Daphne se alegró cuando comenzó a llegar la gente, pero cambió su sonrisa y sus ojos vivos por extrañeza y fruncimiento de ceño cuando vio a Erzy tan apagada. A Orsolya solo le faltaba cogerla por un pie y arrastrarla por el suelo-. Uy, uy, uy. Qué cara nos traes, E. ¿Cómo que no quieres comer? Aunque sea un poco, mujer, que te vendrá bien.
Sonrió a Mircea mientras animaba a la niña a que desayunara algo-. ¡Buenos días! –saludó contenta. Lo miró misteriosa cuando sacó el frasquito que le dio a su hermana-. ¿Y eso? ¿Es una poción? ¿Se la has robado a la enfermera, Mir? –le dijo con cara pícara. Sabía que ese chico nunca haría algo así. Probablemente tendría algún laboratorio de alquimia en los subsuelos de la biblioteca donde preparaba todo tipo de pócimas y mejunjes mágicos. Eso o tenía la optativa de Sanación y había aprendido a crear remedios contra el malestar de Erzy. No, era mucho más divertido pensar lo primero.
- Hola, Maxwell, Morgana –saludó a los dos tejones recién llegados mientras terminaba su arroz con leche-. Qué ganas de ir a clase de Vuelo –les dijo a los presentes, dirigiéndose en especial a los de su curso-. ¿Creéis que hoy podremos montarnos en la escoba? ¡Ojalá!
No esperó más. Cogió sus cosas y se levantó de la mesa-. ¿Vamos saliendo? No podemos llegar tarde. ¡Hola, Matthew! ¡Sara, buenos días! Uy, a qué horas llegáis los dos -les regañó en broma. Puso rumbo a clase sin más demora.
A clase.
Daphne le recordó que iban con el tiempo tasado. Así que apuró su plato y volvió a mirar a Erzsébet con cierta preocupación. No obstante, la clase era lo primero, aunque a él lo de las criaturas mágicas no le llamara demasiado la atención.
-Hasta luego chicos.
Dijo antes de irse. A algunos los volvería a ver pronto, en clase.
A clase
Había un paseo hasta el lugar donde se impartía la clase de conocimiento de criaturas mágicas, así que Maxwell desayunó con celeridad. Leche, cereales, zumo de naranja y un sandwich vegetal frío; ligero y extrañamente veraniego.
Sin más demora, con los libros bajo un brazo y medio sandwich aún en la mano, se despidió de los que todavía quedaban y se marchó a buen paso hacia el exterior.
/A clase.
Haciendo de buena gemela, Orsolya comía por si misma y por su hermana, como si alguna extraña idea de duplicidad física la llevase a creer que comiendo ella, alimentaba así a Erzsébet.
Cuando Mircea puso aquel frasco delante suyo, Erzsébet se dedicó a mirarlo, mientras seguía moviendo la sustancia de su plato que había conseguido homogeneizarse. Miró brevemente a Daphne, como si no comprendiera sus palabras y volvió a fijarse en su plato. Fue Orsolya la que se hizo cargo, dándoselo de beber, inclinando su cabeza y metiendo el frasquito entre sus labios.
Hola, hola, buenos días, fue saludando Orsolya a la gente que iba viniendo. Sí, esta mañana me la he encontrado desarropada y temblando, contestó a Matthew. Al menos no ha preferido quedarse en la cama. A ver si esto sirve de algo, dijo devolviéndole el frasquito vacío a su hermano.
Saciada y quizás un poco demasiado llena, Orsolya se levantó y ayudó a Erzsébet que parecía seguir igual. Venga, verás que el exterior te devolverá el ánimo, dedicó a su hermana. Podrás lanzarle agotattems a Max y Mat, dijo sonriendo a los dos chicos.
Tal como habían llegado, con Orsolya dirigiendo la marcha y la otra detrás como una autómata, se fueron.
/a clase
No fue hasta que otros lo mencionaron, que me di cuenta que algo estaba mal con una de las gemelas. Era época de resfriados, así que realmente no era una novedad que alguien cayese enfermo, aunque tenía que reconocer que la gemela daba bastante pena, seguramente porque el cambio era bastante drástico y lo que te esperas es verla por ahí con el culo inquieto. Tendría que mirar si tenía alguna infusión en el baúl, quizás eso le ayudase.
- ESPERO que podamos montar en la escoba. Tengo unas ganas terribles. -Contesté a Daphne, mientras me levantaba y recogía mis cosas para después salir detrás de ella.
A clase.
Aunque fuera un llegar, desayunar rápido y marcharse, volvieron a juntarse todos. Los fue saludando según llegaban y se marchaban, cosa extraña en él que tan solo solía dedicar que aproveche, breves inclinaciones de cabeza y ligeras sonrisas.
Es un elixir vigorizante. Lo aprendimos hace dos semanas en la clase de curación. Si está resfriada no le quitará el malestar, pero al menos podrá aguantar bien el día. Ya tendrá el fin de semana para pasar lo peor, explicó, destrozando cualquier pensamiento divertido.
Estuvo a punto de abalanzarse sobre Orsolya cuando la vio cerca de tragarse ella misma el contenido del frasquito. Sabiendo como eran sus hermanas estando sanas, no le deseaba tanto mal a nadie para que tuviera que aguantarlas tras tomar algo así. Suspiró al ver que vertía el contenido en la boca de Erzsébet.
Sí, vamos, dijo a Daphne, levantándose. No le hacía mucha gracia que la clase de vuelo fuera en el exterior, pero qué remedio. Salió de allí siguiendo a Daphne y a Morgana.
/a clase
Llego tarde, iba a darle las bolsas de té a mi hermana Morgana pero ya no está, así que cojo un bocata improvisado con lo que hay en la mesa de los Tejones y me marcho a clase a toda prisa.
a clase
Es la hora de comer, habéis pasado toda la mañana vagueando o estudiando y os entra hambre, en esta turno tendréis que ir a comer, quien no lo haga tendrá que rolear que pasa hambre. Lo ideal es que todos os reunierais en la escena de vuestra casa para que habléis por ahí, pero también podréis rolear en cualquiera de las escenas que hayan sido abiertas en el "post del segundo día".
Antes de finalizar este post debéis pasaros por el post que estará ya en vuestra segunda clase. Es decir tendréis que terminar posteando en la escena que os corresponde para la clase o como pasó en el caso anterior se os considerará que habéis perdido la clase y tendréis que hacer por recuperarla.
Tal fue la prisa, creyendo que llegaría con apenas tiempo para reponer fuerzas, que se sorprendió al encontrarse el lugar prácticamente vacío. No solo faltaban sus compañeros y los de segundo, sino que la larguísima mesa de la casa solo estaba ocupada por un puñado de alumnos.
Echó una mirada al reloj mientras tomaba asiento. Era bastante más temprano de lo que había pensado, aún quedaba una hora para la clase de duelo. Ya era tarde para dar marcha atrás y volver a la biblioteca, así que se encogió de hombros, dejó los libros bajo la silla y empezó a servirse comida de las bandejas.
Al llegar al comedor las niñas iban ya ataviadas para la clase de duelo. Habían gastado tanta energía en el último par de horas que necesitaban reponer fuerzas, y aunque se hubieran dedicado a quedarse tumbadas y dejar la mente en blanco, también hubieran necesitado recargarse.
Hey, hey, saludaron con eco a Maxwell.
Erzsébet parecía ser la misma de siempre. El elixir vigorizante parecía estar consiguiendo aguantar su ritmo, aunque el problema sería cuando llegara la noche, que acabaría cayendo como un fardo, con su batería a cero.
Se sentaron enfrente del chico y empezaron a arramblar con cada producto comestible que tenían al alcance.
A quien estuviera cansado de usar la puerta para entrar al comedor, Krum le proponía una alternativa. Primero entró el joven profesor, que llegó volando por una de las ventanas. Y, tras él, Daphne sobre su flamante escoba. Bajó de ella de un saltito, con una sonrisa de oreja a oreja por el estupendo rato que había pasado.
Fue corriendo hasta su mesa y se sentó junto a los alumnos que ya estaban comiendo-. ¡Hola a todos! –dejó su Saeta de Fuego Plus sobre el banco tras saludar-. No os lo vais a creer. La clase de vuelo de hoy empezó de lo más muermazo, tomando apuntes y esas chorradas. Pero luego Krum –giró la mirada hacia la mesa de los profesores, con los ojos brillantes- nos enseñó tácticas de juego. Yo practiqué un par de ellas y me salieron genial.
Miraba a Maxwell y a las gemelas con la mayor ilusión del mundo- Y, cuando acabamos, Krum –volvió a mirar al exjugador de Quidditch- nos dejó entrar volando en el comedor. ¡Ha sido una pasada!
Se sirvió la comida, guiso de salmón y ensalada césar. Cuando comenzó a comer, se dirigió a Erzy y a Orsi-. Por cierto, vuestro hermano es un sosainas. En lugar de venir con todos sobre la escoba, se ha bajado al instante y viene caminando –A la ensalada césar le faltaba aliño, así que cogió un cuenco que había en el centro y se echó un par de buenas cucharadas.
—Hey —devolvió el saludo Maxwell con un murmullo.
El plato que se había confeccionado consistía en empanados de merluza, jamón y queso, gajos de patata fritos, beicon, judías dulces y un buen pegote de salsa mayonesa para ir untando lo que le apeteciera. Todo en grandes cantidades, tantas como las gemelas, aunque con un grado inferior de experimentación gastronómica.
—Parece que te ha ido bien esa medicina de tu hermano. Parece cosa de magia —comentó Maxwell distraído, inconsciente de la absurdez de la aseveración.
En ese momento, al escuchar un revuelo en la entrada y girar la cabeza para encontrar el origen, vio llegar Daphne volando en su escoba tras el profesor de vuelo, junto con un grupo de alumnos de segundo.
No había visto a la chica de segundo tan excitada desde… desde nunca. Tenía la misma cara que el hijoputa de su hermano cuando salía del baño, después de encerrarse allí un rato. Salvo por lo odioso, la cara de su hermano rogaba que la curtieran a golpes.
—Es difícil no creerlo cuando os hemos visto entrar volando —apuntó Maxwell—. A mí no me va mucho la escoba, pero, ah… está de puta madre que os dejen entrar volando.
Todo un esfuerzo por no chafar la ilusión del a chica.
Tras su paso por el dormitorio, Mircea llegó al comedor. Lo cierto es que tenía un hambre atroz, casi como si llevara todo un día sin haberse llevado nada al buche.
Que aproveche, dijo sentándose en la zona de los inadaptado.
Sin llegar al nivel de Maxwell, y menos aún al de sus hermanas, el rumano se sirvió un par de filetes de color verde que tras un primer mordiscó descubrió que eran de pollo y espinacas; croquetas que parecían seguir la moda Bertie Bott, porque cada una sabía a algo distinto; consomé, que a falta de de jerez bien servía un chorro de vinagre y finalmente albóndigas de seitán.
¡Sí!, fue la única respuesta que le dio Erzsébet a Maxwell. Con la energía que sentía ni siquiera recordaba haberse encontrado mala por la mañana.
La llegada en escoba por las ventanas del comedor hicieron que ambas se quedasen por primera en la escuela sin habla, o más sentido tendría decir sin comer, porque sus cucharas se habían quedado congeladas en su llegada a la boca, goteando su contenido, con las niñas manteniendo sus ojos pegados a Daphne que llegaba corriendo para depositar su artefacto lineal de vuelo.
¡Yo también quiero!, decidió Erzsébet, alargando la mano para gritar Accio y que su escoba llegara. Pero el conjuro aún no lo conocía, así que no ocurrió nada. Además, ya estaba comiendo, ¿para qué quería volver a entrar? Sería perder tiempo que podía dedicar a la actividad más gozosa a la que un ser del planeta tierra podía dedicarse, alimentarse. Bueno, decidió encogiendo los hombros, mañana nos toca vuelo. Podrás demostrarnos tu habilidad Max, no te preocupes.
Supongo que si permiten que las lechuzas vuelen por el comedor para entregar el correo arriesgándose a que algún tropezón de más aparezca en los platos del profesorado y del alumnado, da un poco igual que alguien vuele sobre ellos también, ¿no?, comentó Orsolya, mostrando por primera vez también que en algo se parecía a su hermano.
Claro que Mir es aburrido, debería haber acabado en cualquier otra casa menos en esta, aseveró Erzsébet.
Se llama modales, replicó Orsolya, tras lo cual se metió un tenedor con una pinchada mayor de lo que podía posiblemente masticar en la boca.
¡Igualmente!, contestaron a su hermano cuando llegó. Por fin parecía hacer honor al apellido, comiendo como una persona de verdad y no como un pajarito. Con lo poco que solía comer su hermano algún día se lo llevaría el viento.
Daphne revolvía la ensalada césar mientras respondía a Maxwell-. Sí, bueno, era una forma de hablar, hombre. Y también me refería a las tácticas de Quidditch. Creo que Krum quiere prepararnos para el año que viene, que va a hacer las pruebas para entrar en el equipo –Comenzó a comer con ilusión y esperanza, las que acababa de recuperar tras haberlas perdido hacía un par de meses, cuando se enteró de que no iban a convocarlas ese año. Aún quedaba mucho, pero ya contaría los días hasta ese momento.
No supo qué pensar del comentario de Orsolya. Por un lado, le había parecido sarcasmo. Por otro, no podía imaginar que fuera tan... como Mir-. Pero no hemos volado sobre los platos, nos hemos bajado todo tras cruzar la ventana. Así que puedes comer con tranquilidad, que a nadie le ha caído tierra de mis zapatos encima –le aseguró divertida, dejando el cuenco de ensalada a un lado y empezando el segundo plato-. Yo me preocuparía más por esa gente que toquetea todo lo que pueden mientras se sirven y lo hacen con manos sucias –Estaba pensando en un par de alumnos en concreto con los que ni muerta de hambre se sentaría a comer.
- ¡Hola! Que aproveche a ti también. ¿Cómo no has venido con nosotros en la escoba? –le preguntó al chico más serio del colegio, imaginándose la respuesta-. Ha estado bastante bien, por fin hemos podido usar la escoba fuera de clase, aunque fuera un par de minutos.
Cuando terminó el segundo plato, cogió de postre un trozo de bizcocho de leche condensada y se levantó. Lo comería por el camino-. ¿Vienes a clase, Mir? No recuerdo si tenías Adivinación también –El horario de las optativas era un lío y, después de tres meses, aún no sabía lo que tenían los demás.
A clase.
No quería andar cargando con la escoba toda la tarde, así que fui a dejarla al dormitorio, contestó el chico. Le faltó decir que tampoco veía muy adecuado entrar volando al comedor, pero también tendría que decir que tampoco era correcto entrar corriendo, reptando ni gateando.
Terminó su copioso almuerzo con té, como siempre y se levantó junto a Daphne. Sí, claro, le dijo, calándose el sombrero y despidiéndose del resto de alumnos.
Al salir del comedor, se llevó una mano a la cabeza. Perdona, pero se me ha olvidado algo, te alcanzo en un rato, y se fue con paso presuroso por el pasillo que llevaba a la biblioteca.
/a clase
—Yo no me veo, pero mi jodida escoba podría jugar por sí sola —masculló.
Max no fue capaz de reprimir una mueca de desagrado al recordar las clases de vuelo. Especialmente aquella fatídica primera práctica en la que había corrido durante lo que parecieron horas detrás de la maldita escoba. Aunque ya hacía semanas que se las había arreglado para conseguir volar, todavía fallaba tanto como acertaba.
—Será memorable —respondió a la gemela.
Comió con la parsimonia que le daba la lejanía de la siguiente clase, disfrutando de cada bocado. Cuando acabó con el postre, lo primero que se había llevado a la boca ya estaba dando vueltas por todo su cuerpo. Y la hora de clase estaba próxima.
Esperó a que las gemelas acabaran y salió con ellas hacia el aula.
/A clase.
Orsolya encogió los hombros. Lo cierto es que le importaba poco que hubiera caído tierra. No hacía demasiado que ella y su hermana le hacían pasteles de barro a su hermano y para tratar de convencerle para que se lo comiera ellas engullían más se la mitad.
Pues si hicieran pruebas de vuelo en primero seguramente prohibirían a todos que volvieran a presentarse en los siete años que quedan, dijo Erzsébet. Obviamente no se refería a ella pero sí al resto de todo primero, a los que había visto volar y lo cierto es que lo mejor es que se mantuvieran en el suelo, como Max, que al menos lo tenía asumido.
¿En serio hacen eso?, preguntó Orsolya interesada a Daphne, queriendo saber quien toqueteaba todo para que así nadie pudiera apropiárselo. Pues a nosotras no nos importa, nos lo comeríamos igual, decidió.
Terminaron de comer y al poco de marcharse Daphne y Mircea las gemelas se fueron con Maxwell a clase.
/a clase
Se acercaba el final de curso y Matt de momento no tenía ninguna queja con su rendimiento. Comió con detenimiento y sin prisas, alegre de ver a la gemela ya recuperada.
Cuando la mayoría de alumnos se fue, siguió hasta terminar su plato. una vez comido, se fue a clase.
A clase
Entré volando por una de las ventanas sin demasiada prisa, le dediqué una sonrisa pícara y un guiño al Barón Sangriento, que a pesar de que habría visto a más compañeros entrar del mismo modo el gesto de reproche no desaparecía de su rostro, y bajé con suavidad hasta posar ambos pies en el suelo. Me bajé de la escoba y me serví lo primero que pillé para comer, mientras no dejaba de fantasear sobre cómo podría ser la próxima clase de vuelo, o mejor, las pruebas de selección para el equipo de Quidditch. Se me escapó la risa en más de una ocasión, imaginando como alguna bludger salía despedida contra la cara de ciertos alumnos.
Terminé la comida y con una sonrisa en la cara y la escoba bajo el brazo, me dirigí a la siguiente clase.
A clase.