Partida Rol por web

Sin mayores contemplaciones busqué arrojarla de nuevo contra la arena... someterla allí al poder de mi insaciable lanza. Prevenida de mi anterior maniobra, su cuerpo evadió ágil mis intenciones... maldita sea!!... -. AGHHHHHHHHH!!!!!...- Vertí un demencial grito al aire, producto de la frustración... insatisfecho, quería su sangre ahora... y ésta me rehuía burlonamente.

Lejos de amilanar a la danzarina, se envalentonó arrojando sendos ataque que fueron bloqueados con brutalidad... ya que a cada uno de ellos le impelía una fuerza que la obligaba a retroceder... acorralándola con el hundido pozo de mis ojos.

-. Nunca pensé... nunca pensé...- Burlándome de sus gratuitas palabras. -. A diferencia de ti, yo pienso... sé quién eres... sé que pretendes... hermana...- Con la última parada empujé, descargando mi rabia con el rostro contraído, su delicado cuerpo hacia atrás... desiquilibrándola.

Gire mi cuerpo para tomar impulso hacia ella... indefensa... la pérfida lanza buscó insaciable su carne, beber del cálido manantial... perforando si piedad, al final del movimiento, su costado... al fin mía. -. Y no sólo yo... si no también el débil de Kiurbu...- Libero su pecho con igual brutalidad... dejando escapar gorgoteos de sangre mezclado con el aire... pronto sus pulmones se encharcarán... se ahogaran con la misma savia que los alimenta.

Ella se movía como una serpiente herida, esquivándole cuando podía, aguantando sus embistes con tanta entereza como era capaz de reunir. Había decidido no escucharle, se había propuesto evadir su conciencia de sus palabras, que destilaban tanto resentimiento, tanta crueldad, que corroían el alma.

Sin embargo no pudo, estaba ahí, rugiendo de ira, como una fiera desquiciada, babeando de rabia. ¿Qué te ocurre...? A diferencia de ti, yo pienso... sé quién eres... sé que pretendes... hermana... ¿Qué quieres decir con eso?

-Si crees que pretendo hacerme con tu sitio en el Torneo, estás en lo cierto... hermano. Pero lucho por mi pueblo, aunque no me creas. No me importa. Sus frases se deslizaban entre giros, entrecortadas por el esfuerzo, y sin duda por el dolor. Tú vives para una venganza... yo también, no lo niego. Me han hecho mucho daño... quizá más que a ti... no lo sé, no puedo saberlo...

El Hakhim volvió a herirla, con saña. Los ojos de la mujer buscaron una respuesta a toda esa violencia sádica, gratuita. Quería hacerle daño, había maldad es su gesto, no sólo quería matarla, quería hacerla sufrir. ¿Por qué...?

Hablas de ti y de Kiurbu. Estás dividido... -¿Estás dividido, hermano? ¿Lo está tu conciencia? La mía me habla claro. Mi venganza es mía. Pero el destino de mi pueblo es más importante.

La lanza atravesó su cuerpo dejándola agonizante, moribunda. Apenas podía moverse, apenas podía hablar. Lo hizo entre estertores, entre ahogos de sangre y angustia.

-¿qué... ocultas... en tu... alma...?

Cada movimiento... cada giro... cada palabra exhalada, entrecortada... la acorralaba... más y más. Y yo me relamía anticipando el momento... viendo cómo se enreda en su propia maraña... pronto, muy pronto me cobraría de nuevo su sangre.

El desconcierto, la incredulidad en sus ojos son vivo reflejo de lo que esconde su mente... pero no su alma.

-. ¿Eso pretendes, hermana?...- Con ironía... con desprecio. -. ¿Arrebatarnos la plaza en el torneo?... toda tuya entonces, si por nosotros fuese... pero es la dama negra quién decide. ¿Acaso no lo sabes?... siempre la dama negra.- Con la sonrisa burlona... los pozos cada vez más hundidos bajo el negro cabello. -. Pero no es exactamente ese tú cometido, hermana, aunque lo intentes disfrazar como tal... no eres más que una sibilina mascota que obedece la voluntad de otros.- Su cálida sangre saciaría mi sed... acallaría las voces...

Mi sedienta lanza penetró de nuevo su vientre con brutalidad... atravesando su cuerpo... aproximándome a ella para recibir, con los hundidos pozos clavados en lo moribundo suyos, sus últimas palabras... su último aliento.

Cita:

Mi mano aferró su cabellera con fuerza, obligándola a mantener la cabeza firme... observándome.

-. Odio... ira...- Me aproximé aun más penetrando con la mirada más allá de sus moribundas pupilas... cada vez más dilatadas. -. Puedo ver lo mismo en ti hermana... lo tienes germinando en tu interior... sólo es cuestión de tiempo... pronto podrás salir.- Ya no le hablaba a ella, sino a su alma cuyas vetas negras comienzan a ser evidentes...

Mi sedienta lanza abandonó su cuerpo repentínamente, dejando que se desplomase en la ensangrentada arena. Para cuando Ormuz retornó de sus ensoñaciones, ya nos encontrabamos en otro lugar...

Y de nuevo me hallo en el coso, rodeado de aquellas estridentes e insaciables gargantas... ávidas de sangre... de sangre de sus juguetes. Desgraciadamente, habiendo visto frustrado mi anhelo de sangre por una quimera, me había convertido en uno de ellos... lo que en un principio fue un disfraz se convirtió en una maraña asfixiante de la que no había salida... por el momento.

El universo, en mi mano, en forma de diminutas partículas de arena discurre entre mis dedos... abandonando el contacto de mi piel... marcando una nueva cuenta atrás.

El engañoso horizonte me había dibujado una meta ilusoria a la que me vi irremediablemente arrastrado... una falsa meta que esconde un enorme precipicio, sin retorno, que debía solventar para poder continuar por la senda que había elegido.

Al menos el cálido sol asoma entre las espesas nubes reconfortando mi tostada piel... al menos las ráfagas de viento acaricia mi rostro, meciendo mis negros cabellos... tan negro como el oscuro pozo de mis ojos. Y fue el mismo viento que me trajo su familiar esencia... el guerrero de la espada... Juan Bautista del Corral, el que derrotó a mi insaciable alma la última vez... el que la doblegó...

Podía sentir a ésta retorcerse en mi interior, a medida que se aproximaba el espadachín. Mi cálida sonrisa le recibió. -. Bien hallado Bautista... siempre bien hallado.- La voluntariosa lanza a una mano detuvo, respetuosa, su baile... y la otra liberó su arenosa presa.

Ormuz, déjame a mi... te lo exijo... déjame saciar mi apetito con su sangre... No compañera, esta vez no... Debo hablar con él primero. Tendrás tu oportunidad más adelante. Quiero su sangre, Ormuz... la quiero... Lo sé y tendrás que esperar...

El tradicional saludo de los de mi tierra... sus ojos me muestran cierta inquietud, desvelándome que algo más que la sangre le ha traído a este lugar. -. ¿Qué te trae aquí, Bautista, además del acero... y tu nombre?.-

Aferré la obediente lanza entre mis manos... y los pies sobre la sedienta arena.

Los cabellos inquietos... el viento los hacia bailar y revolotear frente a los ojos del antiguo soldado humano que se abria paso hasta la arena de batalla. El viento seguia incresiendo a cada paso que el ferreo espadachin daba hacia su oponente... El kiurbu.. el señor de las tormentas... el guerrero del desierto... Implacable, con su lanza compañera a su lado y sus ojos profundos y negros como la misma noche.

El saludo caracteristico de los de su raza, las maneras cordiales y amables que lo caracterizaban.. y a la vez, una incontenible fuerza de caos y destruccion encerrada dentro de su ser...

Tengo que entender, que es lo que hace a los buenos hombres transformarse en tales bestias, algo me esta pasando... y tal vez el pueda darme las respuestas que necesito.

-Bien hallado seas tu tambien, Kiurbu... mmmm Kiurbu, nunca me lo pregunte antes.. pero tu nombre... me suena como si le faltara algo... te molestaria decirme tu verdadero nombre.. el nombre que te dieron tus padres cuando viste la primera luz de este mundo...? Yo soy Juan Bautista del Corral, y mi orgullo y mi nombre siempre estaran conmigo... cual es tu orgullo Kiurbu... cual es tu nombre?

La pregunta del espadachin quedo flotando en el aire, mientras el Hakim respondia con un duro embiste de su fiel lanza en el pecho de Juan Bautista, pero este tambien estaba preparado y tras recibir el impacto se doblo y absorvio su fuerza para hacer perder el equilibrio y fintar con su espada la poderosa lanza de la tormenta.

El combate habia comenzado... mas que una lucha entre hombres... esta seria una lucha entre almas...

La ensangrentada lanza abandona mansa su costado... costado que comienza a rezumar la cálida sangre procedente de éste.

El pozo de mis ojos se fija nuevamente en los suyos, la perenne sonrisa de mis labios se borra... su extraña pregunta me desconcierta, al igual que lo hace su insistente interés hacia mí.

-. Mi orgullo está en la sangre que heredé de mis padres... Bautista.- Su escurridizo cuerpo fintó ante mi, descolocando a mi protectora... al igual que lo hacían mis respuestas. -. Creeme, compañero, el nombre con el que me acuñaron mis padres no te dirá más de lo que te pueda decir el que empleo...- Ambos contendientes nos movemos en círculos... intentado prever el siguiente movimento. -. A diferencia de ti, no pretendo que mi nombre sea recordado... eso debería decirte mucho más de mí que cualquier nombre sea o no el verdadero.-

Mi obediente lanza amagó a un lado para, tras un giro completo, buscar el otro con rapidez... su filo perforó su desprotegido vientre... para después alejarme precavidamente con un nuevo giro apremiado por un arañazo en la pierna.

-. Dime, ¿por qué muestras tanto interés en mi persona?.- La pregunta en mi voz... en mis oscuros ojos.

El antiguo soldado se retuerce por las heridas en su pecho y vientre... la fiel compañera del amo de las tormentas no paraba de azotarlo y cada evz con mayor energia...

El hombre de las arenas esquiva la pregunta y a la vez la vuelve contra su remitente... Que cosas pasan por la cabeza de un nomada, que se acostumbro a vagar por el mundo lejos de su familia y compañeros? Como puede un hombre vivir sin pertenecer a algun lugar...?

Todas esas preguntas vagaban por la mente de Juan Bautista y no le permitian concentrarse plenamente en el combate, pero tambien sabia que si no reaccionaba iba a morir antes de poder hacerle la verdadera pregunta que tanto ansiaba al guerrero de la lanza.

El espadachin dio un paso adelante, cuando vio el hasta del arma de su rival acercandose peligrosamente a su ya malherido pecho. Juan Bautista se volvio sobre su eje a la vez que se agachaba y asi consiguio conectar un duro golpe en la otra pierna del Kiurbu... si seguia asi iba a poder demorarlo y poder cambiar el ritmo del combate al suyo propio.

La mueca de acierto en el rostro de Juan le duro pocos segundos, ya que aunque recibio el duro impacto de la espada, el Kiurbu pudo girar y levantar su arma para golpear salvajemente el brazo del espadachin.

Ambos contendientes dieron un paso atras para volver a examinarse y recuperarse del duro intecambio de golpes. Mientras Juan Bautista se tomaba el pecho y recuperaba su respiracion aprovecho para responder a la pregunta del caminante del desierto.

-Mi interes.. va mas alla de ti... hay algo que tu tienes y creo que yo tambien... y eso es lo que me asusta. Necesito de tu ayuda Kiurbu, mi alma esta manchada y necesito saber como limpiarla antes de que sea demasiado tarde... pense que tal vez en tus raices pudiera encontrar algo que me fuera de utilidad... estoy... desesperado...

Las palabras de Juan Bautista eran enigmaticas, pero tal vez el Kiurbu pudiera entender que es lo que le estaba pasando... o como enfrentarlo...

El intercambio de golpes, momentos antes de que nuestros cuerpos se distanciasen, fue brutal. El palpitante dolor que atenaza mi pierna me obliga a moverme más lentamente... apreté los dientes para retenerlo hasta afianzar mi posición, descargando la mayor parte del peso sobre la otra pierna... el estado del espadachín no era mucho peor que el mío y su aguante es envidiable.

Ríos de color púrpura emanan de nuestras respectivas heridas... afluyendo hacia el mismo lugar... la misma senda, la arena.

Escuche atentamente aquello cuanto su voz me tuvo a bien decir... en compartir... y entonces comprendí.

-. Debes hallar primero aquello que mancha tu alma...- Le dije con seriedad, con sinceridad. -. Y una vez lo sepas debes elegir... elegir entre dos sendas...- Yo había elegido hace mucho tiempo, renunciando con mi elección a aquella oportunidad que se me había brindado... nunca me había planteado volver sobre mis pasos hacia aquel momento, ni lo haría... el valor de mi elección es que fue hecha con el corazón por eso no tiene cabida el arrepentimiento. -... elegir de corazón, Bautista... elegir entre el perdón, la aceptación verdadera; o bien elegir la antigua senda de la sangre, del ojo por ojo...- El oscuro pozo de mis ojos permanecía fijo en los suyos. -. Y sólo hasta que llegues al final de una de ellas, podrás saberlo...- La obediente lanza comenzó a bailar alrededor de mi cuerpo... podía sentir la incomodidad de la audiencia que no había venido aquí a oír nuestras peroratas. El movimiento de la voluntariosa lanza anuncia a mi oponente que la conversación había llegado a su fin... por el momento.

Dos pasos hacia él... apretando las mandíbulas para retener el dolor... un salto con la pierna buena abalanzándome sobre él... mi torso se giró en el aire para extender al máximo la hambrienta lanza en mis manos. El joven guerrero, impedido por las múltiples heridas, poco pudo hacer para evitar mi envite. Mi mortal filo superó la protección de su espada... atravesando por última vez su torso... su desprotegida alma. - Aunque quizás, Bautista, haya vetas que jamás serán borradas... no hay nada que lo garantice.- Retiré la punta del asta que abandonó su pecho al igual que lo hacía su último aliento. -. Pronto nos volveremos a ver, Bautista... no olvides lo que hemos compartido.- Su cuerpo sin vida se desplomó ante mí.

-. Ormuz, ¿tú también quieres deshacerte de mí?- Quiero lo mismo que tu quieres compañera... quiero una sangre por las miles que ha derramado.

Y de nuevo me hallo en el coso, rodeado de aquellas estridentes e insaciables gargantas... ávidas de sangre... de sangre de sus juguetes. Desgraciadamente, habiendo visto frustrado mi anhelo de sangre por una quimera, me había convertido en uno de ellos... lo que en un principio fue un disfraz se convirtió en una maraña asfixiante de la que no había salida... por el momento.

El universo, en mi mano, en forma de diminutas partículas de arena discurre entre mis dedos... abandonando el contacto de mi piel... marcando una nueva cuenta atrás.

El engañoso horizonte me había dibujado una meta ilusoria a la que me vi irremediablemente arrastrado... una falsa meta que esconde un enorme precipicio, sin retorno, que debía solventar para poder continuar por la senda que había elegido.

Al menos el cálido sol asoma entre las espesas nubes reconfortando mi tostada piel... al menos las ráfagas de viento acaricia mi rostro, meciendo mis negros cabellos... tan negro como el oscuro pozo de mis ojos. Y fue el mismo viento que me trajo su familiar esencia... el hambrieto que enarbola sus mordientes filos con maestría mientras se aproxima a mí.

-. Bien hallado Ricardo...- Mi sonrisa lo recibió, deteniendo el impulso de mi obediente lanza. -. Os juro que no os deseo ningún mal.- El saludo tradicional de los de mi sangre.

Aferré la lanza entre mis manos... y afiancé los pies en la sedienta arena.

Ricardo entro en la arena de Kiurbu. Su último enfrentamiento había sido en la arena especial, a oscuras. Y quería medirse con el en mejores condiciones para los dos.

Muy buenas Kiurbu. No pongo en duda tus palabras, sin embargo me temo que tendremos que pegarnos aunque sea un poco. Pero no te preocupes, trataré de que sea lo menos doloroso posible.

Despues de los saludos iniciales empezó el combate.

Kiurbu trató de sacar partido del alcance de su arma y dirigió un contundente golpe a la cabeza del norteño, pero este pudo detenerla sin problema.
A pesar de todo el hakhim logró alcanzar la pierna y dejarsela muy tocada.

Lejos de estar acabado y pese al dolor en la pierna, Ricardo se lanzó a por el hakhim. No podía darle cuartel si quería ganar.

Una a una mi obediente lanza baila a mi alrededor protegiéndome de los constantes envites de mi adversario... envites que únicamente encuentran sonoramente a ésta allá donde debería estar mi carne... envites que me arrinconan hacia atrás con cada paso que me veo obligado a dar.

El profundo pozo de mis ojos se posa en los ojos con un brillo diferente... algo le preocupa... algo le inquieta. La extenuante combinación de golpes consecutivos llegó a su fin y ambos contendientes nos dimos un pequeño respiro.

-. Algo te atormenta Ricardo... te descentra.- Puntualicé con sinceridad. Mis alborotados cabellos del color de la negra noche son mecidos por el viento. -... tus movimientos no son tan fluidos como los recuerdo.- Dije con voz calma, entrecortada... a riesgo de avivar su orgulloso fuego contra mí. Mis ojos azabaches escrutan sus movimientos más allá de pretender anticiparse.

Aferré la protectora lanza... afiancé los pies en la arena, preparándome para lo que ha de venir.

La lanza de Kiurbu bloqueaba sin problemas todos los ataques de Ricardo. A pesar de todo, el norteño no estaba furiosos ni se dejaba llevar por la rabia. Últimamente estaba más centrado. No dejaba que la ira le dominase.

Puede ser que no me pase nada, y que tu seas mejor que yo.

El baile continuaba. La lanza trató de morder el pecho de Ricardo, pero este la detuvo sin esfuerzo. Y así lograr acercarse lo suficiente al hakhim como para hacerle un feo tajo en la cara.

La verdad es que no he estado tan en calma en mucho tiempo.