Partida Rol por web

Gabi asimiló la información de Cassius y James rápidamente, seguía pensando que la diversidad era lo que más le gustaba de Hogwarts y estaba decidida a que, mientras que la rivalidad fuera sana, no tenía por qué pelear con gente de otras casas.

El viaje terminó más pronto de lo que le habría gustado, aquellos chicos se habían mostrado muy amables con ella y le habría gustado conocerlos un poco más antes de que los separaran.

-Bueno, me llaman. Hasta luego.- Se despidió contenta y se unió al grupo de niños que se reunieron alrededor de un centauro. La niña no pudo contenerse de expresar su admiración. -¡Wow! ¡Nunca había visto un centauro en persona!- Lo que sí reprimió fueron las ganas de presentarse, centrándose más bien en los otros niños que iban con ella por el sendero y cuidando de no tropezarse con alguna raíz mal ubicada.

El viaje en los pequeños botes se le antojó un poco aburrido. Deseaba llegar pronto y sus compañeros de trayecto estaban demasiado embelesados con el castillo, el agua y la noche estrellada como para hablar con ellos. En cuanto tuviera la oportunidad se presentaría debidamente, pero ese no era el momento.

Entonces, debieron atravesar un túnel y subir escalando hasta el castillo, cosa que a Gabriela le parecía por demás emocionante. -Todavía no hemos empezado clases y ya estamos viviendo aventuras ¡Me encanta!- Pensó, orgullosa de sí misma por haber sido una de las primeras en subir y ayudar a algunos otros que tenían ciertas dificultades.

Entraron por fin al edifico de piedra y Gabi sintió un vuelco en el estómago. -¡Ya estoy aquí! ¡Por fin!- Sonrió ampliamente, ignorando las muecas de ansiedad de algunos de sus compañeros y la seriedad de la profesora rubia. La siguió hasta el pequeño cuarto y esperó a que volviera a por ellos, sin preocuparse mucho por su aspecto, sabía que no tenía nada fuera de lugar, ni siquiera su hermosa extensión de color azul. La otra cosa que se quedó dando vueltas en su mente fue eso de los puntos.

-Osea que no importa en cuál casa quede, si quiero ganar la copa debo conseguir puntos, fin de la historia.- Pensó, al tiempo que cierto deseo comenzaba a abrirse camino en su mente.

Cuando la profesora Luna volvió a por ellos y los llevó al gran comedor, la niña se quedó atónita ante la cantidad de alumnos que habían allí, ya quería conocer a los que serían sus compañeros de casa, de sala común y sus mejores amigos, como le habían comentado en el tren.

-¡Qué genial!- Dijo admirada al entrar. -¡Ahí está el sombrero que me dijeron! ¡Y hay fantasmas! ¡Y los profesores estan allá!- Su pensamiento se vio interrumpido cuando el sombrero se abrió por un lado para comenzar a cantar. Gabi casi daba saltitos de emoción y le aplaudió estusiasmada cuando terminó.

En ese momento la profesora Lovegood los empezó a llamar para pasar adelante y Gabriela aplaudió a todos los niños que se sentaron antes que ella en el taburete del sombrero seleccionador. Cuando llegó su turno se irguió decidida y se sentó con una sonrisa de oreja a oreja para después ponerse el sombrero. Acto seguido cruzó los dedos y pensó.

-Que sea donde sea, pero que sean buenos conmigo, por favor.-

Kelly se despidió de Daphne, Joey y Amon y deseó poder verlos pronto. Esperaba poder entrar al menos en la casa de alguno de ellos, ya que le habían caído muy bien.

Hacia frio en el andén y tiritaba un poco, aunque quizás fuese más el nerviosismo que otra cosa. La visión del centauro la impresionó pues nunca había visto a ninguna criatura mágica tan de cerca, únicamente en los libros. Estaba como en un sueño pero siguió las instrucciones y se subió a uno de los botes junto con otros tres alumnos de primero tan nerviosos como ella, eso la animo un poco.

 Disfrutó de la visión del castillo que era realmente magnífico, casi no se podía creer que fuese a vivir allí, estaba muy emocionada.

Cuando llegaron esperó ansiosa que la enorme puerta de roble se abriera y siguió a la profesora Lovegood y al resto de alumnos de primero a la pequeña sala donde debían esperar.

Escuchaba los comentarios del resto de sus compañeros que se preguntaban, al igual que ella, en que casa entrarían. Unos decían que la mejor era Slytherin, otros querían entrar en Hufflepuff o en Ravenclaw, otros en Gryffindor.

No conocía nada de ninguna de las casas pues se había criado en una familia Muggle y nadie en su familia había estudiado en Hogwarts, por tanto no habían pertenecido a ninguna casa. Kelly no sentía esa presión de tener que pertenecer a algún sitio a diferencia de alguno de sus compañeros. A excepción de la casa Ravenclaw, había conocido personas de las otras casas y todos le habían caído bien, incluso el descarado de Joey.

Por fin les condujeron al Gran Comerdor, que era tan grande e impresionante como el resto del castillo y vio las mesas de las cuatro casas alineadas, buscó con la mirada a Daphne, a Amon y a Joey y les hizo un breve saludo con la mano.

Se colocó junto al resto de sus compañeros en fila y escucho la canción del sombrero con atención. No le gusto demasiado Slytherin  porque el sombrero dijo que utilizaban cualquier medio para conseguir sus fines. Se preguntó si Amon seria así, le había conocido poco pero le había caído muy bien, pensó que quizás él fuese una excepción y no todos eran como él.

-¡ Doherty, Kelly! – dijo la profesora Lovegood.

Kelly camino hacia el taburete mientras se preguntaba cómo sabría qué pensaba, ¿tendría que hablar con él? Se sentó y se lo puso sobre la cabeza.

Hola Sombrero, estoy muy nerviosa y no sé nada más que lo que has cantado de las casas, pero solo sé que Slytherin no me gusta demasiado por lo que has dicho. Hasta hace poco no sabía que era una maga, y en mi casa no hay magos, bueno creo que hay una que es prima lejana, pero bueno. Me gustan mucho los animales, solo se eso y cuando sea mayor me gustaría ser cuidadora de animales mágicos, y espero hacer amigos muchos amigos porque en mi anterior colegio no tenia, me esforzaré por que así sea.

Los pensamientos, habían salido como un torrente y de manera algo desordenada de su cabeza, pero era lo que sentía en aquel momento y espero con el corazón encogido el nombre de la casa a la que pertenecería.

Maxwell se despidió de las chicas con un cabeceo perezoso y se quedó sentado hasta que los más rezagados bajaban del vagón para levantarse. Una de sus maletas había salido despedida del portaequipajes y reposaba en mitad del pasillo como, cubierta de pisadas de pies de diferentes tamaños, como si hubiera recibido una paliza. Tiró de la cremallera, sacó una de las túnicas negras y la cerró, sin molestarse en devolverla a su sitio.

Todos los niños, y no tan niños, revoloteaban en el exterior del tren. Maxwell se echó la túnica por encima de la cabeza y se quedó  sentado en las escaleras de su vagón, con la mirada perdida en el extraño cielo púrpura.

Tocloc, tocloc, tocloc.

El ruido de cascos se extendió por el andén, y una voz masculina y adulta se elevó sobre el bullicio infantil, convocando a los alumnos de primero. En un primer momento pensó que se trataba de un hombre sobre la grupa de un caballo, pero cuando lo tuvo delante, comprobó que era una única criatura, sin efectos especiales. Joder. Había visto cosas así en alguna película vieja, había leído sobre ello, pero el nombre se le escapaba.

Por primera vez sentía que había entrado en otro mundo. Los magos eran, al fin y al cabo, personas. El efecto de los conjuros podía ser impresionante para un chaval de la antigüedad, pero para alguien nacido en pleno siglo XXI no era tan diferente de lo que podía conseguirse sin necesidad de varitas, pociones ni objetos mágicos; con frecuencia era incluso menor. Pero ese hombre caballo era otra cosa, algo salido de fantasías y sueños.

Siguió, casi inconscientemente, como si estuviera atrapado en una ensoñación, la linterna del hombre caballo por una oscura senda entre hileras de árboles, junto a los otros niños de primero. Sobre la vegetación se alzaba la silueta de Hogwarts, un castillo que hubiera hecho sentir diminuto a un titán, edificado directamente sobre las escarpadas rocas que culminaban una montaña cercana.

El último tramo del trayecto lo hicieron en barcas, de cuatro en cuatro, en asombrado silencio, flotando sobre aguas en perfecta calma, bajo la mirada de las ventanas del colegio. Penetraron en la montaña hasta alcanzar su corazón, bajo el edificio que sería su hogar durante la mayor parte de los próximos años. Treparon hasta la superficie y se encontraron, al despertar del sueño consciente, entre los muros de Hogwarts.

Una mujer de edad madura recibió al grupo de nuevos alumnos y los condujo al interior. Maxwell hubiera querido sentirse asqueado por el obsceno despliegue de riqueza de ese vestíbulo, pero apenas podía mantener la boca cerrada por la impresión.

Fueron conducidos hasta una recogida habitación, donde la mujer contó lo que ocurriría a continuación. Si las niñas mayores no se lo hubieran explicado en el tren, no hubiera tenido la menor idea de qué eran esas cuatro casas. Y el resultado probablemente hubiera sido el mismo. Los conducían de un lado a otro, sin explicaciones prolijas ni preguntas permitidas, como niños pequeños que comenzaban su etapa escolar. Como lo que somos.

Desde allí los dirigieron a un enorme comedor. Los alumnos mayores ya ocupaban las larguísimas mesas, aguardando el inicio de la ceremonia. Y no solo alumnos, no solo alumnos y profesores. Entre las mesas flotaban hombres pálidos, traslúcidos. ¿Fantasmas? Pero la sorpresa duraba poco a estas alturas.

Los novatos formaron una hilera entre la multitud y el extremo de la sala, donde la profesora colocó una sencilla banqueta y, sobre ella, un viejo sombrero, tan ajado que nadie le hubiera echado una segunda mirada si se lo hubiera encontrado en el carrito de un mendigo.

El sombrero se retorció y plegó sobre sí mismo en una parodia de rostro, movió el pliegue que simulaba la boca, y cantó en voz alta. Una canción sobre las casas, ensalzando los valores que ya le habían explicado en el tren.

¿Y qué hay de los que no tenemos ningún valor? ¿Dónde vamos? ¿Y si lo que somos no es tan bonito como lo que dice esa estúpida canción?

“Alden, Maxwell”, se elevó la voz de la profesora.

Tardó unos segundos en reaccionar. Nunca se habían referido a él por su nuevo apellido. Ni siquiera el viejo. Joder. Reprimió el impulso de exclamar en la abarrotada y silenciosa sala. El antiguo hubiera sido mejor, no me hubiera tocado el primero.

Salió finalmente de la inquieta hilera de niños y se acercó a la banqueta, cargando entre sus hombros las miradas de cientos de pares de ojos.

Maxwell se encontró con el roñoso sombrero encajado en la cabeza. Silencio. Se dio media vuelta y se dejó caer en el tabuerete con la misma elegancia con las que un castillo de naipes se desparrama al ser golpeado.

El sombrero no habló de inmediato. ¿Estás esperando algo? ¿Quieres que te diga adónde quiero ir? Me da lo mismo, no es eso lo que me preocupa. Hijos de puta hay en todas partes. Quizás yo mismo. Deberías preguntarte quién se merece a alguien como yo de compañero.

Acaba con esta mierda de una vez, joder.

• ¡Alden, Maxwell!
  Cielos… este primer año se me presenta complicado. ¿Dónde podría yo ponerte a ti? Tus características son peculiares y complicadas. Las dudas me abundan, estás hecho de la misma pasta que un Slytherin, eres bastante inteligente como un buen Ravenclaw, y a valentía no te gana nadie. No te menos precies, ya sé donde irás. ¡Helga estaría orgullosa de ti!  ¡Hufflepuff!
   
• ¡Barreiro, Neil!
  Buenas noches jovencito, eres demasiado pequeño para comprender los motivos que llevaron a los cuatro fundadores para llegar a esa conclusión. Pero no te preocupes, con el tiempo lo descubrirás. Y no te preocupes, en tu casa no hay mediocres, todo lo contrario. Los que hablas así de ella es que no los conocen de verdad. Bienvenido a… ¡Hufflepuff!
   
• ¡Bletchley, Asterope!
  Querida, no hay ninguna duda contigo. No te preocupes tanto por tu familia, ni por lo que piensen los demás. Lo tengo muy claro contigo, y no solo por tu linaje familiar. Encajarás bien allí y tu familia estará tan contenta como tú. Además allí también podrás potenciar tu inteligencia. Serás una clara…  ¡Slytherin!
   
• ¡Brontë, Willow!
  Ains pequeña, tantas dudas y tantas ganas de conocer. Y no hay ninguna contigo, está claro.  Pero las tuyas no voy a resolvértelas yo, para eso tendrás que estudiar y trabajar duro, para que averigües todo lo que te interesa sobre mí. Pero si hay algo que tienes tú claro, es que eres digna de la casa…  ¡Ravenclaw!
   
• ¡Doherty, Kelly!
  ¿Amigos? La verdad, jovencita, no creo que encajaras nada bien en Slytherin, así que no te preocupes por esa casa. Ese no es tu estilo, pero si lo que te apetece es desarrollar tu vena más social, entonces lo tengo claro. No hay mejores amigos que los que se pueden llegar a hacer en… ¡Gryffindor!
   
• ¡Fekete, Árpád!
  Efectivamente, que cumples las condiciones para ser un mago eso no lo duda nadie. Y que cumples muchas características tampoco. Por eso lo tengo bastante claro contigo, aunque quizá irías bien en Ravenclaw, esa pasión por los libros te encaja, pero claro… sí, mejor serás un… ¡Hufflepuff!
   
• ¡Giles-Freire, Ludmila!
  Tienes toda la razón, tú ya lo sabes y yo también. Solo hace falta que lo sepan los demás: ¡Slytherin!
   
• ¡Jamai, Christopher!  ¿Jamai, Christopher?
  Vamos muchacho, sube, no tengas miedo. Bueno, esperaremos un poco más. El siguiente:
   
• ¡Lestrange, Kendra!
  ¡No hay duda! ¡Slytherin!
   
• ¡Maxwell, Byron!
  Señal clara entonces de un verdadero: ¡Ravenclaw!
   
• ¡McGonagall, Helios!
  Lo que haga o deje de hacer tu hermana me encargo yo. Olvídate de ella, pues ya va tocando que os separéis. Habéis pasado demasiado tiempo juntos, y por muy parecidos que seais, dudo mucho que a ella la ponga en la misma casa que tú. ¿Slytherin o Ravenclaw? La verdad que tu ambición por el conocimiento me hace dudar, desde luego que eres complicado. Pero ya lo tengo, irás a… ¡Ravenclaw!
   
• ¡McGonagall, Selena!
  No te preocupes que lo de los libros no va contigo, eso se lo he dejado a tu hermano. Y lo de ser auror y jugar al quidditch, eso ya me gusta más. Me parece que lo tengo bastante claro contigo, no encajas en ninguna otra casa que no sea… ¡Gryffindor!
   
• ¡McRae, Aiden!
  Jovencito, me alegro que pienses así, no debes temer lo que piense tu padre de ti, magos fantásticos han salido de todas las casas, tu padre simplemente quiere lo mejor para ti, y piensa que lo mejor es seguir su estirpe y pertenecer a la casa de tu familia. No temas por ello, pero me alegro que hayas superado ese temor, aunque no tendrás nada de lo que preocuparte… ¡Slytherin!
   
• ¡Padurearu, Erzsébet!
  ¿Una nueva casa? ¡Vaya! Mira que llevo siglos haciendo esto, pero desde luego que nadie me había propuesto semejante cosa nunca. ¡Yo no decidí las casas, ni tampoco su creación! Lo tengo claro contigo, irás a… ¡Hufflepuff!
   
• ¡Padurearu,  Orsolya!
  ¡Vaya! ¿Tres Padurearu por Hogwarts? No sabía yo esto… ¿Quieres ir con tu hermana? ¿A Hufflepuff? Pero tú encajas a la perfección en Ravenclaw… No sé, no sé. Pero bueno, no seré yo quien no te conceda ese deseo: ¡Hufflepuff!
   
• ¡Pollock, William!
  No te preocupes por lo que piense tu tía. Ella no está aquí y no puede venir a visitarte. Siéntete libre de ser quien eres, pero hay algo que yo sí que te debo decir. Y es que te parece más a ella de lo que piensas, por eso irás a ¡Ravenclaw!
   
• ¡Rudjed, Anthony! ¿Rudjed, Anthony? Vaya, parece que no se ha presentado…
   
• ¡Sánchez, Gabriela!
  ¡Desde luego que serán buenos contigo! Por eso te mandaré donde te tratarán estupendamente: ¡Gryffindor!
   
• ¡Siral, Lincoln!
  ¿Cómo te atreves a meterte conmigo? En fin… ¡Slytherin!
   
• ¡Trace, Ithan!
  ¡Pues entonces no hay nada más que decir! ¡Gryffindor!
   
• ¡Ward, Edward!
  Que gusto da tener a otro Ward en la escuela. Pero no todos los familiares van a la misma casa, y tú especialmente deberías aprender a vivir sin él. No podéis estar todo el día juntos. Debes ser más independiente. Aún así tu casa está a su lado. ¡Ravenclaw!
   
• ¡Weasley, Arnold!
  ¡Vaya, otro Weasley! Aunque éste parece un poco más especial que los demás. ¿Un Weasley en Slytherin? No creo que viva el tiempo suficiente para ver eso. ¡Gryffindor!
   
• ¡Williams, Mathew!
  ¿Gente a la que le guste el quiddtch? Supongo que a cualquier niño de tu edad le debe de gustar, ¿no? El caso es que no deberías preocuparte por tu hermana, allí no irás tú. Tú te pareces más a Timothy y por eso irás a la misma casa que él. ¡Hufflepuff!
   
• ¡Wood, Enya! ¿Wood, Enya? ¡Vaya! Parece que otra más que no se ha presentado…

Christopher se puso nervioso cuando sintió que el tren estaba aminorando. No se había cambiado y casi se tiró el baúl encima buscando la túnica. Guardó a su gato en el trasportín mientras intentaba meter la cabeza por una de las mangas.

Tras un par de minutos de duro trabajo, Christopher estaba preparado para salir del tren y llegar al Castillo.

Le habían hablado mil veces de cómo era el Colegio, pero jamás se lo esperaba así. Tan grande, oscuro, espectacular y siniestro. Chris no podía dejar de mirar a todos lados y anotar todo tipo de detalles en su pequeño cerebro. ¿Eso que había pasado volando era un pájaro o una criatura mágica? ¿Ese aullido era un hombre lobo? ¿Había salido un tentáculo del Lago?

Llegó a las puertas del colegio y se puso aún más nervioso. Sabía lo que tocaba, pero no podía evitarlo. ¿En qué casa podría estar? Obviamente, tenía predilección por Ravenclaw. Y esperaba no entrar en Hufflepuff o Slytherin. Eran casas... Que prefería evitar.

Antes de que se diera cuenta, ya estaba entrando en el Gran Comedor. Un rápido vistazo le hizo comprobar lo que ya temía: No había negros en Hogwarts. Arrugó la nariz de manera despectiva, como hubiera hecho toda su familia, pero siguió caminando en posición recta.

Pronto le tocó el turno en el que el sombrero gritaba su nombre. Avanzó unos pasos titubeantes y subió los pocos escalones que le separaban de su destino.

Se colocó el sombrero y cerró los ojos. No dolía, sus primos le habían vuelto a tomar el pelo. Los abrió de nuevo y miró hacia arriba.

¿Qué tipo de magia tienes dentro? ¿Cómo puedes leer mi mente? ¿Cómo sabes a qué casa pertenezco?

Multitud de preguntas surgieron en la mente de Christopher.

•  ¡Jamai, Christopher!  ¡Vamos, eres el último ya en subir, adelante!

Qué mente tan curiosa. ¡Cuantas dudas y ganas de saber hay en ti! Esto solo tiene una opción. ¡Ravenclaw!

Aquella gran sala estaba iluminada por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde todos los estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores.

La profesora Lovegood alzó la mirada cuando vio que las puertas volvían a abirse. Se acercó a ellos dos y los colocó uno al lado del otro delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. El techo estaba formado por un terciopelo negro salpicado de estrellas. Parecía difícil creer que hubiera techo y que no estuvierais bajo el mísmisimo cielo.

La profesora Lovegood colocó de nuevo y en silencio un taburete de cuatro patas frente a los dos chicos de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio.

Me había quedado admirado por las vistas de Hogwarts. A pesar de que nunca había cogido una escoba voladora la manejaba bien. El castillo estaba totalmente en calma. Finalmente vimos una gran puerta tras la que parecía salir bastante ruido. Las puertas chirriaron ante nuestras manos y la gente que estaba comiendo quedaron un momento en silencio. Los más grandes reían. Alguno había dicho.- Estos son huffelpuff seguro.- y luego una carcajada salía de su boca. Me ruboricé de rabia. Malditos sangresucia. Seguro que el de la broma era uno de ellos, o había tenido familia o algo por el estilo. La señorita Lovegood, cuyo apellido sonaba también a sangre sucia, nos miraba con un tono de compasión y rectitud mientras nos hacía un gesto con la mano para que fuéramos a sentarnos en el taburete. Algunos profesores con la boca llena se tuvieron que levantar. Alguno de ellos protestaron aunque para sí, con las bocas llenas, pensando que la ceremonia del sombrero había acabado hace unos minutos. Yo estaba preocupado por que lloviera. Había gente que decía que el techo de hogwarts era realmente sólido, pero si había lluvia no quería comprobarlo, porque las estrellas se veían estupendamente.

Y llegó mi turno en el sobrero seleccionador. Cerré los ojos y miré hacia la casa en la que mis padres había pertenecido, Slytherin. Como me mandes a otra casa, mis padres se van a enfadar bastante.

Tú eras Rudjed, Anthony. ¡Adelante! Dice mientras uno de los alumnos que habían llegado tarde se acerca al estrado para que la profesora Lovegood le colocase el sombrero.

Parece que lo tienes bastante claro, bueno, pues entonces yo también. No te preocupes por lo que digan tus padres, porque irás a ¡Slytherin!

Cuando Enya se acercó al Sombrero Seleccionador y éste le asignó su casa correspondiente*. El Director de la escuela, Theodore Alphard Remus Lupin, se puso en pie y haciendo un gesto con la varita comenzó a sonar un suave tintineo de copas que hizo que todo el mundo se callara para escucharle.

- Bienvenidos seais todos, muchachos y muchachas, desde los alumnos recién llegados de primer curso hasta los alumnos veteranos de séptimo, en honor a uno de los más grandes directores de toda la historia de esta escuela de magia, Albus Dumbledore, quiero decir unas palabras para finalizar este banquete y que podáis iros a descansar, pues mañana comenzará un nuevo día, el primer día del resto de vuestra vida, una vida llena de magia.

Y ahí van esas palabras:

"¡Final! ¡Casiopea! ¡Tigre! ¡Burbuja!"

...

"¡Muchas gracias!"

Con alegría me quité el sombrero de golpe, lo dejé encima del taburete y corrí hacia mi mesa, para poder tomar algunos alimentos antes de que desaparecieran. Algunos de Slytherin me dieron la enhorabuena por pertenecer a su casa. Me sentía feliz. ¡Si! ¡Era de slytherin!

Cuando entré al gran comedor vi un montón de caras sorprendidas mirándome, eso hizo que me pusiera nerviosa. Mi padre me había hablado mucho de la ceremonia de dirección, me contó que él estaba muy asustado y que le dijeron que tendría que superar una prueba con fuego para saber a qué casa iba a pertenecer. Yo por suerte sabía que tan solo se trataba de ponerse un sombrero. Cuando veo que la profesora prepara el sombrero me empiezo a poner muy nerviosa. 

"A mi padre le encantaría estar aquí" Pero yo estaba enfadada con él ¡Hasta el primer día del curso tenía que llegar tarde! No tenía remedio. Fue entonces cuando decidí no volver a llegar tarde en ningún momento, estos genes tardíos que tenía por heréncia se iban a esfumar de mi. 

Anthony se puso el sombrero antes que yo y le mandó a Slytherin. Desde que intercambié unas pocas palabras con él, pensé que le tocaría esa casa. 

"Bueno... Me toca." Me acerqué decidida al taburete y me senté. Los nervios me recorrían todo el cuerpo y las miradas curiosas no solucionaban ese problema. 

El Sombrero Seleccionador se quedó a la espera de escuchar los pensamientos de la última chica en subirse al estrado. Pero por alguna razón Enya había decidido dejar su mente en blanco. El Sombrero se quedó algo confuso pues pensaba que iba a escuchar algo de aquella pequeña cabecita. Al darse cuenta de que aquello no era así, el sombrero analizó sus pensamientos y su interior. Al igual que ella, tampoco dijo nada. Tan solo una última palabra con la que terminaría el banquete justo antes de que el director hablara. ¡Gryffindor! Dijo el Sombrero Seleccionador.