Partida Rol por web

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 08.30 am.

El cuarto en el que se había instalado Cassandra había sido en sus tiempos una consulta del centro de salud. Estaba en la primera planta, estratégicamente situado enfrente de los archivos donde a la chica le gustaba pasar parte de su tiempo libre. Tenía dos puertas, una que daba al pasillo y otra que daba a otra consulta idéntica a esa, que era la que se había apropiado Trish. Aunque las dos chicas solían acomodarse para pasar las noches juntas, tenían sus espacios de intimidad. 

No había mucho mobiliario, la mayoría del que había pertenecido al lugar tiempo atrás había sido saqueado hacía mucho, o se había estropeado en la inundación que había dejado el sótano anegado, pero en los años pasados allí, habían conseguido algunos colchones y mantas, e incluso Cass tenía en su habitación un armario de metal algo estrecho, que había sobrevivido al agua y los saqueos, además de una mesa con un par de cajones. 

El abrazo había durado poco, tan poco que la morena apenas tuvo tiempo de devolverlo, pero Trish la conocía tanto que sus silencios, y hasta sus posturas, le decían como se sentía. Cassandra asintió, más con los ojos que con la cabeza, a la promesa que le hizo la joven y esta vez se quedó mirando como salía ese torbellino azul. Los temores de perderla de nuevo la asaltaron, como cada vez que se separaban, pero apretó los dientes y se giró volviendo a caminar hacia su habitación. 

Había elegido la última consulta para esconderse del mundo, por suerte su hermana se había instalado al lado para evitar que lo consiguiera, dormir oyendo su respiración y poder tocarla con solo estirar el brazo era algo por lo que daba gracias todas las noches. Se dirigió sin demora hacia el armario y lo abrió, dentro su mochila estaba preparada y encima se encontraba el portátil bien protegido en su funda, cogió éste último y se pasó la correa por la cabeza, cruzándole el pecho, para luego apoyar la mano en el asa superior. Había habido un imprevisto que alteraba las rutinas diarias, mejor se lo bajaba ya.

Y volvió a bajar.

Cassandra no tardó en abandonar su habitación y sus pies se dirigieron de regreso al piso inferior. Todavía no olía a comida en el aire, así que la chica continuó caminando en busca de ese pequeño cuarto oscuro y algo destartalado que se había convertido en su pequeño refugio del mundo antes de que encontrase a Trish. 

Una extraña sensación de estar en casa se instalaba en su pecho cada vez que pisaba su Conector. Allí, dentro de esas cuatro paredes, se sentía protegida y escondida del mundo. A salvo. Allí, podía evadirse durante horas sin ser consciente del paso del tiempo. En ocasiones había pasado el día entero encerrada en ese cubículo, hasta que alguno de los otros había terminado por ir a buscarla para que al menos se alimentase. 

La pantalla del portátil no tardó en encenderse y el símbolo de conexión a internet brillaba en la esquina inferior derecha con un leve fulgor verdoso. En un mundo como aquel una nunca sabía cuánto durarían la electricidad o la señal de red.

La mayoría de las páginas webs que Cass recordaba de su infancia ya no existían. Los servidores habían sido apagados o habían caído por sí mismos por puro abandono. Las que aún quedaban funcionando estaban completamente obsoletas, con las imágenes convertidas en un símbolo de enlace roto. Sin embargo, poco a poco se había creado una nueva subred. El internet del nuevo mundo, lo llamaban algunos, aunque más bien parecía un retroceso al internet de los primeros años, con menos imágenes y más texto plano, donde el IRC era el rey, los foros su séquito y las descargas se hacían a través de los propios usuarios. 

No había ningún mensaje de Omega en la pantalla y Cass sintió una vez más una punzada de preocupación por su suerte. Nunca había estado tanto tiempo sin dar señales y la chica había visto ya a un par de personas preguntando por él o ella en los foros que frecuentaba. Nadie sabía dónde estaba y los rumores sobre buscadores desaparecidos corrían como la pólvora. 

Con la capucha calada hasta los ojos y éstos fijos en la pantalla, la chica inició la sesión con los automatismos diarios: ocultación de conexión, revisión de virus y malwares, encriptación de señal... Luego miró en mensajes y sus labios se fruncieron, esperaba que Omega estuviese bien, si se confirmaban los malos augurios y habían logrado encontrarlo, significaba que ninguno estaba a salvo y eso no sólo la implicaba a ella, si no a todos en Major Morris. 

Se dio unos toques en el mentón con el índice y acto seguido se puso a teclear. Buscaría leche en polvo para el bebé, el mocoso necesitaba comer y no podían confiar en que Nick y Trish tuviesen suerte, porque labia era indudable que tenían. Luego trataría de averiguar si alguien sabía algo de quién había tenido descendencia recientemente, concretamente masculina, la segunda búsqueda le serviría para dos cosas: encontrar a posibles padres del pequeño y a posibles nodrizas.

Los dedos de Cassandra se deslizaban por las teclas con rapidez, acostumbrados a manejarse por la red mejor que en el mundo real. Y es que la chica conocía casi mejor las calles de esos senderos virtuales que la propia ciudad en la que había vivido toda su vida. 

Tardó un buen rato, pero finalmente localizó a una tal «Yellow_Point» que había puesto un anuncio en un foro ofreciendo leche en polvo. Aseguraba tener varios botes aún precintados y parecía dispuesta a negociar el precio a partir de las ofertas que le llegasen. 

Sin embargo, la búsqueda de recientes nacimientos no fue demasiado fructífera. La ciudad era grande, demasiado incluso en aquellos tiempos, y Cassandra no consiguió mucho más que rumores poco precisos sobre bebés recién nacidos aquí o allá, en diversas zonas de la ciudad. 

Lo que sí localizó fue una pequeña red de mujeres ofreciéndose como nodrizas. Algunas que decían haber perdido a sus bebés en el parto y otras que una vez amamantadas sus criaturas vendían sus servicios alimentando a niños ajenos. Había tres o cuatro que estaban relativamente cerca, pero el contacto con cualquiera de ellas se gestionaba a través de esa red, dirigiéndose a un nick llamado «Mommamilk». 

Cassandra anotó de forma minuciosa la información en un documento de texto, no quería que a su memoría le fallase algún recuerdo, con una pequeña sonrisa de triunfo pensó que era una suerte encontrar botes de esos. Después de un huen rato intentado localizar a los posibles padres del bebe, le dolió ver que no obtenía nada fiable sobre recientes alumbramientos. Lo único que averiguó fue que había una red de 'nodrizas de alquiler' tras el nick "Mommamilk", no le dio buena espina, pero escribió todo lo que consiguió por si acaso.

Antes de ir a desayunar intentó negociar un precio para los botes, no tenía intención de cerrar el trato hasta saber cómo les había ido a Nick y a Trish, pero quizás lograse una ganga y seguro que si los tenían los utilizarían. Cassandra crujió los nudillos y tecleó algunas líneas tanteando el terreno.

Hola Yellow_Point, tengo a alguien interesado en esos botes de leche. Necesito confirmación de la edad para su consumo, así como de su fecha de caducidad. El pago se llevaría a cabo mediante trueque con productos del campo, su peso dependería de la cantidad que tuvieses, podría ser de un tercio de lo obtenido dependiendo del producto.

La respuesta no se hizo de esperar, apenas habían pasado algunos segundos desde que Cassandra había enviado su mensaje cuando una luz naranja en su pantalla le informó de que había llegado uno a su buzón. 

Tengo de varias edades. Hasta seis meses, entre cuatro meses y un año y a partir de un año.

La caducidad es de 2029-2030 según el bote, pero es leche en polvo, precintada y bien conservada, se puede consumir sin problemas. 

Es un producto raro, ya no se fabrica. Por 1/3 no. Kilo por kilo. ¿Te interesa?

La joven esperó mirando la pantalla y tamborileando con los dedos la carcasa del portátil, sabía que su oferta era baja pero había muchos factores a tener en cuenta, en cuanto se encendió la lucecita leyó el mensaje y negó con la cabeza. Se quedó un momento pensando las mejores palabras para decir lo que quería y volvió a escribir. 

Lo de que está en perfecto estado por estar precintada es una suposición. Si al abrir un bote está mal, mis clientes perderán todo ese contenido sin derecho a reclamar la devolución proporcional de su producto.

La mitad es un riesgo aceptable.

 No pensaba subir de ahí, al fin y al cabo a lo mejor Nick y su hermana tenían suerte.

Casi de inmediato la lucecita naranja volvió a iluminarse con la llegada de un nuevo mensaje que continuaba la negociación.

75%. Y si al abrirlo está en mal estado te lo cambio por otro.

Los ojos de la joven encapuchada se separaron de la pantalla tras escribir el mensaje de contraoferta, se fijaron en una mancha de la pared -Eso parece un_- no le dio tiempo de completar el pensamiento y ya tenía respuesta. Chasqueó la lengua y contestó.

55% y me estoy pasando de lo convenido con mis clientes. 

Esta vez la respuesta tardó algunos segundos. Tal vez esa Yellow_Point estuviese valorando la oferta de Cass o quizás... 

75% es mi última oferta. Si cambias de opinión ya sabes donde encontrarme.

La espera hizo que Cassandra albergase esperanzas de haberlo conseguido, pero en cuanto leyó el mensaje quedó claro que había estirado demasiado. 

Ok. Lo hablo con clientes.

-¡Mierda! -susurró mientras tecleaba, aunque su estado de ánimo no se reflejó en la respuesta -Espero que Trish esté más inspirada que yo. 

La verdad es que no creía que el 75% fuese un mal trato, pero ella siempre buscaba el mejor posible. No quería irse con ese regusto amargo, pues sabía que entonces mordería en vez de contestar si alguien le hablaba, por lo que abrió uno de los documentos con información que tenía guardados. Mejor leer un poco y dejar pasar el mosqueo.

Después de aquel mensaje, no volvió a recibir respuesta. Yellow_Point había dejado la pelota en el tejado de Cass y ahora sería ella la que tendría que mover la siguiente pieza... o dejar correr el asunto. 

La lectura no tardó en atraparla, como sólo las letras habían sido siempre capaces de hacerlo. Cassandra se evadió hasta que dejó de sentirse irritada y sus ojos se deslizaron con fluidez por las líneas en la pantalla. Se detuvo cuando estaba a punto de perder la noción del tiempo y su estómago protestaba por el retraso en el desayuno de aquella mañana. Había pasado ya un rato desde que había abandonado la sala común cuando abandonó Conector para regresar a ella.