Partida Rol por web

La Danzarina de la Muerte regresa a las arenas del Coliseo, por motivos que solo ella conoce, tan cautivadores como su belleza.

La danza sonaba cuando dio su primer paso en la arena...

El monito... cuanto tiempo sin sonar esa melodía de alegría y muerte...

Sin alzar los ojos ya sabia quien estaba en la arena...

hola de nuevo Aymee es un placer volverte a ver en la arena, tus razones tendras para regresar a este lugar... espero que sean buenas

Regresaba al Coliseo. A su arena, a la lucha. A sus compañeros...

Vió a Liu An en cuanto ella llegó a la mitad de la escalera, con su capucha cubriéndole parte de la máscara, con su capa de seda, su guantelete exquisito, y mortal. Amelio hizo repicar los tambores, y Aymée supo por qué. El animalillo la saludaba. Ella sonrió.

-Es un honor luchar contigo, bienvenida. Tengo mis razones, sí, Elfa. Las tuve para irme, y las tengo para volver. Y, curiosamente, en ambos casos las razones son las mismas: cumplir con mi deber. Y quizá con mi sino...

Y empezó su baile. Una vez más, después de tanto tiempo. Aymée había cambiado. Y también su baile. Pero en sus manos, el brillo de las agujas seguía presente.

el olor volvió a invadir sus fosas nasales... la música volvió a embriagar sus sentidos y recordando viejos combates volvio a lanzarse a la batalla...

me alegra que vuelvas a estar entre nosotros... vuestra gente calma los ánimos... tranquiliza a las masas... y destruye a los corruptos

Las palabras de Liu sonaron extrañas en una Oscura. Eran ciertas absolutamente, desde luego. Pero no era habitual que alguien de su raza lo admitiera. O simplemente que llegara a imaginárselo.

Liu An era distinta de los elfos que ella conocía. Se había dado cuenta cuando cuidó de Amelio, después de su primer encuentro. Y ahora, seguía confirmándolo. Sin embargo esa percepción no podía perturbar su combate. Quizá la Elfa supiera por qué...

-Dime, Liu An, ¿por qué luchas tú...?

... yo lucho por aprender a matar... suena duro pero lo necesito... hay quien debe morir para que otros consigan la paz interior que un día les arrebataron... y si son los mismos que lo hicieron, mejor.

Pero después de tanto tiempo me he dado cuenta de una cosa, gracias a la dulce dama le la luna... aunque luches por algo que es justo... o que te es debido... siempre vas a necesitar que alguien este ahí para escuchar tu historia... para saber que alguien en algún sitio sabe quien eres y quien fuiste...

Eso me fue arrebatado... mi nombre y mi destino... por eso estoy aquí...

la suave caricia de la aguja en su cuello la devolvió al combate... la punzada fue dolorosa y la hizo volver a la arena...

-Aprender a matar... sí, comparto tus razones, entonces. Es curioso, creo que a ambas nos hicieron víctimas de un mal parecido. Un hombre. ¿Me equivoco...?

Las palabras de Liu eran terribles, pero a Aymée le sonaron a propias. Por lo menos en parte. Ella, al contrario que la Dama de la Luna, no necesitaba testigos, más bien al contrario. La esencia de los Hakhim era la misma, pero hasta la mejor moneda tiene dos caras. Anat y ella misma representaban las dos extremas facetas del pueblo Hakhim...

De pronto, en su abstracción, la Bailarina había perdido su concentración en el combate. Y eso tenía un precio. El de la sangre. Sin embargo, no se quejó. "Aprender a matar..."

Cuando la pierna de la bailarina de arena trazo un suave arco por encima de la cabeza de la cortesana la daga se interpuso en su camino dejando una fina hebra que poco a poco empezó a sangran manchando la arena...

... peor... su hermana... los hombres o son tan crueles... los hombres no pueden guardar tanta ira como para hacer tanto daño...

Son demasiado sencillos...

El látigo busco el cuello de la danzarina, encontrándolo y dejando su marca... a fuego...

-¿Sencillos...? ¿Que no son tan crueles...? No los has conocido a todos, entonces. Te aseguro que hay algunos que tienen una mente tan retorcida que parece inspirada por el propio mal en persona... Y no les guía la ira. Maldad, maldad pura...

A pesar de sus evoluciones, la Danzarina se estremeció. Un recuerdo debió cruzar ante ella, como una sombra a olvidar. Y que no olvidaba. Se rehízo, no podía dejar que nada enturbiara su control. "Aprender a matar..." La frase martilleaba en su cabeza, cada vez con más fuerza. Esa era la lección.

La lucha de Aymée era de un estilo insidioso, lento. Tenía que moverse deprisa, porque el daño que producía era leve en comparación con el que hacían las armas de casi todos los demás Gladiadores, pero los combates eran largos, lentos, agotadores. Sin embargo no por eso era inofensiva. Su peligro se destilaba a pequeñas dosis... continuamente.

... ¿tanto mal te han hecho?... no te dejes... aprende a superarlo. La venganza es un buen comienzo, el odio también es un fuerte pilar... pero hazme caso, para el dia que consigas lo que buscas. Busca una razón para continuar después, que te haga seguir viviendo la vida... amigos... familia... dinero... placer... cualquier razón lo suficiente poderosa para motivarte sera buena.

La danza seguía era lenta... como la dulce muerte que te alcanza cuando duermes... silenciosa, sagaz precisa y mortal

Las agujas seguían marcando finos surcos en los pechos de la joven elfa... enrojeciendolos por el veneno que los invadia despues...

Hazme caso, que el odio no consuma tu vida... solamente haz que la dirija...

Con un movimiento lento, triste sesgo el cuello de la danzarina... depositandola en el suelo con delicadeza...

....

Cogiendo al monito entre sus brazos espero a los sanadores...

tranquilo Amelio, ahora mismo despertara... solo esta descansando.

Los ojos de Aymée continuaron abiertos mientras dulcemente la vida los abandonaba. En ese espacio de tiempo, las imágenes destellaron como soles explotando, fijas las pupilas en el horizonte de su mente. Resonaban las palabras de Liu An aún en sus oídos, se mezclaban y se entretejían.

"... ¿tanto mal te han hecho?... no te dejes... aprende a superarlo." Un combate, dos mujeres embozadas, una ella misma. Sangre, pero no la suya, la sangre de ella, de su media madre, de Sarhima. "La venganza es un buen comienzo, el odio también es un fuerte pilar... " El Maldito, el Sultán, su Sultán, un engaño, una muerte. ¿Venganza? Aún no... "Pero hazme caso, para el dia que consigas lo que buscas." El violinista, el barco, el sacrificio. "Busca una razón para continuar después, que te haga seguir viviendo la vida... " La razón... alguien bailaba en su alma una Danza de Siete Velos, había una razón... un combate. ¿Aquel combate...? No, no... otra razón... "amigos... familia... dinero... placer... cualquier razón lo suficiente poderosa para motivarte sera buena." He de seguir, he de luchar, y ganar, sé que debo hacerlo, la razón está en mí, en los míos, en mi gente... "Hazme caso, que el odio no consuma tu vida... solamente haz que la dirija..."

Estoy hueca, me siento liviana, ¿quién toca esa música.....? ¡Ah!, por fin, por fin llega la noche......

Una vez más escuche la llamada…Hugo a la arena!!!, es tu turno!. Dejé de afilar las dagas, tomé unos segundos e inspiré profundamente…Debía luchar otra vez.

Entré en la arena con paso seguro, los vítores se mezclaban con los abucheos de aquellos elfos oscuros, que observaban con éxtasis los sangrientos combates que tenían lugar allí.

Esperé a mi contrincante, sin dar importancia a quien podría ser, al fin y al cabo que importaba, me encontraba casi al final de un largo camino, y pronto alcanzaría la paz...

De repente los gritos aumentaron en intensidad, mi contrincante salía a la arena. Espere en el centro observando como se acercaba aquella hermosa mujer,su sinuosos pasos demostraban su precisa elasticidad, la de aquella que sabe luchar cuando es necesario. Me sorprendí al no verla portar ningún tipo de arma...desde luego no era lo normal, y por ello no hizo más que aumentar mi respeto por la luchadora, pues si había sobrevivido en la arena sin armas, es que no se la podía subestimar...

Me incliné a modo de saludo, aunque sin apartar mi mirada de su persona, algo que hacía mucho tiempo que había aprendido. Y me presenté:

Mi nombre es Hugo, me llaman “La Sombra”. Nuestros destinos se han cruzado, dejemos que se cumpla lo que nuestras armas escriban…

Con un ademan de mi mano le incité a que se acercara. Había llegado el momento.