Partida Rol por web

Observó sin entender mucho la marca de Brinda y después escuchó a Livia.

- Si, la única que nos trata y posee conocimientos de sanación es Sekhmet, la egipcia. Inicialmente iba como gladiadora pero como no servía para ello y tenía otras preferencias, supo como llegar a hacer de sanadora a cambio de ciertos favores con su cuerpo. - Dijo sin saber bien realmente que había pasado pero creyendo que debió ser así por la forma de ser de aquella extraña y voluble egipcia. - Le diremos que le eche un ojo a eso y así nos aseguraremos. 

Escuchó y observó los gestos de Ikaterina y sonrío con calma.

- Eso está bien, es perfecto pues cuando te dejen desarmada tendrás con que defenderte.

Las miró de nuevo a todas.

- Generalmente nos asociarán con una, o varias, armas que se convertirán en nuestro ¿sello? - Dice mirando a Livia para asegurarse que lo había expresado bien.

Las palabras de Alina también le hicieron esbozar una calmada sonrisa.

- Son peleas para entrenar, para aprender. Además de para ver qué sabéis hacer y de qué sois capaces. Como dice Livia, las armas serán de maderas y máximo os llevaréis alguna contusión.

Tras hablar permaneció en silencio mientras Livia hablaba, riendo y asintiendo a sus palabras.

- Si, deberé comunicárselo también al Doctore. Imagino que ya sabrá del cambio pero aún no he podido hablar con él sobre dicho cambio.  - Volvió a reír - Livia, llevas tiempo sin estirar esos músculos, míralos, ya están fofos - Dijo dándole un amistoso y ligero golpe en el hombro a la romana - Pero seguro que será una pelea interesante la tuya con Ikaterina y si, estaré encantada de enfrentarme a la ganadora. 

La hispana se giró levemente hacia Soenya y le preguntó, sin perder de vista a la romana, que esperaba saltase sobre ella en cualqueir momento. - ¿Será aquí?

La había escuchado algo de ir a una arena para pelear, pero no lo entendió bien.

Niega con la cabeza a Ikaterina.

- No, será fuera, en la arena. Bajo la supervisión de Duilius, el Doctore. Antes he de preguntárselo y que él de el visto bueno, sigue siendo nuestro líder en la arena del ludus y el entrenador. 

Explicó para el resto. 

Livia sonríe divertida ante la impulsividad de la hispana y se acomoda sentándose en el camastro de su celda, y se queda unos  instantes en silencio pero finalmente habla:

-Sé que las divinidades olímpicas os son desconocidas. -empieza mientras cruza las piernas y apoya el codo en la rodilla- Seguramente os resulten hostiles. Pero os voy a regalar un consejo que nadie más os dará.- cruza una mirada con Soenya, pues ella podía imaginarle lo que la romana iba a decir- Bueno más bien dos. Nunca os fieis de un romano...ni tampoco de aquellos que les sirven de buen grado. Y el segundo consejo es...procurad que os vean de vez en cuando visitar los altares de Marte, Minerva y Júpiter que se encuentran en el ludus. Os guste o no ello os ayudará con las relaciones con los romanos con quienes convivís...y de ellos depende en gran medida que consigais vuestra libertad algún día si eso es lo que queréis.- relaja su postura y se apoya con las palmas de las manos en la tabla que era la cama, esperando las reacciones, silenciosas o no, de sus compañeras.

Una egipcia. No podía ser otra, tenía que ser una puta egipcia la que se ocupara de las heridas. Mi cara demuestra lo disgustada que me hace sentir eso, pero simplemente no digo nada. La pierna no me ha dado problemas hasta ahora, y a fe que la he hecho trabajar, pero si me mandan con ella tendré que aguantarme. Como siempre.

Escucho a la romana y me inclino de hombros. Quizá más adelante puedas explicarme algo sobre esas divinidades humanas que tenéis vosotros. En nuestro caso los dioses son fuerzas sin un cuerpo definido. El agua, el viento, el fuego, incluso el amor o la guerra no son cosas que puedan tomar una forma humana. Pero como dices, si eso me puede ayudar a mi libertad, haré lo necesario.

- ¿Minerva? Le sonaba levemente. - Tenía entendido que los romanos había copiado o tenía una diosa que era la transformación de su diosa Trebaruna, pero otros decian que era Hestia o Vestia ... o aglo así. Además, también sabia que la egipcia esa, la curandera, tendría otro que sería también del hogar. Lo que sucedía es que su diosa del hogar era una diosa defensora, que lucharía por la morada que ha de proteger. - Minerva será visitada por Ikateria. Sentenció, como si ya hubiera decidido que el resto de dioses eran una simple molestia.

Suspiró algo cansada ante del fervor de Livia, escuchándola a ella y después al resto.

- Livia, estás diciéndoles que no se fien de ti... Eres romana y les sirves de buen grado... Más bien deberías decirles que se fien únicamente de ellas mismas, pues cualquiera puede usarlas para su propio beneficio y que sus promesas de libertad o protección no sean más que sacos rotos... 

Miró al resto con calma.

- Los dioses y las diosas son eso, divinidades, no importa el nombre que se les dé al final son casi lo mismo... Usar los nombres que les dan en Roma, os evitará problemas, después de todo Roma coge todo cuanto quiere y lo moldea a su propia imagen.

Alina se quedó pensativa, después de traducir las palabras de la muchacha romana en su cabezas.

—En mi tierra yo adorar a Svarog, el Padre y Perun, el Trueno, pero estar muy lejos de tierra mía. Ser buena idea adorar a dioses de aquí para no enojarles. 

La romana sonríe complacida ante las respuestas de todas, incluso ante las palabras de la germana y asiente a medida que todas da su opinión:

-Si, Soenya, perdona, no deseo contradecirte. Pero...si, he dicho exactamente lo que quiero decir. Yo soy esclava, como vosotras y romana, como ellos. Yo no sirvo a los romanos de buen grado, lo hago por supervivencia, aunque para mi servirles es más fácil porque les conozco, sé lo que quieren ver y oír. - explica despacio y con calma.- Sé lo que esperan de sus esclavos y cómo agradarles...y no os engañéis, la libertad que ansiáis viene de ellos, así que más vale que aprendáis rápido a agradarles. No me importa si creéis o no en los olímpicos, eso es asunto de cada una con su corazón, pero es importante que parezca que los respetáis...y si hayáis una nueva fe durante los años que dure vuestra estancia aquí...pues me alegraré por vosotras.-  culmina con absoluta sinceridad y un gesto tranquilo- Y...no espero que confieis en mí, al menos no de primeras, lo normal seria que me vierais como una enemiga y lo entiendo. Lo que importa es sobrevivir todas en la arena, allí es donde se debe ver nuestra auténtica unidad.

Tras las últimas palabras de Livia sonrío y miró al resto.

- Y ahí es donde entro yo... Cuando en la arena tengamos que luchar juntas, contra enemigos comunes. Seguir mis indicaciones, respetar mi liderazgo y saldremos vivas y victoriosas de allí. Pues os prometo que no os dejaré a vuestra suerte, que mis armas siempre estarán para proteger a la vida de mis hermanas y no os abandonaré.

Sus palabras sonaban seguras, mirándolas a cada una de ellas.

- En cambio, si en algún momento nos obligan a luchar entre nosotras... No os contengáis, pues yo no lo haré y no espero que ninguna lo haga... Recordar vuestra principal prioridad, manteneros con vida. 

Un sirviente se presenta ante ellas, no es demasiado especial de aspecto y parece algo cansado. "El entrenamiento empezara mañana. Esta noche podran descansar. Eso dice el Doctore." les informa a todas ustedes y a pesar que le fueran a decir algo este se marcha. Dejandoles solas con ese aviso.

Por fin con todo aclarado, al menos en la medida de lo posible, decido que lo mejor es dormir. Y la verdad es que aquí empieza mi sorpresa.

La cama resulta ser bastante más cómoda y la celda bastante más espaciosa que a lo que estoy acostumbrada desde que me capturaron. Aunque no puedo evitar pensar en otro mueble bastante cómodo.

Pero aparto el pensamiento de mi mente y lo centro en dormirme, dedicando unos últimos pensamientos a Zared.

Por su parte no tiene nada más que añadir, le dedica una sonrisa a Soenya indicándole que estaba de acuerdo con ella y luego se acomoda de lado para dormir, pero antes no olvida tomarse el contenido de un vaso de barro que tiene al lado de su cama, en el suelo. El líquido de su interior era un misterio para las nuevas.

Sea como fuere, tras ingerir aquello, Livia deja de hablar y pronto su respiración se vuelve normalmente acompasada.

La germana se deshizo de sus ropas, quedándose completamente desnuda y tomándose algo que estaba en un pequeño vaso de cerámica, haciendo una mueca de desagrado ante el sabor amargo del preparado.

- Descansar, lo necesitaréis... 

No dudó en dejarse caer. De entre su ropa, sacó un pequeño saquete a escondidas, y sacó un extraño pellizco. Lo introdujo entre los labios y lo chupó y masticó como si fuera en nectar más dulce. Para buscar su intimidad plegó las piernas contra su pecho, como una habita, y allí quedó, quieta, pero temblando, no sabía si era por el frio, por el odio, o por qué, pero ... allí estaban intentando conciliar un sueño que ni llegaba, ni quería que llegase, porque igual podría ser más perturbador que la propia realidad.