El hambre se iba apoderando de ella poco a poco. Se llevó las manos al estómago mientras jugaba con un palo a hacer dibujos en la tierra. Dibujos abstractos, porque nadie podría distinguir formas claras en los garabatos que estaba haciendo en el suelo.
Aún no había escrito a su casa contando todo. No sabía si por temor a revivirlo todo mientras lo narraba o porque no se atrevía a acercarse a la lechucería. De todas formas, seguramente se enterarían en algún momento, cuando corrió la noticia, aunque nadie se había molestado en contactar con la pequeña preguntando qué tal estaba.
Asterope se preguntó cómo habrían recibido esa información. Tal vez a su demente padre le habría dado algún tipo de ataque y había ingresado en San Mungo. No, no era probable. En su casa no había dinero suficiente como para tratar a Adrian Bletchley de algo tan grave y costoso. Ya tuvieron que sacarlo de ahí por falta de galeones. Se imaginó también a su madre poniendo el grito en el cielo, quejándose sobre la seguridad del colegio al que enviaban a su querida hija; todo eso con un buen vaso de hidromiel extrafuerte al lado, por supuesto. ¿Y el resto de la familia? Los abuelos Howell tal vez habrían intentado hablar con alguien del colegio. Pero los abuelos Bletchley no se conformarían con eso. Ellos irían a quejarse al Ministerio. ¡Faltaría más!
Todo esto son meras suposiciones, claro. Lo que sí tenía bien claro Asterope era que ninguno de ellos se preocuparía por la víctima real, por el búho de la pequeña. Lo cuidaban cuando les tocaba porque era un ejemplar realmente valioso, pero dudaba que hubieran desarrollado algún cariño real hacia él. Por ella sí, por supuesto. Por muchos problemas que hubiera en su familia, la falta de amor no era uno de ellos.
Estaba a punto de volver al comedor cuando se le ocurrió algo. ¡Claro! La mejor forma de proteger la tumba de Hefesto, entre las opciones que ella tenía, era encantando la piedra que había puesto sobre ella. ¡Un buen Alarmir! Realmente, la tumba en sí no iba a estar protegida, pero al menos ella sabría si alguien tocaba esa roca sin permiso.
Pero... ¿con esa varita funcionaría? Se mordió el labio, indecisa-. Venga, sí, lo intento. No pierdo nada. Y, total, no creo que vuelva a explotarme en la cara –Cuando pronunció esta última frase, el brazo de la varita, que ya apuntaba a la piedra, se encogió. ¿Y si le explotaba? Tras unos segundos de duda, se decidió-. Alarmir Vulcano –dijo pronunciando con claridad cada sílaba.
No notó nada que saliera de su varita, ni que se revolviera dentro de ella. Ni un amago de magia para conjurar la roca que tenía delante. Negó con la cabeza, se levantó, se echó la mochila a la espalda y se marchó al comedor. Definitivamente, esa mala racha estaba acabando con todo el orgullo y la confianza que siempre había sentido Asterope por sus propias habilidades.
Motivo: Alarmir Vulcano
Dificultad: 12
Habilidad: 5+13
Tirada: 1 4 5
Total: 1 +5 +13 = 19 Éxito
Al Gran Comedor.