Partida Rol por web

Taller de relatos cortos

Relato D8 Obispo Santo

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13/06/2013, 14:59
Obispo Santo

Mahler y el capital

 

El Nighthawks, en la “West 49th St”, frente al edificio de la ya hundida Lehman Brothers, seguía siendo un local de referencia para las gentes noctámbulas con aspiración de clase alta, desde su apertura a principios de los 70. Un local oscuro y acogedor, presidido por una réplica exacta del célebre lienzo de Hopper.

Hopper retrató como nadie lo hizo la realidad de un pasado que no fue. Porque el pasado es, sí, desde el presente. Desde el carácter que imprime, el poso añejo, la cicatriz. Que pregunten ahora a ese imperio glotón y ludópata qué se hizo del hampa, qué se hizo de los negros y su bebop, qué de los comanches, o de Pancho Villa. Cómo iban a responder que deben su mitología a italianos y negros, a indios y prófugos. Ellos no saben. Ellos no quieren saber.

Aun sin la épica del humo y los sombreros, reinaba la ignominia en el lugar: un don nadie planeaba forrarse en la bolsa, otro hablaba de cómo eran las cosas en Harvard, otro se moría por soltar bombas atómicas en Irán. Junto a la barra, un dúo ejemplar, digamos Kevin y Steve, discutía en tono estupendo y falsamente erudito sobre sus gustos. A Kevin le gustaba tal grupo de música y a Steve tal otro.

Accidentalmente otro, claro, porque todos ellos son uno, con su lírica banal, su armonía trivial como porción mínima de Werckmeister o Bach, y poco más: pose, imagen, publicidad, rebeldía envasada. Y ritmos repetitivos, como repetitiva es la cultura popular ya malograda en fundamentalismo mediático. Un bombo, una caja, un tiroteo, unas tetas de goma. Todo es lo mismo.

Kevin, más bien alto y rondando ya la treintena, opinaba que todo era opinable y toda opinión respetable, embutido en su traje ajustado –para algo pagaba el gimnasio y el pádel–. Sabía que, de haber nacido medio siglo antes, conduciría un tractor y llevaría una de esas gorras que regalan con el fertilizante, y se sentía agradecido por poder vestirse y actuar como si ya no fuese esa persona. Steve no se había emancipado de la obesidad, y no parecía tener problemas en combinar su disfraz de comercial con una de esas gorras por las que medio siglo antes no habría tenido que pagar un disparate.

La algarabía necia no se inmutó cuando se abrió la puerta.

–Buenas noches, don Recaredo.
–Hola –respondió una voz baritonal, bajo unas cejas incisivas que se alzaban inquisidoras, ya arqueadas de por sí con no sé qué suerte de maldad oriental, mientras dejaba su bolsa de piel junto a la barra y tomaba asiento.

Jasón, el dueño del establecimiento, sabía que a don Recaredo no le interesaba la charla vacua. Había entre ellos cierto código de camaradería tácita, marcado por los silencios y la virilidad. Aunque esto beneficiaba más a don Recaredo –burgalés de pura cepa– que al bueno de Jasón, un negro de Santiago de Cuba que se había hecho a sí mismo en la capital del capitalismo, valiendo la redundancia, a base de "yes, sir" y "thank you, sir". A base de soportar la infamia gringa.

A don Recaredo le gustaba hacer como que no sabía esa lengua que antaño fuera inglés. Y así se las arreglaba para abrirse paso por aquel valle de lágrimas hablando tan poco como maldecía. No habría mentido quien dijera que en su caso la procesión iba por dentro.

Seguramente por eso le gustaba tanto ir a este local todavía libre de televisión, radio e hilo musical, después de tantos años. Había pocos sonidos que fueran agradables a los oídos de nuestro héroe, tan curtidos en aquello de vivir y oír innumerables cosas que terminaron por ser siempre la misma. Como aquellas conversaciones que lo circundaban y en las que en más de una ocasión habían intentado involucrarlo sin éxito. Su actitud fría, su barba canosa y cuadrada de corte romano y su frente despejada y altiva –no con ausencia de cabellos sino con presencia de sí– eran un buen escudo contra los dardos envenenados de la estupidez.

Apuró su copa de coñac, solemne, y se levantó de su asiento.
–Oye, tú eres cubano, ¿no es cierto?
–Sí, señor, de Santiago.
–Claro –dijo en voz baja, con la mente en otro lugar–. Acompáñame un momento.

Actuando casi como escudero, lo acompañó sin titubear, quizá predestinado a una gran hazaña, y juntos desaparecieron tras la puerta, en el bullicio de la noche neoyorquina.

Dentro, ya eufórico, Kevin dejó de prestar atención a su compinche y reparó en la bolsa de piel que don Recaredo se había dejado, indagando, indiscreto, la etiqueta dorada que tenía:

–Jaja, Vivar, ¡like Ben Hur movie!

Apenas hubo dicho esto cuando la apoteosis de la detonación, triunfal como una marabunta de hoplitas, lo invadió todo, y redujo a la nada el relativismo, la estupidez, y toda la manzana de rascacielos, mientras don Recaredo, en su mente, escuchaba la sublimación final de la 2ª de Mahler.

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15/06/2013, 03:01
Donbarbosa

FORMA (4)

Un relato de una forma literaria cuidada y elegante, cuyo principal defecto es, a mi juicio, la abundancia de léxico valorativo que trata de orientar el juicio moral del lector como si él no fuera capaz de extraer por sí mismo sus conclusiones. Para ilustrar esto sirva como ejemplo el cuarto párrafo. Una vez que nos ha quedado clara la afición de los personajes por la música popular, creo innecesario calificarla de banal y trivial, si no es por una intención pedagógica que nada tiene que ver con la literatura.

El segundo párrafo es especialmente brillante por ser un buen ejemplo de análisis estético perfectamente integrado en el relato. Los dos adjetivos con que se describe de forma expresionista al imperio son acertados y muy plásticos, aunque me voy a permitir sugerir una corrección gramatical. En "qué se hizo del hampa..." creo que hubiera estado mejor considerar que al imperio como el agente y evitar la pasiva refleja: "qué hizo del hampa...".

La descripción de Kevin y Steve es ejemplar. En ella seleccionas unos pocos elementos de su indumentaria para ofrecernos una simpática caricatura de los personajes que contrasta con la que más tarde nos ofrecerás de don Recaredo.

Hay algunas expresiones castizas, sin embargo, que me chirrían en medio del registro literario que predomina en el relato. Me refiero en concreto a "de pura cepa" y "valle de lágrimas".

El diálogo es natural y sobrio, como no podría ser de otro modo, y el silencio que rodea la escena, está bien sugerido gracias a la descripción de las manías de Don Recaredo entre que saluda e invita al camarero a abandonar el local.

Por último, la metáfora de la "marabunta de hoplitas" que empleas para describir la explosión es un gran acierto. Una venganza del mundo clásico contra el american way of live ignorante de sus propias raíces.

CONTENIDO (3)

Se trata de un relato original y de actualidad que, sin embargo, deja un cierto regusto de antiamericanismo talibanesco precisamente por su poca contención crítica. Aquí no tenemos al narrador frío y objetivo que usaron Cela en la La Colmena o Pérez-Reverte en Un asunto de honor, ni tampoco una realidad deformada hasta lo grotesco como en Vale-Inclán sino una voz narrativa invasora que condiciona constantemente los juicios del lector.

Aparte de la buena caracterización de los personajes y el espacio y de la virtud de la simplicidad de la trama, cosa de agradecer en un relato de tan reducidas dimensiones, pasaré a señalar algunos detalles que no han sido de mi agrado:

- El título podría ser mejorable. En él te limitas a contraponer la conjunción dos conceptos (un autor y un sistema económico) que ni pertenecen al mismo campo semántico ni se resuelven en ninguna suerte de síntesis. 

- El hecho de que Don Recaredo lleve bordado en su bolsa el nombre de su ciudad natal me resulta inverosímil. Hasta hoy no he conocido a nadie con tanto apego a su patria chica como para hacer tal cosa.

- La inferencia Vivar -> El Cid -> Charlton Heston -> Ben Hur es un tanto críptica. Después de leer el relato tuve que pedirte que me la explicaras, y me da la impresión de que el resto de los lectores también van a tener dificultades para captarla. Así que, si nosotros, como españoles, tenemos dificultad para reconstruir esa asociación de conceptos, ¡cuánto más el gringo del bar!

Por último, creo que la consigna del taller no ha sido respetada del todo, porque el cuadro de Hopper funciona en el relato como un elemento bastante contingente.

VALORACIÓN PERSONAL (4)

La lectura del relato ha sido un placer para la imaginación y una válvula de escape en estos tiempos de vasallaje político y económico a las plutocracias financieras internacionales. Tiempos de sano patriotismo hispanista que nos invita a desviar la mirada de una Europa engominada y encorbatada para reencontrarnos allende el océano con los vestigios cicatrizados de lo que fuimos y nos empeñamos en no ser por la mezquindad de nuestras disputas cainitas.

Don Recaredo, desde la profundidad del pasado, no ve tras la barra del bar a un simple camarero, sino a un hermano adoptivo al que le une la misma leyenda cidiana, solo que a diferencia del Cid, carece de enemigos contra quien luchar. Y cuando los enemigos no tienen rostro, la bilis, el rencor, tiende a extenderse como una pandemia hasta infectar a toda una raza, a toda una cultura, a toda una civilización.

Don Recaredo, como buen melómano, seguramente sabría que cierto compositor austrohúngaro, judío para más señas, también fue víctima en su día de la cierto fanatismo patriótico, y que, exiliado de su tierra, acabó sus días dirigiendo sus propias sinfonías en el Metropolitan Opera House. Por aquellas mismas fechas, en la plaza del ayuntamiento de Vivar, una camisa azul alertaba a los temerosos lugareños de los peligros de la conjura judeo-masónica-comunista-internacional.

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18/06/2013, 11:45
Neriah

FORMA
4
Bien narrado, bien llevado, y en general, no tengo nada malo que decir de la gramática o la ortografía.
Pero, para mi gusto, abusas de los epítetos. Especialmente de los cultos y altisonantes. Está bien usar un vocabulario amplio y variado, pero la adjetivación excesiva, acaba resultando un poco cargante.
Me explico, creo que la base de la narrativa, debería ser un lenguaje más llano y luego ampliar ese lenguaje para evitar repeticiones, o para hacer descripciones más detalladas. Es decir, no limitarte al leguaje que usas todos los días, pues la narrativa siempre necesita cierto embellecimiento, pero tampoco irse al extremo opuesto y llenarlo todo de adjetivos rebuscados.
Puede que para la poesía esté bien usar un lenguaje especialmente florido y barroco, pero en mi opinión, para la narrativa, da la sensación de que has escrito el texto pensando que cuanto menos comunes sean las palabras que uses para describir las cosas, mejor será el texto. Y esto no siempre es así. “No por mucho adjetivar, aparenta más un texto.” :P :P

CONTENIDO
4
El contenido me ha gustado y he de reconocer que me ha sorprendido el final. Aunque probablemente por lo que ya te he comentado en la forma, peca un poco de mucho escrito para no decir nada.
No me malinterpretes, no me refiero a que el texto no diga nada en sí, sino que se centra mucho en describir lo vacío de la cultura pop, diciendo muchas palabras vacías en sí mismas. Lo que en cierto sentido está muy bien, ya que ¿qué mejor manera de expresar vacuidad, que de forma vacua? Pero se puede hacer un poco pesado.

COMENTARIO PERSONAL
4 (Sí, estoy abonada al cuatro)

Como ya he dicho me ha gustado, no me esperaba que fuese un psicópata o un terrorista (no estoy segura de cuál, aunque voto más por la primera). Pero (sí, me repito más que el ajo) me ha resultado demasiado barroco. Creo que debe haber un término medio entre contar una historia con un vocabulario de mil palabras y el olvidarte por completo del lenguaje común.

Y lo de la 2ª de Mahler, a pesar de que me gusta el sentido que le das, me pega menos de lo que podría parecer, al menos la temática de la sinfonía en sí, que si mal no recuerdo y la 2ª es la que nos pusieron en clase (Ha pasado mucho tiempo desde que estudié a Mahler allá por 6º de EGB. Y sí, todavía era EGB. :P :P), juraría que me explicaron que hablaba de la resurrección después de la pérdida de la fe. Es decir, de recuperar la esperanza y la fe tras la caída absoluta en la desesperación. (O algo así recuerdo) Lo que en este caso, dado la manera en que se hace, me resulta más bien tétrico. No me disgusta exactamente, pero me resulta tétrico. (Que todo será que me esté colando y la 2ª de Mahler no sea la que estoy pensando…)

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20/06/2013, 16:44
Paladin Taza

COMENTARIO 5

Me he tomado la licencia de cambiar el orden de los apartados de mi crítica, porque considero más apropiado hablar primero de mi impresión general.

Y es que este relato me ha resultado divertido, sorprendente, distinto y original. Se nota que el autor ha aprovechado esta ocasión para ser gamberro y de paso despotricar acerca de ciertas cosas que le repugnan, o eso es lo que parece. Sea como sea, está claro que en el proceso de escritura se ha divertido y eso llega hasta el lector.

Se agradecen las referencias culturales e históricas, pues no solo le dan peso y consistencia al relato, sino que seguramente le permiten al lector aprender cosas nuevas.

En conclusión: un relato divertido y complejo, en el que se intenta tocar varios asuntos para llevar al lector a la reflexión por medio de la ironía.

FORMA 4

El carácter atípico del relato también se observa en la forma como está escrito.

En primer lugar, entre los aspectos negativos o mejorables, creo que el narrador resulta excesivamente partidista. Digamos que critica de forma activa y negativa ciertos aspectos de la historia, hasta el punto de robarle al lector su papel como interpretador. Con la aparición de Recaredo, al narrador se le cae la baba y comienza a introducir elementos épicos y favorables hacia este personaje.

Yo hubiera preferido un narrador más objetivo y un tono general más uniforme y acorde con la escena que se narra. Aunque es cierto que quizás este contraste se busce activamente, ni lo épico ni lo castizo encajan en el bar donde transcurre la historia. 

CONTENIDO 4

En este aspecto, el autor ha hecho un esfuerzo especial en contraponer realidades, presente y pasado, historia y olvido, para criticar una realidad compleja, como puede ser un país, Estados Unidos, o directamente el modelo social en el que se basa.

Se critica el relativismo moral y la ignorancia ilustrada tan vigentes en la actualidad, y eso es un gran punto a favor, y además se hace a través de la ridiculización y un ataque en forma de explosión, que resulta más simbólica que otra cosa.

Pero al no hacerse esto de una forma lo suficientemente sutil, al final esta visión anti-imperialista, aderezada con dosis de españolidad épica, resulta un poco chirriante. Pues, al menos yo, aunque le encuentro el sentido a ese choque entre el caballero Recaredo y ese país que carece de historia, llega un momento en que parece que son España y Estados Unidos las dos realidades opuestas.

Por último, he de decir que el relato no se ajusta demasiado al desafío, pues no se refleja la atmósfera de soledad del cuadro de Hopper.

P.D. La referencia a Vivar y Ben-Hur sí se entiende y es bastante divertida.

P.P.D. Por suerte o desgracia veo los comentarios de los otros lectores, y por eso menciono directamente esa referencia.