Sin duda algo importante debía de estar pasando para que tuvieran que reunirse en el gran comedor los alumnos, pero no solo ellos, sino todo Hogwarts. Enya se sentó con los compañeros de casa, como siempre. Entre tanta gente, no veía a aquellos con los que más rato había pasado. Mientras miraba a un lado y otro de la mesa, vio cómo empezaba a hablar el director. El ambiente era de gravedad plomiza y los murmullos eran una especie de sinfonía de fondo. Sin duda llamaba la atención la imagen de la profesora Green. Enya esperaba confundirse en su fuero interno. No creía que fuera nada bueno lo que allí se cocía, sobre todo viendo que los profesores empezaban a llorar. Su padre siempre decía que los muggles solo le llamaban para preguntar por seres enfermos o contactar con espíritus de muertos y que siempre se homenajeaba a aquellos que ya no estaban, mientras que en vida eran uno más.
Empezó a hablar el director y se confirmaron los peores presentimientos al principio. Luego las noticias llegaron más allá de lo presentido. La profesora Green había muerto, pero no solo eso, sino que cerraban Hogwarts. Enya no sabía cómo sentirse. ¿Cómo lo van a cerrar? ¿Ahora volvemos con los padres? ¿Lo cerrarán temporalmente o será para siempre? ¿Qué hago ahora? Miró alrededor las reacciones del resto. Caras serias, lloros, abrazos entre compañeros, aquello se estaba poniendo un poco dramático. Enya pensaba que quizás habría que llorar, pero la estupefacción estaba por encima de cualquier sentimiento. No se imaginaba de ninguna manera este final.
Decidió que tenía que despedirse de aquellos con los que más tiempo había pasado: con Ithan, que siempre le había echado una mano; con Kelly y Gabi, sus compis de habitación; luego cambió a la mesa de Slytherin para despedirse de una amiga reciente, pero que también se había portado muy bien. Que el trébol te dé suerte. Se despidió de lejos de varios alumnos más con un ademán y finalmente se quedó mirando el comedor.
Su paso por Hogwarts no había sido precisamente el más soñado por un alumno. Al principio cayó muy enferma y durante muchas clases no pudo asistir. Eso había hecho que perdiera el hilo del curso y que siempre hubiera andado renqueante, con hechizos a sus espaldas. Por suerte, otra gente se había esforzado por que se pusiera al día. Pese a todo, no lo había conseguido. Luego, sus mascotas, a las que tenía cierto apego (aunque no tanto como otros) había sido asesinadas. Además, la casa de Gryffindor se había ido vaciando y silenciando. Las conversaciones se habían disipado y el ambiente era bastante raro desde aquel lunes. Ahora todo acababa así.
Eso sí, había sacado algo en claro. No se iba a dedicar ni al duelo y nada que tuviera que ver con combates. No era lo suyo. Podia defenderse bien con sus reflejos, pero no era lo suyo. No disfrutaba con ello. Tampoco el vuelo con escoba, aunque eso tendría que perfeccionarlo en casa. Ella quería dedicarse por completo a la naturaleza. Había encontrado gran disfrute no solo con los animales, con los que ya pasaba buenos momentos desde antes de entrar en el colegio, sino también con las plantas. Iba a intentar pasar más tiempo con su madre para seguir aprendiendo e iba a preocuparse también de seguir aprendiendo el firmamento con su padre.
Por último, esperaba que, del mismo modo que su padre se había olvidado de que tenía que llevarla al andén 9 3/4, esta vez fuera capaz de acordarse de que tenía que recogerla.
Nada más llegar al Gran Comedor, no pudo si no levar su mirada hacia aquel retrato de la profesora Green. Frunció ligeramente el ceño, extrañado por aquella imagen y ante la urgencia de la subdirectora de llevarlos hasta allí, hasta el Gran Comedor donde parecía que no solo estaba reuniendo a los alumnos de primero, sino además a todos los chavales de todos los cursos, todos los profesores y demás personal anexo. Bajó la mirada hacia la mesa de profesores, buscando a la profesora Green, pero no la encontró.
Ver a Lupin y Lovegood aparecer llorando, agarrados el uno del otro lo que confirmó sus sospechas, de que allí no estaba cociéndose nada bueno. Más bien todo lo contrario. Se acercó hasta la mesa de Gryffindor, ocupando su habitual sitio sin perder de vista la mesa de profesores, excepto en el momento en el que miró a su hermano, encogiéndose de hombros con una mueca de preocupación, pero no recibió respuesta por su parte. Y cuando volvió la vista hacia la mesa, se encontró a Lupin entregando una carta que cambiaba la mirada de los presentes según la leían.
Poco a poco, la mala noticia fue fraguándose en su cabeza mientras pasaban los segundos, hasta que el Director comenzó a hablar, y dio la noticia. Green había muerto. Apartó la vista del Director, frunciendo el ceño y pensando que ya jamás volvería a ser nada como antes. Apenas había tenido relación con aquella profesora, pero eso no restaba que lamentara que la llama de una vida se apagara.
Después, llegó la segunda noticia, una que afectaba un poco más su entorno directo. Cerraban el colegio. Era el ocaso final a la situación que había vivido con la marcha progresiva de sus amigos y familiares. Bajó la mirada, pensando que sería de ellos ahora. Mandados a otros colegios, separados de los pocos lazos que les quedaban. Pero por una parte se alegró, pensando que quizás sería enviado a la misma escuela que Selena y Helios, o quizás que Arnold o Asenoc. Quizás coincidiría con Gabriela, o con Linc. Se habían marchado ya tantos, que la idea de abandonar el colegio y ser enviado a otro con sus amigos, le pareció incluso apetecible.
Ahora solo quedaba despedirse de los que allí quedaban. Echaría en falta a gente como Enya o Noah. Se despidió de ellos, marchando hacia la mesa de Slytherin, dándole un abrazo a Kendra, y despidiéndose también de Asterope y Ludmilla. - Hablaremos en el tren. - Fue lo único que dijo, asintiendo con la cabeza, dispuesto a marcharse hacia su habitación a recoger y prepararse para la vuelta.
Echaría de menos Hogwarts.
Llego al Gran Comedor, desconcertada por lo que acababa de suceder en clase, preguntandose cual era el motivo por el que los habian reunido alli, a todos.
Nada mas entrar, miró aquel retrato, el que representaba a su jefa de casa, y sintio como un nudo se le formaba en el estómago, suponiendo qué podia significar aquello.
Se dirigio, junto a Asterope y a Ludmila, hacia la mesa de Slytherin, tomando asiento alli, en profundo silencio, dirigiendo de vez en cuando una furtiva mirada hacia la mesa de los leones, quizas en busca de aquella calma que ella, en aquel momento, luchaba por mantener.
Fue entonces cuando el director comenzo a hablar, confirmando sus peores temores: que Green habia muerto. Sintio un nudo en la garganta. Una cosa eran las lechuzas y las mascotas, seres a los que habian querido, si, pero animales al fin y al cabo, y otra, muy distinta, era que una persona hubiera muerto alli, entre aquellas paredes. Miré a mis amigas, con alarma, negando incredula. Aquello era terrible, un motivo mas que sobrado para cerrar el colegio, a pesar de lo que eso podia suponer para nosotros.
Lupin hablo de que nos redistribuirian en otros colegios, y mi mirada fue inmediatamente de nuevo hasta Asterope y Ludmila, deseando que pudieramos acabar coincidiendo en el mismo colegio, que al menos pudieramos acabar juntas nuestros estudios. Mire de nuevo hacia la mesa de los leones, esperando coincidir tambien con Enya, con Gabriella, y con el resto, aunque, por alguna razon, no temia no coincidir con Ithan, como si tuviera claro que, en su caso, y fuera como fuera, acabariamos viendonos.
En cuanto el director termino de hablar, me gire hacia mis compañeros de casa, abrazando a Asterope y a Ludmila, con un gesto compungido- Os echare mucho de menos, chicas... - dije, acabando por acercarme tambien hasta la mesa de los leones, donde di un fuerte abrazo a Ithan, para luego despedirme de Gabi, Enya y del resto- Hablaremos en el tren, si...
Y, tras aquella ultima comida, recogi mis cosas, dirigiendome, junto con el resto, a aquel anden de Hogsmeade, no sin antes echar una ultima mirada a aquel castillo en el que habia conseguido una cosa, por encima de todas: aprender a ser quien era.
Cuando entró al Gran Comedor ya había una enorme cantidad de gente reunida así como los que aun estaban por llegar y que se habían quedado algo rezagados por el camino. Cuando había salido de clase los pasillos se encontraban llenos y las caras tanto de los alumnos que se encontraban por allí como de los que ya estaban en el Gran Comedor eran de una mezcla entre curiosidad y temor. Lo mismo que sentía ella en aquellos momentos.
La imagen de la profesora Green hizo que se temiera algo muy malo, ¿por qué su imagen y no ella en persona se encontraba allí ahora mismo? A Kelly (y a casi ningún alumno) no le había caído bien nunca la pequeña mujer, pero no deseaba su muerte y ni siquiera se alegró de que la atacaran aquel fatídico día de Halloween.
Aquello se convirtió en un verdadero drama, el llanto de la profesora Lovehood así como el de algunos de los demás profesores a medida que recibían las cartas hizo que ella también sintiera ganas de llorar. ¿Y si aquel era el final de Hogwarts?.
Su peor temor se había hecho realidad, a Kelly la decisión del Ministerio le parecía terriblemente injusta, pero en parte tenía razón después de la matanza de las mascotas, ellos podían ser los siguientes, no estaban seguros allí, por ellos las cosas se habían enrarecido mucho desde el ataque, muchos padres habían sacado a sus hijos del colegio y los alumnos se encontraban muy tristes por la pérdida de sus mascotas.
Empezó a escuchar que algunos consideraban Beauxbatons y Durmstrang como alternativas y ella tenía claro que su formación mágica debía continuar. Pero le entristecía tener que separarse de sus compañeros pues no todos irían al mismo colegio.
Allí había conocido a gente maravillosa, había hecho amigos tanto dentro de su casa como fuera y por primera vez se había sentido plenamente aceptada. No se dio cuenta de que estaba llorando a moco tendido hasta que se le acercó Booky, el elfo Libréstico para consolarla y tenderle un pañuelo. -Gracias- murmuró.
Se despidió de todos sus compañeros y amigos, prometió que se escribirían y también deseó que las promesas no se enfriaran con el tiempo.
Eli supuso que la matanza de mascotas era demasiado fuerte como para dejarles continuar el curso. Y se preguntó por qué habían tardado tanto.
Las lágrimas rondaban los ojos de Eli, porque era el momento de las despedidas. la mayoría de los que conocía ya se habían ido antes, así que decidió acercarse primero a Matthew. Sabía que le gustaba al chico, por lo que le decidió dar algo para que se llevara como recuerdo. Un beso en la mejilla. No era mucho, pero conociendo al chico se llevaría una alegría.
Después miró a Perry, momento en el que las lágrimas volvieron a aflorarle de los ojos.
-Adiós, Perry, me lo he pasado bien contigo, es una lástima que no pueda llevarte de pareja de fin de curso.
Antes de llorar más, terminó su ronda yendo con los chicos de su casa, los de primero, los que más conocía.
-Ithan, Enya, Kelly, habéis sido muy majos... os voy a echar de menos.
No dijo nada más, porque cada palabra que decía, hacía surgir nuevas lágrimas.
Matt no tenía pensado quedarse muchos más cursos. El asesinato de animales era una muestra de lo que la magia podía hacer, y él no quería convertirse en su padre. Aunque por otro lado, la magia le servía para combatir contra el mal. Pero daba igual, ya poco se podía hacer, Howarts cerraba sus puertas.
Estaba en sus pensamientos cuando algo inesperado apareció. Elisabeth, con ojos algo enrojecidos, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla. Casi parecía un sueño, si Eli no tuviera cara de tristeza. No dijo nada, tampoco es como si pudiera hacerlo... se le había ido el habla. Así que se refugió buscando a las gemelas.
-Bueno, ya no nos veremos más, me he divertido con vosotras- dijo, con la cara roja, desviándose del tema del beso.
Buscó con la mirada también a Asterope y a los chicos de segundo con los que había coincido y había acabado en las mazmorras. No los conocía demasiado, pero sabía que de haber seguido las clases, podrían haber congeniado. Les despidió con un ligero movimiento de cabeza... no podía hablar con nadie excepto con las gemelas cuando estaba avergonzado. Aunque esta vez, era de la buena, la chica que le gustaba le había dado un beso.