Voy escuchando lo que dicen unos y otros. Yo tengo claro cuál debería ser el siguiente sitio al que vayamos, pero si nos dividimos yo iré al sitio que creo. Acaricio distraidamente la cabeza del renacido Nerian. Miro al resto y me dirijo al interior de Asgard.
La brisa y la débil lluvia aún prosiguen su incesante presencia en el exterior de la caseta de guardia de las almenas del muro. Una caseta habitualmente vacía puesto que sólo había un guardia, y según se decía sus ojos llegaban hasta al último confín de las tierras de Asgard, estuvieses donde estuvieses.
Qué irónico que fuese en sus proximidades donde más intimidad habían encontrado los dos amantes.
La presencia de Yago, tan madura y magnética, había cautivado el corazón de la joven, quien intentó resistirse al principio al tener tan reciente la pérdida de alguien que le había gustado. Y precisamente en esa laguna encontró el apoyo de aquellos brazos dispuestos a proteger. Aquel cobijo indescriptible. Aquellos labios que sabían ser sabios igual que sabían ser tiernos.
Él en ella lo que encontró fue una pincelada de verdadera ternura humana, sus ganas de vivir, su dulzura incorruptible. Incluso en un momento en el que su corazón se dolía por la pérdida, ella se esforzaba por dar su mejor sonrisa y ponía esfuerzo para animar el corazón de sus allegados.
Bastó muy poco para que el calor en el corazón de quien tan solo había estado aquellos años se hinchase con la necesidad de querer abrazarla, atesorarla... amarla.
Faltó muy poco para que la ternura honesta de quien tanto quería dar y la cautivase, haciéndola corresponder a las atenciones del más adulto antes incluso de ser consciente de cuanto desease que sucediera.
Ahora, ambos cubiertos con una capa vieja que encontraron en aquel recóndito escondite, enlazados en esa sensación íntima e imposible, cada uno había encontrado un tesoro que añorado.
Un impulso, una necesidad, no tiene explicación, ¿o quizás sí la tiene? Dos corazones aún sangrantes por la pérdida, solitarios, desconectados del mundo. Puede que hasta de sí mismos, mas no importa. Solamente aquel momento que comparten llevado por ese sentimiento mutuo. El imperioso deseo de buscar afecto, y calor humano. Tanto tiempo atrapado en las nieblas, tanto que perdió la cuenta, que el mayor de los dos ha olvidado esa sensación de estar con alguien más.
La paciencia, el tacto, la suavidad, y experiencia enterrada tomaron protagonismo en esa escena, alejada del resto de sus compañeros, que seguramente desconocen la cantidad de caricias entre ambos. Aunque tal vez sí que hay alguien más que es conocedor, el que todo lo ve en Asgard, imposible de escapar a su eterna vigilia.
Una parte de él se llena de culpabilidad, el abismo que existe entre ambos, la cultura, las vivencias, y sobre todo la edad, o veteranía en la vida, una forma diplomática de llamarse “viejo”. Aún no ha visto su reflejo, pero las arrugas de las manos, y al tocarse el rostro, las canas que porta. Muy dispar del de ella, su rostro terso, su piel aterciopelada, su dulce sonrisa, su brillo en los ojos, su espíritu jovial, y también su inocencia. Quizás todos esos consiguieron cautivar al hijo que no pertenece a ninguna tierra o así se considera.
Incapaz de resistir la acaricia con ternura, recorre con los dedos el brazo de ella de forma lenta. Y con los labios, besa el hombro. Algo nace del mayor, y termina abrazándola con una delicada firmeza, como si quisiera que además de calor, ofrecerle protección. A sus veteranos ojos ve un espíritu fuerte, pero frágil a la vez.
“Un poco más....solamente un poco más” - Dice para sí, alargando el momento todo lo posible, aunque sabe que tarde o temprano tendrán que regresar a la realidad, cruda y sangrienta, cruel y carente de compasión. Pese a la culpa inicial, no se arrepiente de haber cometido tal acto. Tampoco hay necesidad de ello, ni razón ser. Los dioses son caprichosos, los humanos también, los que se encuentran a mitad de camino entre ambos mundos no son la excepción.
Debemos reunirnos con el resto. Tal vez nos necesiten. - Le dice al oído en tono susurrante, aunque nada urgente, no quiere meterle prisa, ni mucho menos. Y si tienen que esperar, que lo hagan.
- Aún es temprano - Protesta devilmente, aunque bien sabe que no es cierto. Lo cierto es que no recordaba cual había sido la última vez que se había sentido tan cómoda y resguardada. No había sido consciente de cuanto necesitaba aquello hasta que las insinuaciones se convirtieron en caricias, y las caricias en algo más que en seguida ambos se habían entregado a corresponder con el anhelo a flor de piel.
Un hondo suspiro, resignándose a lo que ambos sabían que era verdad. Estaban en mitad de una batalla. Una búsqueda de la que mucho dependía. Nadie podía recriminarles que sus espíritus buscasen prevemente el remanso en otros brazos, pero no era algo que pudiese alargarse eternamente sin faltar a su deber.
Aún así, antes de levantarse se toma un instante más para levantar la mirada y pasearla por esos ojos que parecían estar en el limbo entre muchos mundos. A cual más enigmático y fantástico.
Entrega a su amante un beso y hace por levantarse con un suspiro. - Está bieeennn...
Va a por su ropa con pequeños saltitos con los que pretende mantener el calor y sonríe, radiante - ¿Te he dicho alguna vez que luces como un caballero de los cuentos? Solo... que tú no parecías una rana. Ni antes ni después de besarme - Se ríe ante su ocurrencia, divertida - Dime ¿Qué tipo de cuento es el tuyo? Me gustaría seguir conociéndote, si te parece bien. ¿Te parece bien?
No la culpa por hacerse la remolona, en absoluto, a él también le agradaría caer en al tentación de cinco minutos más, puede que alguno adicional, ¿puede? No, está convencido de ello, le gustaría más tiempo, tanto como fuera posible, pero muy a su pesar se debe en al obligación de no ceder, en resistirse, aunque guarda para sí el posible remordimiento de interrumpir esa paz que tanto anhelaba, y que sin buscarla, apareció delante de sus ojos.
Una de las cejas del supuesto caballero se alza ante aquel comentario, es evidente que no se lo esperaba para nada, y sus ojos se fijan en los ajenos, unos segundos de silencio antes de responder, o replicar ante tal ocurrencia. - En ocasiones la realidad supera la fantasía. - Es su respuesta, cuya concesión la realiza de forma suave. Quizás no es la que ella esperaba, mas los dos no pueden ser más dispares, lo cual es parte del encanto.
Eres libre de hacerlo, es tu decisión. Lo único que te puedo decir, y prometer, es que no te daré razones para arrepentirte. - Tras esa fachada de soldado de las nieblas con rasgos del lejano oriente, se oculta algo más. Es evidente.