Partida Rol por web

Alina se habia aventurado lejos de sus tierras, con una idea en mente recuperar a su hermano que se habia perdido hace tiempo. Habia escuchado algo de una enorme ciudad llamada Roma, como el lugar donde podia encontrarse pero mas alla de la idea de ir hacia el oeste no sabia bien como encontraria ese lugar.

Lamentablemente para ella su viaje no fue tan facil como se lo imagino pero el nombre de Roma empezo a sonar cada vez mas fuerte mientras se movia al oeste. Aunque tambien con ello empezo a escuchar sobre el Imperio Romano.

No fue mucho despues de ello que en un ataque sorpresa por ese grupo que fue capturada con muchos de sus compatriotas y algunos otros barbaros del este. Solo los dioses sabian que pasarian pero mientras se ecncontraba en una jaula con ruedas yendo hacia un lugar que aun no sabia cual era.

Alina deseaba llorar, pero no iba a hacerlo. No iba a darles la satisfacción a sus captores. Con los ojos cerrados, mecida por el bamboleo de la carreta que contenía la jaula en la que la habían encerrado, intentaba ignorar el espantoso olor de los cuerpos acinados de sus compañeros de prisión, cuyo contacto intentaba evitar por todos los medios, con poco éxito, debido al escaso espacio.

Intentaba imaginarse los extensos espacios verdes de su tierra, para evitar la agobiante sensación de encierro que amenazaba con hacerla gritar y azotar los barrotes de la jaula, perdiendo la regia dignidad que era su deber mostrar, por respeto a sus nobles ancestros.

Sólo los dioses conocen el final de los caminos. Quizás ella debiera sufrir esta humillación, para encontrar a su querido hermano. Si así era, ella sabría enfrentar estas calamidades con la entereza que se esperaba de una princesa. Les demostraría a los romanos de qué estaban hechas las mujeres de su tierra.

Sin embargo, la sed le atenazaba la garganta como un puño de hierro y decidió que era mejor pedir ahora y no someterse a suplicar más tarde, cuando ya no pudiera aguantar más.

Abrió los ojos y miró a un legionario montado a caballo, al costado de la jaula. Intentó recordar el latín que su tutor extranjero le había enseñado en su infancia y deseó haber prestado más atención en las clases.

Estiró una mano.

"Aqua, placet." murmuró en una voz que apenas pudo reconocer ella misma.

El romano la miró y sonrió de mamera siniestra.

"Hinc primum bibe." dijo aferrando su entrepierna. "Et daboque tibi aquam."

Sus camaradas al otro lado de la jaula soltaron risotadas. Alina se ruborizó, pero no hizo ni un gesto. No les daría el placer de mostrarles ninguna emoción a sus crueles captores.

Se escuchó un grito desde detrás de la jaula y un romano con casco emplumado se adelantó al galope y soltó una retahíla al legionario que se había burlado de ella. Él soldado agachó la cabeza y espoleó su caballo, adelantándose al resto del grupo.

El hombre del casco emplumado extrajo una bolsa de cuero de la alforja enganchada en su montura y se la dio a Alina.

Ella la cogió, intentando disimular el temblor en sus manos.

"Gratias tibi." le agradeció y el hombre asintió a modo de reconocimiento, antes de espolear el también a su caballo y galopar adelante.

Alina echó la cabeza hacia atrás y consiguió que un chorro de agua fresca llegara a su garganta, antes de que una mano le arrebatara la bolsa. A sus espaldas escuchó los gritos e insultos de sus compañeros de prisión, disputándose el agua que había quedado.

Ella cerró los ojos y agradeció a los dioses y a sus ancestros, por la pequeña merced concedida. En silencio hizo el solmene juramento de que no se dejaría vencer mientras le quedase un hilo de vida. No podía rendirse, por su hermano.

La lucha siguio por unos momentos hasta que uno de los guardias romanos empezo a golpear con fuerza con un garrote entre las rejas hasta que todos se calmaron. El agua de la bolsa habia sido desperdiciado cayendo mas en el suelo de la carreta que en la boca de tus compañeros. Cuanto todo se calmo sentiste unas malas miradas de algunos de tus compañeros como si te culparan de esa mala suerte.

De cualquier forma el viaje siguio por tramo mas hasta que finalmente terminaron deteniendose en un pueblo. Este tenia un puerto por lo que podias imaginar que el resto del viaje seria por esas vias.

De nuevo el hombre que pensabas que vestia plumas se acerco. “Descansaremos aca, unos dias. Ni se les ocurra hacer algo estupido.” dice y mira a todos, pero su mirada se centra en ella. En la unica peliroja en esa celda.

Alina suspiró el aire fresco que provenía del mar, que dispersó por un momento el olor de los cuerpos amontonados.

El legionario que le había dado agua les dijo, hasta donde pudo entenderle, que se quedarían allí algunos días y les advirtió que no intentaran nada. Se dirigía a todos, pero Alina notó que la miraba a ella.

Alina le sostuvo la mirada, no de manera desafiante, pero sí para demostrarle que no importaba su situación, no lograrían amedrentarla.

El romano te devolvio la mirada aunque la suya parecia mas neutral y pronto se fue. Los dias pasaron sin incidentes por suerte, fuiste llevada a bañarte con otras mujeres esclavas, al parecer los romanos daban una gran importancia a ello porque tambien los hombres recibieron su baño. Te habria gustado en ese momento tener tu privacidad pero no era posible con guadias vigilando en ese momento.

Pronto volverias a la jaula pero por ahora les encadenaron los pies muy cerca, dandoles la posibilidad de estirarse en la tierra donde estaban. Comida les llego a todos junto con algo de agua. Lamentablemente no era lo que estaba acostumbrada ella en especial para las porciones, temia que terminaria mas flaca.

Alina sintió unos retortijones en el vientre. No estaba acostumbrada a pasar hambre, pero era una hija de su tierra y podía aguantar. En su tribu, hasta los nobles debían moderarse en la comida en los duros inviernos. Sólo lamentaba que la falta de comida la debilitara y le impidiera mantener su enteresa.     

Tus compañeros te carruaje te miraban, en especial los hombres. Aunque no eras a la unica de las mujeres que miraban. Ya te habia pasado antes que habian tratado algo, habias reaccionado de una forma* que ahora los ponia en su vista y tal vez odio estaba en ti.

Solo la seguridad de que los romanos no querian peleas entre ustedes, que te salvo de que te hicieran algo.

“Creo que trataran de intentar algo...” comento una de las mujeres. “Ten cuidado.”

Ante la advertencia de la mujer, Alina se envaró orgullosa e intentó parecer más segura de lo que realmente se sentía.

—Deja que lo intenten. Verán de lo que están hechas las mujeres de mi pueblo. Pero te lo agradezco.

Hasta ese momento, había recibido algunos avances por parte de los hombres con los que compartía aquella minúscula prisión. Todos los había rechazado, por supuesto, con una vehemencia proporcional al de cada uno. Desde un simple y rotundo "no", hasta tener que luchar para zafarse de algunas manos exploradoras. Por fortuna, hasta ahora no se había encontrado con nadie que quisiese arriesgar la ira de los romanos, provocando sus gritos.

Paseó la mirada con inquietud a su alrededor. A pesar de sus valientes palabras, no estaba tan segura de poder detener un avance más violento por parte de aquellos hombres desesperados. A partir de ahora, dormiría con un ojo abierto.

Fue la noche despues que estuvieran alimentados, que los demas empezaron a moverse. Los romanos tambien habian comido pero bebido mucho mas, por lo que algunos no estaban en toda su condicion. Tal vez por eso y por una falla de comunicación que viste a varios de los hombres no acercandose hacia ti sino hacia uno de los guardias.

En un ataque rapido pudieron atrapar a dos, callandolos rapidamente y luego matandolos con su gladius. Con eso hecho parecian estar mas cerca de la libertad aunque no podrian correr a ella ya que buscando no encontraron las llaves de sus cadenas en los pies.

Con furia uno empezo a usar una piedra contra el hierro, pero no dio mejores resultados haciendo ruido. De cualquier forma empezaron a moverse para fuera la mayoria, otros por miedos se quedaron en su lugar. La mujer que le advirtio a Alina se fue con los que salian.

Alina se sintió tentada a tratar de huir detrás de los que acababan de evadirse, pero decidió confiar en el destino. Había una razón por la que había caído prisionera como su hermano. Si escapaba ahora, era posible que nunca llegara a encontrarlo.

Pronto Alina quedo sola con unos pocos. Algunos de esos pocos parecian debiles, cansados y tal vez enfermos. Mientras otros dudaban mirando con miedo hacia afuera como si fuera a pasar algo malo si cruzaban. Pero tal vez tenian atension el grito de una mujer se escucho afuera, junto con el choque de metales. Ella podia distinguirlo habia una pelea afuera.

Alina escuchó los gritos y el chocar de metales y supuso que la mujer y sus compañeros de evasión estaban luchando con los romanos. Esperaba que pudieran escapar, pero se alegraba de no formar parte de ese grupo. No temía pelear en igualdad de condiciones, pero unos esclavos casi desnudos contra soldados armados y protegidos por armaduras tenían todas las de perder. 

Los que habian quedado se agruparon algunos temiendo que lo que pasaba afuera trajera una consecuencia para los que estaban adentro. Peor eso no lo sabrian.

De cualquier forma Alina dejo de escuchar el grito de la mujer aunque siguio escuchando e ruido de metal contra metal. Aunque tras unos minutos escucho como ese ruido disminuia y un ruido de muerte cobraba protagonismo. Pedidos de a dios, gruñidos de de odio, gritos de sufrimientos y ruegos inundaron esa noche. Pero todos terminaban de la misma razon con un ultimo suspiro.

Aunque ella no veia nada podia sentir como esa rebelion no habia triunfado y al parecer habia sido acabada demasiado rapido.

Pronto vio una figura el romano que le habia dado agua se encontraba entrado con una espada bañada en sangre mirandolos a todos con mucha desconfianza.

Alina vio al soldado limpiando su espada y supo lo que había ocurrido. Se le hizo un nudo en la garganta, pensando en la mujer con la que había hablando hacía unos instantes y que ahora seguramente estaba muerta. Podría juzgar a los romanos, pero si los esclavos se su Casa se rebelasen de esa manera, era probable que su padre también les diera ese tratamiento. Esta vez se le dificultó mantenerle la mirada al legionario y bajó la vista.

El legionario se siguio acercando a todos ellos y sentiste como algunos de los demas esclavos retrodecian. Algunos ya lloraban ya que esperaban el final.

“Ustedes se quedaron aquí!” grito el hombre algo cansado. “Fue por inteligentes o por cobardes?” pregunto a todos y cada unos muchos de ellos quedandose sin habla. Acaso habia una trampa en su pregunta, no sabian con los romanos.

Pero Alina sabia que debia contestar. Incluso se imaginaba lo que les pasaria a todo si seguian tardando en contestar.

Alina suspiró hondo y volvió a sostenerle la mirada al legionario, sin desafío, pero con firmeza. 

—No ser valiente, ni inteligente, sólo ser sensata. El coraje deber ser  para causas que lo necesitar, no para causas perdidas.

El legionario te miro detenidamente, finalmente asintio. Luego miro a los demas, fueran muchas sus respuestas desde miedo a algunas parecidas a las tuyas. El legionario se fue dejandolos de nuevo solos por un momento luego volvio con otros. En un corto tiempo todos los que quedaron se los encadeno con mas cadenas sino que encerrados en jaulas.

"Esta noche dormiran encerrados agradescan a sus compañeros muertos. Mañana nos volveremos a mover."  dijo el hombre y se enfoco en Alina. "Deberan enseñarte a hablar. Desafinas mucho." dijo el hombre mirando a la peliroja antes de irse.

—No prestar atención a lecciones de latín, cuando ser niña —replicó Alina a la crítica del legionario, esbozando una muy leve sonrisa. 

No sabía por qué, pero algo le atraía de aquél soldado romano.

"Deberas aprender. En Roma una palabra usada mal puede costar la muerte. Al igual que una accion erronea." le previene, aunque lo repite para que escuche el resto.

Tras esa noche el viaje continuo. A la mañana siguiente notaron algunas señales de la rebelion de ayer, jarones rotos y sangre. Pero no fue hasta que se fueron en barco del puerto que notaron el otro aviso, con gente siendo crucificada y dejada a morir alla. Al menos los pocos que vivian.

El resto del viaje el centurion dejo que un sirviente se acercara a ustedes, empezando a enseñarles al conjunto como hablar en latin. Las palabras que mas se enfocaban eran esclavos, dominos y poedir piedad. Las clases fueron lo suficiente frecuentes. El legionario en un algun momento te dio su nombre pero igual terminarias en la casa de otros patricios.

Pronto en el horizonte se vio Roma, majestuosa y enorme...tu siguiente aventura seguia ahi.