En cuanto entré a la habitación y vi que el resto estaban ya groguis perdidas, comencé a caminar de puntillas tan sigilosamente como pude.
Entré al baño a lavarme los dientes, me puse el pijama y me metí en la cama, haciéndole gestos a Nimue para que se viniera conmigo, ésta, extrañamente, me hizo caso y se acurrucó junto a mí. Parecía que el truco estaba en ignorarla, pues los últimos días no le había hecho demasiado caso y quizás le entrase miedo pensando que la dejaría sin comer, o algo. Fuera como fuese, agradecí que se echase junto a mi y aunque estaba ahí el temor de que en mitad de la noche se girase y me dejase el culo contra la cara, el cansancio pudo conmigo y me quedé dormida abrazada a ella.

Daphne no sabía qué había estado haciendo durante la noche. No había sido consciente de nada. Pero ahí estaba, con los pies en el cabecero y la cabeza metida dentro de las sábanas. No se ahogó... pues de milagro. Quizás no llevaba mucho tiempo así colocada. Lo que sí le pasó fue que se llevó un susto de muerte al despertar y encontrarse atrapada en la ropa de cama. Se dio la vuelta rápidamente para poder respirar aire puro-. Ais, qué angustia. Uf...

Cuando hubo dado varias bocanadas, se tranquilizó-. ¡Buenos días a todas! –Entró en el baño la primera y no tardó ni 15 minutos en ducharse, vestirse y peinarse. Hoy tocaba vuelo, así que quería estar ahí cuanto antes.

Salió y preparó la mochila a toda prisa-. ¡Es viernes! El fin de semana ya está aquí –Y las recuperaciones se acercaban, pero no quería pensar en eso. Cuando tuviera que estudiar (es decir, en cuanto llegara su “tiempo libre”), ya se preocuparía. Por ahora sonreía y así bajó a la sala común.

Desde que Retortijones y Abracitos habían renacido, las niñas no habían vuelto a compartir aventuras con ellos en sueños. Seguramente fuera porque aún eran jóvenes, con solo una semana de vida desde que sus respectivos huevos eclosionaron, aunque comían tanto como los antiguos, seguían siendo pequeñísimos y seguramente aún pudiesen ser catalogados como bebés en la escala de medir ciempiesil. Lo cual era extraño, porque mientras aún seguían en sus casitas redondas y verdes, los bichejos seguían acompañándolas, al igual que la noche de su nacimiento. Sin embargo ahora... las criaturitas debían estar reservando todas sus fuerzas para crecer y así sorprender a sus amigüitas humanas para irse de aventuras de verdad, en el mundo de la física.

Erzy se despertó con medio cuerpo fuera. Su pie colgaba de un lateral de la cama y Brândusha sentada debajo jugaba con sus dedos, dándoles golpes con las dos patas delanteras, estirada como estaba sobre las almohadillas traseras. Primero se movieron los dedos, con espasmos, como si fuera el inicio de una chispa de vida que recorrió el resto de cuerpo, acabando en la cabeza de la niña con dos neuronas chocando, ocasionando la abertura de sus párpados, al sonido de: urghhhhh. Su aliento mañanil, poco mejor que el de los gatos tras haberse estado limpiando, llegó hasta las narinas de su hermana, incitándola a despertar.

Orsolya se desperezó, apartando a patadas las capas y capas que la cubrían, pues había acabado agenciándose toda la ropa de cama para ella sola y se despertó sudando. Erzsébet también sudaba, pero con gotas frías, tras haber pasado la mayor parte de la noche sin arropar y expuesta a los agentes climáticos de una tejonera mágica sin chimeneas.

Viorica no andaba a la vista. Seguramente estuviera cazando dioses por debajo de las camas, por los rincones de la tejonera y en los cubos de la basura.

Buenos días, saludó Orsolya a Daphne que justo estaba entrando en el baño. La pequeña abrió su baúl, y se encontró a los pequeños come-rocas dormidos, tras haberse tratado de ventilar un plato mágico que la noche anterior había conseguido sacar del comedor.

Empezó a juntar la ropa del día, los neceseres y todo cuando se dio cuenta que su hermana aún seguía tumbada. Venga, holgazana, se acercó a ella, sentándose a su lado. Apartó a Brândusha, cogiéndola y tirándola en la cama vacía donde se acumulaba la ropa limpia, y usando la pierna de Erzy que estaba fuera como palanca, consiguió darla la vuelta. Pasó la mano por su frente y la notó caliente. Uy, E, estás pocha. Venga ven, una ducha te sentará bien, consiguió tirar de ella. Erzsébet se dejó arrastrar hasta los baños, donde su hermana la desvistió y la metió debajo de un chorro de agua caliente.

Por ahí andaba Daphne, peinándose, o lo que ella debía entender por peinarse...

Con ayuda de Orsolya, Erzsébet acabó vestida, peinada con su trenza de siempre y con la mochilita a la espalda, aunque más que una niña parecía una estatua, porque estaba ahí plantada con los ojos cerrados. Venga, tiró de ella su hermana, que también se había terminado de arreglar.

Salieron del dormitorio.

Me desperté al notar algo contra mi boca. Abrí los ojos de golpe, temiendome lo peor, pero respiré completamenta aliviada al ver que no se trataba del culo de Nimue, sino de su pata. Se la aparté suavemente y me levanté, directa al baño.

Mis compañeras ya habían abandonado el dormitorio, como de costumbre, siendo yo la última en despertar. Más que un tejón parecía una marmota... Aunque al menos hoy no iba muerta de sueño. Suponía que debía agradecérselo a Nimue, aunque pensándolo mejor, no lo haría. No quería arriesgarme a que ocurriese lo que tanto temía.

Me di una buena ducha y tras vestirme y coger la mochila, bajé al Gran Comedor.

Sara se despertó cuando un rayo de sol le cayó en la cara. Como si fuera una llamada divina, la muchacha abrió los ojos al tiempo que sonreía.

Buenos días... dijo, pero sus compañeras ya se habían ido. Se encogió de hombros y se arrodilló en la cama, rezando a Dios mientras le daba las gracias por un nuevo día.

Entró en el baño y salió limpia y cambiada, preparada para ir a clase. Cogió sus cosas y salió de allí.