Partida Rol por web

La noche había llegado y con eso los jóvenes de Venecia salían de sus casas escapándose de la autoridad de sus padres o tutores para disfrutar de la nueva fiesta que se había organizado en la casa de los Scarpati.

Habian pasado unos días de calma en la mansión de los Scarpati, nadie sabia bien la razón por la cual eso había ocurrido aunque si los rumores eran ciertos el tio había hecho algo para impedírselo hacer fiestas a la joven anfitriona, pero ahora se encontraba de viaje a una de las universidades de Bolinia. Sin demora la joven aprovecho que el hijo de su tio no era tan estricto y termino de convencerlo para dejarla hacer la fiesta.

Por otro lado entre los invitados habían un trio de damas que hace poco se había juntado para asistir a aquella fiesta, una de ellas no las conocía bien pero gracias a que les había salvado la vida había conseguido la posibilidad de ir con ella a pesar que en un principio no quiso ambas jóvenes pudieron convencerla de venir. Obviamente la huérfana no tenia ni vestido ni antifas pero las jóvenes siendo de una familia acaudalada no tenían en darle uno de ellas para no verse menos junto a ellas.

En el grupo que miraba Giannia se podia deleitar con esas tres mujeres que actuaban de forma tan diferete, aunque dos de ella tenian un parecido muy claro que podria ubicarlas como familiares. Aquellas dos damas vestian parecidas con un vestido negro pero radiantes por los diseños propios de cada una. Otra diferencia era la actitud de ambas una pareciendo mas timida, mientras otra reia emocionada por lo que veia.

La fiesta ya se encontraba en su apogeo con la bailanta en medio del salón y los invitados aplaudiendo a los danzantes mas hábiles del lugar mientras la banda enmascarada tocaba como si fuera la ultima noche antes que el mundo se acabara.

Lo había conseguido, una fiesta a pesar de lo acontecido semanas antes pero ya no quería pensar en ello. Llevaba puesto un vestido rojo y su antifaz era del mismo color, uno brillante y que tapaba sólo sus ojos.

Aunque intentaba no hacerlo, buscaba entre las miradas masculinas la de Bastien sin mucho éxito, esa era la verdad. Siguió dando vueltas por el salón, robando miradas y saludando a algunos conocidos. Todo estaba en esplendor, la música, el vino, la comida. Vio entrar un grupo de jóvenes mujeres, no recordaba haberlas visto jamás por lo cual no se acercó pero se quedó quieta en una esquina, bebiendo de su copa de vino.

Leonor no podía creerse que aquellas dos jóvenes a las que salvó de los bandidos en un callejón oscuro de Venecia la hubieran invitado a una fiesta entre los miembros de la nobleza. En un principio se negó rotundamente a ir, totalmente ruborizada ante la idea, al considerarse no digna de un evento de tal magnitud, pero tras la insistencia de las jóvenes y tras ver el precioso vestido rojo y dorado a juego con sus cabellos que le prestaron para la ocasión, la damita de rizos de fuego no pudo rechazarlas por más tiempo.

Una vez allí, la huerfanita agradeció que su rostro estuviera cubierto por un delicado antifaz, puesto que sus azulados ojos no dejaron de mirarlo todo, completamente maravillados, ante el despliegue de belleza, música y exquisita comida que se ofrecía para deleite de los presentes.

Aun así, y pese a la curiosidad que la embargaba, Leonor no se separó ni un momento de las dos primas, tratando de no destacar y de permanecer en un segundo plano, para no dejarlas en mal lugar ante cualquier torpeza que pudiera cometer.

Gianna estaba buscando a alguien interesante con la mirada, un caballero a ser posible pero no lo encontrò, luego de un buen rato, sus ojos se posaron en los celestes ojos de una pelirroja. Era todo lo que veìa pero le llamò mucho la atenciòn, tanto su vestimenta como sus ojos y ese cabello como el fuego. Sin dudarlo pues despuès de todo era su fiesta, se acercò a las tres mujeres.

-Veo que habèis llegado recientemente, señoritas... Venid, hay un sitio especial para las mujeres hermosa.

Con toda la alevosìa le tendiò su brazo a la pelirroja y las guió hasta el centro del salón donde había un sitio con almohadones para tirarse en el suelo e invitarlas a ellas.

-¿Cuáles son vuestros nombres?-preguntó una vez que se sentaron y los sirvientes ofrecieron bebidas a todas .-Nunca os había visto por aquí y mis fiestas son famosas.

Gianna sonreía por debajo del antifaz, realmente estaba siendo amable.

Era algo difícil no destacar pensando que las primas usaban vestidos negros mientras ella había elegido usar un rojo y dorado que se volvia aun mas vistoso con los cabellos carmesí que tenia. Incluso se vio probado cuando la anfitriona de la fiesta no pudo evitar notarla y sentirse algo atraída a interactuar con ella.

Cuando Gianna las invito a seguirla Anna se adelanto empujando a ambas desde atrás presintiendo cierta timidez en ambas, aunque con el agarre de Gianna tuvo que hacer menos trabajo en Leonor.

Sin dudarlo se sento en los almohadones descendiendo con cuidado y como una dama invitando a su prima a sentarse junto a ella. Luego la motivo para que tomara así se relajaría mejor. “Me llamo Anna. Escuchamos de sus fiestas salvajes donde todo vale, pero recién hoy pude convencer a mi amada prima Celia a que viniéramos y de paso invitamos a alguien muy especial para ambas.” Le explico de paso presentándose a ellas dos pero dejando que la pelirroja se presentara por si misma.

El hecho de que las dos mujeres que la acompañaban hubieran elegido el negro, mientras que le habían dado a ella un traje tan llamativo, la había llenado de recelo. No obstante, todas sus dudas carecieron de importancia una vez que las tres entraron en aquella hermosa mansión rodeadas de agradable música, espectacular baile y exquisita comida.

Aun permanecía observándolo todo con la boca abierta, cuando una hermosa dama desconocida se acercó a ellas y se presentó como la anfitriona del lugar, no sin antes tomarla del brazo y conducirla hacia el centro de la estancia. Sus mejillas se ruborizaron sin que pudiera evitarlo al ser conducida sin que opusiera resistencia alguna, seguida de las dos nobles.

Cuando la huerfanita estuchó las palabras “fiestas salvajes donde todo vale”, sus ojos se abrieron de par en par. Anna se había cuidado mucho de comentar ese detalle cuando la invitó, aunque se temía que ahora no había nada que pudiera hacer al respecto, salvo presentarse debidamente ante la organizadora de tan fantástica fiesta.

– Me llamo Leonor y Anna exagera, ya que no soy nadie especial. Muchas gracias por la invitación, es un verdadero placer conoceros. - Respondió dedicándole una cálida sonrisa.

A Gianna le gustaban y mucho las personas deshinibidas, no en vano sus fiestas eran así como las habían descrito justamente por algo era. Observó a Anna mientras hablaba, tenía movimientos refinados y nobles, eso era obvio para alguien como ella y luego la pelirroja, llena de humildad de presentó.

-Sin duda engalanáis mi fiesta de una manera notable, Leonor.

La miraba fijamente a los ojos, quizá no sabía su nombre o quizás si, mucha gente lo olvidaba y sólo nombraba el apellido de la casa pero eso no era algo que la molestara.

-Soy Gianna Scarpati y espero que las tres disfruten de esta fiesta que para eso es.

Sonrió mientras buscaba en la multitud a Bastien pero algo le decía que no estaba ahí.

-Si estas señoras os tienen en gran aprecio por algo será, ¿no es asi?

Los cabellos rojos de la joven le provocaban curiosidad y le parecía que justamente eso resaltaba su presencia.

-¿De dónde sois?

Les preguntó a las tres, aunque en realidad le interesaba una sola.

Leonor observó a Celia por unos instantes, algo preocupada de que hubiera acudido a esta agradable fiesta tan solo porque su prima la hubiera arrastrado. No obstante, su atención se vio interrumpida por las palabras directas que le dedicó la Dueña del festejo mientras le regalaba una preciosa sonrisa. ¿Cómo podía aquella mujer ser tan hermosa? Aun sin poder apreciar sus rasgos a través de la máscara, era innegable la belleza que desprendía de ella y el porte noble que la envolvía. Aun no entendía por qué les dedicaba tanto tiempo a ellas en lugar de centrarse en el resto de los invitados, aunque supuso que era por la importante familia noble de sus acompañantes.

-Tan solo constato un hecho, Gianna. Vuestra fiesta es magnífica y vos estáis espléndida. – Respondió ahora que por fin sabía su nombre.

Cuando la dama le hizo aquella pregunta, Leonor se quedó sorprendida durante unos instantes puesto que normalmente nadie le preguntaba sobre su procedencia. Realmente no sabía qué decir, y aquella cuestión la pilló tan de improviso que no pudo elaborar ninguna mentira para salir del paso.

-Pertenezco a la república de Venecia, aunque realmente no sé muy bien de donde, ya que perdí la memoria cuando era niña. Igualmente me siento Veneciana en cuerpo y alma, y eso es lo que importa ¿No lo creéis así? Venecia es la ciudad más hermosa y con mayor riqueza cultural y respeto entre sus habitantes que existe. Ni siquiera Francia está a la altura de nuestra amada ciudad – Afirmó con orgullo, aprovechando el momento para comenzar a cumplir la promesa que le hizo a Dante.

Entendió enseguida que era la primera vez de todas en una fiesta de ella y luego, al escuchar a la pelirroja, sonrió. Era evidente que no era de alta cuna pero la joven no lo necesitaba, con esa belleza y ese don de gentes, cualquiera la sostendría bajo su velo, por eso las primas debían tenerla con ellas. Gianna se inclinó hacia Leonor y sonrió.

-Veneciana eres entonces y además, me atrevo a decir que una de las más hermosas y no somos muchas...

Le guiñó un ojo sonriendo. Luego se volvió a las acompañantes de Leonor y les invitó a un poco más de vino. La fiesta parecía ponerse intensa por momentos y por momentos se veían más que simples besos pero la anfitriona sonreía, se veía que estaba acostumbrada a ello.

-Mi tío tuvo que salir de la ciudad y me dejó al cuidado de su hijo, él es muy permisivo cuando de mí se trata y lo convencí... La casa es grande y cuando está sola es muy fría y eso no me gusta.

Gianna se incorporó un poco como si fuera a contar un secreto a las tres mujeres.

-Aquí hay todo tipo de muchachos, nobles en especial... El obispo me ha sugerido que me case. ¿Podéis creerlo? ¿Para qué casarme si puedo tener al que yo quiera?

Sonrió pero en toda su confesión no se encontraba nada de vulgar u ordinario, más bien era como un secreto excitante de la mujer que les hablaba.

Las primas se quedaron en lo suyo tomando las copas de vino que les ofrecían mientras escuchaban lo que decían cada una. Aunque era claro que si una de las dos intervenía seria Anna y no Celia que se la veía algo melancólica aun cuando sonreía.

“Somos todas orgullosas Venecianas por lo que parece. Ninguna dispuesta a casarse pronto.” Anuncio con una gran sonrisa Anna mientras miraba o mejor dicho examinaba a Leonor luego del comentario sobre su belleza de parte de Gianna. Pero no comento nada inclinando más a su prima hacia ella para que se tratara de integrar. “¿Un obispo? Falta que me digas que era francés y podria ser que fuera el mismo que trato de volver monja a mi prima.” Dijo mirándola a Celia que se ponía colorada de vergüenza ante esa revelación mientras su prima se reia un poco. “No hay nada que avergonzarte por eso, ni por estar aquí querida prima. Por favor toma más y relájate para divertirte.” Le pidió con delicadez para terminar dándole un beso en la mejilla antes de volver su atención al otro par.

La joven huérfana se sintió aliviada cuando Gianna no profundizó en intentar averiguar más información sobre ella, puesto que no habría sabido cómo responder y tampoco quería ser maleducada con la anfitriona de la fiesta. No obstante, cuando mencionó que era una de las más hermosas Venecianas, la embargó una gran preocupación al pensar que las damas Giovanni podían tomarse como un insulto que una plebeya obtuviera ese tipo de cumplidos en su presencia. Por todo ello, miró disimuladamente a Anna y a Celia por si se habían ofendido e intentó imitar a Anna, cambiando totalmente de tema para quitar hierro al asunto y centrarse en otros temas de la conversación.

-¿Y por qué querría un obispo que os casarais? ¿Acaso no le gustan las estupendas fiestas que organizáis? – Preguntó con fingida inocencia a pesar de que sabía la respuesta. No obstante, cuando la conversación se centró en el obispo Francés que intentó hacer que Celia se hiciera monja, la dama de cabellos de fuego volvió a intervenir para intentar convencer un poco más a la hermana de Dante de que aquello no era una buena idea.

-Es curioso, alguien no hace mucho intentó meterme en un convento también. No digo que sea una mala cosa cuando la persona en cuestión tiene verdadera vocación, pero tratar de convencerme de algo que en lo más profundo de mi corazón no deseo, es un truco rastrero para intentar hacerme sentir culpable por mi condición o por alguna de mis acciones pasadas que dicha persona no aprobaba. – Afirmó mirando a las tres mujeres, suponiendo que todas habían sido ninguneadas en algún momento y habían sufrido episodios parecidos por parte de algún “poseedor de la verdad absoluta” - Parece que las mujeres Venecianas estamos tan llenas de vida que más de uno intenta cortarnos las alas para que dejemos de brillar. ¿No os parece? – Preguntó, mientras daba un sorbo pequeñito a su bebida para evitar marearse al no estar demasiado acostumbrada a beber.

Gianna comulgaba con los pensamientos de Leonor acerca de la Iglesia y los votos y todo lo demás.

-Leonor, parece que quieras tenido una instrucción noble como la mía.

La anfitriona se sentía satisfecha pero también alabó a las primas.

-Signorinas, veo también en vosotras la clase y por eso, vamls a pedir algo más elegante para nosotros cuatro.

Llamó a un siervo con una palmada y enseguida ordenó el mejor vino densus cavas sólo para ellas.

-Leonor, si alguna vez necesitáis algo, lo que sea, no dudéis en venir a buscarme... Será un placer ayudarte. Y aquí nadie te cortará las alas, al contrario.

Le guiñó un ojo, más tarde le enseñaría algo en el castillo como hacia con los pocos invitados que sobresalían en sus fiestas.

Leonor se sorprendió al escuchar como Gianna le decía que parecía haber tenido una instrucción noble ¿Es que acaso era tan evidente que no lo era? La jovencita se entristeció un poco tras la máscara, aunque agradeció que no se mostrara su rostro ante las damas. Al fin y al cabo ¿A quién quería engañar? Ella tan solo era una ratita vestida de gala, por lo que era normal que las gentes de alta cuna notaran su procedencia humilde. No tenía que sentirse mal por ello, y sin embargo…

Pero cuando la anfitriona les dio aquel trato especial, otorgándoles el placer de degustar aquel exquisito vino, la huerfanita olvidó aquellos momentos de tristeza para volver a sentirse especialmente feliz en una fiesta en la que jamás habría soñado estar.

-Así lo haré Gianna. Es muy amable de vuestra parte. – Respondió mientras daba un sorbo aquel delicioso manjar, deseando haber podido decirle que la buscara si necesitaba cualquier cosa. Lamentablemente ella no tenía un hogar donde pudieran buscarla…. Ni nada que ofrecer realmente.

-Leonor, Leonor... Me parece a mí que disfrutaría mucho vuestra compañía y no hablo de servirme, sino de vuestra amistad porque me gusta cómo piensas y cómo..., luces.

Gianna bebió de su copa todo el vino que quedaba y de inmediato le sirvieron más.

-Bebed amigas mías que mucho me temo que a estas fiestas les queda poco tiempo...

La noble dejó ver una breve tristeza que se perdió en su copa cuando dio otro trago largo.

-Parece que alguien se ha interesado en mi mano de una manera más decente que muchos caballeros por aquí y ahora no sé qué hacer. ¿Vos que haríais, Leonor?

Empezaba a sentirse más alegre de lo normal, así que sin esperar por la respuesta de la pelirroja, se levantó de un salto y tiró de la mano de Leonor que era la más cercana a ella y pasó cerca de las gemelas apurándolas para que todas fueran a bailar.

-Venid, bailad conmigo, hermosa...

Gianna sonreía mientras intentaba danzar con la joven sin saber si ella sabía o si le gustaba pero no había maldad en ese acto, simplemente se sentía contenta y quería aprovechar la excelente compañía que tenía.

Anna tomo más de su copa hasta vaciarla y apuro a su prima a hacerlo también. Para luego tras la señal de Gianna la saco a bailar entre risas, guiñándole el ojo a la anfitriona. Celia algo nerviosa fue al baile junto a su prima acercándose al centro de la pista perdiéndose un poco de la vista de Leonor.

Mientras en el centro bailaban otras parejas incluso un par de parejas de del mismo sexo como ella, mostrando que no era algo extraño o que causaría una molestia los demás invitados viéndolas bailar. Aunque tal vez era por la gran cantidad de alcohol que iba llegando por todas partes por los sirvientes de Gianna y por la música que se volvia mas animada mientras el tiempo iba pasando.

-Os… os lo agradezco. Yo también disfruto de vuestra compañía, Gianna y, he de añadir que en este momento estoy rodeada de las mujeres más hermosas de toda la fiesta. – Respondió la joven refiriéndose a sus tres acompañantes, sin saber muy bien cómo reaccionar ante el cumplido, y sintiendo que aquella dama tenía algo especial que la hacía brillar sobre el resto.

Pero cuando la anfitriona comenzó a relatar que le habían propuesto matrimonio y que estaba pensándolo con seriedad, Leonor la miró fijamente, sopesando la expresión del rostro de la dama e intentando adivinar qué era lo que sentía, para poder darle una respuesta sincera por su parte.

No obstante, antes de que pudiera decir nada, fue alzada y conducida hacia la pista de baile, a la cual decidieron unirse también las primas Giovanni. Anna parecía rebosar una alegría que comenzó a contagiar a su prima Celia hasta hacerla danzar e incluso expresar una sonrisa tímida al principio y algo más amplia después, lo cual llenó a la huerfanita de felicidad al empezar a preguntarse qué más podría hacer para animar a la hermana de Dante.

Tras ello, se centró por fin en su propio presente, tratando de disfrutar de esta situación en la que jamás hubiera imaginado que podría estar. Afortunadamente Leonor había aprendido a bailar un poco en el pasado, por lo que, tras unos segundos revisando los pasos de la mujer que la hacía danzar y girar sobre sí misma, fue capaz de seguir el ritmo de la animada segnorina. Tras cerciorarse por última vez de que las dos primas se lo estuvieran pasando bien, la joven pelirroja decidió relajarse finalmente, hasta atreverse a susurrar al oído de Gianna las siguientes palabras mientras bailaban.

– Con respecto a la propuesta de matrimonio de ese caballero, yo haría lo que me hiciera más feliz, pero evitando que nadie me cortara las alas. Si ese hombre os ama, entonces esperará pacientemente a que estéis lista. Si no… habrá perdido a una de las damas más encantadoras que nadie pudiera desear.

Gianna se sentía contenta, finalmente podía volver a hacer una fiesta y no dudaba que apareciera por ahí Leonzio o Bastien, incluso los dos pero eso no le preocupaba mucho, no le habría preocupado aún si el buen Gino hubiera aparecido tampoco le habría preocupado en lo más mínimo. Las palabras de Leonor antes que se la llevara a bailar le parecieron de lo más sincero que hubiera escuchado jamás en sus fiestas, la pelirroja le gustaba cada vez más.

Mientras danzaban repasaba en su cabeza esas palabras, podía ser de origen humilde pero era mejor que muchas nobles que ella conocía. Tomó sus manos y la llevó con ella danzando y sonriendo, hasta que pararon un poco el ritmo pero sin dejar de bailar.

-Leonor, querida mía, me parece que vos y yo vamos a pasar más tiempo juntas del que podemos imaginar ahora mismo peor tengo que deciros que vuestra sinceridad me derrite.

La noble aprovechó el cambio de música para acercarse a la pelirroja y siguió danzando como si fueran una pareja de hombre y mujer, Gianna la miraba fijamente, sonreía seductora porque ella era así

-Tienes razón, pequeña Leonor... Hay que hacer lo que uno tenga ganas de hacer. Y luego hay que hacer más de eso.

La abrazó acariciando su pelo rojo con ambas manos y preguntándole con toda la desfachatez que la caracterizaba pero sin ser intromisiva.

-¿A qué te dedicas? Porque me gustaría mucho tener una amiga con la cual compartir cosas aquí en casa...

Se apartó de ella y la miró con sus hermosos ojos azules mientras seguía acariciando su cabello muy junto a ella. Tenía deseos de quitarle la máscara y ver todo su rostro pero se contuvo.

-Ven, me responderás viendo la mejor vista de la ciudad.

Tiró de la llevándola hasta aquel balcón que ella tanto amaba y que días atrás había tenido de invitado a Bastien.

La música invadía la sala y todos bailaban y reían a su alrededor. Leonor se sentía cada vez más feliz, tanto por aquella novedosa situación que nunca pensó que ocurriría, como por la compañía de aquella hermosa y encantadora mujer de oscuros cabellos y dulce sonrisa.

Quizá fueron sus palabras en medio de la sala de baile o quizá fue el vino, pero la jovencita se encontró riendo de una forma natural y despreocupada ante los nuevos cumplidos que le regaló, olvidando por un momento sus preocupaciones y centrándose en disfrutar de aquellos momentos tan valiosos que atesoraría siempre.

- Hacer más de eso… Ese sería un sueño hermoso. – Afirmó de forma soñadora mientras Gianna le acariciaba el pelo y la abrazaba con ternura. Sabía que ella no contaba con el lujo de su propia libertad y durante unos segundos miró a aquella mujer con admiración, deseando poder disfrutar del libre albedrío que la dama poseía.

Pero cuando ella le preguntó a qué se dedicaba y la condujo hasta un magnifico balcón desde donde se podía contemplar una de las vistas más hermosas de Venecia, la jovencita de cabellos de fuego, permaneció unos segundos en silencio admirando la belleza del lugar, justo antes de comenzar a hablar, dedicándole una linda sonrisa – De momento realizo trabajos aquí y allá para ganarme la vida pero… ¿Por qué preguntáis a que me dedico? ¿Es que acaso tenéis algo en mente para mí?

Antes de seguir hablando, mirándola fijamente, dejó que disfrutara de la vista que tenían al frente. Aunque a Gianna la movían el placer y la diversión, también le gustaba ver cómo otros disfrutaban y en ese momento, Leonor lo estaba haciendo frente a sus ojos y eso la hacía maravillosamente más hermosa. Quizá era por el tono de su cabello o quizá era porque le parecía sincera, realmente Gianna no podría decirlo pero le encantaba.

-La vista que le regalo sólo a las personas más cercanas que tengo, Leonor.

A Gianna no le importaba la procedencia de Leonor, al contrario, el hecho de que no fuera como las demás también le imprimía un misterio que le llamaba, le atraía. La noble bebió de su copa y se sentó muy cerca de ella de manera que le daba la espalda a la ciudad pero podía ver los hermosos ojos de su invitada; ladeó la cabeza acercándose un poco a ella.

-Disculpa si te he parecido entrometida...-realmente se disculpaba por ser Leonor, porque ella nunca se hubiera disculpado así con alguien inferior.-Es sólo que estoy encantada contigo y se me ocurrió que podrías ser mi dama de compañía o algo así. Estoy segura que mi tío no se opondría y ambas estaríamos acompañadas, además, serías más como una hermana que alguien del servicio...

La noble se acercó a la joven y acarició el cabello cercano a su mejilla de manera que el dorso de su mano rozó la piel de Leonor pero no parecía que ese acto fuera fortuito, sino más bien que lo había hecho porque así lo deseaba. Ella sabía apreciar la belleza en hombres y mujeres, era indistinto para ella.

-No tendrías que hacer cosas aquí y allá, sólo tendrías que estar conmigo, ir de compras conmigo, ayudarme a elegir vestidos, hacer cosas divertidas, estar en mis fiestas pero claro, todo eso es solo si lo deseas... Pienso que nada debe ser a fuerzas, todo debe ser voluntario...

Le sonrió, estaba muy cerca de ella.

Aquel paisaje de Venecia era un verdadero regalo para el alma, con su ciudad totalmente iluminada por los farolillos mientras que las góndolas recorrían silenciosas las oscuras aguas que las mecían amorosamente a medida que se desplazaban. La dama de cabellos oscuros tenía mucha suerte de poder poseer una alcoba tan espectacular, que seguramente sería igual de hermosa durante el día, o cuando el sol estuviera a punto de esconderse, mostrando esas tonalidades rosas y anaranjadas tan típicas de su tierra.

-Es un gran honor poder estar aquí. Si tan solo regaláis estas vistas a los más cercanos, yo… me siento doblemente halagada – Respondió, pensando que la mujer apenas la conocía y ya le había hecho un regalo tan importante.

No obstante, cuando la noble se acercó a ella y le propuso ser su dama de compañía para que ambas estuvieran más tiempo juntas, la pequeña huérfana arrugó ligeramente la frente. Ella no podía decirle que le era imposible aceptar su oferta puesto que durante el día trabajaba como mensajero para la guardia haciéndose pasar por chico. Además, hubo algo en su acercamiento que también consiguió ponerla bastante nerviosa por alguna razón que era incapaz de explicar.

No fue hasta que Gianna rozó su mejilla con el dorso de su mano, que la joven pelirroja no reaccionó, pestañeando un par de veces, y dando un pequeño pasito hacia atrás antes de volver a hablar – Es muy amable por vuestra parte, pero yo deseo estar con vos tan solo como amiga, no como alguien del servicio. Puedo acudir a veros siempre que gustéis, e ir de compras con vos y hacer cosas divertidas… pero he de rechazar vuestra generosa oferta. Espero no importunaros con mi negativa. – Finalizó, algo intimidada por la cercanía, sin saber muy bien qué era lo que deseaba realmente la hermosa dama de cuento de hadas que tenía frente a ella.