Partida Rol por web

-¿Tanto se nota...?

La pregunta era retórica. La sonrisa de Deseo se había ampliado, y ahora la luz de sus pupilas llegaba sin disimulos hasta Liu An. Era paradógico verlas golpearse, herirse, y sin embargo conversar con alegría.

-Vine a buscar mi Destino. Y lo he encontrado, Liu, lo he encontrado... no en las armas, no en la lucha. Lo he encontrado en un hombre... en mi alma, en su alma, en mi corazón y en el suyo...

Los elfos, en las Gradas, se esforzaban por escuchar. ¿Qué demonios estaban diciendo las dos Gladiadoras? ¿Qué podía mantener esa sonrisa en sus labios, mientras la sangre corría desatando ríos por la piel...?

-Cosas tremendas, terribles, están ocurriendo. Y peores vendrán... pero entre ellas, para mí el Sol ha salido, y ha iluminado las más oscuras tinieblas... Pase lo que pase, sé que está ahí...

Hacia escasos minutos que Delderius había combatido contra Ricardo. Y las últimas palabras de este danzaban en su mente, insidiosas, cuando despertó en la zona de resurrección.

El muy idiota había hecho lo único que podía poner en peligro la seguridad de aquella a la que creía amar: amenazarlo. Una amenaza no podía ser obviada, puesto que de hacerlo así parecería que tenía miedo de Ricardo.

Delderius casi maldijo. Deseo tendría que cambiarse. Estaba seguro que la dama de la arena no dejaría pasar esta oportunidad.

Al fin y al cabo el espectáculo debe seguir.

Esperó pacientemente hasta la llegada de Deseo a la arena. Le sonrió.

- ¿Tu sabes que no profané tu cadáver, verdad Deseo? ¿Entendiste ya a lo que me refería el otro día? ¿Has pensado en mi oferta de ayudarnos mutuamente?

Mientras hablaba sus kukris ya giraban en su mano

Todavía preocupado pro los rumores del torneo en la famosa isla, Renato paseaba por las arenas buscando con quien precticar.

Para su sorpresa, la gladiadora de la guadaña. La dama de los combates extra-rápidos permanecía relajada en su lugar y no parecía cortándole el cuello a nadie con su espeluznante arma

- Deseo - el pequeño picaro pronunció el nombre con respeto - Acaso deseas practicar antes de ir a esa isla - preguntó mientras preparaba sus cadenas e ingresaba en la arena - Creo que esta vez podré contigo - Nunca había podido. Pero si algo le sobraba a Renato era optimismo.

Deseo se cruzó con Renato cuando regresaba de la Casa de los Condenados. Allí había ido justo al acabar el duelo de Ricardo con Delderius, y sabía que encontraría allí al Norteño. Pero había que seguir entrenando, la noticia de que el Torneo a Muerte en la Isla era una realidad, y que estaba muy cerca, había cambiado muchas cosas.

Renato quería luchar... pero Deseo vio en la arena, esperándola, al elfo Oscuro. Y quería, tenía que hablar con él. -Vendré a verte luego, Renato. No me olvidaré. Ahora, he de cambiarme... y acudir a una cita. Siguió adelante, y se encaró a Delderius.

-Enseguida vengo, oscuro, deja que coja mi arma, y que cambie la seda por el cuero... Lo dijo con un deje burlón. Pero, a pesar de eso, los dos sabían que eran enormes combatientes, el uno  y el otro. En la arena, pero también fuera de ella. también con las palabras. Combatientes, aunque no necesariamente rivales... él lo dijo, y ella asintió.

Salió hacia el foso, pero regresó enseguida. Subió los escalones rápida, y se mostró como una visión. Apareció la punta de la Guadaña, primero. Y luego el resto de ella, su cabellera recogida en una cola de caballo, roja como la sangre, atada por la misma cinta que le había trenzado el pelo en el Palco. Sólo que ahora atada, como si fuera un simple cordel.

-Vamos allá, Delderius. Y en cuanto a tu pregunta... te entendí. No me ofendí, pero no culpo a Ricardo. Nuestro juego es difícil de comprender desde fuera, ¿no es cierto? Y... sonrió sinceramente, sin matices. ...Ricardo está cercano a mi... pero no está cerca de ti, ni nunca podrá estarlo.

Levantó su Guadaña, mirándole. Y empezó su juego, su tanteo...

-En cuanto a ayudarnos... no necesito que hables con Morkhalee, creo que nada puede decirte que no me haya dicho ya a mi. Ayudarme... sólo pudes ayudarme si sabes algo acerca del pacto de lorethien con el Nigromante, y el Ritual el Orbe. O de lo que tiene que ver con el Torneo de la Isla... ¿lo sabes...? Eso me ayudaría, sí. Pero, ¿en qué puedo ayudarte yo, Delderius? ¿qué deseas de mi...?

Siguió moviendo su poderosa arma a su alrededor, esperando la respuesta, sin perder un detalle de lo que estaba haciendo el elfo con sus kukris... tampoco Delderius la perdía de vista... ambos hacían bien... y ambos lo sabían.

DElderius asintió.

Luego todo ocurrió muy rápido. Ambos se atacaron con fuerza a la cabeza, y cayeron al suelo. Casi como una brillante coreografía.

El mayor impulso de la guadaña dio la victoria a Deseo. Y tal vez, de alguna manera, Delderius lo prefiriera.

No le hubiera gustado hacer lo que el necio de Ricardo le había obligado. Y con ese pensamiento tranquilizador, se hundió en las tinieblas de la muerte

DUELO PARA DESEO. ARENA LIBRE PARA NUEVOS DUELOS

Todavía preocupado por los rumores del torneo en la famosa isla, Renato paseaba por las arenas buscando con quien practicar.

Para su sorpresa, la gladiadora de la guadaña. La dama de los combates extra-rápidos permanecía relajada en su lugar y no parecía cortándole el cuello a nadie con su espeluznante arma

- Deseo - el pequeño picaro pronunció el nombre con respeto - Acaso deseas practicar antes de ir a esa isla - preguntó mientras preparaba sus cadenas e ingresaba en la arena - Creo que esta vez podré contigo - Nunca había podido. Pero si algo le sobraba a Renato era optimismo.

Esta vez sí se encontraron. Había sido un aplazamiento, pero pícaro y guerrera querían cruzar sus armas una vez más, disfrutar una vez más de sus artes y técnicas antes de que llegara el momento de la verdad... la Isla.

-Aquí me tienes por fin, Renato. Espero defraudar tus espectativas... y que no puedas conmigo.

Sonrió. El joven de las cadenas... así le llamaban. Le caía bien a la peliroja, así la llamaban a ella. Por unos segundos el rostro de Deseo se ensombreció. Cuando fueran rivales en la Isla... si es que llegaban a enfrentarse... no sería como aquí...

Pero apartó el pensamiento de su mente, y se dispuso a luchar.

- Pues yo espero SI poder - contestó el pequeño de las cadenas que se quedó mirando la forma en que la bella gladiadora movía su guadaña antes de, con un preciso y letal movimiento, cortarle el brazo izquierdo a la altura del codo.

Renato miró su nuevo muñon con sorpresa, pero reaccionó moviendo la única cadena que le quedaba con gran velocidad, buscando derribar a su rival. La afilada punta de la cadena que le quedaba viboreó en el aire, mientras la experta mano del pequeño de las cadenas la guiaba una y otra vez hacia el cuerpo de quien lo había herido de esa manera

- Es solo un brazo - murmuró el picaro, mientras apretaba los dientes y rogaba tener fuerzas como para terminar el combate sin desmayarse.

Era una rueda de la fortuna, pensaba Deseo. Cuando se dominaba el combate como ya lo hacían ellos, sólo la suerte hacía decantar la balanza.

Por eso se apenó de que Renato hubiera recibido tal herida, pero se preparó al mismo tiempo para recibir ella otra igual... o peor. Sin embargo, no se lo iba a poner fácil. Precisamente por eso los combatientes del Coliseo eran únicos, y eran los mejores. Nunca, nunca se rendían.

Volvió a hacer girar su Guadaña, volvió a mesurar el alcance de las cadenas, volvió a lanzar su arma terrible...

Pese a su habilidad, el pequeño de las cadenas no esperaba una reacción tan fulminante por parte de la gladiadora. Había perdido un brazo, si, pero estimaba que sus movimientos serían suficientes para colocar a Deseo a su merced.

Estaba equivocado. La guadaña giró en el aire y golpeó antes que las cadenas de Renato pudieran siquiera empezar su vuelo. No fue el brazo lo unico que perdió el pequeño picaro en el combate. Su cabeza voló por los aires, cercenada por el preciso y letal corte del arma de la bella gladiadora de la guadaña.

Los ojos de Renato, mietras su cabeza volaba, continuaron mirando a Deseo demostrando su incredulidad ante la precisión de los movimientos que habían acabado con el. Si aún hubiera podido hablar hubiera dicho, sin dudarlo, - Es imposible -