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Escena creativa para subir Fan-arts y otras cosas chulis.

Cortesía de Caodín (Masud) para la Primera Parte de la Partida (director Apollymi):
                           

El movimiento del último nórdico y la última egipcia es rápido gracias a las manzanas que Nao les tiende. 

La preocupación por un compañero les arrastra.

Y solo después de morder se dan cuenta de un detalle más. 

No quedan más manzanas. 

 

Cuando se queda solo, Nao suspira - Espero haber tomado una buena decisión.

Mira en torno a si, a las llanuras cubiertas por imperecedera neblina, a las rocas acariciadas en la orilla por las aguas del lago, y solo una vez más, a las formas nebulosas del otro lado. 

Por primera vez en mucho tiempo, está solo. Por primera vez se permite un instante de vacilación, y sus hombros caen, exhausto y derrotado.

Todos han estado siempre tan preocupados por sus propios sentimientos, que no se han parado a pensar en los del mestizo. Puede que en el fondo fuera lo mejor.

Tal como ha vivido, silencioso y discreto, Nao empuña su arma sin despedirse y comienza a andar sin saber hasta dónde le llevarán sus pasos o siquiera si sobrevivirá a esa senda.

Las verdaderas obras de arte son hermosas. Lo siguen siendo aún cuando lo que se contempla de ellas es su reflejo en un espejo, y sin embargo un ojo educado notará que hay algo que no encaja. El delicado peso de la composición ya no transmitirá la misma sensación, pero aún así sería prácticamente imposible señalar dónde está exactamente el defecto.

(...) - ¿Dónde está mi prometido?

Se espera de mi que esté a su lado. Es mi cometido, para lo que me educaron. ¿Qué está pasando? No puede... no puede... no... no... me niego a creerlo.

Un duelo ganado sin derecho. Libre de una carga. Fin de su cometido. Su vida, una mentira. Todos esos conceptos le martilleaban en la sien mientras los repetía una y otra vez en su mente. Como si intentase encontrar un sentido en la escena que no alcanzaba a poder ver en su totalidad.

Las ideas pasaban por su mente hasta emborronarse y dejar presente sólo una. ¿Sería Amaterasu-sama capaz de hacer algo como lo que se describía con una de sus hijas?

Al instante supo la respuesta, pero la nueva Kami le había dado una orden, por lo que se limitó a guardar silencio.

Finalizado el cometido de su presencia, se inclina y se retira caminando hacia atrás... Para tropezarse con la bandeja de té, olvidada en el suelo. En algún momento debió dejarla caer.

Su expresión, habitualmente construía en fino mármol, se nubla un ápice y la obliga a dar la espalda antes de que nadie percibirse las lágrimas que su orgullo no le permitía derramar.

Con pasos cortos, Hikari sale de la arena. Al menos podía agradecer que no hubiese allí nadie más que pudiese darse cuenta de su estado.

Semanas más tarde:

- El agua... es algo extraño. Al dejar de luchar contra ella dejo de hundirme.

Quién lo hubiera dicho 

La ira ardía en sus ojos, y el manto purpúreo que rodeaba el arma parecía vibrar y cambiar como un líquido ante sus emociones, generando ondas como un mar embravecido. Era la primera vez que Daniya combatía bajo el efecto de la flecha, y ahora no sentía miedo, solo poder, ira y poder. La energía de la Duat corría por su arma y por sus venas, dos centenares de manos de un centenar de gloriosos antepasados, todos impulsando sus movimientos, susurrándole su sabiduría al oído, empujando su arma, dándole su fuerza. 

¿Qué era aquel monstruo ante ellos? Nada, un mero insecto. La pata monstruosa volvió a lanzarse contra ella, pero fue un intento de ataque patético, débil. Con medio paso, se apartó de su trayectoria, y la fuerza del pueblo que lleva milenios combatiendo contra hombres escorpión estaba en su mano cuando respondió. Se giró con rapidez, y el filo encantado silbó en el aire. Y esta vez no hubo trucos ni humo: la hoja encontró la carne y la partió. El corte era profundo, casi cortándola por la mitad. 

-Atacad-dijo, mordiendo las palabras.

Blandió el khopesh, y rápida como una cobra, saltó.

 A pesar de todo, lo que más llena mi juicio es la furia a la vez que la luz de Avalon empieza a brillar en la arena, noto una llamada a mi espalda y sin siquiera pensarlo suelto la lanza y agarro el bulto a mi espalda.

Al momento las llamas consumen la tela que lo envuelve y se puede ver una espada en bastante mal estado en mi mano. Es la misma hoja que había traído la hija de las tormentas asiáticas, aún necesitaba un buen tratamiento pero apenas quedaba óxido de cuando había sido la última vez que la habían visto los demás mestizos.

Y sin más a través de donde antes estaba mi viejo amigo una hoja llameante avanza ignorando toda divinidad, o incluso más bien buscándola, hasta quemar y cercenar a ese ser arrogante.

- Bueno, ya sabía que sangrabais pero el que ardáis es algo nuevo.- comento consciente de que era más probable que el hecho de ser herida le doliese mucho más que el daño de mi arma.

Chuimhne Dheireanach, era el nombre que se me había venido a la cabeza al verla por primera vez, un último recuerdo de mi gente, una última voluntad. 

Venganza

Después de haberse tomado un aperitivo sentía que las cosas marchaban bien.

Aprovechando que nadie miraba, comenzó a bailar balanceando los hombros siguiendo una música que sólo él parecía escuchar. 

Justo entonces pudo apreciar que se acercaba el segundo plato.

Si, las cosas marchaban verdaderamente bien.

Días más tarde aún se siguió preguntando por qué nadie echaba en falta la comida.

Era Brynja no-Arashi. Brynja de la tormenta. Tenía que aceptarlo. Por el bien de todos. ¿Qué suponía? No lo sabía en realidad, pero algo me decía que cuando todo acabara mi vida no iba a ser igual. Puede que ya no pudiera volver a un Starbucks y regir desde mi nuevo trono en el Kojiki. Puede que ya no pudiera estar con mis amigos.

Incluso puede que ya no se me permitiera amar, como lo había hecho hasta entonces.

No solo era poder, era sabiduría. Era madurar. Sentía como el haberme rendido a mi divinidad significaba, por fuerza, asumir una responsabilidad para la que no había vuelta atrás. Esperaba al menos no volverme una egocéntrica diosa que mira al infinito y repite, una y otra vez, a algún padawan "No sabes una mierda de la vida, Jon Nieve".

Escupí en la arena con la sangre que me habían hecho vertir. Esa gente luchaba por algo más ¿Eran esclavos también? Mi error fue pensar que la arena era un juego. No lo era. Pero no me pillarán desprevenida de nuevo. Suspire a la vez que me levantaba de golpe, ignorando mis heridas y contusiones, con fuerzas renovadas. Dolorida, pero decidida.

- ¿Queréis ir en serio?¿De verdad?- En el suelo había uno que estaba aplastado por poder que me abrumaba, más el otro seguí intentándolo.

- No.- Dije sería alzando una mano, a la altura de la cabeza del que aún se mantenía en pié - A dormir, cielito.- Susurré entre dientes, orgullosa, como si una nueva reina se hubiera alzado, pero enfada de que una mosca me tocara.

El rayo salio de mi mano y entró por la boca del incauto, quemando lengua y aturdiendo su bulbo raquídeo con una sacudida parecida a la de un taser, derribándolo, pero no inerte, al suelo. Sonreí al ver como su lengua estaba chamuscada y cierto humillo salía de él.

Pasaron los días sin respuesta. Había perdido la cuenta del tiempo que invirtió asomado a aquel pozo anhelando algo tan sencillo como un solo susurro.

- Sé que puedes escucharme.

¡¿Por qué no respondes?!

Finalmente, el oráculo abandonó toda esperanza y dejó atrás el pozo.

- ¿Estás muerta?

 Esta vez no reprime el impulso de mirarlo, aunque el gesto es tan indescifrable como de costumbre. ¿Se estaría dando cuenta de que al parecer era el último miembro presente de su panteón? ¿Se vería aplastado por la responsabilidad que eso suponía, o sería capaz de mantenerse firme? - Sé fuerte.

Alisha

Yago

Hikari

Alina

Khamsa

Nero

Masud

Tau