Partida Rol por web

Ella no supo donde iba pero sentia el frio piso en sus piernas. Entonces supuso que alguien la arrastraba pero cuando quizo averiguarlo se cabeza no pudo ascender, pero sentia un olor conocido. Un olor que la hizo dormir.

Entonces desperto. Estaba en una cama de los nobles, mirando a los costados lo sentia muy familiar...tras observar lo supo. Estaba en su antiguo hogar. Pronto Livia se levanto explorando con curiosidad buscando entender lo que pasaba pero no era facil. Parecia estar sola en ese lugar.

Entonces escucho dos gritos...

"Livia!! Livia ven aqui mujer!!" decia la voz de su marido, con ese humor siempre amargo de él.

"Mama!! Ven Mama por favor!" gritaba la voz de su hijo.

Ambas voces estaban en lugares distintos de la gran casa. Debia ir por uno de ellos aunque esa era eleccion de ella. Centrandose un poco noto algo que no habia visto antes, una estatua de marte casi parecio que aparecia frente a ella. Recordando sabias que no habia una estatua asi en tu antiguo hogar e incluso se parecia a la estatua del campo de entrenamiento del Ludus.

Livia sacude la cabeza, algo aturdida... mira alrededor y comprende. O al menos cree comprender...no está segura.

La voz autoritaria de su marido la saca de su desconcierto y aprieta los puños...pero entonces oye otra voz.

-Carlo...- no había lugar a dudas. La romana sale de la cama de un salto y entonces ve la estatua de Marte y una mano se posa en el brazo de la figura.- Dame fuerzas, oh poderoso, oh invencible. - lo evoca con tono devoto y toma la lanza que acompaña a la figura, sacándola de la mano que la porta- Yo Livia tu hija acepto esta oportunidad.

​​​​​​Y sin perder más tiempo, Octavia sale de la habitación y se va corriendo tanto como puede en busca de su hijo. Esta vez le protegería...esta vez nada podría sería como fue.

-Esta vez no, Marco. Esta vez los dioses me han traído para que demuestre mi valor. Eres un mal hombre, un mal marido y un traidor a Roma. Marte el vengador me ha puesto en este camino de redención para condenar este momento. - Octavia empuña con fuerza la lanza, sus ojos fijos en los de Marco, exhibiendo una firmeza y una entereza aprendida durante los meses de esclavitud.

- Nos veremos en el tártaro, presenta mis respetos a Mercurio...di que vas de parte de Livia, la elegida de Marte.- y dicho esto, la gladiadora cambia su forma de agarrar el arma y la voltea para emplearla como jabalina y la arroja directa al pecho de su marido, buscando atravesarlo como a un cerdo.

Tu lanza salio volando con una lentitud terrible, por un momento pensaste que no llegaria a empalarlo antes de que volviera a matar a tu hijo. Pero no era solo tu lanza la que se movia lento sino que Marco y Carlo tambien iban lentos. Entonces finalmente viste la lanza impactar, el rostro del hombre mostrando un dolor inmenzo mientras soltaba al niño. Su sangre saliendo casi como un chorro desde el lugar de impacto.

Tras unos segundos la velocidad se volvio mas normal o mas bien algo mas rapida. Con el hombre que odiaste siendo empujado por ti y cayendo muerto unos metros hasta la pared del cuarto.

Carlo estaba ahi aun llorando y con algo de sangre en su ropa. No podias evitar que su apariencia cambiara un poco, de repente se parecia mucho a Manius. Pero cuando te acercaste sentiste su abrazo. "Mama mataste a papa!" fue lo primero que dijo. "Esta bien eso?" pregunto el joven.

Las lagrimas corren por sus ojos al tiempo que la sangre brota de su pecho, como fuentes liberadas de la losa que las cubría tras largo tiempo. Livia llora de felicidad, deja salir la rabia y la frutración. Lo ha conseguido...se ha redimido ante los dioses. Ha pasado la prueba. Y su recompensa...la romana estrecha con fuerza entre sus brazos a Carlo, quien ahora le recuerda un poco a Manius pero quien sabe, tal vez fuera la emoción del momento.

Livia se deja caer de rodillas con el niño entre sus brazos y lo aprieta muy fuerte, como si temiera que algo más pudiera venir a arrebatárselo:

-No hijo no...no esta bien, pero tu padre era un hombre malo que quería hacernos daño. Que quería hacerte daño. Y yo no voy a permitir que eso pase...los dioses no lo han permitido, me han dado la fuerza...- la romana besa los cabellos del niño mientras sus ojos continúan fijos en el cadáver de Marco.- No...no se si esto es real...ojalá lo fuese, mi vida, mi príncipe...- musita mientras empieza a pensar con cierta claridad, en verdad recordaba su vida en el Ludus, recordaba que no había podido salvar a Carlo...recordaba que se estaba desangrando por una herida grave en el costado.- Ojala pudiera quedarme aquí contigo para siempre...pero creo que esto...esto ha sido para que sepas que tu madre te quiere. ¿Lo sabes, no? Sabes que te quiero...¿si?

-Carlo...CARLO...NO CARLO...- llora desconsolada Livia, echando la frente sobre el pecho de su pequeño tal y como había hecho aquella noche...todo se repetía...todo había dado igual...¿por qué luchar? ¿para qué? ¿se estaban riendo los dioses de ella? ¿de su dolor?

Alza la vista, los ojos le arden...y entonces le ve, el dios Mercurio.

-Oh...Mercurio...portador de almas.- lo evoca sintiéndose algo más aliviada por su presencia. La romana se fija en su mano, le pide algo...Octavia baja la vista y la fija en su pequeño Carlo, aún su cuerpecillo caliente en sus manos.

-Él...él descansará en paz ¿si? ¿Cuidareis de él? ¿Estará en los Campos Elíseos?- pregunta confiada...sabe que debe dejarle marchar, pero como madre tiene la necesidad de saber, aunque si que se incorpora con el niño entre sus brazos, toda ella llena de sangre, en su rostro hay paz y pena. Lo lleva.- Cuidad de él...os lo ruego. Os serviré a vos y a Marte...sere vuestra esclava hasta mi último día.

La romana cae de rodillas invadida por un temor reverencial, pero mantiene la barbilla elevada, aunque las silenciosas lágrimas continuaban aflorando de sus ojos como cascadas límpidas de aguas cristalinas, como si sus mismos orbes fueran un glaciar que se derrite.

-Dadme entonces el raciocinio necesario para ver a través de engaños y maquinaciones, para seguir el plan de los dioses allí donde me lleve. -​​​​​​-suplica, aunque sabe que pide demasiado- Decidme al menos si son vuestros sacerdotes de fiar, si debo confiar en Mars y en Elia...vos y Marte nunca me habéis fallado pero los humanos somos imperfectos y corrompibles...¿Que debo hacer si flaqueo? ¿En quien encontraré la sabiduría? 

Livia atiende a las palabras del dios y se pasa las manos por la cara para secarse las lágrimas, no es momento para la pena sino para el entendimiento. Mira al lado y ve las representaciones de Mars y de Elia y admira el realismo con que se le presentan, realmente parece que sean ellos.

- Errar es humano y la piedad es la máxima virtud de los dioses...pues somos vuestra creación y es nuestro deber serviros como mejor sepamos.- coincide la romana y luego lleva su mano a las caras de las figuras de los sacerdotes.

-Desearles...si les deseo. Pero no sé si les quiero...mi corazón murió en mis brazos y vos lo guardáis. - explica, recolocándose el cabello y logra serenarse.

-Creo que puedo fiarme de ellos pero sólo podremos erradicar el mal si encuentro la manera de unirles y que los tres vayamos en la misma dirección. Creo que la semilla de la concordia está plantada entre los tres pero debo...creo que está en mis manos tender puentes para que todos os sirvamos como esperáis de nosotros.-expone sus pensamientos la romana, a las claras, realmente era sincera, deseaba que los tres alcanzaran un entendimiento.

-Deseáis que sea vuestra parca en la tierra, oh portador del caduceo...y que lo haga con las armas. Con suma humildad acepto esta tarea... seré la tijera que cortará el hilo de aquél que se reboza en la corrupción. La lanza de Marte atravesará su corazón y os entregaré su alma. ¿Es también la voluntad del dios de la guerra que haga está tarea? ¿Él sigue confiando en mi?

Asiente debilmente a tus palabras, pareciendo de acuerdo. "Comprendo." dijo cuando le hablaste de tu corazon y te entro la duda si podria. Pero fue por el corto momento que te dejaba tu fanatismo.

"No es necesaria una concordia entre los tres, los dioses tenemos nuestros planes que pueden no coincidir de persona a persona. Aunque veo que tu puedes ser ese puente del que hablas, entre Marte y yo." acepta el dios sonriendo un poco, con cierta travesura casi.

Asintio a tu pregunta. "Marte tiene sus formas de mostrar confianza. Darte esa lanza es uno de sus formas." comento mirando a la famosa lanza. El cuerpo de tu ex marido ya no estaba ahi, lo unico que quedo fue la lanza y una mancha de sangre profunda. "No seras mi parca sino una tijera como dices. Un objeto mas preciso para terminar con quien te comando. Para que me ofrescas su alma la proxima vez que nos encontremos." le explico.

Livia empuña fuerte la lanza de Marte entre las manos y, arrodillada cómo está, se inclina del todo para pegar casi su frente al suelo en gesto de máxima sumisión y entrega.

-Entregare incluso mi vida a esta causa, oh portador de almas. -​​​​​​-y se levanta incorporándose del todo con ayuda del hasta y permanece firme, casi con una pose marcial.

-Mas temo equivocarme, se que confíais en que me fíe de mi intuición y de mi fe para esta sagrada tarea pero ¿Cómo dirimir la verdad del engaño? ¿Cómo podría juzgar a otro romano si os honra en suficiente medida? Mi marido acudía al templo y hacia ofrendas como todos y sin embargo en su corazón ni había lugar para los dioses. Y ya no sólo se trata de los romanos...¿Cómo voy a juzgar a los extranjeros cuyas mentes son demasiado obtusas para entender la verdad? No es su culpa, es su destino a veces vivir en las tinieblas de la ignorancia, algunos podrán ser iluminados pero otros... Son tercos e indignos ¿A esos debo castigar?

Livia baja la cabeza para mirar la lanza y sonríe al recibir su "señal", mas en seguida vuelve su atención a las palabras del dios mensajero.

-Gracias por su infinita paciencia, oh Mercurio. Mi mente desea complaceros tanto como mis manos pero al final es ella la que guía mis actos...siento que mis preguntas os desagraden. ¿Quiénes somos los humanos para escrutar los designios divinos?- la romana posa el pomo de la lanza en el suelo y con la punta señala al cielo.

-Sea, ya sé que debo buscar en aquellos cuya existencia os molesta. La ambición debe tener límites, los humanos deben respetar la superior autoridad del destino. Todos nos regimos y nos postramos ante nuestra línea de la vida. Así se lo haré saber a quién se le ocurra mirar por encima de sus límites.

La romana aprieta en su mano la lanza, sintiéndose reconfortada por el quemazón que ésta le hacía sentir, como una mezcla de placer y dolor, quizás le recordaba a cuando Mars le entregó su marca de gladiadora.

-No os fallaré.-jura con firmeza y entonces todo se va desvaneciendo, la "realidad se desmorona y va dando paso a otra...otra menos agradable pero necesaria...