Partida Rol por web

El Coliseo bullía de actividad. En las calles, algunos cadaveres eran retirados, asesinados con una certera puñalada por un sitio para el evento de la temporada.

Desde las gradas, el Emperador observa bajo su armadura de sombras. Mientras, la Ama del Coliseo se adelanta para anunciar la sorpresa para el señor de todos los Elfos Oscuros...

NOTA: Ya que cada lucha es individual, la iniciativa se compara de forma individual. En caso de que llegue un nuevo combatiente a la arena, por la muerte de su compañero, se compara la iniciativa de forma normal, como si empezase un nuevo combate, pero conservando las heridas del anterior.

En este día, el día que conmemora el nacimiento del hombre que nos cambió, que nos hizo rebelarnos ante un sistema opresor que no nos permitía sentir, gozar, experimentar. Que no quería que estuviesemos realmente vivos. La hechicera hizo una inclinación hacia el Emperador. Para celebrar la vida del que nos enseñó a vivir como si cada instante fuese el último, os traigo el mayor grupo de luchadores jamás visto en este Coliseo. Dioses entre mortales, dispuestos a sangrar y morir solo para divertirnos. Os presento el mayor reto de esta temporada, una lucha por equipos sangrienta hasta el final. ¡Que entren los primeros gladiadores!

Doy un paso hacia delante en la arena, estoy ansioso ante esta lucha sin precedentes

Al ver aparecer al elfo oscuro, el público clamó por el enfrentamiento que todos esperaban. El blanco y el negro, el sol y la luna...

Parnassus entró al coso. No podía ser de otra manera; no en el día del emperador. Ambos sabían que serían los que más dolor aguantaran, pues eran los primeros, los que difícilmente saldrían vivos de la lid. Pero era lo que la afición podía desear... y posiblemente lo que el emperador quería ver. La batalla comenzó sin dilación.

Parnassus avanzó ligero, colocando los escudos en una extraña posición, paralela al suelo, el uno más bajo y más ladeado que el otro. Una nueva variación de táctica; nuevo sabor para el circo.

Estoy esperando en la arena y veo como lso otros miembros de mi equipo se quedan esperando a que llegue su turno

Mientras tanto el esclavo ha entrado en la arena preparado para combatir. Me lanzo contra él paaa ver si lo puedo pillar por sopresa y asestarle un golpe mortal.

Svaltafer trató, como era habitual, de blandir sus ganchos contra la cabeza de su adversario. Parnassus giró uno de sus escudos en perpendicular en el último instante, y los garfios rebotaron en las guardas sin efecto. El otro, ya listo con las aristas apuntando a la cara de Svaltafer, avanzó en sesgo, abriendo el rostro del elfo oscuro de lado a lado, en un rápido corte. Ahora la táctica defensiva y a su vez ofensiva del gladiador quedó clara:

-Tienes un problema elfo. Hoy no puedo perder: lucho por mis amos y, ante todo, por el Emperador, que es el amo de mis amos.- dijo, mientras aprovechaba el tiempo que Svaltafer necesitaba para recoger los garfios para hacer una reverencia de sumisión al señor de Angkortak, y ofrecerle la primera sangre del evento, que ya chorreaba de su escudo.

Svaltafer recuperó con presteza sus ganchos y trató de aprovechar el saludo a la grada de honor de Parnassus para ganar cierta ventaja, pero el gladiador saltó como un resorte y los escudos volvieron a enfrentarse a su contrincante.

La lucha sería interesane, no podía recibir demasiadas heridas, tenia que terminar con mi enemigo.

En un moento vi un descuido de su defensa y arremetí contra él cortándole uno de sus brazos, pero con el otro me golpeó el mio también. Mi unico consuelo era que le había cortado un brazo a mi oponente

Parnassus no pudo apartarse a tiempo. Advirtió cómo los garfios se le echaban sobre la cabeza y echó el mentón hacia atrás y hacia un lado. Podría haber esquivado, pero, para asombro de todos, no lo hizo. Sacrificó el brazo izquierdo, mientras veía cómo las insidiosas armas destrozaban sus músculos al avanzar. Entonces Aprovechó el arqueo de su cuerpo para hacer avanzar con presteza sus afiladas hojas de obsidiana contra el cuello de Svaltafer. El sádico guerrero jamás supo en qué momento la cabeza se separó de su cuerpo. Sus ojos se movieron unos instantes nerviosos, y luego oscuridad. la melena blanca rodó por el suelo, manchándose de sangre:

-Te lo dije. No puedo perder; lucho por mis amos.- declaró el gladiador al muerto.

Parnassus cogió la cabellera como pudo con el brazo que aún podía usar y la mostró al público, comenzando por el palco de la familia de Obsidiana. Luego, al llegar al palco de honor, le brindó la primera muerte al emperador, antes de entregársela a uno de los monjes, que ya se acercaban.

Con sus mejores galas, un vestido de gasa negra que se ciñe a todos sus encantos. Aparece imponente en la arena, el latigo parpadea con una luz intensa serpenteando por la arena hacia su opoenete buscando sangre...

Acercandose a las gradas se inclina ante el emperador haciendo el saludo de la corte...

Mi vida a su servicio... siempre!

Dirige una rapida mirada a los dueños del humano y una vez que sus miradas de cruzan, haciendo un desprecio gira la cabeza y se dirige contra Parnasus.

Cuando su contrincante accedió al coso, Parnassus había comenzado a notar ya algo de debilidad por la pérdida de sangre. En un acceso de inteligencia, había aprovechado la breve espera para arrancar una tira de su corto pantalón de piel e improvisar un torniquete. La maniobra había gustado a las hembras del público, desde luego.

Para cuando su contrincante terminó el saludo, el guerrero ya había terminado de ajustarse el cuero al hombro. Cuando el látigo restalló en el aire, Parnassus detuvo el chasquido con el escudo bueno, con un relámpago instintivo de actividad. Conocía perfectamente ese sonido; despertaba antiguos recuerdos en él, enterrados en su más tierna infancia. Detenerlo era una cuestión de supervivencia para el sempiterno esclavo.

En cuanto el cuero cayó flácido a un lado, el guerrero cargó contra su oponente con denodada velocidad. Bien sabía que el único modo de impedir que un látigo restallara con sublime efectividad en las manos de un usuario experto, era acortar la distancia. En tan corto espacio, los restallidos se volvían difusos e impredecibles. Ahora solo habría que preocuparse por aquella afilada daga élfica.

La daga centella y antes que el humano pueda reaccionar un corte le cubre toda la cara... la elfa sigue danzando a su alrrededor moviendo el latigo e incitandolo a cometer un error.