- No me burlo ¿pero de qué hablas? Ellos... - su expresión comienza a transformarse, como si hubiese una parte de verdad en las palabras de la contraria que comenzase a colarse entre las grietas del muro de la incredulidad, pero aún no da crédito - ¿Cómo no iban a... Eso... Eso es... PE... Pero si... - se atasca y acaba por levantarse también, visiblemente confundido - ¡Eso no tiene maldito sentido! No estabas allí para comprender lo que quiero decir ¡pero eran uña y carne! Todos sabíamos que estaban juntos. Ellos... Ellos... - se lleva una mano a los ojos, con el rostro lívido, y se sienta de nuevo haciendo hacia la bruja un gesto suplica para que descienda también.
- Dame un minuto para que pueda asimilarlo, por favor.
Joder, ¿Cómo puede ser que...?
¿De veras he estado confundido todos estos años?
Habla más con sigo mismo que con ella, haciendo repaso de sus recuerdos.
Y recuerda.
Y recuerda sus insinuaciones escondidas, sus sonrisas traviesas, recuerda el sabor de su sexo y la forma en la que se sostenía a él en aquel único instante que compartieron ocultos por las sombras, sintiéndose vivos tras la muerte de la hermana de Masud, Tessenery. Si era tan fácil morir ¿Por qué no vivir cada día más intensamente, disfrutando de cada aliento de vida? Recuerda que al día siguiente no acudió a la cita y cómo desde entonces ella parecía estar más interesada en otras compañías, en otras palabras y en otros gestos.
Y recuerda cómo se enfureció, aún sabiendo que no tenía ningún derecho a que aquello le molestase ¿Por qué tendría que hacerlo? Ella era una hija del Caos. En su libertad radicaba su belleza.
Un encuentro. Uno le había bastado para saber que no era a él a quien deseaba.
¿Por qué nunca se lo dijo?
- Si eso es cierto, significa que... - Su mueca se transforma lentamente al caer en la evidencia. La suma es simple, y cuando termina de encajar algunas de las piezas no puede sino sonreír con amargura - Significa que yo debía parecerle un tipo más horrible de lo que creía. Y ni siquiera me lo dijo.
Bien por ti, Sarif... te has coronado. - Se lleva una mano a la cabeza con un gesto de frustración.
Joder...
Mi rostro se relajó cuando empezó a hablar y a explicarse, y aunque aún seguía dolida, accedí a sentarme a su lado mientras escuchaba como se respondía a si mismo. Supongo que en pos de navegar por unos recuerdos no tan lejanos.
Puede que Rahat y Fathia hubieran vivido una historia que me resultaba familiar, pero en ese momento las palabras de Masud me hicieron dudar por un instante en que había una posibilidad de que no lo supiera todo.
¿Me ha... mentido?
No. Confiaba en Rahat. No tenía motivos de más para confesarme que nunca había estado con nadie antes del eclipse, y además, había abierto su corazón en toda sinceridad. Aquella noche y aquel día.
Entonces escuché a Masud con curiosidad, desentrañando lo que decía, leyendo entre líneas la historia que me contaba, y empecé a encajar las piezas que me faltaban.
- ¿Estabas... enamorado de Fathia? - pregunté con los ojos abiertos y un hilo de voz. Mi mano fue inconscientemente a parar a la suya, olvidando toda acritud. De ser así entonces comenzaría a comprender parte de la enemistad que unía y desunía a ambos egipcios.
- Ellos nunca... bueno, nunca ocurrió nada entre los dos, Masud. -desconocía si habían llegado a besarse alguna vez, y sabía que habían compartido interminables secretos y leyendas, pero no del modo en el que el cocodrilo pensaba.
Y eso es lo que me había hecho sentir Fathia también, no solo el Sol al fundirse conmigo.
- Ella me gustaba - Confiesa- Muchísimo. - aprieta los labios - Pero ya he dicho demasiado. - estira el cuello tratando de liberar la tensión que se le acababa de acumular en él, soltando el aire. - Sé que no soy quien más sufre su ausencia. Al fin y al cabo hace mucho que ella me dio de lado, prefiriéndolo a él. Tiene... ese algo que lo hace irresistible ¿he?. - Trata de bromear recordando su lucha con Sven y lo identificado que se había sentido con el nórdico.
- No tengo ningún derecho a reclamar su nombre, ni el dolor de su perdida. Estoy... si, sigo estando seguro de que Rahat la llegó a conocer mejor que yo, aunque no intimasen como yo imaginaba. Yo... pensaba que simplemente trataban de ser discretos - Aún cuando las miradas de afecto y los roces cómplices parecían decirlo todo ¿o quizá lo imaginé?
Toma aire entonces hasta el máximo de su capacidad y lo suelta despacio. - Joder... - Parpadea, aún tratando de asumirlo y baja los ojos hasta su mano, ahora calmada por el contacto de la que momentos antes le cruzara la cara. Probablemente se lo había merecido - Hazme el favor... de no contar nada de esto a Rahat ¿te importa? No sé hasta qué punto sabe él lo cerca que llegamos a estar ella y yo... aunque solo fuese una noche.
No al menos mientras aún esté resentido por la pérdida.
Desvía la mirada hacia el lago otra vez, hablando para sí mismo tras un resoplido de disgusto dirigido contra sí mismo -Joder... ¿Y ahora cómo voy a poder mirarlo otra vez a la cara?
Ladeé el rostro evitando confluir mis ojos en los suyos. Ya era suficiente lo que me estaba contando y no quería presionarle más de lo debido. No podía, estaba exhausta.
Mientras hablaba y hacía por escucharle con atención pintando la historia que imaginaba que habrían tenido, sonreí cansada bajando la mirada cuando dijo que Rahat tenía algo que lo hacía irresistible.
Lo tenía.
-Intimar en palabras es más importante e intenso que hacer el amor. - para mi lo era. Para mi, mostrarme vulnerable, contar mis secretos, mis aspiraciones, ser yo, era más significativo que cualquier masaje, por íntimo que este fuera. Porque era mucho más dificil.
Y me dejé caer hacia atrás, posando mi cabeza sobre la hierba con el pelo rosa despeinado en todas direcciones y un suspiro.
-Tienes derecho a echarla de menos del mismo modo que lo hace Rahat. No hay reglas escritas sobre qué debes o no hacer con lo que sientes. - susurré mirando el azul de arriba.
Sentía afecto por Fathia a pesar de que estaba segura de que Anthea o Anne me dirían que estaba loca. Pondrían el grito en el cielo y me preguntarian cómo podría yo tener afecto por alguien que había vivido una historia tan intensa con alguien a quien amaba. Y yo me reiría.
-No contaré nada. - giré la cabeza, y esta vez le mire desde abajo - Mirándolo. - respondí a su pregunta al aire. - Rahat te aprecia. Lo hará aún más si eres sincero con él al respecto.
Aquello lo hace sonreír - Entonces, según tus parámetros... hoy tu y yo debemos haber tenido lo que para muchos equivale una sesión intensiva de sexo duro y bizarro. MUY bizarro.
¡Vaya día! tu "afecto" me ha derrotado.
Resiste el impulso de dejarse caer hacia atrás imitando su gesto, y en su lugar se levanta, aún un poco aturdido. ¿Cómo se las ingeniaba tan a menudo para sentirse como si le hubiesen dado una paliza?
Mirándolo.
-Pensaré en ello
Ya lo he pensado. Ni de puta coña.
Masud probablemente era el peor mentiroso de todo el campamento. Pero lo más probable es que siguiese pensando en ello durante días, de manera que tarde o temprano la oportunidad se daría entre ellos. ¿Pero en qué términos? El cocodrilo no estaba nada seguro de cómo se tomaría Rahat la noticia. Y Siendo francos... tampoco veía la necesidad de que el hijo de Osiris lo supiera. Se sentía especial por su relación con Fathia. ¿Qué beneficio podía haber en conocer que hubo algo que no compartieron... y que sin embargo sí le entregó a él?
No. Después de tantas peleas por ella, sería como recochinearse en su cara. Como arrebatarle algo que atesora para él, manchando su recuerdo.
El tiempo decidiría.
- Pero ahora... en lo único que puedo pensar es en dormir - Se gira para mirarla - Las cosas de una en una. Tengo mucho en lo que pensar y de lo que mentalizarme.
Según cómo se dé todo... esta tarde, o tal vez mañana te escribiré. A no ser que se me ocurra algo mejor, puedo intentar llamar a Anthea, y quizás sea buena idea que no esté sola. Si es solo contigo, mejor. Alex podría volverse loco si ve a Anthea triste. Está claro que razona aún menos que yo en cuanto a lo que a ella se refiere.
Igualmente, si por todo lo que pasó en la fiesta la vieses demasiado afectada, avísame. No es urgente, aunque no pueda esperar eternamente.
Suspira - No quiero actuar sin pensar.
Avanza hasta el lugar en el que dejó clavada su arma, mudo testigo de la conversación entre ambos. Alarga una mano, acariciando el mango don delicadeza durante un instante, antes de asirla con decisión y sacarla del fango, con una sacudida. Hermosa y terrible.
De alguna manera se sentía más seguro ahora al empuñarla, alerta.
Regresa hacia donde descansaba ella y se agacha a su lado - Queda una última cosa por resolver...
-¡JA! - dije desde el suelo, mirándole con un dedo acusador y una ceja que podría haberse dibujado tan alta como la Luna - ¡Ya te gustaría haber tenido una sesión de sexo duro conmigo! Si hubiera sido así, no podrías volver a levantarte en semanas por el maravilloso placer de haber tenido un orgasmo conmigo. Sigue soñando, cocodrilo dandee - y ladeé la cabeza con media sonrisa altiva y puramente ladina, traviesa.
-Yo soy Bruja, y tu no eres un buen Pensador a pesar de tus abdominales de infarto. - continué de manera distendida, entre broma y broma, acusándole indirectamente de que sabía a la perfección que no lo haría. Pero punto positivo para sus abdominales de Dios Sexy. - Ni un buen mentiroso. Siento descubrirte tantas cosas sobre ti mismo en tan poco tiempo. Ya sé que es mucho que procesar, erizo, así que sere paciente como una santa hasta que lo hayas digerido todo. - y volví a reir, dejando que el pelo se arremolinara a mi al rededor con la gracia de una musa, bromeando con él con complicidad como si lo hubiera hecho toda la vida. Pero esas palabras eran ciertas, tendría paciencia para escucharle del mismo modo que él lo había hecho conmigo.
Ante sus reflexiones sobre la situación con la Hija de Afrodita, asentí con la cabeza mientras seguía contemplando el cielo azul que estaba en calma, con la intención de apoyarle en su plan a pesar de que me pareciera un auténtico suicidio. O no. Puede que Anthea entrara en razón de algún modo místico y sorprendente, y mi misión como... ¿Amiga de ambos? Jamás pensé que eso ocurriría, mi madre debía estar en el Olimpo riéndose a pierna suelta de mi antiguo SuperYo. En cualquier caso, mi misión era evitar la Tercera Guerra Mundial, sin daños y sin efectos colaterales.
Ninguno de los dos debía sufrir heridas, ninguno.
-Aplacaré la bomba. Avísame para ponerme un chaleco antibalas y construir un par de muros de acero blindado al rededor de Anthea antes de que prendas la mecha. - Y aunque estuviera intentando quitarle hierro al asunto para que Masud estuviera más tranquilo, aquel pensamiento me produjo un escalofrío porque el mero hecho de imaginar el poder contemplar a Anthea triste, me partía el corazón. - Tranquilo, cruzaré los dedos. Son mágicos, sé que saldrá bien - y le hice un gesto de O.K, intentando animarle con algo con lo que ocupar su mente. - No obstante, antes me gustaría poder hablar con ella para ver si es verdad eso de que la calma precede a la tormenta. No sé que tal está después de la fiesta, y te mentiría si te dijese que no estoy preocupada. No quiero que sea tormenta antes de tormenta y todos salgamos volando de aquí en mitad de un tornado - y como todo lo que le había dicho durante aquella tarde, por extraño que sonase, era sincero. Absolutamente sincero.
Desde la hierba, tumbada, empecé a pensar en qué había ocurrido para que Masud y yo pasáramos de ser enemigos que deseaban matarse entre sí a confesores que desean ayudarse. Muchos consejos para los demás, pocos para nosotros mismos. Puede que simplemente por eso encajáramos de una manera tan limpia, pura y fluida. Indudablemente ambos nos parecíamos, pero también, por alguna dulce o cruel razón del Destino, nos complementábamos de un modo extraño y natural.
Me incorporé ligeramente con los codos aún reposando en la hierba en el momento justo en el que empuñó de nuevo el arma como un modelo de lencería de Victoria Sectret, y mi pecho empezó a inflarse de orgullo, un reconocimiento patente que se dejaba ver a través de mis pupilas dilatadas por el respeto y la admiración de que se hubiera superado a si mismo.
-Soy toda oídos. Dispara
Su nueva postura le daba una cierta ventaja al poder mirarla desde arriba.
Puede que su poder comparado fuera el de un elefante junto al de un roedor, pero aquel roedor sin duda sabía sonreír cuando se lo proponía. Unos ojos que lanzarían un escalofrío de advertencia en cualquier mujer cauta, y los dioses sabían los estragos que causaría en alguien con el alma desnuda y sensible.
El egipcio alza una mano con un roce cálido que bordea el delicado mentón de la tendida con la intensidad del amante más delicado. Cuando alcanza su cuello, la invitación sin palabras tira con un impulso irrefrenable ligeramente hacia arriba, obligándola a alzarse un ápice. La suya era una clase de calidez magnética y reconfortante que hacía que te sintieses mejor, que anhelases más de esas caricias que aplacaban los dolores del alma con la intensidad justa de sus anhelos secretos, para él ya desvelados. El susurro que lo acompaña es lo bastante bajo como para hacer temblar el corazón de un témpano de hielo. Como si brotase de la tierra misma en un escalofrío que alcanza las extremidades
- ¿Y quien te dice, embrujadora meliciosa, que no es exactamente así como me siento?
La mirada intensa se mantiene un instante más antes de que el contacto se rompa, dejando tras de sí la suavidad del terciopelo.
- Confío en ti. - tres palabras tan sencillas capaces de desarmar tantas barreras. - Esperaré a que hables con ella y consideres que puede soportarlo. No quiero bombas ni que acabe hundida, si puedo evitarlo. Pero no tardes demasiado.
Se levanta, ayudándose de su arma y comienza a recoger sus cosas desperdigadas. Camisa, zapatos, calcetines, mochila de equipo... No ha dejado de sonreír en ningún momento.
Hace un gesto en el aire, como si atrapase algo, y se lo guarda en un hipotético bolsillo de camisa que no tiene.
- Me lo guardo por ahora.
Necesito un rehén para sobrevivir al segundo asalto. Aún pesa sobre mí una amenaza de poción de bicho, y me interesa que esa bruja despiadada desee que pueda seguir hablando.
Y si alguien nos estaba viendo desde el más allá, seguro que habría escuchado los latidos de mi corazón implosionando contra la Tierra al sentir el roce inesperado de Masud, acompañado por unas palabras tan sensuales que podrían haber derretido toda la ciudad de Nueva York en tan solo dos segundos y haber revivido a los habitantes desintegrados de Pompeya en otros dos.
Su mano sobre mi cuello hizo que se me erizara la piel mientras lo miraba con aire expectante y confuso hasta que recobré el sentido de lo que estaba sucediendo y me di cuenta que estaba jugando conmigo como si fuera un animalillo.
Pero yo también sabía jugar.
-Porque si así fuera, ya estarías pensando en nuestra próxima vez - sonreí con dulzura. Con esa dulzura inocente que cala hasta el corazón abrigado por el muro más inescrutable de todos. Con una voz delicada y pía.
No. No me dejaría embrujar por esos abdominales cincelados por Adonis que invitaban a cubrirlos de mantequilla y lamerlos durante más de cien días seguidos. Con nata, fresas, azúcar, algo de chocolate. puede que incluso aceite de rosas y miel cayendo entre cada pliegue de esa tableta comestible con uvas entre su vientre y... STOP. No, no, no, no. Regresa al presente, un presente en el que le odias lo suficiente como para convertirlo en una cucaracha del infierno. Piensa en que tuviera entrecejo. Celulitis. Puntos negros. Pelos en las nalgas. Bueno, eso era varonil y me gustaba. Sudor. No, eso le haría brillar y sería sexy. Empieza desde el principio otra vez. Bien. Visualiza.
Así mejor, campeona.
Era Masud.
-La bragueta. - le dije señalando a su entrepierna con una sonrisa vanidosa y más traviesa que la suya propia, como si se la hubiera dejado abierta mientras guardaba sus palabras en el bolsillo imaginario - Creo que te has excitado al tocarme. - Y entonces volví a tumbarme en la hierba mirando al cielo con una sonrisa panfila, digna de una mujer adulta a la que le ganan en un juego de niños.
Suspira, levantando los ojos hacia el cielo con resignación - ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que simplemente... -se interrumpe, negando con un gesto - No importa.
Pero no era indiferente. Su fingida dulzura era esgrimida como un arma bien calibrada y entrenada, capaz de hacer temblar la entereza de cualquier hombre - Pero no es Anthea. Afortunadamente. - Y había probado lo suficiente de su veneno como para comenzar a oponer algo de resistencia al influjo de los perfumes griegos. Eso, y que a pesar de que no hubiesen hablado de ello, había exprimido la noche con Tau hasta desfallecer. Pocas ganas de más le quedaban hasta que pudiese descansar.
Cuando la bruja habla de su bragueta, por puro instinto mira hacia abajo antes de darse cuenta de que solo era una trampa en la que acababa de caer como un tonto. Ríe entre dientes.
- Como no dejes de prestar tantísima atención a mi entrepierna, alguien podría empezar a sentirse incómodo. No querría tener que confortar a Rahat, poseyéndolo como tu nunca serías capaz. - Termina con un poco de malicia.
Trata de sonar chistoso, pero no le sale demasiado bien. Ni bromeando era capaz de fingir, pero un momento después parece pensárselo más en serio - De hecho... tiene una buena espalda. Y lo que ya no es espalda también - Pero estaba diciendo tonterías. El cansancio lo tenía más atontado de lo que quería admitir, y acaba por elevar las manos en son de paz - Tranquila. No te lo robaré. Pero no seas cruel conmigo. -Con una reverencia algo torpe - Y me voy antes de que la borrachera de sueño me haga decir alguna estupidez aún mayor.