Partida Rol por web

Algunos gladiadores se arriesgan (o son obligados) a luchar en condiciones terribles, para complacer al público sediento de sangre...

Parnassus escuchaba los clamores del público desde su sala de espera. Oía extraños ruidos en las paredes, como si grandes mecanismos movieran cosas pesadas y líquidos ominosos. No sabía qué estaba ocurriendo, pero no era tranquilizador precisamente.

Los desaforados espectadores gritaban frases confusas y desconcertantes... esto no iba a ser un combate al uso. El gladiador comenzó el ascenso; fuera lo que fuese, no podría ser mucho peor que sus entrenamientos en la cuenca de obsidiana; confiaba que para su contrincante sí.

Cuando Parnassus accedió al coso, no pudo evitar que se le abriera la boca. Un entramado cuadriculado de tubos retráctiles había enrejado el techo; por diversos orificios goteaba a tiempos irregulares un líquido transparente que soltaba nubecillas de vapor cáustico al tocar la arena. Habían llenado algo más el suelo del circo, para neutralizar el efecto del fuerte ácido en la piedra; pero no ocurriría lo mismo con sus cuerpos. Morkhalee era realment retorcida.

Parnassus advirtió cierto reparo en el palco de la familia de obsidiana. Saltaba a la vista que a Elshva no le gustaba arriesgar su precioso juguetito a las terribles cicatrices del ácido. Mucho se temía el guerrero que este evento no era simplemente casual... posiblemente la Dama de Obsidiana había enojado a algún cortesano con influencia y estaba recibiendo una amarga dosis de venganza indirecta. Alguien no volvería a casa esta noche... Elshva no se tomaba a bien los desafíos tan abiertos.

El guerrero hizo un gesto, mitad saludo, mitad complicidad circunstancial al noble espadachín que apareció por el otro extremo. Solo acercarse ya iba a ser un suplicio. Verían cómo resultaba.

De nuevo cruzo el umbral de las puertas de la muerte y aparezco en la arena del coliseo dispuesto a entablar combate. Y, mientras avanzo, escucho el clamor de un publico particularmente excitado. Al fin me detengo esperando a mi oponente. Y mientras espero, desenvaino listo para comenzar el baile.

Parnassus utilizó sus escudos con habilidad, deteniendo las primeras gotas de ácido con la cristalizada obsidiana de sus guardas, inmune al efecto del ácido. Juan tenía que confiar en su agilidad mejorada para conseguir el mismo efecto, lo que le dejaba algo menos de libertad de movimiento. El gladiador, preocupado por tomarle el ritmo a la tétrica lluvia, ni siquiera se preocupó de llegar hasta él. Era más fácil que Juan cometiese un error teniendo que caminar en la tormenta.

Gotas de acido comienzan a caer en medio de la arena. Yo intento esquivar como puedo Mientras que Parnassus, mi oponente, se cubre con sus escudos. Rapidamente, intento alcanzar a Parnassus en la cabeza, pero no logro el grado de punteria necesario. Mi estocada se desvia hacia su brazo izquierdo.

Nuevamente, doy un paso al frente y lanzo otra estocada. Apunto al brazo izquierdo de Parnassus tratando de acertarle.

Cuando por fin se acercó Juan, Parnassus amagó un ataque que le hizo dar un paso atrás al espadachín, recibiendo una dolorosa gota de ácido en la espalda, que lo hizo retorcerse. El movimiento hizo que parte del ácido retenido en la obsidiana salpicara por dentro del escudo de Parnassus, que sintió el mordisco de la sustancia en su antebrazo.

Un bufido de indignación llenó la grada obsidiana.

Ahora, intento alcanzar a Parnassus con un tajo del filo de mi espada. Tras mi ataque, sigo intentando esquivar las gotas de ácido que no cesan de caer.

Parnassus empujó entonces con fuerza, haciendo que su contrincante pisara un charco cáustico, que le penetró la bota izquierda. Trató de contratacar, lanzando al hombro derecho de Muerte de Obsidiana, pero este fintó a un lado, esquivando la afilada hoja. Aun así, el movimiento le produjo una dolorosa quemadura en el torso, al quedar en la vertical de un chorro repentino. La arena era un auténtico suplicio, no solo para los guerreros, sino para Elshva y su mala sangre hirviente.

A pesar del lacerante dolor, Parnassus estaba acostumbrado a la tortura y apretó los dientes, buscando el punto en que empujar a su contrincante sería más beneficioso. Juan no estaba acostumbrado a tenr que cambiar su línea de ataque tan irregularmente... la esgrima era más matemática y menos imprevisible. Obviamente se encontraba en dificultades...

Intento esquivar el ataque de Parnassus pero el ácido que cae, me desestabiliza una y otra vez. No obstante, cuando recupero el equilibrio, me dispongo a atacar de nuevo.

Enrabietado, trato de alcanzar a Parnassus un par de veces. Primero, lanzo una estocada hacia su brazo derecho. Después me inclino y hago un barrido con mi espada en dirección hacia su pierna derecha.