Partida Rol por web

Retomar el paso no sería igual de sencillo para todos los presentes, algunos agotados por el esfuerzo, otros aún con heridas recientes. No obstante, la decisión está tomada, casi hay unanimidad, sin embargo hay que continuar hasta llegar hasta el hogar del anfitrión. Las palabras de la ninfa confirman las sospechas del mestizo, a fin de cuentas un grupo numeroso es todo lo contrario a una presa vulnerable y apetecible.

Un vistazo rápido comprueba que la hija de Anubis está bien atendida, así que su ayuda no es necesaria, el siguiente en captar su atención es el nórdico, que carga con su maestra, y poseedor de un orgullo que le impedirá aceptar compartir la carga. Los siguientes son el hijo de Poseidón, cuya pierna seguramente esté recibiendo más castigo de lo recomendado, la mestiza de pelo alborotado que no paraba de protestar por el tedioso, y largo viaje, también la princesa de la luz, que pese a ocultarlo sobremaneramente no es de extrañar que el la caminata dada, como la que esté por venir, sea demasiado para ella.

Así que se dirige a Nero. – ¿Cómo lo llevas? Puedes apoyarte en mí si lo necesitas, así tu pierna podrá descansar. No deberías sobreesforzarla. – Le dice a modo de ofrecimiento. Yagami está bastante más entero que el resto, si le ha pasado factura la excursión con un camino accidentado, no lo parece. Si el aludido le rehusa, no se molestará, tampoco realizará un segundo intento. En ese caso realizará el mismo ofrecimiento a Hikari, para mitigar el camino. Y si ésta también lo rechaza, la tercera opción en su lista será la joven Kled. 

Antes de proseguir, el herrero realiza un ofrecimiento la mar de interesante, también generoso. - Héfiro, ¿verdad? Es de agradecer poder contar contigo. - Le dice brevemente. Tampoco entra en detalles, pero salta a la vista que el armamento no abunda precisamente. Tuvieron que huir con lo puesto después de todo.

Nero estaba sentado en una roca donde estiraba una pierna y se masajeaba la lastimada. No vio a Nao acercarse y cuando este le habló, el hijo de Néptuno dio un respingo y se llevó la mano al pecho para luego reírse - ¡Joder! que susto macho - le dijo de primeras recobrando el aliento - estoy bien - mintió, pero no lo hizo por una cuestión de orgullo, sino más bien por un sentimiento de no querer ser una carga para nadie si por el momento él mismo podía ir, ese tipo de gente que solo pide ayuda cuando ya se le ha salido el hueso y esta libido al perder la mitad de su sangre - el tridente me sirve de apoyo - se lo mostró, y era cierto, lo estaba usando de muleta - pero si veo que no puedo, me dejaré caer para que me rescates - y se rió con fuerza ante la broma, aunque el sentimiento de pedir su ayuda si se veía necesitado era real.

Comprendo. Bueno, gracias igualmente. - Jezabel metió los pies en el arroyo previamente descalzándose de un movimiento rápido.

Soltó una exclamación de alivio - Aaaah - y permabeció allí quieta unos segundos en los que pareció pensar en algo.

Parece que nadie tiene muy claro el "antes" ¿no es extraño? Nadie. Tenemos información contradictoria incluso con nosotros mismos. ¿A qué se deberá? ¿Qué deberíamos estaría pasando para que no quieran que lo recordemos bien

Pero su descanso duró poco. Había que volver a caminar. Maldijo, se calzó y se puso a ello perdiendo el hilo de la conversación.

Entrenamiento con Folo

Los pasos del centauro son calmados y lentos, asegurándose de que su naturaleza no les obligue a correr tras él.

En realidad he elegido un sitio bastante tranquilo y normal para entrenar. Muchos de mis compañeros adoran los sitios más peligrosos o hermosos, yo prefiero algo tan sencillo como un cruce.

¿Han desayunado bien?

Les mira mientras aguarda una respuesta, parece genuinamente preocupado.

Muchas veces el peligro viene de muchos lados y es complicado poder reaccionar. Muchas veces el peligro no nos busca a nosotros, si no a nuestros amigos. Alguien tiene que estar ahí para ayudarle a afrontarlo, para compartir su dolor. ¿Están de acuerdo?

A lo lejos se distinguen unos sauces enormes. De una bolsa que cuelga en su cinto saca una arcilla grisácea y comienza a manchar sus dedos con ella, vigilando que aún le siguen.

Tras la noche, me levanté con algo de esfuerzo. Los sueños suelen tener un significado, o eso decía a menudo mi padre, a veces lo que se ha vivido, otras lo que se vive en el momento y otras veces, representan aquellas cosas que una persona desea en lo más profundo de su ser, aunque ni siquiera esa persona sea consciente.

Era raro cuando menos haber soñado con un idioma que desconocía, lo más raro de todo era haber entendido lo que se decía. No obstante, traté de dejar ese pensamiento a un lado, y tras una conversación mañanera, me presenté ante Folo.

- Buenos días Folo. - dije en un tono jovial y despreocupado, acompañando mis palabras con el típico movimiento de saludar con la mano, agitándola lo más rápido que me era posible. Justo en ese momento Nerian hizo acto de presencia, planeando hasta posarse en el suelo, a menos de un metro de mí, - Buenos días a ti también, pequeñín.

Una vez llegué a la altura del centauro, miré a ambos lados, y a los alrededores, como si buscara a alguien. - Parece que Nero se retrasa... ¿se habrá quedado dormido?

Finalmente, veo como se acerca a nosotros, - Buenos días dormilón, mira que a mí se me pegan las sábanas, pero lo tuyo ya... - dije riendo. No había forma mejor de empezar la mañana que con alguna bromilla. A continuación, me fijo en las piernas de Nero, más concretamente en los últimos pasos hasta llegar a nuestra posición. - Parece que te ha venido bien el descanso, ya no cojeas ni nada parecido. ¿Un milagro?, sin duda un milagro navideño en pleno mes de... de... - me encogí de hombre mientras me reía, - bueno... en el que estemos.

Fue entonces cuando Folo empezó a hablar de aquel lugar, de los peligros y cómo afrontarlos. Me limité a asentir a todas las preguntas que iba formulando, dando a entender que estaba de acuerdo con su punto de vista, mientras no dejaba de preguntarme, ¿cómo sería el entrenamiento?, o si alguien sin ninguna habilidad como yo podría superarlo.

Nero, que se retrasó un poco, no pudo evitar aparecer en escena bostezando con fuerza a la vez que estiraba sus brazos. Cuando los vio, se llevó la mano a la boca y, mientras una lagrimilla se le caía por el ojo izquierdo - perdón - dijo con la voz algo cargada, como si estuviera con la boca llena. Se acercó a los dos y se dispuso a seguir a Folo mientras este hablaba. 

Nero le dedicó una mirada a Alisha, como diciendo "es lo que hay" en referencia a su actitud tan relajada que muchos, seguramente, habrían reprendido nada más verla. Pero sin duda, Nero sintió una punzada de culpabilidad, solo esperó no haber estirado demasiado la cuerda con Folo. Fueron caminando a paso lento. No pudo evitar mirar con curiosidad como se untaba los dedos en arcilla - bueno... apoyarse y proteger siempre será vital para que todo pueda salir bien... - dijo sin pensar mucho lo que estaba diciendo - pero ¿compartir el dolor? la carga claro, pero no se... esta bien estar ahí, pero tampoco hagas del dolor de otros el tuyo propio ¿no? 

El agua hace milagros ¿eh?

Pregunta con un gesto tranquilo al recién llegado. Ahora estaban los dos y escucha con atención sus respuestas y opiniones. Sólo entonces se detiene, a unas decenas de metros del centro del cruce, para mirar a ambos.

Si tienes una manzana y la compartes con tu amiga, tú comes media manzana ¿cierto?

Sonríe calmado y deja unos segundos para que medite la sencilla pregunta.

¿Comprendes el valor de compartir ese dolor?

Bien... ¿de qué sois capaces?

Su gesto se ha tornado curioso, manosea su bolsa que se cae al suelo, dejando caer algo de la arcilla que tenía entre los dedos momentos atrás y comienza a doblar las patas delanteras en un torpe gesto para recogerla, mascullando algo de que se ha olvidado la lanza para este tipo de cosas.

Me quedé extrañada cuando escuché las palabras de Folo, ¿el agua hace milagros?, ¿querría decir que al agua había curado la pierna de Nero?... Tras unos segundos, caí en que podía estar refiriéndose a las aguas de las termas de las que nos hablaron el día anterior, aunque, no recordaba que Nero hubiera bajado.

Tras el comentario de Folo, tanto él como Nero vuelven a hablar de manzanas, - que curioso que siempre acabemos hablando de manzanas, ¿no? - mascullé en voz baja, mientras acompañaba mis palabras con una sonrisa de oreja a oreja.

Aunque al ver la bolsa cayendo de las manos del centauro, todo tipo de pensamiento quedó a parte. - No te preocupes, ya te ayudo yo. - dije viendo las dificultados del pobre Folo para recoger la bolsa. - El suelo está mucho más cerca para mí que para ti.

joder, y tanto que si - respondió cuando le menciono el agua mientras seguían con lo que parecía ser el primer entrenamiento. Como era de esperar, Nero llevaba el tridente, un arma realmente aparatosa pero un legado tan importante para Nero como su propia vida, para él era una extensión de su brazo. Escuchó lo de la manzana y cuando Alisha se lo comentó por lo bajo provocó que Nero se riera - ¡es verdad! - exclamó a su amiga, pero, en lugar de sentirse avergonzado por su grito, miró a Folo riendo - te gustan las manzanas ¿eh? - no se reía de él, nada más lejos de la realidad, sencillamente le pareció jocoso el comentario, todo muy inocente; pero Folo había vuelto a sacar el tema del fruto para explicar mejor lo de compartir el dolor - creo que lo entiendo - dijo al fin, pero no estaba muy seguro y la duda se veía en su expresión facial aunque intentaba disimularlo.

Cuando preguntó de que eran capaces de hacer, Nero miró como Alisha se había adelantado para ayudarle a recoger la bolsita - pues... hago llover... me muevo muy bien en el agua y... ¿empujo muy fuerte? 

El azor que siempre acompaña a Alisha parece feliz agitando las alas de cada a la creciente luz del sol de la mañana. Salta de una rama baja a otro para no quedarse muy retrasado de cara al grupo.

Nunca está muy lejos, y ahora parece ensimismado persiguiendo a una polilla a la que mira con cierto interés.

El centauro ríe ante la actitud de los jóvenes con bastante descaro.

Pues sí, la verdad, adoro las manzanas, son muy versátiles y están muy ricas. Crujientes y dulces, con un punto ácido. Y lo más importante: no tengo que agacharme a cogerlas.

Ahora ríe de su propio chiste, mientras toma lo que sus discípulos le ofrecen. Se lo iba a pasar bien, eso estaba seguro. No obstante, más allá de sus palabras, también se había fijado en sus silencios, de modo que se gira hacia la espesura del bosque, hablando a algún testigo invisible.

Trae a una adivina, necesitaremos su ayuda.

Se gira entonces hacia Alisha.

No te preocupes, te ayudaremos a descubrir tu legado, pero mientras que vienen o no... vuestro objetivo es mantenerme con vida. Confío en vosotros.

Dicho esto las manchas del cieno que han quedado en el suelo comienzan a vibrar y a quebrarse, la tierra se retuerce y alza dando forma a dos figuras que casi parecen unos muñecos fangosos. Al formarse han arrastrado consigo parte de la vegetación del terreno con el que han tomado forma, y durante unos segundos parecen despistados. Como si no tuvieran muy claro qué hacer o desconocieran su propósito.

Finalmente, su atención se centra y su actitud cambia. Emiten un sonido gutural antes de abalanzarse sobre Folo con intenciones bastante claras de hacerle daño.

En tan sólo unos segundos, surgieron de la nada dos pequeños seres de piedra, - oooi, mirad que monos y regordetes... - dije observando aquellas criaturas.

Aunque mi rostro cambió por completo al ver como ambas criaturas se aproximaban a paso ligero hacia Folo, con claras intenciones de atacar. Me quedé inmóvil unos segundos, sin saber qué hacer. Nero tenía su tridente, pero yo no tenía ni un mísero cuchillo, y... realmente... ¿haría falta hacer daño y destruir a aquellas regordetas criaturas?

Cuando volví en mí, una de las criaturas estaba a apenas un metro de mí, y a punto de llegar hasta Folo. En un movimiento instintivo, corrí hacia la espalda de piedra y salté sobre ella. Con los brazos, me enganché a la altura del cuello, y con las piernas, le enganché a la altura de la cintura, quedándome completamente en colgada de la criatura. - Detente monstruito, detente... - dije mientras le daba pequeños golpes en la cabeza, - Por favor... no seas malo...

Quizás mi actitud debería haber sido otra, al fin y al cabo estaba tratando de detener a una criatura que quería dañar a mi maestro, pero por alguna razón, creía que aquel ser no era malo, no veía maldad en él. Quizá estuviera equivocada.

Nero se quedó algo sorprendido al ver a esos dos seres de arcilla que se alzan ante ellos. Alisha no duda en ir a por uno de ellos, por lo que Nero se centra en el otro. No esta muy seguro de que hacer, pero el Hawiano empuña el tridente y, con el ceño fruncido se abalanza sobre él. Si hay que proteger a Folo, es que pueden ser peligrosos, pero claro, en la mente de Nero se dibuja que la va a pifiar al intentar atacarles.

Sin duda, Nero hizo gala de una torpeza algo supina al manejar el tridente de aquella manera tan torpe llegando a fallar por mucho su intento de frenar a la criatura.

Los siguientes minutos son rápidos para los aprendices, esos minutos que cuando quieres darte cuenta han sido más de media hora. En todo ese tiempo Folo apenas se ha movido, asombrado por el espectáculo que se dibuja ante sus ojos.

Alisha se lanza sobre la criatura intentando detenerla, interponerse, dando suaves golpes al principio. La criatura apenas se inmuta y con un gesto sencillo la arroja al suelo como si fuese una muñeca.

La chica que cae al suelo y la que alza el rostro hacia el muñeco son ligeramente distintos: las pupilas de Alisha se han rasgado y sus uñas se clavan en el suelo con cierta rabia. El viento le trae un susurro que sólo ella parece escuchar. Esas palabras disparan algo en ella bastante primario: se abalanza sobre la espalda de la criatura y con sus uñas convertidas en garras como cuchillos, negras, comienza a arrancar trozo a trozo de la criatura, mientras corre por ella para evitar sus torpes golpes. Poco a poco la criatura se va convirtiendo en un montón de barro desperdigado por el lugar.

Nero por su parte tampoco se queda corto y su ferocidad no tiene límite. Clava el tridente en el ser, que se hunde en su pecho como si no lo notase. A diferencia del golem al que se enfrenta Alisha, que parece desorientado, su contrincante es mucho más tenaz y feroz y los golpes e intercambios se suceden uno tras otro. Los golpes pueden ser contundentes, pero como una maza en algún momento los huesos del griego crujen con malas noticias y probablemente cuando la adrenalina se vaya eso vaya a pasar factura. La pelea está siendo absurdamente igualada.

Todo cambia en un momento en el que Alisha coge con las garras de los ¿pies? los últimos restos de su enemigo y lo hecha hacia atrás para terminar de deshacerse de él. Entonces puede ver cómo Nero ha caído al suelo y la criatura ha juntado ambos puños como si de una maza se tratara y los lanza hacia abajo para crujir su cabeza. Llevada por el miedo y la tensión del momento corre hacia Nero pero se da cuenta de que es lenta, muy lenta. Una figura pasa por su lado y el griego puede ver cómo Folo se ha interpuesto en el golpe y bloqueado el ataque del enemigo con ambos brazos cruzados. Algo ha crujido también pero, lejos de quejarse, Folo sólo gira su rostro para mirarle y preguntar.

¿Estás bien?

Su sonrisa es tranquilizadora. Y enervante. Nero toma con esfuerzo el tridente y lo clava en la criatura que, con ese último golpe, termina de desvanecerse en polvo.

El centauro respira con tranquilidad, Alisha vuelve a sentirse normal y a Nero le duele todo.

Golpes intercambiados, golpes recibidos y nuevamente dolor asolando su cuerpo. No ha tenido tiempo de ver bien a Alisha, solo de soslayo y, ciertamente, aún no ha tenido tiempo para procesar lo que ha llegado a ver. Folo se vio obligado a intervenir, pues de lo contrario Nero se adivinaba otra vez tan herido como cuando llegó a aquella isla. Después de asestarle el golpe de gracia al golem de arcilla, Nero se dejó caer en el suelo, jadeante y dolorido. 

Miró a Folo durante unos largos segundos hasta que finalmente, entre resuello y resuello, habló - ¿estas bien tú? - le preguntó confuso, y más después de haber escuchado aquel feo chasquido - ¿no se suponía que teníamos que protegerte a ti y no al revés? - luego miró a Alisha - ¿a ti que coño te ha pasado? - se sentía tan estúpido que no encontraba otro adjetivo...

Mi "ataque" había caído en saco roto. Aquel regordete de piedra me lanzó al suelo como si de una muñeca de trapo se tratara. Fue entonces cuando algo atravesó mi cuerpo, una especie de viento que arrastraba una voz, una voz femenina, firme y seria pero con un cierto toque cercano.

"Ya es hora de despertar". Cuando escuché la voz, noté un cosquilleo en los dedos, no doloroso pero sí algo molesto. La cabeza me empezó a doler ligeramente, los ojos me escocían a rabiar, y notaba algo extraño dentro de la boca, como si algo estuviera haciendo presión en la mandíbula superior.

Todo llegó de repente, en cuestión de segundos, volví a abrir los ojos, pero todo a mi alrededor había cambiado. No había rastro de los golems, sólo dos montones de piedra y barro en el suelo. Folo parecía haber recibido algún golpe, y Nero sujeteba su tridente, ¿la pelea ya habría acabado?. El escozor en los ojos persistía, trataba de llevar las manos hacia ellos pero por alguna razón era incapaz de mover los brazos, y en ese momento sentí tal debilidad en mis extremidades inferiores que me vi obligada a caer al suelo de rodillas.

Nero me observaba, o al menos eso creía, era incapaz de abrir del todo los ojos, pero parecía que me estaba mirando y diciéndome algo, aunque no era capaz de escuchar nítidamente sus palabras. Las extremidades no me respondían, apenas podía abrir los ojos con el picor, seguía sintiendo hormigueos extraños tanto en las manos como en la boca, pero además sentía un dolor brutal de cabeza.

Hasta que finalmente, tras unos segundos que parecieron horas, mi cuerpo dejó de responder y me desplomé de cara al suelo.

Tras el desmayo de Alisha todo se detuvo durante unos minutos. 

Según palabras de Folo, sólo había sido el estrés por la actividad con algo hacia lo que no estaba acostumbrada y no comprendía aún del todo. 

Una hora más tarde ya comenzaba a recuperarse cuando tres figuras se comenzaban a acercar hacia el lugar en el que estaban los tres. Dos de los semidioses que habían ido a explorar los alrededores y la misma adivina que los acompañara.

- Así que esta es a la que llaman Alisha - Asiente la sátira de extraños cuernos cuando están cerca - Me han hecho llamar para desvelar tu misterio, pero intuyo que no es tanto como crees que es. 

Tu sangre no te ata al Olimpo, por lo que no puedo ver los hilos de tu destino como sí haríamos con alguno de los nuestros. 

Pero la duda no es sobre tu linaje, sino por tus poderes ¿no es cierto? Aunque lo uno está fuertemente vinculado con lo otro.

No te daré una respuesta, pero sí las piezas que debes juntar para resolverlas.

En tu sangre late espíritu de combate. Está relacionado con los sueños que te llevaron a escoger los adornos que llevas en la piel. Un buscador sagaz no se dejaría distraer por la presencia de tu ave. No es un símbolo. Es un compañero. 

Prosigue tu camino y encuentra tus respuestas.

Finaliza sin dar opción a muchas respuestas. Entonces se gira al oriental entre los muchachos que la acompañan

- Tú te quedarás aquí. Es donde debes estar. Es lo que Tokio espera de ti. Signifique ese nombre lo que signifique de ti.

Se gira hacia el otro joven.

- Vámonos, muchacho. Es hora de regresar al campamento. Aún tenemos mucho trabajo por delante.

La adivina no parece especialmente interesada en detenerse a conversar, por lo que sin aportar nada más encamina sus pasos para regresar a sus quehaceres.

Cuando al fin pude abrir los ojos, el cosquilleo en manos, pies, ojos y boca era fuerte, pero al menos conseguí mover los brazos para poder incorporarme. Folo y Nero me observaban, en silencio. - ¿Qué ocurre? - dije en voz alta, aunque casi se confundió con un susurro.

Aunque antes de que pudieran contestar, alguien parecía estar aproximándose. Parecían dos semidioses y un fauno blanco. Entrecerrando un poco mis cansados ojos, y forzando la vista, pude distinguir algo más de aquel fauno, albino, sin ojos y un corte extraño en el cuello.

Sus palabras me dejaron con más dudas que respuestas. Fue capaz de decirme que no descendía de los dioses Griegos, pero nada más. Que mis tatuajes tenían que ver con mi historia, ¿habría algún dios o diosa serpiente o escorpión?

Pero la realidad es que lo único que me interesaba era lo que había ocurrido apenas un par de minutos antes, con aquellos golems de por medio. Folo y Nero sabrían responder a mis preguntas. Pero tal vez no fuera el momento.

Con cierto esfuerzo, me puse en pie, y al ver como mis compañeros iniciaban la marcha, me apoyé levemente sobre el lomo de Folo, ayudándome de él para caminar, tratando de contrarrestar de esta forma las sensaciones extrañas que sentía en mis pies.