El beso de esa... cosa... me pilla completamente por sorpresa. Había sido inesperado y me sentía ciertamente insultado, ¿Qué se había creído ese engendro? Mi mirada se tornaba amenazante, aunque todavía no era capaz de moverme en dirección a ese pervertido y siniestro degenerado que se encontraba frente a nosotros. Mis facciones se relajan en cuanto entiendo el motivo del beso, pues en cuanto comienza a hablar soy capaz de entender las palabras que dice, y la conversación se sucede. Se sucede mientras mi mente viaja a nuestro pasado más reciente y revive con horror nuestra última batalla. Algo que había tenido lugar pero que no recordaba qué había ocurrido, sólo tenía unas imágenes devastadoras en su cabeza y la sensación de haber cometido el más vil de los actos. Sentía rabia, una rabia infinita, y era algo de lo que ninguno de los presentes podría ser culpado. Era así, pero no podía evitarlo.
La chica pelirroja comenzaba a traducir lo que decía el... tal Marsias. Debo reconocer que sí no tuviera estos pensamientos en mi cabeza hubiera sonreído, pero la pena que me sobrevenía acallaba cualquier atisbo de felicidad, adí que continuaba callado. Y así iba a seguir hasta que me desangrara o hasta que tuviera algo que decir que no fuera culpar a los demás de mi desgracia. El aire se me tornaba irrespirable, el camino se inclinaba hacia arriba y mi cuerpo cada vez pesaba más. La losa que cargaba era imaginaria, pero superaba con creces la barrera imaginaria y la notaba colgada de mi cuello, como si cargase con ella un poder ayudarme Fe las manos.
Simplemente seguí tras ellos. La pelirroja parecía inteligente y, por lo que decía, era hermana de Ingrid. ¿Cómo una hermana no podía molestarse por la profanación del cuerpo de su difunta hermana? No lo entendía, pero era inteligente, al menos había engañadl al que decía ser un sátiro. Era una cualidad a tener en cuent6.