Partida Rol por web

El hombre de la espada no se movia... la danzarina de los desiertos seguia con su baile sensual y peligroso, acercandose y golpeandolo con una fuerza y precision asombrosas... pero Juan Bautista seguia alli, inmovil en el centro de la arena...

Las palabras de la dama llegaron a los oidos del gladiador... mas este parecia estar demasiado lejos como para oirlas, el Juan Bautista que Aymee conocia se hallaba vagando por una eternidad mas alla de lo que un humano puede concebir.

-Tsk..

Dijo sin mas la oscura figura que se quedaba en el centro del coso, mientras sostenia su espada con fuerza y recibia cada golpe y cada brisa provocada por la bella hakim. El rostro seguia escondido tras la mota de pelo que caia desde su frente, aunque los oscuros pozos de aquellos ojos podian verse mas que con la vista... con el alma...

Una negrura se filtraba en el ambiente desde la sombra de Juan Bautista, que parecia poco a poco ir expandiendose y cubriendo mas espacio en la arena... Desde las gradas el publico seguia aclamando el combate, pero desde el corazon mismo del lugar de lucha se sentia la tension reinante.

La oscuridad que se desprendía del espadachín, más que le rodeaba, inquietó a Aymée.

-¿No quieres decírmelo...?

Habían entablado una cierta confianza, y le extrañaba esta nueva actitud, que no había visto antes en él. Además, se mostraba poco combativo, así, los ataques de la Bailarina le llegaban, pero no eran devueltos. Ella titubeó. Pero en las gradas la turba de elfos vociferaba, había que dar espectáculo, había que complacerles, luchar.

Se lanzó de nuevo hacia él de un salto. Sus agujas entre sus dedos llevaban debilidad, él lo sabía. ¡Tenía que reaccionar!

Cayó sobre su cuello, allí sintió su mordedura. Y pronto, el dolor se diluyó en la sangre. Pero no estaba todo dicho... no hasta que uno de los dos muriera. No cabía pensar si era justo. O si era bueno. Simplemente, era así...

El hombre recibio el duro embiste de la bailarina de los velos, mas no se movio del centro de la arena.
Sus cabellos marrones se agitaban con cada golpe recibido y con cada ventizca provocada por estos, pero sus ojos seguian firmes debajo de su flequillo... como oscuros portales a los mas infinitos vacios del alma, sus pupilas se dilataban cada vez mas hasta que en un solo movimiento apenas perceptible zajo la muñeca de su rival que retrocedio sorprendida.

-Jjajajajajaja

Al fin la voz de ultratumba se hizo escuchar y resonar en el coliseo de la sangre. Aymee ya habia hablado con anterioridad con el espadachin y sabia muy bien que aunque su voz natural era grave a la vez que suave, este nuevo tono de voz no era nada relacionado a eso. La voz parecia venir de un lugar muy profundo y enterrado en el alma misma del antiguo soldado.

La velocidad con la que blandio su espada, la mirada escondida entre su melena, ese porte caido con un aire animal... el guerrero de la espada estaba completamente alienado comparado con lo que solia ser y esa oscuridad que lo escondia parecia ir esparciendose mas y mas.

-Saaaangreeeeeeee

Resuena nuevamente desde la mota de pelo que cubre la cara del guerrero, y esta vez se puede notar como su boca se abre y deja entrever sus dientes en una especie de mueca sadica. Apenas parecia un hombre... apenas parecia humano...

¿Qué les ocurría a los hombres que iba conociendo el el Coliseo...? Primero había sido Kiurbu. Se transformó ante sus ojos, era incapaz de entender qué clase de doble pulsión latía en su interior, que desató un odio y una rabia profundas y salvajes. Y ahora, Juan Bautista mostraba también esa ira a través de su mirada, a través de su voz. Incluso el cabello escondiendo los ojos febriles tras la mata oscura le recordaba aquella situación.

Sin saber por qué, se estremeció. No temía a la muerte, no temía el dolor. Su voluntad estaba puesta en el empeño que guiaba su lucha, y le daba fuerzas para combatir por encima de cualquier sensación. Pero algo distinto había en el fondo de esos oscuros pozos... algo que había visto también en el Hermano. Y que prefería olvidar.

-No entiendo...

No se detuvo a pensar. Siguió su balanceo, su cadencia, buscando el resquicio, la oportunidad. Su cuerpo seguía bailando mientras preparaba su ataque, aunque quienes la conocían podían notar que estaba inquieta. Bajo su velo transparente, Aymée no sonreía.

La hermosa mujer de los desiertos, la bailarina de las arenas... Aymee.. seguia contoneandose, bailando sensual y precisa con cada giro, cada quiebre de cintura, cada pausa marcada...

El oscuro ser que cada vez se parecia menos a un humano y mas a una bestia, aquel que portaba la espada de la discordia, con la que expandia su oscuridad por toda la arena...

Ambos, enfrentados... enlazados en un baile mortal que no terminaria hasta que uno de los dos cayera en la profundidad de los abismos de la muerte...

Ella queria saber, queria indagar sobre lo que le estaba sucediendo al podre guerrero que ahora se veia poseido por su negrura interior. Ella lo habia visto... ya lo habia vivido y habia sufrido por aquella sensacion de impotencia, y no queria hacerlo de nuevo... esta vez pelearia con todas sus fuerzas y acabaria con aquella maldad latente en el alma de Juan Bautista del Corral... solo quedaba saber si esa energia negativa solidificada en el interior de aquel guerrero, podia ser vencida...

Chocaron... el cruze fue de un segundo que duro una eternidad. Ella... orgullosa, valiente, y tenaz, fue a por su pecho. El... sombrio, maligno, y feroz, tambien busco su cuerpo... La sangre de la bailarina se derramo nuevamente sobre la arena, la profunda herida que mantenia cerca de su corazon la acercaba al borde de la muerte... pero ella volvio a erguirse, siempre orgullosa, siempre bella, siempre una bailarina del desierto. El.. magullado, golpeado, parecia estar en las peores condiciones y al limite de lo que cualquier humano normal podria concebir, y sin embargo su postura encorvada y su sonrisa sadica se mantenian...

-Entender... tu no necesitas entendeeeeer.... solo... MORIIIIIIR....jajajjaajja

La profunda y alienada voz del ente que residia en Juan Bautista se promulgo desde el ensombrecido rostro del gladiador. Las palabras irradiaban un odio extremo, como asi los oscuros pozos de sus ojos.. aunque en un tiempo marrones, ahora bajo esa mota de cabello no podia definirse claramente el color de estos.

La oscuridad volvio a arremeter sobre la bailarina con una ferocidad y brutalidad animal. Esta se defendio a su vez volviendo a golpear el pecho del heraldo oscuro, pero a cambio recibio un feo corte por arriba del ojo izquierdo... La sangre brotaba de la herida dificultandole la vision, y la sombra se expandia... esperando el momento justo para devorar todo con su infinita negrura.

Negro. Negro muerte, negro maldad, negro infinito. Así aparecía el color del alma de aquel que, sin embargo, había sido distinto. Y podía ser distinto. Anclada su mirada en la oscuridad apenas velada por el cabello, por la sangre, por el vuelo de los tules, la Bailarina hurgaba en el corazón del Espadachín, buscando la luz. No la encontraba.

En su lugar, la locura, la rabia. Se sentía morir, pero no quería dejar allí su vida, en este preciso momento, su vida, sin llegar a encontrar al Juan Bautista que conocía, que estaba dominado por ese ente tenebroso, atenazado bajo la losa ciclópea de la maldad.

No, no iba a morir, no ahora, no en manos de ese animal cruel que mordía su conciencia mientras su espada mordía su cuerpo. No, lucharía, daría a la arena hasta la última gota de su sangre, al viento el último hálito de su aliento, pero ni iba a dejarse vencer, no se dejaría derribar.

-¡No moriré tan fácil, quien sea que seas... no lo tendrás tan fácil...!

Con tristeza y dolor se decidió, dejó atrás reflexiones, sensaciones, y arremetió. Ambos lo hicieron. Juan lanzó su espada buscando acabar con el hilo de vida que aún sostenía a Aymée, una estocada directa al mismo punto por el que ya la había herido anteriormente, tratando de acabar lo empezado. Pero ella no vaciló, esta vez no, giró sobre sí misma, curvándose como una serpiente, y como una serpiente asestó su golpe, rápido, más de lo que el Espadachín podía prever, más de lo que podía sortear.

El veneno llegó a sus sangre, la llenó de humo, sus pupilas se dilataron, se vio a sí mismo entre dunas, en el desierto áspero, frente a una Hoguera ardiente, humeante. El viento le envolvió, y con él el humo, le ahogaba, le sofocaba... motas de fuego danzantes se incrustaron en su piel, no, lo hicieron en su carne, lo invadieron, lo inundaron, llenaron sus entrañas, sus vísceras, sus músculos... el fuego arrasó su corazón, el humo sus ojos...

...hasta que la bestia oscura se desgarró, revolcándose agonizando, debatiéndose por hallar un leve respiro, por hallar un modo de respirar... y no encontrándolo...

...la bestia murió entre estertores, torturada, ahogada. Y Aymée lloró por Juan Bautista. Pero se fue, dejando al animal donde lo recogerían más tarde...

Delderius entró con una sonrisa a la arena de Aymée. Le había hecho una pregunta a la gladiadora, y deseaba saber si le respondía.

- Saludos. ¿Tienes una respuesta a la oferta que te hice?

Roleo Pendiente

Tras observar con una sonrisa de agrado el baile de Aymée Delderius se movió rápidamente fintando a su adversaria, y lanzando un potente golpe sobre su abdomen

-Tu oferta... tu oferta parece tan oscura como tu piel, Delderius. Eres un ser extraño, ¿sabes?... por un lado ejerces una fascinación intensa... elegante, enigmático, inteligente, altivo.... atractivo, no puedo negarlo. Por otro, sin embargo... tus actos son repulsivos. Disfrutas ejerciendo el poder de tu seducción para herir a tus oponentes... que dejan de ser rivales para ser víctimas... carne de matadero.

La danzarina era también seductora... terriblemente sensual, y tremendamente atractiva. Se movía con la cadencia rítmica y ondulante de una odalisca en el lecho del Sultán, una deidad del placer, que vertía a gotas mesuradas... dejaba ver retazos de su cuerpo mientras bailaba, con maestría mostraba aquello que deseaba mostrar únicamente, y en la medida justa para que el que la seguía deseara más, se quedara con la sensación de que quería alargar la mano y apartar esos malditos velos...

Miraba al elfo con una sonrisa entre pícara y socarrona pintada en sus labios. Sus pupilas oscuras brillaban enmarcadas por el trazo negro que perfilaba sus pestañas, dándoles una profundidad que a duras penas conseguían mitigar sus parpadeos. Giró, y giró sobre sí misma, arrastrando al hacerlo un torbellino de sedas, giraron sus trenzas con ella, volaron como látigos de suave castigo, castigo que buscó infligir en el cuerpo de Delderius, flagelo de dulce azabache.

-¿En realidad crees que deseo ser tu esclava, mejor que esclava del Coliseo, Oscuro...? ¿crees que puedes ofrecerme algo que pueda compensar sentirme sometida a tus sádicos apetitos...?

La trenza y su punzante abalorio lo distrajeron, y Aymée aprovechó la vacilación del elfo para echarle al cuello uno de sus velos, que acababa de desatar de su cintura. Con un movimiento rápido lo atrajo hacia sí,  valiéndose del lazo de gasa, mientras al mismo tiempo ella se apoyaba en él. En un momento, un instante fugaz, dejó caer el velo y llevó sus manos hasta el rostro de Delderius, dejando en él una caricia apenas insinuada con sus manos, y la promesa de un beso que no llegó... en su lugar en su sangre se derramaron los misterios de la noche, los susurros de la amante experta, el deseo perplejo e hipnótico...

Delderius recibió el casi beso de Aymée, y sintió como el veneno de la bailarina impregnaba todo su cuerpo. Sus movimientos habían sido perfectos, y el guerrero oscuro solo pudo cambiar su movimiento, para golpear el brazo izquierdo de ella en retirada, mientras se movía engañándola para que su siguiente movimiento no fuera tan perfecto.

Pero lo fue. Delderius no pudo menos que sonreir, complacido. Ella tenía razón, al menos en parte. Y había mejorado mucho. Era justo responderle

- Buen golpe... - dijo aun turbado, pero sin perder la sonrisa ni la elegancia.- Tal vez sea hoy el dia en que puedas vencerme. Pero te equivocas conmigo, en parte al menos. No considero a ningún gladiador de este coso carne de matadero. Me gusta, es cierto, humillar, y herir. Ser mi esclava sería ser humillada y herida. Eso es innegable. Pero también valoro la belleza, y no desprecio aquello que me proporciona placer. Esta es la realidad: esta ciudad es de los elfos oscuros. Yo soy un elfo oscuro. Y tu eres una esclava. La pregunta en realidad es, ¿prefieres ser mi esclava o ser esclava de cualquiera a la que en un momento u otro te vendan?. Soy cruel, pero no innecesariamente cruel. Disfruto del placer mas que del dolor. Y se recompensar a quienes me sirven fielmente. De todas maneras mi oferta no implicaba necesariamente convertirte en mi esclava. Aunque es algo que desde luego estaría dispuesto a discutir con quien quiera que fuera tu dueño. Mi oferta era ayudarte en tu búsqueda, siempre que no fuera en perjuicio de ti o tu dueño. Por un precio evidentemente. Pero ese precio no tenía por qué ser tu vida y tu propiedad, salvo que lo que me pidieras fuera suficientemente importante y grave

Tras su largo discurso el elfo oscuro volvió a centrarse en el combate. Aymée se lanzaba contra él con terrible perfección. Pero había algo que la bailarina no sabía, y que el elfo oscuro no desconocía. Que sus kukris eran tan rápidos como los movimientos de ella. Y que una espada era mas larga que una mano, por dulce que esta fuera.

Aun así mucho a favor de Aymée es que ambas llegaran al tiempo. El filo afilado del arma de Delderius penetró en la garganta de Aymée mientras las manos de esta rozaban nuevamente, llenas de veneno, la cara del elfo oscuro.

Delderius se sintió arder y se llevó las manos a los surcos dejados en la piel. Mientras a sus pies Aymée se retorcía, desangrándose lentamente, con la victoria arrebatada de sus manos en el último instante. El elfo oscuro se las compuso para arrodillarse junto a ella.

- Dame una respuesta, Aymée. - dijo con la voz entrecortada por el dolor que producían en su cuerpo los venenos- No me gusta hablar tanto sin ser respondido

Era verdad... el elfo Oscuro había hablado mucho, y su actitud era la de alguien que merece una respuesta...

Aymée se desangraba por momentos, y Delderius, arrodillado a su lado, sin duda mucho más ansioso de su sangre que de su voz, que esperaba con más curiosidad morbosa que real interés, la apremiaba a hablar.

Pero el corte en la garganta de la Bailarina era atroz, y apenas podía pensar, de modo que poner en palabras aquello que su mente le dictaba sería una verdadera tortura. Aún así, se concentró, reunió fuerzas para lanzar con orgullo su proclama, para alzar en su imaginación la cabeza, mirar a los ojos del Oscuro, erguida, siempre desde el lado de su imaginación, y respondió.

-No... noh... s... soj... es...c...c...la...va!

No soy esclava, Delderius, no lo soy! Un esclavo es aquel por el que deciden otros. Yo decido por mi misma. Te lo dije ya una vez, y lo reafirmo. Tendrán mi cuerpo, me pueden humillar, herir, matar. Pero nunca, nunca pasarán por encima de mi propia decisión, de mí misma. Ni ellos, ni nadie... ni tú tampoco. Mi meta es alta, y no puedes ayudarme, si no es perdiendo. Iré a la Isla... y allí moriré... o seré libre ... y conmigo mi mundo...

Seremos libres a tu manera... A la mía... nunca hemos dejado de serlo...

Y expiró.

DUELO PARA DELDERIUS. ARENA LIBRE PARA NUEVOS RETOS