Bajo la atenta mirada de los dioses pero ocultos a los hombres, el galo y la romana se entregaron a los brazos del amor, encontrando cada uno consuelo a sus pesares en los brazos del otro durante toda la noche. Olas de placer arrastraron a los amantes durante horas siendo incapaces ambos de detenerse ni por la razón ni por el miedo; Duilius impregna a Livia varias veces con su semilla, la romana parece más tranquila a este respecto y no pone impedimentos, bien sabe que podrá conseguir la ruda y salvar su brillante carrera sin comprometer al doctore. Pero tal arreglo no importaba ahora
Ahora solo importaban ellos y cuando sus corazones y sus cuerpo no pudieron más, ya rayando casi el amanecer, ambos no tuvieron más remedio que entregarse a los brazos de Morfeo, dormitando ella entre los brazos de él en un sueño tranquilo, no carente de pesadillas mas esta vez el galo consuela a Livia y ambos puede apurar los minutos que les separan de la salida del sol pues tan solo gozan de ese tiempo para dormir.
En adelante algunas noches más se repitió aquel encuentro pero a no mucho tardar, la desgracia en forma de celos y traición acosaría a aquellas dos almas que no habían cometido mayor crimen que el querer disfrutrar del otro.
Pero el destino tenía otros planes para ellos.