Partida Rol por web

Con Enya en aquel pequeño grupito, las niñas se dirigieron al aula de duelo. Habían escuchado cosas sobre la chica de Gryffindor, pero lo cierto es que nunca habían llegado a hablar en profundidad, así que era el mejor momento para informarse.

Oye, ¿podrías convertirte en basilisco?, preguntó Erzsébet, viniéndole a la cabeza lo último que acababa de ver en clase. Estaría genial ir por ahí contigo convertida, sonrió, con la cabeza llena de travesuras para cometer. ¿Necesitas tocarlo antes de convertirte o con solo imaginártelo puedes? A saber qué ideas tenía y qué cosas había leído.

Si necesitas tocar uno podríamos empezar buscando en las mazmorras. Si en Hogwarts hay un basilisco seguro que es ahí abajo, dijo convencida Orsolya. Y así te ayudamos con el próximo trabajo, decidió, callándose la coletilla de: así no vuelves a sacar un cero...

Al llegar a la clase se encontraron con Asterope ahí sentada, esperando a saber el qué. ¿El combate está siendo interesante?, se mofó Erzsébet indicando el espacio libre de seres vivos, donde tan solo los peleles, cajas, jarrones y demás cosas inanimadas decoraban la estancia.

Las gemelas iban ataviadas con sus atuendos de duelo, que seguían quedándoles como un guante tras casi tres meses de clase.

Hola, saludó algo cohibida Orsolya. Parecía que por mucho que pasara seguiría sintiéndose incómoda con la Slytherin. Venimos a practicar.

Cuando Enya dijo qué conjuro venía a aprender, Erzsébet se adelantó. Yo tampoco Solo el Raiinniin se le había resistido, y todo por culpa de la varita rota. Iba siendo hora de quitárselo de en medio.

Yo conozco todos los que hemos aprendido hasta ahora, dijo Orsi en voz baja. Parecía mentira que de las dos gemelas, fuera la más floja en duelo la única que estuviera al día. Pero si que me vendría ayuda con el Protego.

En mitad del ataque llegó Enya. La reconoció por la voz, porque los ojos los tenía tan empapados que veía borroso-. ‘Acias’ –dijo con dificultad, cogiendo el caramelo. Le sentó realmente bien-. Qué angustia he pasado. Gracias por el caramelo. Justamente esta mañana me he tomado un té de jengibre y limón. Me vino bastante bien, aunque no hace milagros, claro.

Saboreó el caramelo un buen rato mientras escuchaba a la leona y a sus dos acompañantes, a las que no había visto hasta que paró el ataque de tos. Las saludó con la mano y una sonrisa.

- No te rías tanto, Erzsébet, porque, aunque no lo veas, el combate está siendo emocionantísimo –respondió con media sonrisa burlona-. Lástima que vaya perdiendo y el catarro me esté dando una paliza épica. Pero normal, tengo las defensas bajas.

No le extrañó en absoluto ver a Erzsébet ahí, ya que había tenido el mismo problema que ella. Curiosamente, los mismos conjuros que las niñas necesitaban aprender eran los únicos que ella no había fallado desde que se le rompió la varita-. Os puedo ayudar con el Raiiniin Petrus y con el Protego, sin problemas. A cambio, yo necesito recuperar el Aquus Guinae, que no me salió ni el ataque ni la defensa –explicó torciendo el gesto.

- El primero me costó bastante –explicó a Enya y a Erzy-, pero al final le pillé el truco. Tenéis que poneros así, mirad -Se colocó en posición y cogió una piedra-. Entonces, fijaos bien en el movimiento de varita. ¿Veis? Y, ahora, solo queda lanzar la piedra y conjurar –Apuntó a la piedra, que volaba hasta el otro lado del aula-. Raiinniin Petrus.

Su objetivo se descompuso en cientos de pedazos que cayeron al suelo. Asterope había tenido la delicadeza de apuntar lejos de sus amigas para que ninguna tuviera que ir a la enfermería, en caso de fallar la defensa, y que no pudieran continuar con su recuperación.

- Orsi, lánzame tú un conjuro de ataque para el Protego. Que si lo lanzo sin más, no podré mostrate bien cómo se hace -le dijo a la gemela de ojos verdes.

Sonrió a Asterope con una especie de ademán piadoso. Odiaba los catarros. Estaba convencida de que hasta hacían empeorar sus habilidades de metamorfomaga. De esas habilidades es de las que estaban preguntando las gemelas. ¿Convertirme en basilisco? Hombre, en los libros hay magos que han conseguido convertirse en muchas cosas. No recuerdo que nadie lo haya hecho antes. De momento me ha valido con imaginarme las cosas, con visualizarlas, con más o menos fortuna. Había pensado en copiar los ojos del basilisco. Cerró los ojos un par de segundos, intentó visualizar el basilisco y al abrirlos esperaba haberlo conseguido. De momento solo había conseguido cambiar el color de pelo, ahora violeta y había conseguido poner su tez pálida como la muerte.

Se dirigió a la otra gemela, sin atreverse a decir su nombre, pues no las diferenciaba. Tocar un basilisco no creo que sea algo muy seguro y gracias por la ayuda. Realmente adoro la clase de criaturas mágicas, lo que pasa que no estuve en la clase anterior y casi no he tenido tiempo para recuperar. Se me acumula el trabajo. No obstante gracias, lo mismo podemos hacerlo en la biblioteca todas juntas. Se giró y notó que la voz de Asterope ya no era tan nasal. Antes parecía francesa. Una vez estuvo en Francia y había aprendido algo de francés. Todo parecía muy nasal, con sus "enfant" y sus "rien".

Yo te puedo ayudar con el Aquus Guinae. Me salió a la primera. Por fin podía ayudar a alguien. Siempre era ella la que necesitaba ayuda con los hechizos. Quería sentirse un poco útil. Venga, vamos con el Raiiniin Petrus. Se fijó en todos y cada uno de los movimientos de Asterope, que lo hacía realmente bien. Después de ver cómo la piedra caía en pedazos por el suelo, se agachó y cogió varias piedras. Las miró, las pesó. Realmente daba igual, pero era una cuestión de sentirse algo más segura, pese a que era ella la que tenía que acertar. Lanzó la piedra sobre la cabeza de Asterope. Va. Cuando estaba en lo más alto conjuró: ¡Raiinniin Petrus! Consiguió que la piedra estallara, así que instintivamente dijo: ¡cuidado! Esperaba que Asterope no se hiciera daño.

Miró a los ojos de Enya cuando intentó cambiarlos. Según habían estudiado, los basiliscos los tenían amarillos. Asterope se preguntó cómo alguien podía estar tan seguro de eso. Si en cuanto los miras, te mueres, ¿cómo es posible que alguien vivo sepa de qué color son? Incluso los muertos no pueden mirarlos fijamente sin quedarse petrificados.

En cualquier caso, así los habían descrito. Y Enya casi estuvo a punto de sacarlo-. ¡Te has acercado mucho! Se han quedado verde pistacho. Aun así, das bastante miedo –Suerte que solo era miedo y no fulminaban como los de la serpiente gigantesca.

Se quedó mirando cómo la leona practicaba el conjuro de duelo. Buena pose. Bien, bien, los movimientos de varita los hace perfectos. ¡Genial! Ha reventado la piedra. Estaba tan concentrada en observar a Enya y revisar cada paso que daba, que no escuchó a la niña avisarle de que se lo estaba lanzando a ella. Así que, cuando quiso apartarse, se pisó el pie y tropezó ligeramente, quedándose en el mismo sitio sin llegar a caerse.

Alzó la varita en un impulso-. ¡Protego! –Salió de la punta un escudo que la cubrió entera. Bueno, casi entera. Porque, aunque la mayor parte de la roca rebotó, uno de los trozos se coló por un hueco.

Ambas se quedaron algo decepcionadas con el intento de Enya. ¿Solo los ojos? ¡Pues vaya! Sonrieron y aplaudieron igualmente, mintiendo descaradamente.

¿Biblioteca?, preguntó Orsolya. No, no. Las criaturas no se estudian en bibliotecas, sino en sus hábitats naturales: mazmorras, cementerios, bosques, lagos. Si vamos a la biblioteca será solo para ver donde es mejor buscar, pero antes de eso tengo unas ideas que podríamos probar, dijo decidida.

Cuando ya empezaron a trabajar sobre los conjuros, Erzsébet se dedicó a practicar con el Raiinniin, imitando la postura de Asterope. Sabía que no iba a tener ningún problema para sacar el conjuro. Si lo había fallado en clase había sido por lo evidente, el maldito Ollivanders.

Orsolya estaba preparada con la varita para lanzarle un conjuro a Asterope, para así ver como funcionaba el Protego, cuando Enya se adelantó. Fue algo instintivo lo que hizo que Orsolya variara su postura, su posición de varita y de su boca salieran otras palabras distintas a las que tenía pensadas. Según Karl, el Aquus era una buena defensa contra el Raiinniin, así pues eso fue lo que hizo. Aquus Guinae, gritó. De su varita surgió un escudo de agua que cubrió el Protego de Asterope, tapando todos los agujeros por los que podrían haber caído los trozos de roca.

Erzsébet se vio tentada en ese momento de lanzarle un ataque a su hermana, o como mínimo un Agotattem, pero lo cierto es que desde aquel aviso de la enfermera maja, había empezado a cuidarla más. En contra de su naturaleza, buscó una piedra y la lanzó al aire. Raiinniin Petrus, gritó. El pobre pelele no tuvo la ayuda de un alma cándida que lo protegiera, así que recibió estoico la lluvia lítica. Contenta, Erzsébet miró la punta de su varita. ¿Empiezas a funcionar, eh? ¡Ya iba siendo hora! Devolviendo su atención a las otras tres, se acercó a ellas. ¡Vaya espectáculo! Eso sí que ha sido una megadefensa y no la de los Puddlemere United, las felicitó. Raiinniin fuera, sonrió a Enya. ¡Siguiente!

- ¡HALA! -Exclamó al ver quienes estaban allí en medio de sus prácticas de hechizos.- ¡¡Hola!! -Sonriente, pese a tener que estar allí por su fracaso a la hora de aprender hechizos, dejó sus cosas junto a la pared y se adentró en el aula, acercándose al grupito que allí había.- ¿Me ayudáis a mi también? -Pidió, algo tímida.- Yo puedo intentar ayudaros también, aunque quizás ya llegue algo tarde...

Asterope ya había aceptado que le iba a caer una buena roca en la cabeza. Pero escuchó un conjuro, giró la cabeza y vio una capa de agua que la resguardó de aquellos pedruscos que habían conseguido traspasar su Protego-. Muchas gracias. No me apetecía volver a encontrarme con esa espantosa enfermera –le dijo a Orsolya, aún sin creerse que no tuviera un chichón en la cabeza.

- Hola, Willow –sonrió a la Ravenclaw, que acababa de llegar. De haber sabido que iba a aparecer por el aula de duelo, la habría esperado en el lago y habrían venido juntas-. Claro, te ayudamos con lo que necesites. Bueno, yo ahora voy a practicar el Aquus Guinae. Si cuando termine, no has empezado aún, me pongo contigo –le dijo amable.

Se giró hacia Enya-. ¿Te importa que te lo lance a ti? Ya que tú me has atacado con el Raiinniin –Al mismo tiempo que se ponía frente a la Gryffindor, le habló a Orsolya. Ella había sido quien había lanzado el conjuro unos minutos antes y en quien se había fijado Asterope-. A ver, era así, ¿verdad? ¿Con este giro de muñeca, creo que te vi hacer?

Cuando lo tuvo claro y hubo ensayado un par de veces, se dispuso a atacar a Enya-. Aquus Guinae –Era una maravilla ver la magia surgir de su varita. Sonrió al ver el agua salir disparada hacia la metamorfomaga con gran potencia. 

Cuando ya estaba convencida de que iba a hacerle daño a Asterope con una piedra, apareció la capa de agua protectora de una de las gemelas. Menos mal. Por poco tenemos que acompañarte de nuevo a la enfermería. No se había percatado de la llegada de otra alumna hasta que habló. No sabía su nombre, aunque lo descubrió poco después cuando Asterope se dirigió hacia ella. Hola... ¿Willow? Preguntó, no fuera que hubiera entendido mal. Creo que no hemos hablado nunca. Encantada. Yo también puedo intentar ayudarte en algo.

Entonces se giró de nuevo hacia a Asterope, que preparaba su varita hacia ella. Sí, creo que es justo que tú ahora intentes mandarme a la enfermería. Veía cómo la Slyetherin practicaba sus movimientos, a la vez que ella misma recordaba los suyos. Preparada. Fijó su vista en la varita de Asterope, de la que poco después salió un chorro de agua hacia ella. ¡Aquus Guinae! Un escudo bien potente de agua frenó en seco el chorro de Asterope, protegiéndola de un buen golpe.

¡Bien! Esta clase está siendo de lo más productiva. Hacía mucho que no me lo pasaba tan bien. Últimamente la gente es tan... ¿Cómo lo diría? Rancia. Sí, rancia es la palabra. Van, vienen y en vez de hablar a algunos solo les falta gruñir. Se giró hacia Willow. Entonces, ¿con qué podemos ayudarte?

- ¡Gracias! -Contestó a Asterope con una sonrisa de oreja a oreja, mientras se apartaba para no molestarles durante la práctica de hechizos. Aprovechó también para observar cada uno de sus movimientos para cuando le tocase a ella.- Sí, Willow. -Hizo una afirmación rápida con la cabeza.- ¡Encantada! -Aunque ella tampoco recordaba haber cruzado palabra con la Gryffindor, sí que vino a su memoria la condición de la leona. Una vez en clase, le había cambiado el pelo de color, y había llamado mucho la atención de la Ravenclaw, que, aunque no era muggle, sabía lo raro que era tener un don así.

Cuando terminaron de practicar, se volvió a acercar a ellas.

- Tengo que recuperar dos... bueno, tres. Pero dos de duelo. -musitó, algo más bajo de lo que le gustaría. Aunque su padre ya le había dicho antes de entrar en Hogwarts que no pasaba nada por no sacar los hechizos a la primera, que hubiesen sido tantos acabó por pesarle.- Aquus Guinae y Raiinniin Petrus. 

De, de nada, musitó Orsolya cuando Asterope le dio la gracias, sin apartar la mirada del suelo. Parecía que desde que su hermana había recuperado la voz cantante, Orsi había vuelto a ser relegada a un segundo plano, tímida y vergonzosa. O que simplemente le costara olvidarse de lo que Asterope encontraba divertido, pues apenas había pasado un mes desde la noche de Halloween.

Hola, saludaron ambas a Willow que acababa de llegar. Erzsébet seguía lanzándole conjuros al pelele, empeñada en destrozar al pobre muñeco de paja mágica. Volvió a lanzarle un Raiinniin, que tras aprenderlo pretendía dominarlo. A ello le siguió un escarchatem, un bolafuegate y un relampagus, nombres que había decidido quedaban mejor que blabla Fulminis. Estando Orsolya para ayudar al resto, no tenía que preocuparse más que en sí misma, que para eso estaban las hermanas.

Sí, así está bien, le dio Orsolya el visto bueno a Asterope cuando comenzó a practicar con el Aquus. Se sorprendió de la capacidad de la Slytherin. Había sido capaz de repetir aquel conjuro con tan solo un vistazo, pendiente como estaba tratando de evitar la lluvia de piedras de Enya.

Desde su posición de automarginada, Erzsébet alzó la voz al escuchar a Enya. No se llama ser rancios, sino ser gilimemos, así de claro. Según tengo entendido desde el año pasado que bajaron el listón para acceso de alumnos, Hogwarts nunca había estado tan lleno de alumnos inútiles.

Orsolya se adelantó para ayudar a Willow. Enseñándole la postura y como ejecutar correctamente ambos hechizos, para que ella eligiera cual practicar.

Lánzamelo a mi y así practico el Protego, por favor, pidió a la Ravenclaw, creyendo haberse quedado con los movimientos que Asterope había ejecutado cuando trató de protegerse de Enya.

La pequeña se preparó, imitando la pose que le había mostrado Orsolya hacía tan solo unos momentos, con la varita en alto.

- Aquus Guinae. -Pronunció con la mayor claridad que pudo. Nada más decir el hechizo, una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que de la punta de su varita salía disparado un rayo casi blanco que se dirigía hacia Orsolya.-

Se preguntaba cuándo podría devolverles a las gemelas todos los favores que habían hecho por ella. Sin su ayuda no sólo habría tenido más difícil el aprender algunos hechizos, sino que su vida en el colegio habría sido bastante más aburrida.

Ahora sólo le quedaba un hechizo más de duelo por aprender, y estaba segura que con las indicaciones de Orsolya lo sacaría adelante.

Había sido una tonta. No fue capaz de protegerse del Flámatte de Willow en clase de DCAM, y no se le ocurría otra cosa que pedirle que volvieran a practicarlo, pero esta vez con un conjuro que seguramente la acabaría mandando a la enfermería.

Podría defenderse fácilmente del Aquus que iba a lanzarle Willow con otro Aquus de defensa, pero se había decidido a sacar el Protego, aunque supiese que no conseguiría que fuera lo suficientemente potente.

Estoica, levantó la varita, decidida a que sin dolor no había mejora y conjuró el Protego. Y como anteriormente le ocurriera a Asterope, el escudo no fue completo.

Sonrió ligeramente con los comentarios de Enya y Erzsébet sobre el resto del alumnado- No soy la más indicada para criticar a alguien por no querer juntarse a otras personas –Aunque lo hacía a veces. Pero ella misma echaba a veces de menos la soledad que tenía en su casa de Gales. Y se alegraba de que tantas personas estuvieran dispersas, ya que así ella no se encontraba nunca en una multitud, incómoda y sin saber qué hacer-. Pero es cierto que no es lo que yo esperaba. Creía que la gente iría a clase y tendrían ganas de aprender algo productivo. Y muchos se las saltan. No sé si el colegio estará lleno de alumnos inútiles, pero vagos lo son un rato.

Tras su combate contra Enya, en el que ninguna de las dos salió herida, Asterope contempló a las otras tres alumnas que había en el aula. Una de las gemelas se ofreció a practicar con Willos, así que la serpiente quedó como mera espectadora.

- ¿Recuerdas bien el Protego, Orsolya? Ya sabes, gira bien la varita para crear bien el escudo –le aconsejó antes de que empezaran.

Se acercó un segundo a Erzsébet, que andaba por ahí sola, eufórica por haber sacado el hechizo y atacando sin piedad al maniquí-. ¿Recuperando el tiempo que perdiste sin poder lanzar conjuros? A mí también me entran ganas de hacer lo mismo, pero no quiero tentar a la suerte. Voy a ver a estas dos.

Volvió a su posición de antes, junto a Enya, para ver batirse en duelo al águila y a la tejona. Ambas lograron su objetivo. Sin embargo Asterope, por alguna razón, notó cómo el conjuro de Willow iba a traspasar el Protego de Orsolya-. ¡Aquus Guinae! –exclamó apuntando al rayo que iba directo a ella. Su escudo de agua se interpuso en el camino.

Erzsébet dejó su vendetta personal contra aquel pobre pelele para hacer caso a Asterope. La pobre culebrilla había tenido la mala suerte de caer en una casa donde todos eran unos bordes y no veían el potencial que la niña tenía, pero Erzy claro que lo sabía. Podía recitar en menos de tres segundos los nombres de los únicos alumnos que merecían la pena de primero y segundo curso... bueno, solo de primero, que en segundo todos tenían el defecto de ser unos viejos.

La varita me llegó defectuosa, con potencia mágica bajo mínimos, dijo sacudiéndola, para bajar la magia a la punta y no se quedase acumulada en la zona de agarre. Y como no tiene enchufe como los aparatos muggle para cargar, pues me toca recargarla con métodos mágicos. Creo que lo que encontré ha acabado funcionando, porque parece que ya vuelve a ser la de antes. Y no gracias a Ollifallander. Dándose la vuelta siguió dándole su merecido al maniquí.

Orsolya ya estaba resignada a acabar mojada y tiritando cuando Asterope la salvó. Eso una mortífaga nunca lo haría, salvo que tratara de ganarse la confianza de alguien tan cándido como la niña de ojos verdes... Gracias. Si me llega a dar me pierdo la clase de después de comer, murmuró recordando la ineficiencia de la enfermera. Muy bien Willow, lo has sacado muy bien, sonrió. Al menos había sido capaz de ayudarlas a ambas con el conjuro.

Y como cuando lo pasabas bien, el tiempo volaba, la hora de la comida rozaba las mentes de las crías y sus estómagos comenzaron a quejarse.

La pequeña Bletchley no siempre pillaba todos los chistes a la primera, pues no estaba demasiado acostumbrado a ellos. Al menos, no a los chistes que hacen los niños. Así que tuvo que pensar varios segundos en el juego de palabras “Ollifallander” antes de entenderlo. Rió por lo bajo y siguió a lo suyo.

Asterope hizo un gesto a Orsolya con la cabeza como respuesta a su agradecimiento-. Sí, seguro que esa maleducada de enfermera te retiene el máximo posible. Seguro que en su época no la dejaron ir a Hogwarts a estudiar, tuvo que aprender en su casa o en un sitio peor y ahora está resentida con los alumnos –Al menos, esa era la versión que mejor se ajustaba a su comportamiento, pues no encontraba otra explicación. Ya sabía que era todo un honor estar en el famoso colegio. Y, si a ella no le hubieran dejado entrar, se habría puesto hecha una furia.

- Enhorabuena, Willow, te ha salido el conjuro estupendamente. Qué raro que tengas que recuperar, ¿se te rompió a ti también la varita? –De lo poco que conocía a la Ravenclaw, sabía que era una alumna muy aplicada e inteligente. Le parecía raro que estuviera con ellas, así que se le ocurrió que podría haber tenido el mismo problema que Erzsébet y ella.

Se giró hacia Enya, que hacía rato que no hablaba-. Bueno, pues uno menos cada una. La lista se hace más corta –dijo con media sonrisa-. Cuando necesites volver a recuperar, avisa sin problema, ¿vale? Si no coincidimos, vente a mi mesa a la hora de las comidas.

Y, hablando de comida, se hacía ya tarde. Se marcharon del aula de Duelo derechitas al comedor, con ganas de satisfacer una de las necesidades básicas en el ser humano. 

Enya estaba muy contenta. Había sido la hora más productiva que había visto fuera de clase durante aquel día que... No, era desde que había entrado en el colegio. Estaba segura de que nunca antes había aprovechado así el tiempo tanto ella como las que la rodeaban. Además, había sacado una cosa en claro: juntando todas las opiniones, este año en Hogwarts había una colección de rancios gilimemos inútiles y vagos alumnos.

Después, se giró hacia Asterope cuando esta se dirigió a ella. Creo que te voy a pedir ayuda más pronto que tarde. Es más, ¿qué te parece si luego nos vemos después de clase en el vestíbulo? Podríamos practicar más y, si no nos apetece porque estamos demasiado cansadas, podemos hacer cualquier otra cosa. Miró también al resto. Lo mismo os digo. Ya me vais diciendo ahora de camino al Comedor. Vamos, que tanto hechizo me ha dado hambre y tanta agua mucha sed. Y salió con el resto a tomarse un merecido plato de tofu (o al menos esperaba que hubiera tofu).

Inmersa en sus pensamientos, intentando memorizar los movimientos que le había enseñado Orsolya que debía hacer para el Raiinniin Petrus, ignoró de forma completamente inconsciente las palabras de sus compañeras.

- ¿Eh? -Miró a su alrededor, pero para entonces sus compañeras se hallaban al final del pasillo.- Pues vaya... -Comentó algo fastidiada. Esperaba que no se lo hubiesen tomado a mal. Por lo general, cuando la gente ya la conocía mínimamente sabían que era una completa despistada y que en muchas ocasiones estaba demasiado metida en su mundo. Pero temía que este no fuese el caso y se hubiesen enfadado con ella. Nada que unas palabras no pudiesen arreglar, claro -o eso esperaba-, pero igualmente, cuando ocurría no podía evitar sentirse incómoda.

Recogió sus cosas y decidió que era hora de irse al comedor.