Partida Rol por web

En una abandonada plaza, cercana al puerto, los orcos se reunen. Con una enorme hoguera, sentados a su alrededor, cantan, pelean y recuerdan sus origenes, quienes son, lejos de su hogar.

Sentados en círculo, alrededor de la hoguera, los orcos hablan y pelean hasta que un orco, cubierto por una piel de lobo, se adelanta.

Somos orcos. Nosotros vivimos. Corremos junto al espíritu del lobo, defendemos a los nuestros con la fuerza del oso, miramos con la vista del Aguila. Donde otros seres más débiles se refugian tras muros de piedra, nosotros vivimos libres, con un hacha en la mano y fuerza en nuestro brazo ¡Somos orcos!

Los rugidos proclaman con un grito ronco.

Donde otros nos llaman salvajes, nosotros vivimos en armonía con la naturaleza. Nacemos, crecemos, tenemos hijos, matamos y morimos. Solo el más fuerte gobierna. Protege a los más débiles y estos le apoyan. Así nos enseñó Kalesh, y así será siempre.

De nuevo, los rugidos de aprobación resuenan en la plaza a la que ni los Elfos Oscuros se atreven acercarse.

Estamos aquí, lejos de los huesos de nuestros antepasados. Buscamos dinero para nuestras familias, o hacernos más fuertes en la arena. Casi todos somos libres. Mientras otros son traídos aquí a la fuerza, ¡nosotros no tememos el dolor y la sangre! ¡Somos orcos!

Todos los orcos se ponen en pie, orgullosos de su raza. Muchos abren barriles de cerveza, y animados cantan canciones de grandes batallas. Ríen y disfrutan.

Son orcos.

Garruk llega hasta la hoguera tribal siguiendo al orco que lo había guiado hasta allí. No era partidaria de estas reuniones para beber, pelear y autocompadecerse de su condición. Pero claro, Garruk no era como los demás orcos, esperaba hacer algo importante en su corta vida.

El guía rompió uno de los barriles de un puñetazo y hundió una jarra para obtener cerveza. Dio un trago largo, y, cuando otro orco intentó arrebatarle el recipiente, le golpeó con ella en la frente. La jarra estalló en pedazos y ambos rieron.

-Decidme, ¿como habéis llegado aquí? les dijo a ambos orcos.

Nunca hubiese imaginado que existiera este lugar. Además era la primera vez que salía de los barracones, estaba un tanto asombrado.

Miré con atención el "ritual" que hicieron los orcos pero no los seguí, "cada uno con los suyo" era una frase que me decía mi padre.

Finalmente llegó la pregunta que tarde o temprano me harían y que no tenía intenciones de contestar. "¿Cómo había llegado aquí??

-No tienes por qué saberlo, sólo debes saber que estoy aquí prisionero luchando para los elfos oscuros y que es algo que no me agrada para nada.

Miré a Garruk fijamente, le había dicho una vez en la arena que debía hablar con él, y que mejor lugar que este para hacerlo, rodeado de hermanos.

-Por cierto, ¿quién es ese orco vestido con la piel de lobo?.

Es un shaman Aarshu, si un lider guía a su pueblo en la batalla, es el shaman el que utilizando los poderes de los atepasados orcos guía nuestras almas y ofrece consejo al lider del clan.

Garruk se quedó expectante mientras observaba como discurría una pelea cercana. Uno de ellos perdió el equilibrio y cayó junta a él. El orco intentó agarrarse al brazo de Garruk para levantase, pero el instinto de Garruk hizo que rápidamente lo agarrara de la muñeca, retorciendosela y propinandole un puntapié en el costado devolviendolo de donde procedía donde un puñado de orcos bebian y reian descontroladamente... generando un pequeño caos que acabó con un par de costillas rotas y más bebida en sus jarras.

Toghar, shaman del lobo. Parecía extrañado por la respuesta de Aarshlût. Un orco guardando secretos... ¿como entonces ivan a reconocerle los demás por sus batallas, como ivan a darle gloria?

El espíritu del mismo Kalesh se le apareció, para decirle que debía guiar a los orcos en la ciudad de la sangre y la carne. Tras recorrer los reinos, llegó aquí. Es un poderoso conductor de espíritus, muy fuerte, pero su posición no le permite asumir el mando. Sin embargo, dice que esperamos a aquel que lo hará, para llevarnos a una gran batalla.

¿Una gran batalla?, quizás era la oportunidad que había estado esperando para salir de aquel lugar y poder derramar su sangre en algo que pudiera sentir con orgullo.

-¿Y qué es precisamente lo que están esperando?

Mirando a Garruk le digo:

-Ya sabía eso Garruk, a lo que me refería con la pregunta fue a la historia que contó recién.

El gladiador Orco tomó otras tres jarras de cerveza, las hundió en el barril roto y ofreció dos de ellas a los orcos. Después levantó la jarra. ¡Por la muerte en combate! ¡Que no nos atrape el espectro tumbados en una cama como bebes!

Y con eso, levantó la jarra ante ambos.

-Tu lo haz dicho.

Empiné mi vaso de cerveza y me lo vacié de una. Ya me empezaba a sentir como en casa, aunque sea por unos instantes.

Tomó la jarra, seguramente sabría mejor que lo que les servían en la gran sala a los gladiadores.

Tras el brindis, un orco bastante grande se acerca a Garruk. No tengo jarra. Dame la tuya, pequeño

Claro toma grandullón..., Garruk le extiende la jarra al orco "amenazador" y cuando este contento quierre agarrarla le tira su contenido a la cara y aprovecha para golpearle en la boca del estomago con ella... toda tuya.

El puño de garruk se hunde en el duro vientre del orco... Con lo que sabe, podría romperle una costilla.

Urg... El orco se dobla sobre si mismo, buscando el aire. Entonces vuestro guía le da una patada para dejarle en el suelo. Anda, deberías saber que estos son muy duros para ti, Oretok. ¿No los has visto en la arena?

Cuando se levanta, el orco sonríe. No se sabe hasta que no se comprueba. Palmea el hombro de Garruk, aprobador. Creo que será un buen compañero. Le da otro golpe, un poco más fuerte, y va a ver a quien puede quitarle una jarra.

Tras saludar a varios compañeros, Toghar se acerca a vuestro grupo. Con un movimiento de cabeza, le indica al gladiador que os deje solos. Mi nombre es Toghar, del clan del Lobo os dice. ¿De que clan sois vosotros? ¿Lobo? ¿Murcielago? ¿Tigre? ¿Oso?

Procedo de una pequeña tribu del clan del lobo...

Garruk obvió comentar nada de su historia pasada, no era el momento ni el lugar de ponerse sentimentales.