La batalla se intensifica, el caos reina, la sangre se derrama, los filos cortan, la muerte acecha y el calor asfixiante regresa. Es imposible estar pendiente de todo, con tantos presentes, y tantos enemigos, lo único que se puede hacer es mantenerse en pie y concentrase en la amenaza que se tiene delante. Por suerte gracias a eso, y a sus reflejos, o tal vez sea el instinto de supervivencia, el cuerpo del joven mestizo se mueve lo suficientemente ágil para que sufrir una herida, superficial, un mero rasguño.
Nada que se pueda comparar a las incesantes heridas por partes de las hijas griegas, Cora y Anthea, cuya sangre cubre de carmesí allá por donde pasa hasta alimentar el campo de batalla. El ceño del joven se arruga ante lo ocurrido, por suerte Sven emplea su cuerpo como escudo con el fin de protegerlas, sin embargo si el final del combate no llega pronto, lo hará la Muerte, que no discrimina actúa sin importar de quién eres descendiente.
Su nombre es mencionado junto a una orden, al igual que el de Ichini. No lo duda, actúa. Su cuerpo se mueve solo en la dirección acordada, no obstante pasa al lado de la joven pelirrosa con una mano que toca su hombro de forma suave y recitando unas palabras, no son audibles pero los labios le delatan. Y entonces sigue en la dirección, preparado para seguir cortando, derramando sangre, derrotando enemigos, y continuar peleando.
Fija su vista en el nuevo enemigo que tiene delante, unos ojos que se niegan a vacilar, y ambas manos levantan la espada dispuesta a rebanar, impactando en el objetivo, y con la esperanza de que el ataque consiga apaciguar la insaciable hambre del voraz fuego. - Sin importar que desgarréis nuestra carne, sin importar que derraméis nuestra sangre, lucharemos hasta el final. - Sentencia con contundencia.
Motivo: Destreza+Combate
Dificultad: 1
Tirada (6 dados, se repiten 10s): 7, 4, 8, 5, 1, 8
Éxitos: 2, Éxito
Motivo: Fuerza+Resistencia+Escudo
Dificultad: 1
Tirada (6 dados, se repiten 10s): 2, 8, 3, 10, 1, 10, 1, 7
Éxitos: 3, Éxito
Motivo: Escudo Cora
Dificultad: 1
Tirada (1 dados, se repiten 10s): 4
Éxitos: 0, Fracaso
-1PH de Héroe. Activación Escudo en Cora (+1 resistencia al resto de escena, tirado y sin éxito). Otro para ganar una acción.
PH gastados: 3
PV perdidos: 1
La voz calmada de Skuld se alza entre las copas de los árboles, determinando que la carga hacia las bestias y la protección de los heridos es probablemente la mejor opción para el grupo.
Es el poder de Harald el que impulsa las llamas hacia el exterior, despejando parte del camino e impidiendo que los mestizos se ahoguen con el humo tiznado en negro. Respirar ahora es una tarea más sencilla, al igual que lo es huir sin sufrir quemaduras muy graves ya que algunas de las llamas se han extinguido súbitamente dejando un camino llano y ligeramente menos peligroso.
Tres sombras han sucumbido a las cenizas, llevándose parte del fuego con ellas, pero todavía hay cuatro que se mantienen acechando a pocos metros de distancia del sendero que puede servir como vía de escape. Una de ellas, malherida, se aparta para desplomarse en el suelo, agonizando junto a otra que parece gimotear y trata de ayudarla.
Rondando con las pupilas brillantes, las demás se mantienen a la espera, mirándose las unas a las otras con el recelo de quien está confuso y no sabe qué debería hacer. Están a muy pocos pasos de distancia y podrían atacar sin dificultad para arrancar y tragar la carne de los Héroes, pero se limitan a observar de forma calculadora.
Entonces las fauces de aquellas criaturas teñidas en sangre se abren de par en par, dejando ver una ristra de colmillos afilados como dagas. Del interior de sus gargantas escapa un aullido gutural y amenazadoramente melancólico que retumba entre los cadáveres de los árboles, al unísono. Los gritos resuenan de forma desgarradora, intimidando a los mestizos justo en el momento en el que esa cuarta sombra herida se desvanece.
Algo extraño está ocurriendo.
Estabas exhausto y al borde del éxtasis de una fatiga placentera que podría hundirte en un sueño cálido y profundo y hacer de tu vida una única sucesión de imágenes caóticas y casi oníricas. Pero había sido tu destreza y y tu valentía lo que había hecho que tus compañeros lucharan en equipo bajo ese cielo teñido de rojo, evitando que os ahogarais agonicamente en el humo inflamado. Contigo al lado, las griegas no sufrirían más daño, y los heridos podrían huir, así que gritaste en silencio y mantuviste con estoicismo las últimas fuerzas que te desgarraban por dentro para aferrarte al fino hilo de la supervivencia.
Fue la voluntad que imbuiste en tu katana con valentía lo que te hizo mantenerte en pie, estocada diestra tras golpe poco piadoso que cortaba el aire contra esas bestias. Primero el escudo, después el filo y por último una estrategia que por fin se materializaba en tus manos. Tu cabello manchado, tu respiración jadeante al ritmo del eco de la furia que se había desatado y que amenazaba con extinguir toda posibilidad de que salierais con vida.
Y fue el último golpe mortal que regalaste el que permitió que aquella sombra agonizante se apartara de tu camino con un aullido súbito, confuso y... asustado.
Sangraba, tragándose la negrura que fluía fuera de ella y que manchaba la hierba hecha cenizas bajo sus garras, cerca de otra de las criaturas que deseaban comeros vivos. Sus pupilas púrpura clavadas en las tuyas te helaron la sangre durante un minuto eterno en el que sin saber cómo, cuándo o porqué, un silencio que pondría nervioso al animal más tranquilo se apoderó de ti.
A cada brindis de tus pestañas aquella criatura te taladraba el alma con angustia, y a tu alrededor la noción del tiempo se perdió entre los árboles. La tormenta cesó, la piel oscura del demonio cambió, su grito agónico se apagó y en un parpadeo, te encontraste completamente solo y aislado del mundo ante un ser que ahora había adoptado una silueta humana.
Ya no estabas en el bosque, ya no estabas frente al monstruo al que habías asesinado y tu padre se mantenía de pie frente a ti con el pecho abierto, deshecho y marchito.
Y podías oír el trueno y ver el rayo golpear. Lo sentiste en tus puños, en tus pies, en los huecos de tus párpados, temblando por el cráneo, por la espina dorsal y por las costillas. El embrujo que te mantenía atrapado era la capa superficial de miedo que se desliza desde tu nuca con un sudor frío que no calienta. Lo que sea que está pasando es mucho más difícil de ver.
El rostro de tu padre entre la mugre y la sangre, allí donde había estado el cuerpo del monstruo infernal al que habías matado, con una sonrisa surcando sus labios cortados. Te habló en un aliento helado, siendo solamente un cadáver.
- La vida no es sino una sucesión de tropiezos con nuestras propias decisiones. - Pero las decisiones de la Muerte son definitivas, ¿verdad? Son los vivos los seres inconstantes. - No olvides tu responsabilidad. Es el momento de abrir los ojos. Despierta.