Cadáver exquisito
Siguiendo las indicaciones del plano, encontré en lo más profundo de aquel bosque de pinos viejos el refugio que buscaba. Orgullosamente apartada de cualquier camino principal, la cabaña, toda ella de madera noble, se encontraba, sin embargo, pulcramente liberada del avance de la maleza y con los cristales resplandecientes, como si algún humilde criado hubiera recorrido todos los días el estrecho sendero que comunicaba con ella para que su ocioso propietario la hallara habitable el raro día que decidiera pernoctar allí.
A primera vista resultaba imposible datar su antigüedad. Aquel estilo colonial de planta cuadrangular con porche y tejado de paja a dos aguas se había empleado en Nueva Inglaterra desde hacía tres siglos e incluso hoy en día resultaba relativamente frecuente que algunos urbanitas, nostálgicos de aquellas modestas edificaciones del pasado, levantaran simulacros en donde pasar sus vacaciones alejados del bullicio de la gran ciudad.
Las bisagras de la puerta no chirriaron, lo que me llevó a pensar que probablemente fuera una construcción reciente, pero lo que vi en su interior hizo que me asaltaran de nuevo las dudas. La única estancia de que estaba compuesto el cobertizo albergaba una rústica cocina de leña, un camastro de paja limpia, y en el centro, un escritorio y una silla de aspecto confortable, todo ello inundado del embriagador aroma de una mano reciente de barniz.
Mi tío David Pasha, antiguo corresponsal ya jubilado del Boston Globe, me había estado insistiendo durante varios años para que me tomara unos días de descanso en aquel extraño lugar. “El sitio ideal para escribir” -me había dicho-, y al parecer estaba en lo cierto. Allí, en lo más profundo del bosque, no se escuchaba otra cosa que el más absoluto silencio. No el silencio relativo al que nos hemos acostumbrado los que ya no somos conscientes de la lejana marcha de un vehículo o del cercano motor de una refrigerador. Aquel era un silencio auténtico, profundo, que no permitía más distracción que la que brindaban los propios pensamientos.
Sobre la mesa reposaba en su letargo una vieja máquina de escribir, y a su lado una botella de vino español de la época de cuando la industria vínícola todavía no pegaba etiquetas comerciales en los vidrios, obligando al sibarita cauto a confeccionar las suyas para recordar el origen y la añada. Necestiaba algo para sacar el corcho, así que abrí el cajón superior de la mesa de escritura, pensando que por ser aquella la única gabeta de la sala, también sería el único lugar en que mi desconocido huesped podría guardar la herramienta perforadora. Y efectivamente, allí estaba. A su lado, una vieja pipa de roble y una tabaquera de cuero llena de tabaco fresco que al abrirla trajo a mi mente viejas reminiscencias caribeñas y, debajo, un grueso legajo de papeles mecanografiados.
Degusté con complacencia el sabor añejo de aquel caldo envejecido en barrica, e inhalando el rancio aroma de la pipa, me lancé a leer aquellos papeles. El primero de ellos estaba datado en 1820. Poco a poco fui descubriendo el carácter y la personalidad de Jeremiah Hist, el apocado poeta que a sus treinta años ya renegaba del amor y del mundo; escuché la voz de la conciencia de Llewellyn Morrin, secretario del governador Coburn durante la guerra de secesión, quien después de haber iniciado en su día una lucha pertinaz por los derechos humanos, abandonó la política hastiado de las corruptelas del partido republicano; y estudié las proféticas reflexiones del filósofo Hannibal Dana, en las que auguraba un siniestro futuro para la humanidad de no apartarse con resolución del camino del pragmatismo.
La lista de autores continuaba algunas generaciones más hasta que me topé, en la última sección, con el nombre de mi tío David. Todos los escritos mostraban la misma tipografía, como si hubieran sido escritos con una misma máquina. Siete hombres que, pese a sus diferencias, compartían todos ellos la misma intención de transformar el mundo a través del pensamiento y de la palabra. Fue un verdadero placer para la inteligencia poderlos leer de corrido, advirtiendo la progresiva falta de desgaste del papel y las sutiles variaciones en la expresión de cada época histórica, y cuando, ya de noche, acabé con aquel legajo, no pode resistirme a la tentación de lanzarme con una fruición febril a continuarlo.
Acostumbrado como estaba a los usos de la informática, se me antojaba difícil teclear con aquella herramienta primitiva, consciente de que cualquier pulsación errada me obligaría a reescribir el folio, pero no sé si sería porque aquella botella de vino había estimulado mi mente o porque me hallaba en el ambiente más propicio para verter mis ideas en el papel, pero el caso fue que una tras otra fueron desarrollándose con tal inusitada claridad que apenas fueron necesarias las correcciones.
Al mediodía siguiente emprendí el camino de regreso a Boston. Bajo el brazo, el plano de la cabaña que guardaría con celo hasta encontrar a la persona indicada para legárselo. Mis pensamientos se detuvieron en la alumna más aventajada de mis clases de literatura. Brigitte... ¿qué sería de esa muchacha dentro de 20 años?
FORMA 4
Excelente. Tan solo he detectado dos errores: por ahí pone "necestiaba", y gaveta con b.
Bien, aparte de estos detalles sin importancia, he de comentar la sensación que me produce esta escritura. Y es que al leer, no puedo evitar pensar que alguien ha escrito estas líneas con meticulosidad clínica, con exquisito decoro, intentando describir de forma rigurosa y aséptica. Este estilo resulta muy apropiado para un ensayo o para un artículo científico, pero creo que este autor y este relato en concreto ganarían más si durante la escritura, se hubiera manchado las manos de tinta. Si hubiera adornado el texto, no con adjetivos exquisitamente elegidos, sino con descripciones más ricas de las sensaciones y situaciones, creo que habría conseguido un efecto más directo en el lector.
CONTENIDO 4
El contenido tiene menos importancia que la parte descriptiva, al menos en cuanto a espacio, pero aún así el mensaje que se transmite tiene enjundia. Se habla del efecto que tiene el transcurso del tiempo sobre los escritores que van a parar a aquel lugar, en cómo se transmiten su legado a través de las generaciones, al mismo tiempo que, curiosamente, la cabaña (que podría representar precisamente ese legado), permanece inalterada.
No se trata de un tema muy frecuente y tiene cierta originalidad, pero la cabaña perdida en medio del bosque como refugio para escritores es una imagen recurrente. De hecho, en la novela que me estoy leyendo, ("Kafka en la orilla", de Murakami), aparece una muy similar.
COMENTARIO 4
En resumen, le pediría al escritor que compartiera conmigo su visión peculiar del mundo y que fuese menos correcto y aséptico.
Forma: 5
El único error que he visto es:
Necestiaba algo para sacar el corcho
Esta escrito de forma exquisita, no hay nada que pueda decir en este apartado.
Contenido: 4
Se habla de que todos los manuscritos están tipodrafiados con la misma máquina, esto me ha llevado a revisar de cuando datan las primeras maquinas de escribir y se me ha antojado algo en exceso complicado. Creo que vendría bien destacar el descubrimiento de papel tipografiado a máquina y más tarde el del escrito a mano según se retrocede en el tiempo.
Es cuanto menos raro que alguien se retire a escribir a un lugar con la intención de permanecer tan solo unas horas en el, creo que esos pensamientos de a quien cederá los planos podría tenerlos sin tener que marcharse. Por ejemplo, durmiendo en el lecho, o al finalizar la lectura y sentirse agradecido por formar parte de ese elitista grupo del que ahora forma parte.
Además, si lee todo lo que había en la casa y luego el también comienza a escribir, queda un poco confuso el margen temporal en el que desarrolla tales acciones.
Para mí, el caldo es comida. Lo que quiero decir es que igual no es la mejor forma de hacer referencia al vino.
Pese a ello es un relato muy agradable de escribir, la descripción esta lograda.
Da la sensación de que este texto forma parte de una historia mayor.
Comentario personal. 5
Un texto de una gran riqueza descriptiva. Goza de una forma exquisita y muy elaborada.
Envidio la capacidad del autor de transmitir esa sensación de tranquilidad y orden que tan bien compaginan con el lugar descrito.
Me gustaría que se me explicara el sentido del titulo.
FORMA
Me ha gustado el rico vocabulario que has utilizado para todas las descripciones, cada palabra era pefecta para su funcion, componiendo un cuadro para el lector que no tiene problemas para imaginarse lo que dices, aunque si te he de ser sincero a veces las descripciones se hacian un poco pesadas, demasiado recargadas pero eso no quita que fueran perfectas. 3
CONTENIDO:
Entiendo que con 1000 palabras a uno le sabe a poco y es exactamente lo que ha pasado aqui, todo queda...inconcluso, es un gran prologo para algo mas para algo mas largo y profundo, es una entrada a una novela profesional perfecta pero es eso, una entrada. 3
COMENTARIO PERSONAL
A titulo personal me ha encantado la rica expresividad del texto, que gran uso de las descripciones y la composicion de una imagen para componer una imagen en palabras para el lector, claro que por otro lado a veces se vuelve un poco confuso por lo largo de las descripciones.
Hermoso relato comodo y bien escrito. 3
Pues los cadáveres exquisitos eran un experimento de escritura colectiva que hacía el grupo surrealista francés en la época de André Bretón y de Dalí.
Uno escribía un verso y doblaba el papel de tal modo que el siguiente solo pudiera leer la última palabra. Con esa precaria información, escribía otro verso y así sucesivamente.
El nombre procede de una de las asociaciones azarosas de palabras que resultaron de estos experimentos.