El sátiro asiente satisfecho al ver el gesto de Harald. Que se atreviese a dar el primer paso a pesar de no haberse atrevido con el ridículo escénico el día antes era algo que le hacía ganar puntos, a sus ojos.
Terminó de abrochar las cintas con fuerza a la espalda del primero y pasó a ayudar al de manos más torpes, sin cortarse tampoco con este segundo mientras lanzaba miradas de curiosidad a Sven ante el discurso que estaba soltando.
Niega, como si de un inicio su intención fuese desechar la idea, pero finalmente se echa a reír.
- Tu amigo no corre ningún peligro, mientras vaya hasta allí acompañado. - Le aclara - Más con un guía.
Lo que algunos llaman Espejo no es sino el Lago de Cristal. Brota como un manantial entre las montañas, y no, no es un lugar peligroso. Especialmente mientras no molestes a las ninfas de las aguas.
Algunos locos caen prendados de los encantos de las neyades, y acaban siendo arrastrados a las profundidades, donde mueren ahogados.
Nada del otro mundo.
¿O quizás no?
Piensa un instante y su sonrisa se expande con una idea - Está bien. Pensaba hacer una ruta más corta, pero los que están aquí son un equipo. Si te llevo a ti, les llevo a todos. Y sólo hay una manera admisible - Levanta la tercera cesta,extendiéndola hacia el hijo de Balder para que se la ponga - Y más vale que estés dispuesto a darlo todo.
Se gira ahora hacia Masud - Y en respuesta a tu duda... - Coge dos piedras de tamaño considerable y las mete en la cesta en la espalda del egipcio, provocando que al instante las espinas se claven dolorosamente - Veamos cuanto peso es capaz de soportar cada uno.- Prosigue llenando cada una de las cestas. Finalmente la de Harald y la de Masud se parecen bastante.
Den las gracias a Sven. El camino que recorreremos el primer día va a ser largo.
Para qué mierdas tenias que haber abierto la boca, Sven. Puto idiota, con lo mucho que parece que gusta verte en el espejo, el estar un tiempo de andanzas con el fauno éste te va a ayudar a quitarte la tontería.
Con un resoplido e intentándome recolocar la cesta para que moleste menos, cosa que parece imposible, me giro a Sven.
¿Por que no te callas un rato? Cargar con piedras no es mi ideal de entrenamiento, y ahora gracias a ti vamos a volver a casa hechos mierda.
Miro a Marsias. Vale, ¿que hay que hacer?
Sven se quedó un tanto anonadado con la respuesta de Marsias. No habría riesgo, aventura, lucha ni auténticos desafíos a excepción de ser engatusados por seres acuosos. En fin, un riesgo era y el noruego hervía con deseos de mostrar al griego que no se echaba atrás al compartir desafío y cederle su desinteresada ayuda. ¡Que maravilloso era!
Miró una y otra vez la cesta de espinas y, a pesar del disgusto patente en sus ojos por sufrir laceraciones, suspiró al ajustarla en su cuerpo. Su carne sufriría, tendría heridas, perdería sangre incluso; pero estaba en el camino de ser santificado por los sacrificios que realizaba para echar una mano a Héfiro. Nada tenía que ver que, de todas formas, la prueba de los canastos cargados de piedras estuviese pensada de antemano.
—¡Cojonudo, jefe! Podemos con ello, Marsias —indicó sin amilanarse ante el fauno.
A modo de respuesta a las quejas de Harald, una sonrisa cruzó de oreja a oreja.
—Ya verás, Harald. Será un entrenamiento mucho mejor y diferente a lo habitual. Sin sufrimiento no hay gloria, y sin gloria no hay vida que valga la pena. No seas tan quejica, amigo, y sigue mi ejemplo: el de un hombre que lo da todo en todo momento por todos. No tienes que agradecerme que haya logrado que nos saltemos las pruebas hechas para principiantes. Lo sé y lo entiendo. Aunque parezcas enfadado, en el fondo me estás agradecido y, por ello, te digo que no hay de qué.
El noruego observaba de frente en todo momento, pretendiendo ignorar el asunto de las heridas que las espinas iban a producir en su esplendido cuerpo. Esperaba viajar a buen ritmo a pesar de los canastos llenos de piedras y poder lograr que su nombre, el del bello, generoso y valiente Sven, fuese cantado en canciones. No era para menos.
Por otro lado, como se pasaba el entrenador. Iba a ser arduo, pero eso añadía más motivos para que festejasen posteriormente la hazaña que él, el hijo de Balder, compartía de una forma increíblemente magnánima con su grupo.
- Es una prueba de resistencia.
Avanzaremos todo lo rápido que les sea posible en la dirección que yo les marque. Las espinas se clavarán. perderán fuerza. No quiero ver a nadie quedarse atrás o sucumbir al desmayo, o tendremos que empezar desde cero.
Y si veo que a alguien esto se les hace demasiado fácil - Muestra un látigo en un tono que deja claro que no se cortará en usarlo.
Tardaremos al menos seis horas en llegar al lago, avanzando a bien ritmo. Si somos rápidos puede que alcancemos a tu amigo antes de eso.
¡En marcha! - Los insta con un latigazo al suelo
Masud aprieta los dientes, sin añadir nada más antes de ponerse en marcha.
Las distancias en aquel lugar eran terriblemente largas, y enfrentarse a aquella marcha un primer día acabaría siendo más duro de lo que Sven parecía creer.
- Estás muy enérgico, Sven - Ríe un poco entre dientes - Guarda un poco de eso para el camino. No será un paseo.