como había deducido, no estaba abandonado... y mucho menos habitado por seres espectrales.

En eso, el familiar zumbido del afilado metal arañando el aire a mis espaldas reclama mi atención... exalta las alarmas de mi instinto. Aquel que habitase en el poblado no se puede decir que fuese muy amigable.

Ormuz cuidado!!!. La voz de mi insaciable alma me llegó con cierto retardo, pues mi cuerpo ya había reaccionado.

Repentínamente, el oscuro pozo de mis ojos encara aquel mortal sonido... y la protectora lanza, tras trazar una corta parábola, acude en mi auxilio.

¿Quién se hallará tras ese sonido?...

Ormuz antepuso su lanza ante aquella cosa, que solo el Profeta sabía lo que sería. Parecía una amalgama entre hombre y serpiente, que se abalanzaba sobre el en la oscuridad, cubierto de más serpientes aun, de diferentes formas y colores.

El ser esperaba matarle desprotegido. Ahora, simplemente esperaba matarle.

Clavé el profundo pozo de mis ojos en aquel ser... aquella aberración, medio hombre medio serpiente envuelto entre cientos de lo que parecían ser sus hijas. El asombro y la repulsión se adueño por un efímero instante de mí... sólo por ese instante.

La protectora lanza se había interpuesto entre su letal amalgama y mi carne. Cientos de malintencionadas lenguas bífedas apuntan contrariadas, siseantes, en la misma dirección. -. ¿Qué eres, o quién, traicionera criatura??.- Le increpé entredientes, ya que el esfuerzo de sostener su peso apenas me permitía articular palabra.

Un arreón final de mis recios brazos la apartó de mí, justo en el mismo instante en que una de sus malditas hijas se abalanzó hacia mi desprotegido torso... hallando únicamente el escaso vacío que había interpuesto, acertadamente, entre nosotros.