Partida Rol por web

Ambos gladiadores chocaron el acero una y otra vez, sólo se escuchaba el rechinar de sus armas. Ormuz desviaba mis ataques con armoniosos movimientos circulares que mas que frenar la fuerza del ataque, lo dejaba seguir fluyendo.

El combate se estaba volviendo interesante, los dos estabamos ilesos, hasta que se dio el primer impacto. Kiurbu me alcanzó la cabeza con su lanza, logrando desequilibrarme y abrirme una fea herida. Pero no sé como pude estabilizarme y desde atrás llevé toda la fuerza de mi torso en el hacha la cual dio de lleno en el hombro derecho de Kiurbu, siguiendo por los pectorales.

Ambos estabamos sangrando gravemente. Finalmente la sangre llegó y ánimo a los pacientes espectadores que ya empezaban a gritar pidiendo masacre.

- Y dime Kiurbu, ¿tienes algo feliz en qué pensar, o ya te has hartado de como recordar?

Tendría que terminar el combate rápido o la herida de mi cabeza podría empeorar aun mas y podría llegar a morir desangrado.

-Lo siento Kiurbu, pero tengo pensado terminar el combate rápido. Esta herida no se ve nada bien.

El intercambio de golpes fue brutal y la sangre derramada de ambos se entremezcló bañando nuestros cuerpos. Mi golpe en la cabeza sólo lo aturdió sorprendentemente un instante... para poco después atacar con redoblada energía. Su hacha mordió mi cuerpo en múltiples ocasiones ante la impotencia de mi obediente lanza... zarandeándome de un lado a otro mientras me abría la carne con cada nuevo envite. El continuo dolor torció mi gesto, obligando a mi perenne sonrisa a desaparecer... bajo el clamor del enardecido graderío deseoso de más y más sangre.

-. Sí general, tengo algo feliz en lo que pensar...- Me había dado un agradecido descanso o quizás se lo había dado él. La cálida sangre cubría mi cuerpo... un creciente charco de la misma se conformaba a mis pies. El pozo de mis ojos se alzaron del suelo para buscar los suyos... con el reluciente brillo irradiando de ellos... brillo de esperanza... brillo de convicción. -. No somos los Hakim un pueblo que se rinde facílmente... mientras quede algo de aliento en mi...- Respiración entrecortada. -... mientras quede algo de vida en mi... tengo un camino que seguir... un propósito que cumplir.- Mi sonrisa reapareció. -. Ven general, mi pecho no tiene mejor pinta que tu cabeza...-

Hice acopio de todas mis fuerzas para aferrar la obediente lanza entre mis manos... y afianzar los pies en la arena.

-. Esto es sólo una pausa...-

El combate seguía y ahora estábamos los dos al límite de nuestras energías. Pronto alguno de los dos caería, era inevitable. Pero no sería yo el desafortunado.

-Y dime Hakim, ¿Cuál es tu propósito a cumplir? Suena a que tienes algo en mente.

El ataque de Kiurbu iba directo a la cabeza, pero pude poner a tiempo el escudo y parar lo que hubiese sido el último golpe.

El cansancio y la pérdida de sangre ya se hacía notar, mis movimientos ya eran distintos, menos precisos, mas lentos. Igualmente Ormuz no parecía estar mucho mejor que yo.

Si no se terminaba el combate rápido los dos íbamos a morir.

Su escudo bloqueo mi obediente lanza en última instancia... cuando todo parecía haber llegado a su fin. Sus sucesivos ataues y la cuantiosa perdida de sangre lo había debilitado tanto como a mi. La contienda estaba llegando a su fin... un baño de sangre que a buen seguro satisfaría las ansias de lo alborotadores testimonios.

-. Cada uno tiene un propósito en la vida, General... no puedo decirle el mio.- Mi cuerpo giro como el viento con un moviento demasiado rápido para su enlentacido brazo... colocándome a sus desprotegida espalda... espalda contra espalda, para poner fin a su vida con el filo de mi lanza que apuntillo su nuca. -. O tendría que poner fin al suyo antes de tiempo... y eso no lo deseo.- Su cuerpo se desplomó sin vida sobre la arena... poco antes que el mio.

Los monjes evitaron esta vez que pereciese en la misma arena que él...

Un viento fuerte recorria los pasillos del coliseo.. algo distinto se sentia en el aire... no fue hasta que entro en las arenas del coso, que Juan Bautista se dio cuente del motivo de todo aquello.

La figura imponente, siempre misteriosa y orgullosa a la vez de la tormenta del desierto, del guerrero de la lanza de plata... el Kiurbu...

Habia regresado el hijo prodigo de la arena... el heraldo de los vientos, inmaculado en el centro de las miradas de la multitud esperaba paciente la llegada del espadachin.

-Bien hallado seas...Kiurbu... espero que recuerdes mi nombre, como yo asi recorde el tuyo todo este tiempo.

Luego de contemplar a su rival en todo su esplendor, Juan estaba listo para demostrar su brillo propio. Asumiendo su pose de batalla, se preparo para comenzar la lucha.

Sí, el viento arrecia fuerte...vigoroso... indómito en la arena... arena zalamera que se alza en remolinos para ser acariciada por su susurro.

Mis cabellos azabaches son zarandeados, intermitentemente, con cada ráfaga del vendaval. Mis ligeros ropajes se apelmazan contra mi piel a mis espaldas. El profundo pozo de mis ojos, ventana a mi ardiente infierno... al cubil de mi insaciable alma de vetas negras, fijo en aquella verja que dará pasa a mi contrincante.

Pocas gargantas tuvieron el arrojo de acudir con este día al Coliseo... pocas fueron las que se hicieron notar con sus bramidos.

Mi obediente lanza danza a la espera... dando muestras de impaciencia. Poco era el tiempo que restaba... escaso para prepararse al nuevo cometido... obstáculo insalvable a mi destino.

Pero antes....

La silueta del espadachín, cuyo nombre debe ser recordado, se dibuja en el polvoriento horizonte. Sus movimientos le delatan... indicándome que no se siente cómodo con las inclemencias del viento... viento que quiere arropar a su hijo...

-. Bien hallado seas... de nuevo...- Mi obediente lanza se detuvo al iniciar mis palabras... palabras susurradas al aire... palabras transportadas por una ráfaga de viento a su destinatario. -... Juan Bautista...- El respetuoso saludo propio de los de mi tierra, leve inclinación de la cabeza... nunca de la mirada. Orgullo común de los de mi casta... de los de mi sangre. -... no olvidé el vuestro en mi particular cautiverio... aunque he de decir, que a punto estuve de olvidar el mío propio.- La perenne sonrisa asomó en mis labios.

El combate se inició con la nueva ráfaga de viento... o ¿fué al revés?... ¿qué importa?...

Mi hábil oponente no había aun trazado su primer movimiento, cuando el viento guió mi cuerpo que giró como un molino al cielo... cuyas aspas sesgaron, primero, su vientre en profundidad para, poco después, proyectar su cuerpo, directamente, contra el arenoso pavimento... pavimento exultante que se comenzó a cubrir del fruto de su deseo, la sangre.

El dolorido cuerpo de aquel que se hacía llamar con orgullo Bautista se postraba, involuntariamente, indefenso ante mi... mi insaciable alma asomó a través del pozo de mis ojos...

El duro roce de las arenas del coliseo con el torso lastimado de Juan Bautista hacian mas profunda la herida que el heraldo de las tormentas del desierto le habia hecho al espadachin.

A duras penas Juan logra ponerse nuevamente de pie para contemplar a su adversario, desde su posicion incando una rodilla hacia su adversario, el Kiurbu se veia como un gigante... su regreso profesaba un futuro incierto, pero de algo podia estar seguro... no seria nada tranquilo...

Los futiles intentos del espadachin por hacerse valer frente a su oponente podian calificarse de valientes o estupidos... Frente al alcance de su lanza, la espada de Juan bautista apenas podia lograr meras aproximaciones...

Con gracia felina y movimientos pulidos a la perfeccion, el portador de la lanza dejo una estela de sangre, cuando al girar sobre su eje evitando uno de los ataques de Juan, dirigio su lanza nuevamente al pecho del antiguo soldado humano...

El impacto fue certero y la sangre que brotaba por la herida en el pecho, y la que salia por la boca de Juan, no dejaban lugar a dudas... Al valiente guerrero no le quedaba mucho luego de tales acometidas.

Solo la suerte podria salvarlo del verdugo... o tal vez otra cosa...

Escupiendo sangre, el espadachin solo queria saber algo antes de seguir...

-Donde...donde has estado...que pudieses olvidar tu nombre...

Dijo Juan bautista, entre arcadas de sangre y un colosal esfuerzo por mantenerse de pie.

El torbellino de desierto se desató, sin piedad, sobre el indefenso espadachín... la afilada punta de mi obediente lanza penetra una y otra vez en la carne de mi oponente... con cada giro... con cada ráfaga.

Mi insaciable alma se había apoderado de mi cuerpo... o fui yo el que me entregué a sus pasiones. La sangre brotaba a borbotones desperdigándose con el viento... nada ni nadie, una vez desatada la tormenta, puede pararla...

Un pregunta inocente se entremezcló en el torrencial bramido del incesante viento... obteniendo la respuesta del acero... acero que había atraviesa su armado brazo a la altura del hombro, seccionando tendones y nervios...

Los ojos del espadachín se posaron estupefactos en el ardiente pozo de los míos... sin comprender nada... nada salvo que la impaciente parca le reclama.

-. No es dónde... si no cuántos...- Le respondió misteriosamente mi insaciable alma.

Juan Bautista se sentia indefenso... sobrepasado... completamente inferior al poderoso guerero de la lanza. Pero algo cambio... la luz en su mirada, el ritmo del viento conjurado por su lanza, algo en su voz...algo cambio...

Al oir la misteriosa respuesta de su agresor, y no tener el tipo de contestacion que el esperaba Juan se enfurecio. Estaba casi de rodillas esperando el ataque final, y en un momento se habia levantado y con su arma en alto se encontraba en el flanco derecho del kiurbu para atacar con dureza su brazo mas habil. Luego dio un giro con su espada que obligo al hakim a recular hacia atras dejandolo mal parado para el proximo ataque de Juan Bautista.

-Que quieres decir!! como que cuantos??

Dijo el espadachin asumiendo su pose de batalla nuevamente.

-No me gustan los juegos, y si hago una pregunta espero respuestas... o silencio... pero no evasivas.

El epadachin parecia haber cobrado un nuevo aire, su intriga y su orgullo podian mas que su cuerpo fisico.