Partida Rol por web

Los rumores habían consolidado, lo que hasta ahora eran posibilidades, insinuaciones, se habían materializado. Iban a ir a la Isla. Para Aymée esto no era una sorpresa, no, no lo era. Desde su reclusión, no había hecho más que prepararse para ello. Aunque no lo estuviera, daría lo mejor de sí misma, era su momento. Moriría, o por fin... por fin sería libre!

Con ese pensamiento nutriendo su voluntad, su entereza, se dirigió una vez más, quizá la última, a la arena. ¿Quién encontraría en ella?

Cuando vio a Parnassus, sonrió, y un estremecimiento recorrió su espina dorsal. Era un buen augurio... había empezado en el Coliseo con él, pisó la Sala de entrenamiento entonces como un cervatillo asustado. bailó, pero nada sabía. Ahora era distinto... aunque eso no la privaba de morir.

-Parnassus... Gladiador. Parece que el círculo se cierra. Me alegro de que cuando esto acabe pueda decir que mi último baile en el Coliseo lo he bailado contigo.

Su cuerpo había ganado en aplomo. Seguía siendo estilizada, a pesar de sus voluptuosas formas. Pero se movía con una seguridad que antes no tenía. Y Parnassus pudo admirarla mientras ella se despojaba de su capa, dejándola en el suelo, unos pasos más allá. Todo empezó de nuevo, como aquella vez... Amelio tocando sus tambores desde su sitio, cerca de las gradas... el sonido de las cuentas, de las monedas tintineando, los velos meciéndose y dejando adivinar su piel, semitransparentes...

...y sus ojos, ribeteados del negro profundo de sus pestañas, oscuros como la noche en el desierto, noche bajo las estrellas, noche de cálido verano sin fin... sus ojos ...

Parnassus entro en el coso para el ultimo combate antes del gran evento. Su sonrisa se perfilo clara y angulosa cuando sus ojos de miel contemplaron a su mas preciada discipula en las arenas, Aymee, la belleza de las arenas, bailandole gracil como la primera vez. El guerrero dsfruto del momento, a pesar de saberse los mil y un trucos de la sensual hembra, dejandose atrapar en sus redes una vez mas. Pero esta vez, para sorpresa de la mujer, el tambien danzo al ritmo de su peueno mono.

Parnassus, entrenado en cientos de artes para su fin definitivo... el baile no era un secreto para el, aun a pesar de no llegar a la perfeccion de su rival. Su ama gustaba de verlo en movimiento, y los mejores maestros elfos oscuros ensenaban gracilidad, coordinacion y equilibrio por coreografia. Ambas figuras se movian juntas, esquivando y fintando, hasta que el hombre se acerco a la mujer y poso una mano sobre la de ella. Esperaba su caricia, pero simplemente no le importo. Y un contacto tan sincero fue tan desestabilizante para ella que dudo por decimas el clavarle la aguda aguja que portaba.

Al final se impuso el instinto y los nervios de Parnassus se hundiern en la dulce ensonacion del susurro de concubina.

Sin embargo, el guerrero no perdio la coordinacion que se esperaba, cuando su escudo detuvo la siguiente caricia juguetona, enganchando la muneca de su oponente en una de las aristas externas, mientras su casco se acercaba inexorable a la carnosa boca de la dama.

Podria haber sido un bonito beso, pero ya fuera la falta de control, o bien una intencionada jugarreta, la frente de acero abrio la boca de la mujer, que retrocedio repentinamente dolorida.