Partida Rol por web

Al escuchar hablar al hijo de Odín, los ojos de Jorgen primero se entrecierran con lástima, pero al seguir escuchando su expresión muta rápidamente a la sorpresa, y de ahí, a la ira al entender cuales eran los verdaderos propósitos del joven dios.

- ¿No solo te arriesgas a matar a tu propio hijo, quien ha mantenido vivo el espíritu de la Justicia todos estos años en tu ausencia, sino que lo harás para violar nuestras leyes? ¿Y por una pordiosera que conquistamos a petición vuestra?

Jorgen se levanta de donde está - No esperes recibir mi ayuda, Balder.

Si estás convencido de insultar a tu propia sangre hasta ese punto, no esperes tener mi apoyo, ni el de ningún otro digno hijo de Asgard. Si por mí fuera, te relegaría a comer y descansar en adelante con los apestosos indignos.

Comienza a girarse, dispuesto a irse con su enfado a otra parte.

La reacción de Jorgen contagió al propio Sven. Airado al igual que su interlocutor, el noruego se levantó de la mesa imitando al que se empezaba a marchar.

—¡Jamás arriesgaría otra vida! ¡Yo! ¡He dicho que yo cargaría con las consecuencias y no otro! Nadie tiene que sufrir por las decisiones que yo tome. Joder, dices que actuo contra una ley. Sí, voy contra ella e iría mil veces porque pido justicia y no ley para una amiga, una aliada y una familiar de un compañero. Ley y justicia no van muchas veces de la mano y no sé tú, pero yo creo en el mayor poder de la justicia sobre la ley. Leyes hay muchas, muy diferentes, cambian a menudo y a veces se contradicen. Justicia es una, universal e inmutable. Pido pagar con la misma moneda la hospitalidad recibida, y eso es no teniendo a quien nos trató bien en Mythos en una jaula presa. Si no es justo lo que quiero pedir por ir en contra de una ley, si es indigno, Forseti lo sabrá. Él es el dios de la justicia.

Ligeramente menos enfadado, avanzó en dirección a Jorgen.

—Amigo, puede que no conozca las leyes de Asgard, que sea un forastero indigno, un contrario a nuestra sangre. Pero, dios asgardiano o no, Skuld me enseñó que el honor, la hospitalidad, el eco de lo que hacemos, se guía por cómo lo hacemos y nos comportamos. Y a un amigo, sea o no de tu sangre, se le debe respetar y devolver lo que ha hecho por ti. No quiero que muera mi hijo ni nadie, solo demostrar que somos justos.

A medida que la discusión sube de tono, más y más mesas se callan para prestar atención, más o menos disimuladamente, para acabar con expresiones que van desde el asombro al enfado, pasando por una gran decepción. Empiezan a murmurar -

_{- ¿Y este es Balder?}

_{- ¿Qué tonterías inventa de no-se-que universal?}

_{- Es un crío malcriado}

_{- Desagradecido...}

Los rostros se ensombrecen.

Jorgen, por su parte, se mantiene en su lugar - Te estás avergonzando a tí mismo. No sé qué tonterías habrá inventado la humanidad en las últimas generaciones ni qué te hicieron creer en el campamento, pero no puedes venir aquí y pretender que alguien te regale algo que ha sido conquistado en pleno derecho.

Casi me haces lamentar los sacrificios que se hicieron para que tu alma pudiese regresar desde el Helheim. 

Una palabra más, y tú, hijo del mismo Odín, perderás el estatus de digno que te conferimos, y no volverás a pisar este salón.

O peor.

Puede que Forseti, dios de la justicia, venga a reclamar su derecho al Último Duelo y te de una muerte definitiva, al igual que el padre de todos y sus hermanos sobre Ymir.

Última oportunidad.

A pesar de los cuchicheos y las palabras vertidas por Jorgen, las cuales podían ser tomadas como amenazas, Sven volvió a intentar mostrar su ideología.

—El precio de morir, igual que el de perder un estatus, es poco  y estoy dispuesto a pagarlo por defender las "tonterías" que digo. No pretendo un regalo, sino cumplir con las propias palabras del Hávamál acerca del compromiso y honor entre aliados, palabras del Altísimo. ¿Pero qué sé yo de compromiso y honor? Sólo soy un indigno que viene de entre los mortales.

El noruego paseó su mirada por entre los presentes, incidiendo mayormente en los que habían sido más críticos con él. Volvió a observar al que le había hablado directamente, a Jorgen.

—¿Me avergüenzo a mí mismo por pensar de una forma diferente y tratar de defender lo que considero justo? No. No existe otro modo de cambiar algo a mejor si no es con esfuerzo y sacrificio,  igual que sucedió con la muerte de Ymir para crear los Nueve Mundos. ¿Pero qué sé yo de sacrificio y esfuerzo? Sólo soy un indigno que viene de entre los mortales.

Mostró una suave sonrisa.

—Es muy difícil cambiar una forma de vida, de pensar, de valores. Lo sé. Unas palabras, por muy fuertes que sean, no ayudan a variar nada... Excepto si traen verdad en ellas. No hay forma de que unas palabras puedan herir, que puedan hacer pensar diferente o que ayuden a ver cosas que jamás hemos visto antes... Excepto si son la verdad. ¿Pero qué sé yo de verdad? Sólo soy un indigno que viene de entre los mortales.

Dejando de mirar al hombre con el que había charlado, Sven echó una ojeada a todos los que estaban en el comedor.

—¡Asgardianos! ¡Sois un pueblo de guerreros, de conquistadores, de valientes! ¡También sois un pueblo de amigos fieles, de honor, de gente que conoce el Ragnarok, un destino terrible por llegar, y que está dispuesto a luchar en esa gran batalla! No sé qué necesidad tenéis de poseer trofeos que recuerden lo que sois, amigos. ¡No los necesitáis! No sé qué problema existe por decir que a una antigua aliada se le debe honrar con la misma moneda y dejarla libre, compañeros. ¡Es lo justo! Siempre he creído que honor, valor y justicia, algo que nos sobra a los nórdicos, es lo que debe dirigir mi vida y mis actos. Y es por honor, valor y justicia que me mantengo firme en no pedir un regalo, sino en hacer lo que es adecuado. La mujer que llamáis trofeo nos ayudó en Mythos a mí y a mis compañeros sin pedir nada a cambio. Yo, en honor y gloria a Harald, Siriana y Einar, pido darle libertad a ella. Regalo por regalo. Gesto por gesto. ¿Acaso tanto ha cambiado que, si os tratan bien y os prestan auxilio, no se debe corresponder de la misma forma? 

Suspiró audible para todos los de la estancia. Luego, volvió a sonreír.

—¿Pero que sé yo? Sólo soy un indigno que viene de entre los mortales. 

Tomó asiento al terminar de hablar.

—Amigos, estoy dispuesto a morir definitivamente, a ser indigno, a ser exiliado; pero no voy a traicionar los valores que tengo y que sé que muchos, por no decir todos vosotros, compartís. Haced lo que tengáis que hacer.

Las últimas frases las dijo con un timbre particularmente triste y con la cabeza baja, mirando la mesa en la que se había situado.

¿Cómo se atreve ese crío imberbe?

Maldito idiota. Tiene suerte de que no esté aquí Odín. 

¿Y quien es esa mujer por la que discuten?

Nadie. Solo una extranjera más. Una puta cualquiera que le ofreció el culo a Forseti antes de pelear por sí misma.

Entonces no es más que una indigna. No se merece ni que me la folle.

Pues menudo desperdicio.

¿Sabe el crío acaso de lo que está hablando?

Me he cansado de sus regresos. Empiezo a pensar que debería quedarse muerto para no insultar a su familia con esas barbaridades.

Los ecos van y vienen por la sala. Los hay escandalizados. los hay furiosos. Los hay hundidos por la vergüenza ajena y unos pocos que prefieren mirar hacia otro lado.

- Solo hay - Empieza Jorgen despacio - una manera de reclamarla. Ahora le pertenece. Así lo dicta nuestra ley. Y es la única ley que cuenta, no los inventos que te contasen en el campamento ni ninguna ley humana. Así que deja de mentar leyes de hombres débiles alejados de las enseñanzas sagradas. 

Y para hacerte con ella y poder decidir en su destino, lo que debes hacer es luchar. Luchar y vencer a Forseti, dios de la justicia. 

Señala una puerta - Si estás resuelto a arriesgarte a morir, sube esa escalera. Si solo eres un llorica que ladra para después huir con el rabo entre las piernas, regresa abajo. Por mi verdadero nombre, no volverás a poner un pie en esta sala.

Hasta que la han señalado, esa puerta te había pasado desapercibida, pero ahora que reparas en ella su presencia es imponente.

Instintivamente sabes que has visto antes esa puerta, pero el recuerdo es difuso. ¿Tal vez un sueño? Venga de donde venga, sabes que una vez decidas recorrer ese camino no habrá marcha atrás.

Sven se levantó de la mesa en la que estaba para lanzar una mirada de enfado a la zona de la que provenían los insultos a la pobre Eufrósine. De nada servía el razonamiento que había usado, las indicaciones a estar rompiendo un pacto que, desde la fusión de grupos en Half Blood, creía existente entre panteones y el apelar a otros argumentos.

Antes de ir a la puerta, subir escaleras y luchar, el noruego tomó una jarra y bebió tres sorbos. Uno por Heske, Shiro y Zeyr. Luego, fue a recoger a Nilsine, la exclusiva aliada que tenía en todo el comedor. Como había indicado a Héfiro, iba a hacer todo lo posible por ayudarle a él y a su tía. Pintaba mal, se sentía peor, pero era lo que había que hacer. 

Con una nueva sonrisa en la cara, un estómago revuelto que persistía en dar molestias y la lanza preparada para tener un combate, observó a todo el conjunto del comedor detenidamente.

Sven fue a la puerta preparado a cruzar el umbral y subir la escalera que le había mencionado Jorgen. 

Cuando Alina y Kled entran a la estancia al final del pasillo, aún los ánimos están calientes, aunque lo peor parece haber pasado. 

Unos asgardianos y otros emiten improperios que no cuesta identificar como dirigidos contra el mismo Balder, quien ya no está en la sala.

¿Cómo se atreve ese crío imberbe?

Maldito idiota. Tiene suerte de que no estuviese aquí Odín. 

Y todo por una extranjera ¡Y propiedad de la encarnación de la misma justicia, Forseti!

Esa mujer no es más que una indigna. No se merece ni que me la folle.

Pues menudo desperdicio.

No me he levantado y atravesado el pecho aquí mismo por respeto a Frigg que si no...

Me he cansado de sus regresos. Empiezo a pensar que debería quedarse muerto para no insultar a su familia con esas barbaridades.

Solo es un crío malcriado

Desagradecido...

Espero que ni se le ocurra poner un pie de nuestro en esta sala, o yo mismo se lo cortaré

En mitad de todos esos exabruptos, Jorgen está de pie, inclinado y con las manos apoyadas en una mesa llena de manjares a los que no está prestando atención. 

Aún medio-de espaldas a la las recién llegadas, pueden ver que está apretando la mandíbula con fuerza.

Alina entra junto a Kled al lugar y aunque Sven ya no se encuentra allí, su estela quedó intacta. Muchos asgardianos se encontraban exhaltados e insultando al que antes creían como un semidios. Ver asgardianos enojados no era una novedad, que bueno, era casi un rasgo necesario, pero comprendía que los extranjeros los hicieran enojar, no un asgardiano que sabía cómo era todo en su propio panteón. Había cosas que eran indiscutibles.

A pesar de todo eso, suspiró con hastío, pero hubo un detalle que Alina no pudo pasar por alto. Dijeron por respeto a Frigg, ¿verdad? ¿Pudo escucharlo correctamente? Ella ya sabía que Jorgen no era su nombre, pero ¿era posible que ni siquiera fuera esa su apariencia real? Comprendía aún más por qué Hikari tuvo que calmar a Forseti. ¿Por qué eran tan imprudentes? Vaya...

Alina miró a Kled con sorpresa y con algo de ansia en su mirada. La idea que se había apoderado de su pensamiento era fuerte y aunque sí estaba preocupada por Jorgen, le preocupaba más saber si su intuición no la engañaba. Se acercó con cautela a Jorgen para no ir a sorprenderlo ni causarle problemas. Aunque en ese momento no estaba tampoco en condiciones para luchar con propiedad, así que si se exhaltaba, la derribaría con facilidad. Trató de no ser sigilosa y hacerse sentir a medida que se acercaba. Y con un tono suave y conciliador, trató de llamar la atención del jardinero.

- ¿Jorgen? - dudaba si debía decirlo. ¿Y si se equivocaba? ¿Y si era tonto de su parte? No perdió la posibilidad de decirlo - ¿Frigg? - realmente se sentía preocupada por él. ¿O ella? Ya no sabía. Pero la motivación de ir a ver si estaba bien era real.

- Escuché gritos y decidí venir. Estaba preocupada. Bueno, aún lo estoy - sonrió un tanto triste y esperó la reacción del tensionado rubio.

La sala está tan llena de ruido que seria difícil diferenciar unos pasos de otros, mas no así su voz. En un inicio, Jorgen suelta el aire, llevándose una mano a la cara como si quisiera tratar de serenarse antes de que Alina pudiese verlo, pero cuando ésta pronuncia aquel segundo nombre su compostura cae por tierra.

Bruscamente se gira, encarándola con la expresión crispada por la furia - ¡¿Quién te lo ha dicho?! - Grita con tal fuerza que la mitad de las conversaciones se paran en seco, temerosos por la ira de alguien a quien indudablemente se le tenía mucho más respeto que a un simple jardinero. Está a punto de agarrar a la muchacha por el cuello, clavando sus ojos en los de la contraria, pero se detiene en mitad del gesto. Las arrugas del enfado se van disolviendo una tras otra, hasta que sólo queda sorpresa y... comprensión - Yo. Acabo de hacerlo yo. No lo sabías. Sólo lo intuías. Por todos los dioses viejos y nuevos... - Como si acabase de perder las fuerzas, se deja caer en una de las sillas de aquella mesa, inesperadamente vacía. 

Se escuchan bastantes pisadas y movimiento alrededor. Muchos asgardianos parecen acabar de recordar que tenían algo que hacer en otra parte. Otros miran a otra dirección o se centran en su comida, murmurando, mientras otros muchos tienen expresión de no saber dónde meterse.

- Pero claro ¿Qué esperaba?. Ahora eres la elegida de Odín. Ya sabía que eras sagaz, pero me he arriesgado demasiado. - Murmura para más para sí mismo que esperando una respuesta. - ¿qué es lo que sabes? - Pregunta finalmente directamente a la pelirroja. Entonces se corrige - ¿Qué crees que sabes?

Si fuera alguien diferente, estaría temblando nerviosa, pero no Alina. Ella era demasiado orgullosa para mostrar su debilidad de esa manera. Claro que el grito de Jorgen y su reacción la asustaron, pero en su mirada había una mezcla de tristeza, desconcierto y terror. Seguía siendo un dios a quien tenía en frente, así que era de esperarse aquello, ya que su presencia siempre resultaba ser bastante inquietante.

Alina no se movió ante el agresivo gesto. Incluso permaneció inmóvil, esperando que hiciera lo que tuviera que hacer. Después de todo, no tendría las fuerzas de resistirse así quisiera. Pero tampoco lo intentaría. Se tensó esperando la reacción de Jorgen, esperando lo que le esperaba y aceptaría el castigo. Lo menos que quería era causar la furia de un dios, pero ese agarre no llegó. Jorgen se dejó caer y Alina escuchó lo que decía con la expectativa en sus ojos y una inmensa tristeza.

Notó que la mesa donde se encontraba estaba vacía. ¿Estaría allí minutos antes discutiendo con Sven? Aún no le terminaba de agradar ese chico. Se sentó junto al jardinero y miró a Kled, esperando ver qué es lo que decidiría hacer. Quería invitarla a acompañarles, así que le hizo un gesto con la cabeza.

- Recuerda que te debo una enorme - le dijo con una sonrisa para escuchar los balbuceos de quien le había tratado con respeto y cariño desde que la conoció y sonrió - Prefiero el título de hija de Freya, si me lo preguntas - aún había angustia en sus ojos. Era algo extraño pensar en a quién tenía en frente.

Se sobresaltó ante la pregunta y se veía notablemente nerviosa. No era que pudiera conservar su temple por mucho tiempo, al menos no en el estado en que se encontraba - Como dije, escuché gritos y tu voz. Estaba tratando de descansar, pero le pedí a Kled que viniera aquí conmigo - se giró hacia la pelirroja y volvió a girarse -. Al entrar, te vi alterado y todos alrededor mencionaban que por respeto a Frigg no habían dañado a... Balder - dudó solo un momento para decir eso. La verdad era que aún no terminaba de acostumbrarse a eso.

- Y ya que quien discutía con él eras tú, pues... Tomé ese riesgo. La verdad no sabía si tendría razón - bajó la mirada apesumbrada. ¿Y si eso le separaría? No quería pensar en eso.

- En ese caso no sabes nada... - Suspira, más serio una vez pasada la sorpresa inicial - Había buenas razones para este engaño, y es... - Se interrumpe. Es consciente de que muchos escuchan. 

Tras meditarlo brevemente se levanta y extiende una mano, ofreciéndosela a la auto-proclamada Hija de Freya con la amabilidad que le solía caracterizar - Aún puedo dedicarte unas horas. Tal vez una noche. 

Mañana, de un modo o de otro... - Mira una de las puertas laterales, ahora cerrada - habrá una breve celebración y ya no podré ayudarte más. 

¿Me acompañas? - Y tras una mirada corta a la desinquieta Kled, niega - Lo que puedo decirte es solo para ti, Alina.

Acompaño sonriente a Chispa, atenta a todo mi entorno como era costumbre. Resulta complicado saber si estoy prestando atención o no, pero en cualquier caso me acerco en cuanto ella me hace una señal. Los asuntos familiares solían ser un tema en el que era mejor no meterse, y más cuando se trataba de alguien importante. En cualquier caso ya había discutido con Forseti anteriormente y el resultado fue el mismo: parte caras para ganar posición y respeto o cállate la puta boca.

Cuando el padre/madre me habla miro hacia la arena.

Nah, si yo iba a intentar ver si conseguía... no sé, algo. Ganar. Pero Chispa está muy cansada, debe descansar en algún momento.

Advierto antes de acercarme a mi querida pelirroja para regalarle un beso en los labios y luego miro desafiante, en broma, al contrario.

Si gano quizá pida su mano.

Le guiñó un ojo. Bromeo. ¿Verdad?

Me alejo.

Lo que se temía. No podría aprender con ella. ¿Por qué debía ser la ley así? Ella le había prometido que entrenaría con ella para mejorar sus pociones. Era ciertamente injusto que se enterara sin buscarlo y ahora debía abandonar esa esperanza. Cuando escuchó la sentencia de Jorgen, se giró hacia Kled y recibió el beso. Le sonrió y dijo - Gánales por mí - y la miró marcharse.

La verdad era que quería golpear a Sven y darle fuertemente. Por su culpa, había descubierto aquello y ahora no podría cumplir su deseo de corazón. Tendría una sola noche y eso sería todo. Suspiró y pudo sentir que un par de lágrimas llegaban a sus ojos, pero las secó rápidamente para volver a mirar a su ahora acompañante.

- Lo comprendo - y miró a Jorgen con atención -. Iré a donde me digas - le sonrió. Suponía que querría cambiar de lugar, ya que había demasiados oídos escuchándole, pero le rompía el corazón saber que se quedaría sin conocer mucho de lo que pudo haber llegado a aprender.

Se puso de pie y le siguió a donde decidiera llevarle. No había tiempo que perder si solo tenían la noche. Podría dormir en el día si era necesario. ¿Qué importaba su cansancio en ese momento?

Frigg asiente, tomando a Alina del brazo para empezar a andar. No habla hasta que han dejado lo suficientemente atrás a oídos indiscretos y curiosos descarados. Alguno de los hombres a su espalda suelta de golpe un guejido. Como si acabasen de golpearle "¿Cómo se te ocurre llamarlo por su nombre idiota? ¡La joven estaba aquí" . "No la había visto. ¡Y tú tampoco me avisaste!" lo que indudablemente llamaría a más sangre para derramar en sacrificio en la Arena.

Jorgen hace oídos sordos a los problemas de aquellos asgardianos, y se encamina a los dormitorios.

- En circunstancias normales me hubiese gustado llevarte a mi jardín. Pero estás agotada. Hacerte caminar todo ese trayecto para apenas una o dos horas de luz no nos aportaría casi nada.Al menos de esta manera podrás reposar mientras hablamos. 

No había predicho que esto sucediera de esta manera.

[Resumen pactado]

Esa noche, Hikari comería donde la correspondía, en la mesa de los dioses. A pesar del cambio en la opresión del aire, sus formas siguen siento educadas... a su manera. A los que no han permanecido en la instalación durante esta semana de entrenamiento podría extrañarles que se haya ganado su plaza para estar allí, pero no da más detalles. 

Ha quedado con Tau para comenzar a instruírle en los modos de educación japonesas, y todos los que quieran escucharla serán bienvenidos.

Empieza por conceptos sencillos. Cómo se ha de tomar el té, los nombres en japonés tradicional de los objetos en la mesa y las formas y terminaciones para cada nombre.

Así, a Yago le añade el sufijo Dono, que implica una cierta nobleza.

A Tau, considerándolo alguien digno y a su nivel le da el sufijo San.

A alguien a quien se le tiene un afecto se le da Chan, pero según dice es algo para la intimidad a no ser que se busque avergonzar al contrario. Las muestras de emoción o afecto están mal vistas en cualquiera de los casos - Salvo que seas un niño o un bufón.

Otras formas van surgiendo, como Sama para los dioses y personas superiores a ti, Co como diminutivo, Kun para inferiores, Sempai para un modelo de más edad, Sensei para un maestro... También son válidos algunos títulos, como el no Hime (que insiste que usen con ella, aunque la mayoría lo ignore) de su nombre o Arashi para Brynja.

Las formas y el cómo llames a cada una de las personas con las que te relaciones es vital para mantener la educación en Kojiki, y para irlo adoptando como costumbre, les anima a incluirlo desde ese mismo momento en el día a día. Cuanto más natural surja, menos lo tendrán que pensar llegado el momento.

Además, está el hecho de usar el nombre o el apellido. Lo formal es usar el apellido, mientras que usar el nombre conlleva una actitud más abierta y amistosa, lo cual es una confianza que no se da a todo el mundo.

Pero la japonesa, por mucha compostura que tenga, parece cansada, por lo que no se queda mucho más. Invita a todos aquellos que quieran escucharla a acompañarla, si es que no están ocupados con las enseñanzas de la dama Eufrósine. Ella enseñará Etiqueta, Sociedad y el idioma a quien esté interesado, lo que promete ser un trabajo arduo que llevará su tiempo y muchas correcciones.

Tau también menciona lo de los regalos. ¿Qué podría ser apropiado regalar a los anfitriones japoneses a su llegada? Al fin y al cabo pretenden llegarse a alguien que al parecer está preso allí. A no ser que planeen tratar de hacerlo a la fuerza, tendría que ser algo que verdaderamente ellos puedan valorar. 

- Ellos valorarán por encima de todo aquello que no tengan, no conozcan y sin embargo encaje con su modo de vida. Cada cultura tiene sus propios tesoros. No puedo recomendar sobre lo que desconozco, pero sí puedo opinar sobre lo que creo que les cause mejor impresión.

Invita a sus oyentes a pensar en ello. Por la mañana podrán compartir sus ideas.