Partida Rol por web

Una de las zonas más frías de Angkortak, y también una de las más concurridas. Los barcos de los Elfos Oscuros suelen venir cargados de esclavos o mercancías robadas en las costas humanas, dando lugar a un próspero negocio. Además, muchos comerciantes vienen en sus barcos por lo que la avenida es un ir y venir de distintas razas.

Mentras vagabuendeas por el puerto de noche, ves a varios estibadores descargando cajas de diferentes orígenes. Algunas de las cuales, seguramente, no quieren que inspeccionen los ayudantes de los jueces. Pocas sustancias son ilegales en las ciudades de los Elfos Oscuros, pero algunas son tan letales y peligrosas que deben ser metidas por contrabando. Su pueblo amaba correr riesgos.

Mientras el criado caminaba rapidamente, con el cuello levantado para que no le vieran, le sigues como una sombra. Cruzando el puerto, se acerca a uno de los barcos y habla con uno de los estibadores. Desde donde estás, no puedes oir lo que dicen, pero acercarse podría ser peligroso...

Los nervios la atenazaban, queria ir alli y escuchar pero si la veian ir a urtadillas seguro que seria peor. La otra opcion acercarse disimuladamente como quien pase e intentar oir tambien la descarto por estupida...

Con movimiento sigilosos, entre las sombras se aproximo a la pareja...

Mientras te deslizas en las sombras, gracilmente, puedes moverte con facilidad entre las cajas hasta encontrarte más cerca, a unos escasos cuatro metros. Te has movido con extrema rapidez, por lo que apenas te has perdido nada de lo que hablaban.

.... o no está? Mis amos tienen urgentes asuntos que tratar con él, y no pienso discutirlos con usted. El sirviente parece disgustado, como si no tuviese que tratar con alguien como la persona a la que habla, a la que no llegas a ver.

Está. Pero no sabe si se siente cómodo con lo que le proponen tus amos. He visto a Esteban de nuevo en la ciudad, y no creo que tus amos deseen contrariarle. Incluso con toda su nobleza caduca tras ellos. Y comentan que quiere contratar a un gladiador como guardaespaldas...

¿Olvidáis que nosotros contamos con la fuerza de nuestra casa? Y también tenemos un gladiador a nuestro servicio. El favorito del coliseo, os recuerdo.

Sigo agazapada en las sombras... Esteban quien sera no me suena...
Espero que continue la conversacion a ver si peudo sacar algo en claro...

Pues Leo, al que Esteban quiere tener de su lado, tiene una espada muy grande para un par de escuditos... Aun así. Ya sabes de quien estamos hablando y de lo que puede hacer. Una pausa. Venga, sube. Veamos si sales. Será divertido.

Oyes a ambos hombres como cruzan una pasarela de madera hacia uno de los barcos. La zona está demasiado bien iluminada como para colarte sin que te vean, y no estás segura de en que barco se han metido.

Maldita sea.

Cubriendome bien por la capa, busco un lugar en las sombras cercano para esperar por si salen. Un monton de inquietudes me corroen... Leo lo vi una vez en la arena pero no llegamos a poder terminar el combate, temible espada la suya... ademas el otro dia estaba por el mercado. ¿Quizas Esteban sea un aliado? igual queire tambien la destruccion de la casa de obsidiana, que eso a mi me da igual pero si ello implica como es normal la muerte de los hermanisimos... quizas deberia buscarlo.

Pensando en Parnasus... un escalofrio recorrio mi espalda... el humano me gustaba me caia bien, no me gustaria que le pasara algo malo...al pensarlo senti una presion en el corazon... quizas no solo me caia bien...

Acomodandome esperae en el puerto hasta el amanecer.

Mientras caminas por el puerto, el olor del mar te trae de nuevo a lugares de los que casi no recordabas. Las islas de los semidioses, las ciudades del oeste, con su rica gente y grandes avances. Pero sobre todo, recuerdos de la vida en el mar, en la que un hombre, con agallas y fuerza, podía forjarse un destino sin importar dinero ni posición. El mar os hacía a todos iguales.

Al fin llego hasta los muelles de la ciudad. Camino lentamente a la vera del muelle principal del cual surgen inmuebles amarraderos en donde se hallan atracados docenas y docenas de navíos.
El tumulto es casi ensordecedor pues el lugar se halla repleto de gente.
Estibadores que cargan o descargan mercancías y equipo, subastas a pie de muelle de las mercancías menos perdurables. Gritos y conversaciones entre marinos de medio mundo, mujeres de buena vida ofreciendo sus servicios a los tripulantes recién desembarcados.
Y por encima del bosque de mástiles y jarcias, el chillido que siempre parece un lamento, de las gaviotas a la búsqueda de una comida facil.
Me detengo tras mirar brevemente al cielo y, habiendo comprobado que es un día gris, observo ahora los rociones de espuma de mar producidos por las olas al golpear los grandes espigones que protegen la bocana del puerto. No es un buen día para salir a alta mar. Y conforme avance el día, el tiempo ira a peor.
Miro por tanto a mi alrededor y descubro, una taberna particularmente maloliente y abarrotada.
Me dirijo sin dudar hacia el lugar y cruzo su umbral.
Una vez dentro, compruebo que en su interior hay toda clase de gentes venidas de innumerables lugares.
Me acerco hasta la barra de la taberna y no tardo en descubrir a un tabernero gordo y sudoroso que no para de servir una jarra tras otra de cerveza.
Jarras que son transportadas incesantemente por las camareras del lugar. Y yo sonrio. Pues viendo a las camareras, comprendo por que este lugar tiene tanta aceptacion entre los marinos.
Ya apoyado en la barra y con mi sombrero calado hasta casi las dejas, dejo una moneda de plata sobre el mostrador. El argenteo brillo no tarda en atraer al tabernero. Y con una gran sonrisa, me dice.
¡Muy buenas caballero!. ¿En que puedo servirle?
Y yo, tras mirar de soslayo la cara del tabernero, respondo.
Puedes servirme de dos maneras. La primera es con una jarra de cerveza. Y la segunda es con información. Pues quiero saber que navíos se dedican al trafico de esclavos. Particularmente, orcos. Pues de todos es sabido que ese tipo de mercancía no es facil de obtener.

Je, eso es bueno. Que yo sepa, solo este més más de una veintena de navíos han traído orcos para aquí. Algunos a la fuerza, y otros voluntariamente. Son una raza extraña, desde luego... El tabernero dejó una jarra de suculenta cerveza ante Juan. Es más interesante lo de ese navío de ahí, dijo, señalando a un bajel de manufactura hakhim o similar. En las tres semanas que lleva aquí, han intentado abordarlo elfos, humanos, y que yo sepa solo lo ha conseguido una mujer, una hakhim de esas que cuando pasa llama la atención, y no precisamente a sus ojos, ¿sabe lo que le quiero decir?

Río con brevedad al oír la replica del tabernero.
Con que una Hakhim, ¿eh?. Vaya. Interesante sin duda. Y, como no, solo un navío de los Hakhims se especializaría en esclavos tan particulares.
Una vez dicho esto, me toco el ala de mi sombrero con un par de dedos y añado.
Pues gracias por la información. Tan solo me queda por saber si ese navío esta ahora mismo anclado en el puerto. ¿Lo sabes?

Acabo de señalaroslo, mi señor, dice, dejando caer su mano en la mesa, a la espera de algo de oro. Su amplia sonrisa resulta desconcertante. Pero pocos hakhims venden a su propia gente, son muy fieles a su libertad. Solo de ese he visto bajar esclavos de su propia especie.

Veo la mano extendida del tabernero y rebusco en mi talego. Saco finalmente una moneda de oro y esta, desaparece rápidamente entre los dedos de mi interlocutor. Tras la transacción comercial, digo.
Adelante. Cuenta todo lo que sepas. Y esperemos que la información valga lo que he pagado por ella.

Yo ya os lo he contado todo, mi señor. Excepto tal vez que vi a una gladiadora, Liu An, creo que se llama, merodear al barco del que os hablaba. Y creo que la casa de Obsidiana también tiene un interés en quien la mora. Sea quien sea, prefiero mantenerme alejado... y entero.

Tras escuchar al tabernero, me separo de la barra y salgo al exterior. Una vez fuera, miro a un lado y a otro.
El ambiente del lugar sigue siendo el mismo.
Y yo camino lentamente por el muelle del puerto buscando los característicos mástiles equipados con velas triangulares y rojas propios de las naves Hakhim.
Finalmente, veo entre las hileras de cacos amarrados, un navío que pudiera ser el que estoy buscando. Por tanto, me aproximo hasta el y, ante la pasarela de embarque, digo.
¡Ah de la nave!. ¿Quien monta guardia?

Un hombre sale a la escalinata de la embarcación. ¿Que asuntos te traen aquí?

Veo como alguien sale a responderme.
Apoyado en la baranda de la borda, frente a la pasarela de embarque, escucho su pregunta y respondo.
Quisiera hablar con el capitán del navío. Soy Juan de Alvarado.
Y al decir esto, me toco levemente el sombrero con un par de dedos de mi mano derecha.
He de hablar con el capitán, pues tengo un asunto que quisiera aclarar.
Espero entonces la contestación del individuo que me ha dirigido la palabra.