Partida Rol por web

Ricardo avanzaba sin descanso en dirección al centro de la isla. No tenía tiempo para descansar. Ni para pensar. Solo podía avanzar.

La sangre surgió del suelo, rodeándole junto con una parte del bosque en el que se encontraba. Y entonces lo escuchó. El grito, casi inhumano, a su espalda. Un grito que hacía mucho que no oía. El grito de batalla del berserker norteño.

Desde la profundidad dle bosque pudo ver a uno de sus hermanos abalanzarse sobre él, portando un hacha de dos manos que pocos hombres podrían mover, y mucho menos blandir.

-¡Tú! ¡Por los dioses, esperaba que fueras tú! Si no fuese por tí, habriamos colgado a estos malditos demonios y visto arder la ciudad. Pero ahora... ahora tengo la oportunidad de conseguir liberar a nuestro pueblo. Y para ello solo tengo que matar a un cobarde.

El anterior encuentro no había resultado agradable, si esto era una indicación de como sería la travesía estaba en serios problemas.
Una vez más pensó en Deseo, esperaba que estuviese viva. De hecho sabía que lo estaba, si le hubiese sucedido algo grave él lo sabría.
Un rugido acabó con las ensoñaciones del norteño.

Mala cosa despistarse en esta isla. O tengo cuidado o no saldré vivo de ella.

El rugido era pronunciado por una garganta humana, aunque la cara de salvajismo que tenía su oponente podría asustar hasta al más fiero de los lobos de las nieves.

Cita:

¿Te atreves a llamarme cobarde?. Acaso crees que fue facil hacer lo que hice.
De todas formas, sé que no sirve de nada hablar contigo, nunca entederas que realmente salvé a nuestro pueblo. Muy bien, dejemos que nuestras armas hablen por nosotros.

Y dicho esto desenfundó sus puñales y los hizo girar rápidamente en sus manos demostrando la maestría que tenía con ellos.

Enrique cargó contra Ricardo sin pensar en su seguridad, pero el puñalero rodó por el suelo amagando un ataque a la pierna derecha que hizo que se desequilibrara el berserker y fallara su ataque, cuando se incorporó a su espalda descargó sus hojas en el brazo derecho del salvaje, haciendole un buen tajo.

El golpe apenas afecto al berserker, por lo que Ricardo optó por la prudencia. Tanteó a Enrique con un golpe al torso, pero el embite del salvaje era tal que el golpe no fue con la contundencia que esperaba el puñalero.

¿Fácil? Esconderse como una mujer es fácil. Luchar y morir es lo dificil, pequeño. Tus puñalitos, armas de mujerzuela traidora, te servirán de poco en el campo de batalla. Mientras que mi hacha te hará pedazos. Podríamos habernos levantado. Hacerles pagar caro, como hice muchas veces cuando asolaron mi aldea. Pero nooooooooo. Tú y esos cobardes solo sabéis sentaros y dejar que os chupen el alma.

El berserker cargó de nuevo, con una sed de sangre imparable. La saliva caía por su boca en espumarajos, como si su odio por Ricardo no pudiese ser contenido por su cuerpo.

-¡Era mi momento, Ricardo! ¡Tú y tu estúpido protector deberíais haberos puesto a mi lado! Pero si gano el torneo seré yo quien ponga las normas. ¡Seré quien tenga el poder de liberar a nuestro pueblo!

El potente hachazo en el pecho hizo tambalearse a Ricardo, el cual casi cae al suelo.

Mierda. No puedo perder, no así. No contra él.

Idiota, aquí hay mucho más en juego de lo que sabes, pero está claro que no tengo tiempo de explicartelo, así que vas a tener que perdonarme pero tendré que derrotarte para que lo veas claro.

Estaba claro que la prudencia no servia de nada, pues no podía esperar dialogar con Enrique. Un nuevo hachazo se dirigía esta vez a su cabeza, sabiendo que sólo podía hacer una cosa cruzó sus puñales para detener el golpe.
Aun así el impacto le hizo retroceder arrastrando los pies y levantando una polvareda.
Enrique no daba credito a sus ojos al ver que Ricardo había detenido su ataque, y el puñalero aprovechó su duda para volver a clavarle sus armas en el pecho.

O doy todo de mi o no saldré de esta. ese hacha es muy peligrosa, tengo que acabar esto de una manera rápida y definitiva.

Lo siento Enrique, pero no me puedo permitir el lujo de perder aquí, una persona muy importante depende de mi. No pienso fallarle.

Abandonando toda prudencia, y con un gruñido parecido al del Berserker, Ricardo se lanzó contra la cabeza de su oponente. Era un ataque definitivo. Aunque si impactaba no acabaría con Enrique, desde luego lo dejaría muy mal herido.

La risotada del norteño carecía de humor. Más bien parecía rebosar desprecio. ¿La pelirroja del este? ¿Ese es el motivo de que te hayas vuelto un blando, Ricardo?

El puñal de ricardo abrió una brecha en la frente del berserker, profunda, que cubrió su rostro de sangre. Parecía una aparición, más que un hombre. Una letal máquina infernal de odio. ¡Te ví en la arena, Ricardo! Antes tu corazón odiaba a los Demonios del norte con una fuerza que empequeñecía la mía. Podía verlo en tu rostro, en la mueca de placer que cruzaba tu cara cada vez que mandabas a uno de esos malnacidos a la otra vida. ¿Qué ha cambiado? ¿La zorra? ¿La muerte del viejo ha hecho que te vuelvas un esclavo en tu corazón?

Enrique levantó su hacha con ambas manos en un último esfuerzo por segar la vida de Ricardo. ¡Yo te admiraba, bastardo! ¡Y no lo mereces! ¡Nunca lo mereciste!

Ricardo había logrado herir gravemente a Enrique, pero el berserker distaba mucho de estar acabado. De hecho ahora al final era cuando más peligroso se volvía.

Mi odio hacía los oscuros no ha disminuido idiota. Lo que pasa es que ahora me preocupan más la vida de los mios más que la muerte de ellos.
Los he odiado y eso no cambiará. Pero en la vida tiene que haber algo más que odio Enrique. Tiene que haber algo por lo que vivir. Yo he encontrado mi razón. Y no se te ocurra menospreciar a Adrían, hizo por nuestro pueblo más de lo que tú o yo podremos hacer nunca.

Pero no se podía dialogar con un berserker, el hacha silbaba nuevamente, esta vez contra el pecho de Ricardo. Un vez más las hojas cruzadas salieron a detener la embestida.
Aunque esta vez el puñalero no pudo pararlas del todo. Las hojas chirriaron al entrechocar, las chispas saltaron, la fuerza del berserker era mayor que la de Corazónfrio, y así el hacha fue bajando lentamente. Ricardo apenas pudo apartarse a tiempo, y la enorme hacha impactó contra su pierna derecha.
Podía haber sido peor, mucho peor. Había tenido suerte en dos ocasiones, no podía arriesgarse más. DEbía acabar con el combate ya mismo.

Medio cojeando, Ricardo consiguió poner un poco de distancia entre Enrique y él. Estaba pensando qué podía hacer cuando lo tubo claro.

Pero qué estoy haciendo. Este no es un oponente contra el que se puedan usar tácticas, es como un animal rabioso, hay que matarlo cuanto antes. Lo único que se merece es que lo haga de la manera más indolora posible.

Ricardo Corazónfrio ya se había decidido, la sangre que manaba de la herida en la cabeza del berserker le señalaba el punto clave. Sin dudarlo se lanzó al cuello de su compatriota. O vencia o moría en este embite, no habría un nuevo chocque de hojas. Aquí se decidía todo.
Pero el ataque no tuvo la solución deseada, ya que por lo visto el berserker se lo veía venir e interpuso su enorme arma. El golpe que iba a la yugular acabó dirigiendose al brazo derecho

Enrique lanzó de nuevo su hacha, pero los reflejos de Ricardo le permitieron cambiar su objetivo cuando esta se acercaba peligrosamente a matarle y clavar con un fluído movimiento ambos puñales en el brazo, retorciendolos hasta destrozar los tendones, para luego cambiar a su lado con un gesto felino. El aullido de dolor del berserker era el de un oso herido de muerte. Le quedaba poco. Ambos lo sabían.

La mirada del berserker cubría aquello para lo que las palabras se quedan patéticamente cortas. Levantando costosamente su pesada hacha con el brazo izquierdo se abalanzó de nuevo.

No iba a rendirse. Sencillamente, no sabía como hacerlo.

El norteño se dirigió corriendo hacia Ricardo, con el hacha sobre su cabeza. Sin embargo, cuando parecía ir a descargarla sobre su cabeza, cambió su trayectoria y trazó un círculo intentando buscar su brazo.

El combate era tan salvaje como podía esperarse de dos norteños, pero sobretodo la capacidad de soportar el dolor del berserker era asombrosa. Pese a tener inerte el brazo derecho se las arregló para lanzar un potente tajo lateral contra el brazo izquierdo de Ricardo.
El puñalero apenas lo vió venir, no se esperaba un ataque tan poderoso con un sólo brazo. Eso sólo podía deberse a la determinación de Enrique, si algo no le podía negar Ricardo es que era capaz de darlo todo y más por aquello en lo que creia. al igual que él mismo.
Una vez más los puñales cruzados se elevaron para detener el ataque. Y una vez más estos detuvieron a la pesada hoja del Berserker.

No voy a mancillar tu honor pidiendote que te rindas, tranquilo, si alguno de los dos cae aquí y ahora, será en combate singular.

El combate estaba durando más de lo que a Ricardo le gustaría. No podía permitirse el lujo de perder tiempo. tiempo que por otro lado no tenía. Debía llegar cuantos antes a la parte central. Y una vez allí cumpliría su cometido. Tenía un plan, pero necesitaba estar vivo para realizarlo.

Esto es o tú o yo Enrique, y lo siento, pero necesito que ser yo quién gane.

Ricardo trató de acabar con el berserker de forma rápida y casi sin dolor con un golpe al cuello, pero una vez más Enrique se movió más gracilmente de lo esperado y las hoas se dirigieron al torso. Aunque también podría ser un golpe mortal, desde luego sería mucho más doloroso.

Ricardo se movía con facilidad alrededor de Enrique. Las acometidas de sus puñales parecían frenarle al fin. Hasta la terrible fuerza del berserker parecía agotarse. Por primera vez, Enrique dudó e intentó evitar la embestida del norteño.

Ese momento de duda le costó la vida.

Ricardo se acercó como una una exhalación, entrando en combate corto donde el hacha gigante no podía maniobrar. Entonces clavó ambos puñales en el pecho del berserker.

Había terminado.

El hacha cayó al suelo, inutil. Del rostro de Enrique desapareció el odio, el desprecio, todo a lo que se había aferrado para seguir adelante cada día. Cadadía desde que le habían arrebatado su vida. Hacía tanto... Enrique se deshizo en los brazos de Ricardo. Ahora parecía más joven. Tan joven. ¿Cuantos inviernos había vivido aquel hombre? ¿20? ¿menos? tras la barba y el desprecio, apenas era un joven.

Le había visto apenas había llegado a la arena, un niño asustado y furioso. Le había visto luchar, con tanto odio, con tanta fuerza. Había querido castigar a los demonios como ellos habían matado a su familia. Había querido vengarse por su vida robada.

Yo solo... solo quería ser... como tú... Yo

Él jamás podría completar esa frase.

Ricardo cojió a Enrique entre sus brazos y lo bajó lentamente hasta el suelo, apenas se dió cuenta de que las paredes de color sangre se disolvian permitiendole continuar. Pero el norteño no se movió del lado del berserker, se quedó con él hablandole aunque sabía que ya no podía oirle.

Lo sé, Enrique. Lo sé. Ese fue el problema.

Yo no era un buen modelo a seguir. Eso es lo que aprendí de Adrian. El odio no te lleva a ningún lado, sólo te hace odiar más y más. Y te va convirtiendo en alguién cada vez peor.

Yo también estuve a punto de caer en ese abismo, pero me salvaron. Mis amigos. Te vas a reir pero uno de esos amigos era una elfa oscura. Sí, en serio. ¿Te lo puedes creer?. En fin, descansa Enrique. Ahora estás en paz. Estás en un lugar mejor, a salvo, seguramente con Adrian dandote la vara sobre lo que hay que hacer con nuestro pueblo. No te preocupes, nos volveremos a encontrar en la otra vida...o en esta ¿quien sabe? Si mi plan funciona lo mismo acaba todo bien.

Adios Enrique, adios...hermano.

Y tras decir esto Ricardo colocó los brazos de Enrique sobre su pecho, y la enorme hacha encima de su poderoso cuerpo. Despues se levantó y estuvo a punto de marcharse, pero se dió la vuelta, era uno de los suyos, no podía dejarlo así. Empezó a recojer piedras y aunque sabía que no podía perder tiempo no se marchó hasta que lo enterró. Hubiera preferido hacerlo al estilo de su pueblo, pero preparar una pira funeraria le hubiese costado demasiado y todavía tenía una misión que cumplir y gente a la que salvar.
Así con paso decidido Ricardo Corazónfrio continuó adelante, hacía el centro de esa isla maldita, con un pensamiento centrado en su mente.

Deseo, mantente viva. Tienes que lograrlo.