Accendiendo desde un oscuro callejón, una pequeña sala sirve de templo prohibido para los Hakhim. En medio de la sala, un altar sirve para adorar al Dios/Diosa de los Hakhim.
El altar posee una estatua, labrada en burda piedra por los miembros de ella. Un lado mostraba a la Diosa con su representación masculina, el protector y el equilibrador. La otra mostraba la Diosa, la pasión y la inspiración. Pero la estatua era una sola, Dios es uno que son dos.
A os pies, algunos Hakhim rezaban piamente.
Pasad, mi señora. Dice Achmed, mientras os muestra el lugar con un gesto. Aquí se reune los escasos miembros de nuestro pueblo que moran en la ciudad. Disculpadme. El hombre avanza un poco, y se arrodilla ante el Dios. Comienza a orar calladamente.
A la visión del lugar, de la estatua de la Diosa sobre el altar, la sensación calma de estar en casa pareció acariciarme... y recorriendo su formas con la mirada devota, la sonrisa dulce se me dibujó en los labios. Solo un Hakhim podría comprenderlo... sentir esa calidez que arropa por su sencillez, ese sentir sereno que te otorga el sosiego y la lucidez... que desdibuja el mundo y sus males, centrándote en tu propio Fuego... en tu camino... en tu esencia que no es otra que parte y pieza de Luna...
Caminé hacia ella, perdida en sus formas burdas pero amorosamente talladas y allí... frente a ella... las manos buscaron la capucha para descubrir la frente y la marca... y cerré los ojos un segundo buscándola en mi interior, en mi latir... en cada una de mis respiraciones... Hija de Luna nueva... ella siempre estaba conmigo...
Me giré con la sonrisa sosegada en los labios, con el miel de la mirada plácido, y con él recorrí el lugar y las gentes.... Y busqué el mío... el lugar que me acogería en la oración. No estaba muy lejos, un pequeño hueco al fondo de la estancia... Y caminando hacía él en armonía, me arrodillé yo también elevando mi alma al cielo... pues mucho tendría que hablar con aquellos hermanos... pero no antes de hablar con Luna...
Esperaré a que acaben los rezos para hablar con Achmed y con los que se congregan allí
Los cuchicheos recorrían el lugar de oración cuando la Sierva del Profeta reveló la marca de su frente. Algunos de esperanza. Otros de miedo. Era su pueblo y sabían quien era. Lo que era. Lo que podía llegar a ser.
El revuelo, susurrado entre la comunidad, y pasado de boca en boca, se extendería pronto por la ciudad. El juicio del Profeta había llegado a Angkortak.
Tras rezar unos salmos, Achmed se acercó a Anat. Su rostro, antes lleno de tensión y dudas, parecía ahora pristino, limpio de culpa. Caminaba erguido. Feliz.
Mi señora, este es nuestro hogar lejos del hogar. Aunque el desierto y los campos quedan lejos, se pasa entre susurros entre nuestra gente todo aquello que no puede compartirse con los paganos. Nuestro Fuego Interior late aqui unido. Arrugó el entrecejo. Hay mucho dolor de los nuestros en esta ciudad, mi señora. Yo puedo ayudaros a encontrarlo, a localizar y castigar aquellos que han dañado a los hijos elegidos de Dios. Mi vida es vuestra. Extendió un brazo, abarcando a los demás Hakhim, que la miraban embelesados. Todas nuestras vidas lo están
Un hogar lejos del hogar... Sí.. y más que eso...
Me había puesto en pie con el movimiento delicado del cuerpo... figura que ahora se erguía ante ellos firme pero sin orgullo.... y a su voz... la sonrisa se me deshacía en los labios, y el desafío me brillaba en los ojos...
Es esta una tierra demasiado oscura para gentes de sol como nosotros... Demasiado lúgubre para un pueblo que ilumina sus noches con rayos plata de su Dios... con la luz de su fe y de sus corazones... les observaba con pesar... Dolor?.... mi pueblo sufría?... Mi propio pecho me oprimía bajo la suave túnica que lo ceñía... La mirada miel buscó a la diosa en el altar, a la diosa en mi latir... Sí... mostradme de la iniquidad hacia nuestra gente... Y que Luna y su Profeta guíen mi mano y alienten mi fuerza y mi valor... porque si la venganza es justa... será nuestra...
Hay miedo entre nosotros, mi señora. Hace unos días un Elfo Oscuro apareció muerto, Khurgle, creo que se llamaba. Por ahora las pesquisas de los sádicos jueces les hacen perseguir y torturar a esclavos norteños, pero no pasará mucho hasta que sus iras caigan en todo humano, Hakhim u Orco de la ciudad. Achmed se inclinó ante la Sierva de la Diosa. No sabemos que hacer, mi dama.
Khurgle?... Los ojos se me afilaron interrogantes... Llevaba poco en aquella ciudad, pero después de lo vivido en ella, no podía por menos que sorprenderme de que tan solo un muerto levantase tantas iras... Acababa de dejar siete cuerpos sangrantes en un callejón oscuro... Un elfo menos no me parecía una gran pérdida...
No me parecía esta una ciudad que llorase y se inflamase por una una sola muerte... Quien era ese Khurgle? Muy importante debía ser si se toman tanto interés en su muerte... Y.. por qué se centran en los humanos norteños?... Más sadismo y oportunidad hay entre su propia sangre...
Levantaba ahora la mirada hacia los allí reunidos... observandoles con interés... Decidme... aquellos que podáis.. todo lo que sepais o tengais oído al respecto. El dónde... el cómo.. y el cuándo...
Varios se acercaron a Anat, rodeandole con lo poco que sabían ...Era un noble de alta casa... ...no, era miembro de una secreta sociedad... ...Vieron a un humano salir de su casa oculto en la noche... ...Los jueces no saben nada, así que matan por placer... ...Los norteños, justamente ofendidos por sus acciones, quisieron vengarse, y lo pagaremos todos...
Achmed pidió silencio La ley de los Elfos Oscuros es clara. Todo está permitido siempre y cuando no dañen a su sociedad. Khurgle no solo era noble, sino un capaz administrador de la ciudad, uno de los engranajes vitales para el comercio de Angkortak. Tal agravio a la ciudad, y por tanto al Imperio, es una aberración a los ojos de los Jueces. Khurgle colaboraba activamente haciendo este impío Reino más grande y mejor para sus diabólicos hermanos. Y sospechan de los humanos. Achmed se detuvo un momento. Imaginad, mi señora, con el poco aprecio que tienen por nuestras vidas, cuantas de ellas compensarían la muerte de alguien así.
Sí... imaginaba...
El suspiro escapó del pecho que sentía oprimido bajo un peso dificil de definir... o quizá no tanto... Los ojos y la expresión de aquel otro juez aún pesaban en él como losas de mármol... Sí.. entendía... demasiado bien. La mirada se me perdió en la estatua de la diosa buscando un consuelo que no había de llegar... Estaba segura de que aquel elfo.. de que aquel Khurgle, habría merecido una muerte peor de la que le vino a buscar... pero...
El bien de todos....
El Fuego interior abrasaba una razón que no quería comprender que el mal de uno, era el bien de todos... Cómo salvar a un pueblo? Cómo salvar a mi gente del dolor? Cómo parar a aquellos elfos sanguinarios y salvajes sin entregarles un culpable al que ajusticiar?... Aunque ese culpable, hubiese matado por derecho... aunque ese culpable hubiese obrado por justicia...
El miel de la mirada de deshacía con dolor mirando a aquellos que me rodeaban... El bien de todos... y las llamas de mi corazón peleaban furiosas una batalla perdida, una batalla imposible de vencer por ninguno de los bandos... No había otra opción... No había otra manera de terminar con aquello... Pero primero... antes de cualquier cosa... antes de decidir el camino... averiguariamos la verdad...
Que Luna nos ilumine las tinieblas, y su profeta las mentes.... la mirada grave de nuevo se posó en ellos... Decidme... que sé oye en el mundo humano... si es que lo sabéis... Si no quizá conociera a alguien que pudiera ser mis oidos en él...
Un humano... del norte... y al que debía una cena....
Poco más de lo que os hemos contado. Muchos de los que aquí ves son esclavos. Nos llegan rumores, susurros en el viento. Pero nada concreto. Solo las cruentas historias del trato de los Elfos y el temor a su ira. Los pocos que somos libres, mercaderes como yo, hemos aprendido a cubrirnos las espaldas. Pero el miedo es constante, en esta decadente ciudad.
Bien.... Sonreí comprensiva a aquellos hombres... Que Luna nos de la fuerza el valor y el discernimiento... que su profeta nos muestre el camino... Cuidaos de la maldad de la raza de esta tierra... y elevad vuestra fe y vuestros corazones a Dios... la sonrisa se amplio en los labios y en la mirada... Si es mi destino... hallaremos la senda...
Debo volver ahora al Coliseo... Achmed... a no ser que haya algo más que quieras mostrarme... Aún entorné los ojos para mirar aquel templo una vez más... muchas veces habría de volver... Mi alma te agradece que me hayas descubierto el templo... hermano... Es un consuelo y un regocijo encontrar un pequeño oasis en este infierno negro de herejía...
En el momento que necesitéis mi ayuda, solo debéis buscarme. Todos los Hakhim de la ciudad nos conocemos. Que el profeta os guarde. Achmed se inclinó de nuevo ante Anat, antes de volver a sus rezos.
Hoy, tenía mucho que agradecerle a Dios.