Yo no había nacido para merodear en aquel complejo y peligroso mundo pero una serie de circunstancias que no describiré ahora me llevaron a trabajar para Godwin. Y allí estaba yo, en una de las zonas industriales más abandonadas de Moscú, llamando a las puertas de aquella nave a la que ni la policía rusa se atrevía a acercarse.
- ¿Qué quieres? –me preguntó una voz brusca desde el interior.
- Vengo a negociar. Me envía Godwin.
Era curioso. Aquel nombre abría muchísimas puertas, pero debía ser usado con tiento o la última puerta que movería sería la de mi ataúd y no para abrirla precisamente.
Me hicieron esperar en una amplia sala donde un hombre equipado con un subfusil, vigilaba a media docena de mujeres jóvenes que permanecían cabizbajas sentadas en varios sofás y sillones. Cavilaba yo acerca de lo exagerado de un subfusil dada la situación cuando la vi por primera vez.
Su belleza me dio un vuelco y por unos segundos derrumbó la trabajada máscara de tipo duro que había construido en torno a mi. Su tez blanca contrastaba con el intenso rojo de sus labios, la tangible suavidad de sus cabellos negros y la viveza de sus ojos color canela. Al contrario que las otras mujeres, ella no miraba hacia el suelo, y con ojos resueltos pero resignados me miró. Y sonrió.
- Por aquí –me indicó uno de aquellos matones sacándome de mi estupor.
Tipo duro. Me metí de nuevo en el papel. En la otra sala, Leabouf, el capo con el que debía negociar, permanecía sentado en una mesa redonda junto a otros cuatro hombres mientras parecían jugar a un juego de naipes que desconocía. Me ofrecieron asiento y antes de que pudiera darme cuenta, habían repartido una baraja y tres naipes descansaban en mi mano.
El juego resultó llamarse “arlequín” y no tardé en comprender las reglas. Tenía facilidad para ello y disfruté con las intrincadas estrategias y engaños de aquel peculiar juego muy similar a la negociación que estábamos llevando paralelamente.
- Bien, señor Gaudet –dijo refiriéndose a mi–Nuestras posturas están algo alejadas aún. Le propongo jugárnoslo a una mano de arlequín.
En aquel momento sospeché que Leabouf me la estaba jugando. Aun así acepté. No sé si fue por el humo de la sala, por una repentina confianza en mi suerte o por aquellos ojos almendrados que me habían hipnotizado, pero acepté, no sin antes tentar a la suerte.
- De acuerdo, pero si gano me llevaré conmigo a una de esas rameras que esperan ahí fuera.
Leabouf rompió en una estruendosa carcajada.
- Como quieras, pero no son más que furcias recién llegadas.
Repartieron. Mi mano no fue excesivamente buena, pero el desarrollo del juego me fue favorable. Tras varios minutos de engaños, mentiras y vueltas de cartas llegó el momento decisivo. Leabouf sacó un naipe del montón principal y lo mostró. Era una jota de picas. Mis opciones pasaban por sacar una carta mayor. Con ello mi jefe quedaría contento, y la mujer que me había sonreído fuera se vendría conmigo de vuelta a Francia.
Toqué la carta. Su frío pero suave tacto me dio buenas sensaciones. Hasta tal punto fue la confianza que tenía en mi suerte que no miré la carta. Directamente le di la vuelta y la posé boca arriba en la mesa sin mirarla observando la reacción de mi oponente.
Muchos años pasaron. Volví a Francia y me las arreglé para alejarme de Godwin y su organización. Me separé de todo aquello y me dediqué en cuerpo y alma a mi vocación de escritor, pero uno no logra nunca extraerse por completo el veneno de aquel mundo. No diré que me siento orgulloso, pero cada cierto tiempo seguía frecuentando los burdeles que mi anterior jefe gestionaba. Fue allí donde me encontré de nuevo con aquellos ojos de miel.
Estaba sentada en un rincón oscuro, fumando con elegancia observando todo lo que pasaba. Pregunté por ella y me dijeron que aquel lugar era su hogar. Que era sordomuda y que había trabajado allí hasta que el tiempo la hizo quedarse sin clientes. A sus cuarenta y muchos años había perdido la elegancia de su figura, pero mantenía aquellos ojos de canela y la sonrisa que me había conquistado. Me senté frente a ella en silencio, nos hicimos con una baraja y jugamos en silencio una partida de arlequín. La última carta que giré fue un as de corazones. Sonreí con ironía.
Terminó la partida, me hice con una hoja de papel y comencé a escribir. Aquella mujer aislada del mundo en su perpetuo silencio debía conocer la verdad de aquella historia, y que todo podría haber sido muy diferente si aquel maldito “as” no hubiera llegado treinta años tarde.
Este relato está basado en el taller de escritura de Literautas.com. El ejercicio consistía en escribir un relato basado en la idea de una carta que llegaba 30 años tarde a su destinatario. Iba enfocado a una carta de correo convencional, pero decidí darle una vuelta de tuerca con este relato. Finalmente el texto no fue admitido y tuve que redactar otro xD
Forma (4)
La estructura consigue su propósito: mantener en intriga al lector tras el volteo de la carta, y el final consigue dar un nuevo sentido a los tres últimos párrafos. La mezcla de diálogo, pensamiento y acción lo hacen muy ameno. Además manejas el tiempo narrativo a la perfección. Me ha gustado mucho cuando aceleras el relato diciendo: "Tras varios minutos de engaños, mentiras y vueltas de cartas llegó el momento decisivo" y también esa prolepsis errónea tan sensual "su frío pero suave tacto me dio buenas sensaciones".
Figuras literarias que han gustado especialmente:
- la sinestesia "tangible suavidad de sus cabellos".
- la metonimia "me encontré de nuevo con aquellos ojos de miel" (aunque desvirtuada un poco por "aquellos ojos de canela" en el párrafo siguiente (yo buscaría otra forma de referirme a ellos aquí)
Algunos puntos menores que cambiaría (pero que no desmerecen el excelente relato) son:
- "merodear en aquel complejo y peligroso mundo" por "merodear por aquel mundo complejo y peligroso" (aquí los adjetivos son especificativos, la preposición creo que también la deberías cambiar).
- " circunstancias que no describiré ahora" por "circunstancias que no voy a describir ahora" (futuro inmediato).
- "los burdeles que mi anterior jefe gestionaba" por "los burdeles que mi jefe anterior gestionaba".
- En "donde un hombre equipado con un subfusil, vigilaba a media docena de mujeres jóvenes" sobra la coma
- En "fumando con elegancia observando todo lo que pasaba" coma después de elegancia.
- Cambiaría "mantenía aquellos ojos" por "conservaba aquellos ojos" (porque tiene un sentido pasivo)
- En el tercer párrafo repites dos veces "subfusil" Yo lo cambiaría la segunda vez por "arma". En el penúltimo dices dos veces que juegan en silencio. La segunda no es necesario.
- "Mi" en "refiriéndose a mi" con tilde.
Contenido (5)
La escena de las prostitutas reunidas cual ganado en una gran nave industrial es muy sugerente. Creo que das los elementos justos para insinuar el peligro sin sobrecargar la escena. Los nombres propios son también un acierto. A un jefe que se dedica a negocios turbios, Godwin le va bien (quizás porque se cree un dios y siempre gana). El nombre de arlequín para el juego de naipes evoca muy bien los engaños y las escaramuzas.
La agudeza del ataúd me parece un poco artificiosa. Los ataúdes se abren antes de cerrarse y yo no querría ni que abrieran ni que cerraran mi ataúd.
La atmósfera de misterio e incertidumbre está muy lograda. No sabemos en ningún momento sobre qué están negociando, quién es Godwin ni quiénes los mafiosos, como si el narrador quisiera correr un velo sobre esos asuntos de su pasado y en su lugar se detuviera en los detalles que realmente tuvieron una importancia subjetiva: la jota de picas, el as de corazones...
Comentario personal (5)
Nunca me gustaron las largas descripciones que no aportan nada al relato. Si el tuyo es ameno es, entre otras muchas cosas, porque no has caído en la tentación de lucirte describiendo la nave industrial ni el burdel. No era necesario, y en su lugar ganamos en introspección. Aun dentro de la breve extensión de un relato de estas características nos presentas a un personaje rico en matices, que se las da de duro pero en realidad es enamoradizo e impulsivo, y lo mejor de todo es que dejas que sea el lector el que lo infiera a partir de unos simples detalles.
Siempre me gustó el tema prostibulario en literatura y tú lo recreas con lirismo y sin caer en falsas moralinas ni estereotipos. Enhorabuena por el resultado global.