El viejo en el claro
Marco y el viejo se conocían desde hacía mucho, pero aún no habían tenido tiempo para hablar demasiado. Los dos estaban sentados en un claro. El romero y el tomillo entonaban su melodía mediterránea con el permiso de las chicharras. Ambos tenían la mirada perdida en el brillo metálico del mar, en los cascos perezosos de camino a Génova. Marco con las piernas cruzadas y el viejo sobre una roca cubierta de líquenes naranjas.
—Dime viejo, ¿quieres un poco de agua?
El viejo gruñó. —Tengo toda la que quiero.
El mar entero se abría ante ellos, la brisa traía hacia la costa las risas de las gaviotas. Compartieron el silencio como solo dos viejos amigos pueden hacer.
—¿En qué piensas?— Marco observaba a su viejo conocido con el mentón apoyado sobre las manos.
—En el mar.
—¿Y por eso lo miras aunque no puedas verlo?
El viejo volvió hacia Marco sus ojos grises, opacos y ásperos. —Prefiere que me siente de espaldas, ¿joven impertinente?
Marco bajó la cabeza y sonrió. —No. Solo quería saber qué ves. En qué piensas, por qué te pasas aquí las mañanas y las tardes, haga frío o calor, llueva o truene.
El viejo suspiró despacio. Como si intentase albergar en su pecho todo el aire del mediodía. Parecía casi que se hubiera dormido pero su voz quejumbrosa despertó de nuevo.
—Veo a unos niños jugando con su perro en la playa. El muy idiota les seguía a todas partes agitando la cola. Les lamía y luego estornudaba, intentando en vano deshacerse de la sal. —Marco estiró la cabeza hasta la cala que se abría más abajo, ahora completamente desierta. El viejo prosiguió. —Sí, era un lugar muy frecuentado, cuando la gente aún vivía en esas casas blancas que se llamaban… ¿cómo era? No lo recuerdo ya.
—¿Gropallo? Era un pueblo de pescadores, pero ardió en un incendio. —El viejo asintió lentamente, corroborando las palabras de su compañero.
Las duras hojas de las encinas se agitaban entre susurros.
—Veo las velas blancas navegando como palomas por el horizonte. Transportando hombres y bestias, aceite, vino y cerámica. Veo sus cascos brillando y sus caras orgullosas curtidas por la sal y el viento. Eran hombres tenaces.
—Vaya, ¿pero cuánto llevas aquí, viejo?
— Callarse es lo primero que hay que hacer para escuchar. —Los ojos opacos del viejo seguían clavados en el mar. Marco se tapó la boca y guardó silencio.
—Eran hombres tenaces, pero al igual que las flores marchitan, ellos dejaban viudas en los puertos. A veces me gustaría sumergirme en el agua para poder escuchar de nuevo sus voces. Todos sus recuerdos, perdidos en el mar. Flotando como peces de plata antes de morir en el azul inmenso.
—Vaya, no sé si volveré a bañarme.
—Ríe, pero la verdad perdura. El mar, estas aguas, están teñidas con la sangre de los que imaginaron las ciudades de ahora. Ellos escribieron los libros, dictaron las normas. Esculpieron nuestro destino. —Marco asintió y el otro siguió. —¡Ah! Pobres infelices. Algunos valientes vivieron bien, aunque su final no siempre les hizo justicia. Cuántas desgracias, cuántas lágrimas. Y también risa y victorias. El mar es testarudo pero generoso a veces con sus tesoros. ¡Sí! ¡Yo lo vi, lo vi como te veo ahora, por mucho que ya no me quede vista!
Marco desvió la mirada hacia la playa. Una pareja caminaba de la mano justo donde las olas dejaban paso a la arena. Sonrió y le dijo al viejo:
—Míralos, su vida pendiendo de un hilo y aún así se aferran el uno al otro. ¿No es un milagro? —El mar iba borrando las huellas que dejaban a su paso.
El viejo asintió. —Sí que lo es. El hombre vive, pero el mar dispone. Calma chica, galernas, horizontes infinitos y corrientes traicioneras. Un auténtico cementerio. —Suspiró y se agitó un momento, antes de concluir. —A veces la gente navega sobre estilizadas y poderosas naves, otras bracea con desesperación, pero siempre en un mar de penurias, solo por la promesa de tesoros al alcance de la mano. —El viento agitó las ramas de los árboles. —Y eso es la vida.
Marco cerró el cuaderno y guardó la pluma en el bolsillo de su cazadora. La pareja se alejaba por la playa hacia algún lugar. Se levantó y miró por última vez al viejo.
Nadie sabía cuánto tiempo llevaba aquella encina en el claro. Encaramada a una roca cubierta de líquenes, con el tronco inclinado hacia el cielo como si contemplase el mar de reojo. Las ramas caídas suspirando con sus duras hojas por volar. Había visto pasar muchas generaciones, pero parecía que le hubieran dado la espalda, pues poca gente paraba a la sombra de aquel árbol.
Marcó acarició la áspera corteza y se apeó de la roca. Volvió hasta el coche por el camino que habían practicado las excavadoras.
Estaban construyendo un nuevo hotel, así que tanto el encinar como el claro desaparecerían en unos cuantos meses. No, ya casi nadie miraba al mar con sus ojos cerrados y su tiempo efímero.
Sonrió. Al viejo le gustaría saber que aún alguien le escucharía, aunque fuese sobre las páginas de un periódico.
Y, por encima de todo, el mar seguiría en su sitio, a pesar de la contaminación y del expolio de sus riquezas. Siempre estaría repleto de historias y de recuerdos. A fin de cuentas, el hombre siempre se ha reflejado en sus aguas.
Comentario del relato D3j8 "El viejo en el claro".
Forma (5): Observo que la palabra "solo" (solamente) este autor la escribe sin tilde pero he oído que ya no es obligatorio su uso en dicha palabra. Dicen que, a día de hoy, el contexto es lo que marca la diferencia entre el "solo" (solamente) y el "solo" (sin compañía). ¿Es esto así? Si esto sí es así, la forma de este texto es sencillamente perfecta.
Contenido (5): Verídico, real, humano, necesario. Me ha hecho viajar como lo hacen los buenos libros. ¿Qué es leer sino un viaje muy económico? Este relato contiene una conversación verdadera, una rememoración (inventada por el autor/a o vivida) que tal parece me fuera contada directamente a mí, lector.
Opinión personal (5): Me encantó. Un trabajo literario hecho, entero, maduro. Me he sentado con Marco y con el viejo. La brisa del mar ha entrado por mi nariz, a mis ojos llegó este paisaje contado cuando sólo miraba la pantalla de un ordenador. Gracias, autor/a, por tus encinas, tus frutos, por recordarme lo vulnerables que somos en los océanos del mundo, lo mezquinos que llegamos a ser, algunos más que otros, para dicho mundo. No dejes de escribir. Un texto como éste no es un artificio, es algo que añades a la naturaleza.
FORMA: 3
Solo quería saber qué ves. En qué piensas, por qué te pasas aquí las mañanas y las tardes, haga frío o calor, llueva o truene. -- A mi parecer, podrías hacer un uso diferente de las preguntas indirectas. Además de estructurar las frases con mayor fluidez porque aunque la utilización de puntos es algo de la literatura, se debe tener cuidado de no perder la continuidad. Eran hombres tenaces, pero al igual que las flores marchitan, ellos dejaban viudas en los puertos. -- para la intención de la oración, después de marchitan, queda mejor un punto seguido. Cuántas desgracias, cuántas lágrimas. Y también risa y victorias. -- Para el sentido contrastivo de la frase, quedaría mejor pero en vez de y El mar es testarudo pero generoso a veces con sus tesoros. -- El sentido de la oración es un poco confuso para mí. Me parece que le falta una coma. O reestructurarla. Un ejemplo: El mar es testarudo, pero a veces es generoso con sus tesoros. ... otras bracea con desesperación... -- ahí el otras habla de la gente. Pero éste es un nombre en singular, por lo tanto, debería ser otra
CONTENIDO: 3
Tiende a ser un texto muy descriptivo y la línea temporal la lleva la naturaleza, pero me parece que faltó ampliar las descripciones. Lo otro es que a mi parecer, al ciego le faltó ser más ciego. A pesar de la condición suya, parecía que él sí viera y que faltó explotar la cualidad de la ceguera, pues se sabe que los ciegos perciben el mundo de forma diferente.
COMENTARIO PERSONAL: 4
Me gustó mucho la relación del viejo y el mar. Se daba a entender la comunicación que tenían entre ellos y el estilo de escritura es interesante. No te distraes tan fácilmente. Disfruté leerlo, gracias.
FORMA
El relato está muy bien escrito, las frases bien construidas, sin faltas de ortografía, con buenas metáforas y personajes bien caracterizados. El único fallo que le veo es a los siguientes signos de interrogación Prefiere que me siente de espaldas, ¿joven impertinente?. Por todo ello y, sobretodo, por la fluidez del relato, le doy un 5
CONTENIDO
Aquí no puedo más que seguir con mis halagos. Has conseguido que me adentre en la atmósfera que has generado, que el texto sea bastante ameno y unos personajes bien caracterizados, especialmente por el anciano hombre, ciego, sabio y reflexivo. Aun así los giros argumentales se veían a la legua por lo que, en este caso, y al pisarse parte de lo que más me ha gustado con algunos criterios de la forma te doy un 4 pues siempre existe algo que mejorar.
COMENTARIO PERSONAL
A nivel personal este relato me ha llenado mucho. Su reflexión filosófica, las relaciones que hace entre la vida y el mar, los recuerdos que saca a la luz el anciano, etc, son aspectos que a mi me han maravillado, máxime cuando este tipo de narración me encanta, puesto que no me deja igual y me hace pensar, y porque has unido dos aspectos con mucha fuerza, la sabiduría de un anciano ciego y la fuerza y eternidad del mar. Por ello te doy un 5 en este apartado.
Mario, quería agradecerte especialmente los comentarios que hiciste sobre mi relato. No sé si realmente los merece, pero me lllenaron de alegría y gratitud. De verdad. A veces un empujoncito así viene muy bien para continuar y vencer el desaliento.
Me alegro de que hayas viajado, pues coincido contigo en que la lectura no es más que un viaje imposible, necesario y gratificante. Y si encima el mensaje te ha llegado, creo que he conseguido el propósito último. Por ello, creo que en este caso puedo sentirme un poquito satisfecho.
Por cierto, estoy usando "solo" tal como tú dices. Pruébalo jaja Resulta bastante cómodo.
Gracias por tus comentarios, me alegro mucho de que te haya hecho pensar. Estoy de acuerdo contigo en que la interrogación queda un poco mal.
Uhm, ¿entonces sabías que el viejo era un árbol desde el principio?
Gracias por tus comentarios. Me ayudan a recordar que siempre se puede mejorar algo y que hay muchas formas de contar una misma historia o estructura una oración.
He querido darle un ritmo distinto al discurso del viejo y por eso he usado puntos en lugar de "pero", por ejemplo. Quería reflejar que el anciano lo iba contando lentamente, y a la vez he dejado que el contraste fuese evidente a través del contexto.
En cuanto a lo que me dices de "otras", no me refiero a la gente. Pero has detectado un error. Quería decir: "unas veces...", "otras veces...".
No sé si lo has percibido, pero el viejo es una encina. Quien habla es en realidad el periodista que se sienta a su sombra y comienza a idear un diálogo para publicarlo en el periódico. La única ceguera de la que hablo es la de una sociedad que no tiene tiempo para reflexionar bajo la sombra de un árbol.
¡Un saludo!