No soy capaz de imaginar un mundo donde no estés tú…
Estaba mirando por la ventana, distraída una vez más. Se tiró un poco del pelo y vio que seguía cayéndosele. No cerró los ojos, afuera una cortina bruna quemaba la noche como recordándole quién era ella y por qué estaba allí. Se miró las uñas, estaban carcomidas y el esmalte negro se había ido cayendo a pedazos como se caía su vida porque le había hecho una promesa que no había cumplido. Se sentó en la cama y se puso las zapatillas negras, un rompevientos obscuro y decidió ir a correr, era lo mejor que podía hacer para no pensar.
Mientras corría, el agua caía por su rostro evitándole ver nada más que no fueran las luces de algún auto que venía por la calle extraviado, lo cierto es que con esa tormenta no habían demasiados conductores dispuestos a arriesgar la vida; mientras, ella seguía pensando en él, en su sonrisa y las veces en que a obscuras fue parte de su vida. Recordó aquel momento en que lo vio con su traje negro y sonriendo, con una corbata a juego, parecía el empleado de una funeraria. La primera vez que le sonrió como si la conociera de toda la vida.
No soy capaz de imaginar un mundo donde no estés tú…
Se detuvo un instante antes de cruzar la calle, miró el semáforo pero estaba fuliginoso, no servía. Lo miró largo rato, como si con la mirada fuera a cambiar al color que necesitaba que tuviese y mientras lo hacía, recordaba más cosas. La vida de él con otra, los hijos, los encuentros furtivos, los escapes en el auto negro y viejo de la familia, las promesas, esas por sobre las cuales sobresalía el “nunca te dejaré”. En silencio lo maldijo porque a veces estaba enojada con él y otras simplemente no podía con el dolor, era como si de pronto todo hubiera perdido sentido porque claro, nunca se había planteado que las cosas sucedieran así.
Se agachó poniendo las manos en sus rodillas, escuchando el correr del agua sobre la calle. Le pareció escuchar una extraña cancioncilla que él solía cantarle cuando intentaba conquistarla o cuando intentaba quitarle el enojo o cuando le juraba que era única, que iba a dejar a su mujer pero los niños, los niños lo detenían siempre. Y ella no había tenido corazón para pedirle que los dejase, en realidad no había tenido corazón para eso, ni para nada más que tuviera que ver con ellos y lo que tenían, al fin de cuentas, su corazón le pertenecía.
-Tú sabias que estaba casado…-dijo él.
-No te estoy pidiendo nada y lo sabes-había respondido ella.-Pero si crees que debo dejarte ir, sólo tienes que decirlo…
En ese momento él la había mirado y negado con la cabeza.
-No soy capaz de imaginar un mundo…
-En el que no estés tú-terminó ella la frase.
Siempre era así, ella iniciaba una frase y él la terminaba, él llegaba con un regalo y ella sabía lo que era como cuando le regaló aquel vestido negro para la fiesta de la empresa. Si, esa donde todo el mundo hablaría de ella porque sabían que estaba con él y nadie lo tomaba como algo bueno. A nadie le importaba si en su mundo eran felices y en ese mundo que no tenía colores, ellos a su manera eran felices.
-¡Lo han pintado de azabache, nena!
-No lo puedo creer…
-Y ahora habrá que cambiar todo y volver a pintar. ¿A quién se le ocurre un salón azabache? Allí no se ve nada, no hay luz…
Siempre reían de las cosas del trabajo y ella, aunque no sabía nada acerca de su labor, terminaba recomendándole cosas tontas que luego él ni siquiera era capaz de llevar al cabo pero que le agradecía con muchos besos y quizás alguna hora de sexo en el salón y luego un adiós que nunca era tan largo. Se levantó alejándose del asfalto negro, si seguía doblada sobre sí, terminaría vomitando toda su cólera sobre éste.
-¡Maldito idiota, te tenías que matar por lo que hizo tu padre!
Volvió a mirar el cruce, no venía nadie y seguramente no vendría nadie nunca; era tarde y empezaba a hacer frío, además el agua no menguaba y no tenía intenciones de hacerlo. Se sintió temblar y se vio confundida y sola, enfundada en aquel chándal negro y el pelo escurriendo como una cortina de desasosiego que era igual de bruna que la que le cubría el alma. Respiraba lento, estaba esperando el momento preciso mientras en su mente ligeramente confundida, alguien le seguía gritando a él. Se le hacía irónico que pudiese vivir con sus secretos pero no con los de su padre, ¿no habría sido mejor entregarlo?
Decidió en ese momento que lo haría, sólo tres personas sabían además del padre de su querido Eugenio y ella era una de ellas. Era un jueves negro, lleno de amargura, hora de actuar. Bajó la mirada, cruzó la calle en silencio, repitiéndose que era lo mejor. Un golpe fuerte, un auto obscuro, luces apagadas, la negra noche absorbiéndola, el fuego de su interior apagándose, el asfalto consumiéndola, aquella noche no podía hacer lo correcto y sólo podía repetirse:
-No era capaz de imaginar un mundo en el que no estés tú y he venido a buscarte…
NOTA DEL AUTOR:
He cambiado algunos "negros" por sinónimos por consejo de otro escritor.
Y como acotación: A mí me enseñaron que era "Obscuro, obscurecido, obscuridad" y la RAE lo acepta como tal, por ende, está bien escrito. Lo digo porque en el otro texto me lo tomaron como una falta grave.
FORMA: 1
La lectura no es fluida o amena. Algunas oraciones deberían ser más cortas o más sencillas, más directas. El narrador es sobrio describiendo, y esto hace que la negrura resulte desabrida. Usar tal colección de sinónimos es un error si las palabras parecen metidas con calzador, por lo que su utilización debe restringirse y sopesarse con mucho cuidado (por ejemplo, esta frase le da un toque "arcaico" a la narración que no parece premeditado: "miró el semáforo pero estaba fuliginoso").
Pero el narrador no solo es sobrio, también es desapasionado y directo. Cae en el error de cederle el peso de las descripciones a adjetivos difíciles de digerir o, por ejemplo, a usar demasiadas veces verbos reflexivos. Sin dar rodeos, sin enriquecer de matices lo que se está diciendo. Por ello, para resaltar la negrura del relato, recurre a hablar de múltiples objetos negros, recurriendo a la cantidad en lugar de a la calidad.
ARGUMENTO: 3
Una vez que se logra descifrar, el argumento deslumbra, es efectivo, es bueno. Pero como ya he dicho, el sobrio narrador juega con la oscuridad más que con la luz y parece reacio a dar pistas, así que al final uno anda a oscuras hasta llegar hasta el mismísimo final. Quizás habría sido más amable que el narrador nos llevase más de la mano y nos alentase a la vez que nos relata los recuerdos de la mujer. Omitir información es una buena forma de mantener la atención del lector, pero en exceso garantiza exactamente lo contrario.
COMENTARIO: 2
No se puede negar que el relato consigue colorear una atmósfera oscura y opresiva, capaz de angustiar al lector a la vez que va descifrando los recuerdos de la protagonista. Sin embargo parece que se han quemado todas las naves para alcanzar este propósito. La lectura avanza trabajosamente, vadeando un fluido oscuro, sí, pero también viscoso, y el argumento no es comprensible si no es tras una esforzada relectura que arroje luz sobre el misterio.
P.D.: Pero bueno, finalmente, ¿cuál es la promesa de la que habla ella? ¿El padre es un tipo que se dedica a atropellar gente?
Un magnífico ejemplo de cómo escribir un relato sugerente sin llegar a nombrar las cosas por su nombre. El estilo indirecto mimético está muy logrado, con una voz narrativa creíble e interesante. El plano mental y el físico se complementan perfectamente en los prolegómenos del suicidio y la rememeroración de pequeños fragmentos de diálogo le dan frescura y rapidez cuando la narración amenaza con hacerse farragosa.
El tono de negrura que predomina en todo el relato está muy bien conseguido, y la estructura externa es perfecta. Las repeticiones de las referencias al chándal y de algunos adjetivos cultos como “bruna” le dan al relato cierta lograda musicalidad ¿Qué cabría mejorar? Pues algunos detalles ortográficos, léxicos y textuales que te paso a enumerar (y que por ser muchos desmerecen lo que de otra forma podría ser un relato mucho mejor):
1.- Cambiar "cayéndosele" por "cayéndole". Ese "se" como marca de implicación del pelo en el proceso es recargado y su supresión evitaría al lector padecer la endiablada acentuación sobreesdrújula.
2.- Usar oraciones más cortas con puntos y seguido. Las cadencias largas están pensadas para textos argumentativos en los que necesitamos poner de relieve las relaciones lógicas entre las proposiciones. Pero para narrar un fluir de conciencia es mejor utilizar oraciones más breves. Por ejemplo, el segundo párrafo necesitaría un punto después de "extraviado", "vida" y "sonriendo".
3.- “Haber” es un verbo impersonal. En el segundo párrafo debería decir “no había demasiados conductores”.
4.- Sustituir "nada más que no fueran" por "nada más que" u "otra cosa que no fuera". Hacer concordar la locución con "las luces del auto" es un error sintáctico.
5.- En "ella seguía pensando en él, en su sonrisa y las veces en que a obscuras" la preposición del régimen verbal está descolocada en el tercer miembro del período. Debería ser: "pensaba en X, en Y y en Z".
6.- Sobra la preposición “por” en “por sobre las cuales”.
7.- En el cuarto párrafo faltan varios puntos y seguido y la locución final debería ser “a fin de cuentas” (sin artículo).
8.- En “Siempre era así, ella iniciaba una frase y él la terminaba” hay un error de coherencia. Debería decir “Hasta entonces siempre había sido al revés”.
9.- La deixis está mal empleada en “allí no se ve nada”. Debería decir “aquí”.
10.- La locución es “llevar a cabo” (sin artículo).
11.- Agradecer exige marca de complemento directo e indirecto: “se lo agradecía”.
12.- “Saber” necesita una marca de complemento directo: “solo tres personas lo sabían”
CONTENIDO (3)
Un suicidio bien narrado, pero a fin de cuentas, un suicidio. La negrura que lo envuelve todo ayuda, cierto es, a crear una atmósfera dramática, pero a mi juicio le falta el puente o la metáfora que conecte la negrura de los objetos con la negrura espiritual de la protagonista. Me da la impresión, en suma, que la consigna ha sido empleada de manera un tanto superficial y que el relato solo se adecua a ella de una manera puramente impresionista.
Me ha gustado el hecho de que el relato calla más de lo que dice. La solución de introducirnos en la mente de la suicida y dar por sabidas las causas concretas del suicidio su amante es acertada, pero claro, eso es jugárselo todo a la forma, que solo se sostiene por la continuidad de las referencias al color negro.
El hecho de no revelarnos que se trataba de una aventura extramatrimonial hasta mediado el relato es un acierto. Con ello se consigue graduar la presentación de una relación asimétrica y enfermiza.
Me han gustado especialmente las dos únicas figuras literarias del relato : “en ese mundo que no tenía colores, ellos a su manera eran felices” y “Era un jueves negro, lleno de amargura”. Creo que también ha sido acertado no sobrecargar el relato de retórica y en vez de eso narrar los hechos en su desnudez, pero una vez tomada esta decisión, creo que hubiera sido necesario haber trabajado más las connotaciones del color dominante. Asociaciones como “vestir de negro” = “ser el empleado de una funeraria” son previsibles y poco conceptuosas.
El final no me gusta por ser anticlimático. Yo suprimiría la moralina “aquella noche no podía hacer lo correcto” y lo que viene a continuación, para en vez de cerrarlo artificiosamente con la misma frase que al principio, narrar cómo su la luz del auto deja paso lentamente a la oscuridad (que sí que se puede escribir con el grupo culto -bs- pero ya casi nadie lo hace).
COMENTARIO PERSONAL (4)
El relato me ha dejado un buen sabor de boca. Cierto que sus anomalías gramaticales me han obligado a volver atrás en varias ocasiones para entenderlo bien, pero ha sido todo un placer descubrir tras cada relectura matices que se me habían escapado.
Valoro muy positivamente que te hayas atrevido con un género tan difícil como la prosa poética, que me ha recordado a alguno de los mejores poemas de Rimbaud. Nunca me había imaginado posible un relato parnasianista sobre una mujer en chándal, pero con tu relato me has demostrado una vez más que es posible y hermosa la poética de lo vulgar hasta el punto de hacerme olvidar los cánones del más estricto nouveau roman: la primera vez que leí eso de “lo han pintado de azabache, nena” no paraba de chirriarme esa palabrota culterana, pero después de unas cuantas lecturas estoy hasta pensando en la oportunidad de desempolvarla y darle uso.
FORMA
Gran narración muy rica en todos los aspectos, por eso le doy la puntuación máxima.
5 :)
CONTENIDO
Me ha gustado mucho esta historia, dado a su extrañeza y a su atmósfera misteriosa.
5 :)
COMENTARIO PERSONAL
No puedo decir nada malo, así que...
5 :)